9. “Antioquia acrisolada, amalgama de razas”
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS
PÁNEL
5 (MEDICINA)
Hola, jóvenes:
1.
El
Dr. Tiberio Álvarez Echeverri es médico anestesiólogo, profesor de las
universidades de Antioquia y UPB, historiador y coleccionista de fotografías
que documentan el ejercicio de la medicina en Antioquia desde los comienzos
tanto de la fotografía como de la Facultad en las últimas décadas del siglo XIX.
Su afición lo ha llevado a hurgar en los completos archivos fotográficos de la
Biblioteca Pública Piloto y en archivos particulares de la totalidad de los
fotógrafos reconocidos, con el ojo avizor en aquellas fotografías relacionadas
con su profesión tanto desde el punto de vista científico como anecdótico. Para
su exposición denominada “La fotografía
médica en Antioquia 1813-2013” seleccionó una la cantidad de filminas
calculada para el tiempo asignado y fue dando explicaciones sobre cada una de
ellas a medida que se proyectaban. Hizo reconocimiento especial a los doctores
Manuel Uribe Ángel, José Ignacio Quevedo Anaya, Juan Bautista Montoya y Flórez,
y Alfredo Correa Henao; también al Dr. Gil Juvenal Gil Madrigal, que fue
conocido como Gil J. Gil M., de quien dijo que propuso la creación de la
Policlínica Municipal y el curso de Clínica de las vías urinarias, y a quien
citó diciendo que “a la Medicina no se
debe llegar tomándola como un medio para conseguir dinero, sino considerándola
como un fin nobilísimo” –lo que a todas luces, agrego yo, no ha sido
atendido por una buena parte de los colegas que le han sucedido–. Insinuaba,
dice el Dr. Tiberio, que el médico en las horas de descanso debía leer obras de
historia, hacer recreos campestres y disfrutar de sanas diversiones, y entre
otras obras aconsejaba a sus colegas leer “Las
vidas paralelas de Plutarco”. Es evidente, observo yo, que el Dr. Gil tenía
una visión holística del desempeño de su profesión y creía que el profesional
debía tener un desempeño integral, y preveía los graves problemas que aquejaron
a muchos colegas por las tensiones derivadas del ejercicio de su profesión, que
desembocaron en alcoholismo y otras adicciones en muchos, y en muchos otros en
el fracaso de sus vidas familiares por falta de un equilibrio emocional en el
uso del tiempo y en la aplicación a sus intereses. Mencionó también al Dr.
Ignacio Vélez Escobar, fundador de la Clínica Soma, como modernizador tanto de
la Facultad de Medicina como de la Universidad de Antioquia por haberle
correspondido la agrupación en la ciudad universitaria, y creador de la Escuela
de Enfermería; y por sus logros de gestión ante fundaciones norteamericanas
tanto en capacitación médica como en donaciones de equipos y transferencia de
tecnología. Mencionó el Dr. Tibero al médico salubrista Héctor Abad Gómez, que
fue víctima de asesinos por sus labores de liderazgo social, de quien destacó
su accionar en el campo de la medicina preventiva. También hizo mención de la
Dra. Clara Glottman como la primera mujer que se graduó como médica de la
Universidad de Antioquia y de este departamento. Destacó el Dr. Tiberio el
hecho de que por las circunstancias de las últimas dos décadas del siglo con la
irrupción del narcotráfico, el sicariato, y el paramilitarismo de la era de
Pablo Escobar, hizo su aparición “la
violencia que arrebató parte de los sueños y de los seres queridos, por lo que
la medicina de la U. de A. fue pionera en el estudio científico de la violencia
urbana y en la toma de medidas para la recuperación de su hermoso pasado
histórico”. No se mencionó en este segmento la problemática médica de los
galenos obligados a atender heridos y enfermos al margen de la ley, poniendo en
peligro sus vidas; el reclutamiento forzoso por la guerrilla y grupos armados,
prácticamente secuestrados para labores de enfermería, y a la interrupción de
sus labores en clínicas urbanas por la irrupción de sicarios armados con el
propósito de rematar algún paciente puesto a su cargo; a los pedidos de cuentas
en cirugías relacionadas con cargamentos de drogas y de billetes insertados en
el organismo de los pacientes con el riesgo de que alguna cantidad se hubiera
perdido bien por el paciente o bien por los organismos de control, generando
sospechas sobre el cirujano por parte de las bandas delicuenciales. No se
mencionó de las dificultades y riesgos de acudir en helicóptero o en avionetas
del servicio de salud a las zonas en conflicto con cruce de disparos entre los
actores armados.
A
continuación habló el Dr. Echeverri de que el hospital universitario San
Vicente de Paúl “ha sido un centro de
investigación con proyección mundial sobre todo en el área de diálisis y
transplante de órganos, puesto que allí se realizaron los primeros transplantes
de médula ósea, riñón, páncreas, hígado, tráquea, y miembros amputados en
América Latina”.
Mencionó
la Policínica Municipal, fundada en 1936, como “uno de los pilares de lo que se
ha llamado “la escuela médica antioqueña”
conjugando la teoría aprendida en la Facultad con la práctica en las
instalaciones hospitalarias, llegándose a decir que “el médico que no ha pasado por Policlínica no sabe de medicina” por
tenerse claro que las demandas en el servicio de urgencias obligan a solucionar
asuntos sobre la marcha, a desarrollar pensamiento rápido y recursividad, y a
adquirir destreza en el manejo de heridas traumáticas. Debo decir que escuché a
un médico explicar que la denominación “Escuela
antioqueña” no es exacta, por lo que ese estilo de enseñanza no conforma
propiamente una escuela, pero sí es una metodología importante en la formación
de los nuevos profesionales.
Finalmente,
mencionó el Dr. Echeverri la Sede de Investigación Universitaria de la que dijo
que “fue fundada en 1996 y es el centro
por excelencia de la investigación médica básica y aplicada, de la formación
científica y la extensión productiva y solidaria en áreas como la neurociencia,
el transplante de órganos, el tratamiento de enfermedades tropicales, la
reproducción humana, la inmunodeficiencia y enfermedades autoinmunes, y la
asesoría en empresas industriales”. Aunque no fue específico el Dr. Tiberio
sobre este último campo, supongo que en algo está relacionado con la ingeniería
biomédica y con la fabricación de, válvulas, stents, prótesis y cosas por el
estilo.
2.
A
su turno el Dr. Jorge Márquez Valderrama, doctorado en enseñanza y difusión de
las ciencias y las técnicas en la Universidad del Sur en París (Orsay, XI), se
refirió al trema “Universidad y sociedad
en la historia de la medicalización de la vida en Antioquia”. Empecemos por
precisar el término medicalización que se refiere a la regularización de normas
relacionadas con la salud por parte del gobierno, teniendo en cuenta los
conceptos médicos para su aplicabilidad. O bien se trata de iniciativas de
legislación provenientes de otros sectores en los que se invite a la comunidad
médica para dar su asesoría, o bien de iniciativas originadas en la comunidad
médica que hacen curso ante los poderes legislativo y ejecutivo. Dice el Dr.
Márquez que esas regulaciones tienen que ver con objetos que “no son necesariamente el cuerpo y las
enfermedades, puesto que pueden ser las cosas, las conductas, la población, los
hábitats, los elementos del ambiente, las rutas, los animales domésticos y
salvajes, los hábitos cotidianos, el trabajo, el vestido, y todo lo que de
alguna manera tenga que ver con la vida y la muerte como la natalidad,
nupcialidad, mortalidad, morbilidad”. Observo yo que cabrían aquí pues, la
medicina preventiva, la medicina laboral, las cuarentenas para aislar población
en riesgo de transmisión de enfermedades, la construcción higiénica de las
viviendas, etc. o, inclusive, la recomendación en el uso de vasos desechables
en los establecimientos públicos en vez de pocillos prelavados o mal lavados; y
la visita médica de inspección a los servicios sanitarios de los
establecimientos públicos para dar su permiso de operación. “La medicalización arranca cuando en las sociedades
occidentales, en la transición hacia la modernidad, la medicina se vuelve
aliada del poder político, formando un sistema de gobierno en el que el saber
científico-médico desborda los límites de la relación médico-paciente y aborda
el gobierno del cuerpo sano, la ciudad, la conservación y la reproducción de la
vida, el conocimiento geográfico y demográfico, y la convivencia civil del
campo de la policía”. No lo dijo el expositor, pero yo deduzco de este
planteamiento que la seguridad social en el campo de la salud, que en Colombia
pasó por el ICSS y desembocó en las EPS y sus complementarias IPS, entra en el
campo de lo que el expositor denomina medicalización, sólo que por la infinita
capacidad que tiene el hombre de corruptela y de pervertirlo todo esta buena
idea se convirtió en un negocio que ¡atenta contra la salud! Me refiero a los
llamados paseos de la muerte con un paciente grave que va de institución en
institución sin obtener atención. Me refiero a la necesidad de poner tutelas
para conseguir un tratamiento. Me refiero a la formulación de medicamentos
inanes de bajo costo en vez de medicamentos efectivos de más alto costo. Me
refiero a la dilación en la concesión de citas y la asignación de fechas de
cirugía para evadir responsabilidades o para conformar paquetes negociables a
precios más económicos. Me refiero a la limitación del médico en la formulación
llamada “lista POS”, y a la
limitación de 15 minutos en el horario de atención por paciente de los cuales
10 se le van al médico chuzografiando en un teclado de computador. Creo que me
quedo corto en este pliego de cargos a los que, naturalmente, no hizo mención
el expositor que recordó que a principios de siglo se crearon los cargos de
Médicos Oficiales a quienes correspondió atender “la emergencia de la medicina rural en Antioquia en el período 1904-1930
que tiene que ver con el ejercicio de la medicina social por parte de los
primeros médicos que tuvo Antioquia en estas zonas”. Época ésta en que por
las malas prácticas higiénicas morían muchos niños de desnutrición y
disentería, y se veían literalmente atacados por un ejército de lombrices. “Hubo algunos médicos que vivieron la
experiencia de llegar a lugares recién colonizados por la cultura católica y
las empresas capitalistas de las faldas de los Andes, habitados por indios,
mestizos, y negrodescendientes, en grupos sociales que de alguna manera habían
escapado a las redes del orden impuesto por el régimen colonial del siglo XVIII”.
Excluye el Dr. Márquez de esta lista a los blancos por la sencilla razón, a mi
parecer, de que éstos vivían en la ciudad en condiciones diferentes, y los
blancos que vivían en las explotaciones mineras eran extranjeros o influidos
por ellos en prácticas higiénicas más civilizadas. No estando exentos, como raza,
sí eran menos vulnerables que los otros grupos que “no estaban habituados a contar con médicos graduados e investidos de
poder oficial, así que a los médicos oficiales les tocó abrir trocha en
territorios que comenzaban a ser conquistados por el capitalismo y por los
gamonales”. Más adelante hará mención el Dr. Márquez a que las clases
humildes preferían entenderse con brujos, curanderos, rezanderos, parteras,
comadronas, sobanderos, y practicantes de medicina informal; porque aún no
adquirían confianza en los médicos y en la medicina formal.
La
medicalización tuvo que entenderse en algún momento con las enfermedades
infectocontagiosas o de tratamiento especial, de donde se desprendieron los
leprocomios para el aislamiento de los pacientes de lepra, los hospitales
mentales, y los hospitales para tuberculosos con aislamiento particular “por la convicción de las élites de que se
trataba de enfermedades altamente contagiosas que se propagaban con el
movimiento de la población tales como el pian, el paludismo, la filariosis, la
uncinariasis, la disentería bacilar y la amebiana, la fiebre tifoidea o tifo,
las fiebres raras, la leishmaniasis, la gripa, la viruela, entre otras”.
Como
reflexión me queda que habiendo nacido en 1945 me tocó vivir la transición
entre los tiempos en que las personas se morían de “buenamoza” (hepatitis), “de
parto”, “cólico miserere”
(peritonitis), “de repente” (infarto
cardiaco o derrame cerebral); en que podían ser enterradas vivas por
desconocimiento de episodios de catalepsia, en que las mujeres de vida pública
eran carnetizadas y tenían que acudir a revisiones en el consultorio
profiláctico, en que estas mujeres aplicaban al cliente que las visitaba unas
goticas de limón para saber si estaba enfermo o sano y una pincelada con permanganato
de potasio como medida preventiva, en fin. En todos los campos las cosas han
cambiado, pero uno de ellos es el campo de la medicina que cada día se parece
más a un taller dotado de un amplio surtido de repuestos de reposición. Podría
decirse que en la actualidad uno puede ser rearmado con órganos trasplantados y
convertido en un hombre biónico gracias a los avances en las prótesis de
reemplazo. Cuando esto, que ya es una realidad, sea el pan de cada día, ahí
estará la Facultad de Medicina de la U. de A. en primera línea en el uso de
estas tecnologías puesto al servicio de todos y no sólo de los más adinerados…
si las EPS lo permiten. Por el momento, los trasplantes no hacen parte del POS.
Finalmente
agregaré que la medicina nuestra ha encontrado dos nichos impensados. Uno, el
del turismo médico-odontológico receptivo, principalmente de pacientes
procedentes de las Antillas, que hace un par de décadas se veían deambular por
las calles con sus familiares mientras se hacían exámenes y eran atendidos.
Ocupaban los hoteles del centro, de preferencia, por quedarles cerca de las
clínicas y centros hospitalarios. Eso dio lugar al proyecto de la Clínica Las
Américas que incluía un edificio para la clínica, uno de consultorios, otro de
locales comerciales, y otro hotelero, pero este último no se llevó a cabo
porque la situación de inseguridad planteada por las narcoactividades de Pablo
Escobar dio al traste con la totalidad de la idea. En estos días he vuelto a
ver ese tipo de turismo regresando a nuestras calles, lo que indica que
nuestros precios comparativos siguen siendo económicos y que la calidad de la
salud que ofrecemos sigue siendo de primer nivel. Lo segundo, un segmento de
mercado de demanda de órganos de trasplante que han encontrado en Colombia un
buen país proveedor, por la cultura de donación de órganos que es más fuerte
entre nosotros que en otros países. Lamentablemente esto ha dado pie también a
especulación y a denuncias por dar preferencia al mejor postor en lo que la
aspiración de los pacientes colombianos queda en desventaja por su capacidad
económica; según un programa que vi en televisión.
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