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8. “Antioquia acrisolada, amalgama de razas”
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS
PÁNEL 4 (INGENIERÍA)
Hola, jóvenes:
1.
El
Dr. José María Bravo Betancur, uno de los fundadores de la Escuela de
Ingeniería de Antioquia (EIA), y autor de la obra “Apuntes históricos sobre la ingeniería en Antioquia” que en tres
tomos publicó la Editorial EAFIT, abrió el 4º. pánel con el tema “Aportes de la ingeniería antioqueña en el
siglo XIX”.
El
Dr. Bravo, citando el artículo “La
Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia de 1814 a 1980”,
escrito por los profesores Álvaro Gaviria Ortiz y Asdrúbal Valencia Giraldo, afirma
que “La ingeniería es una de las primeras
profesiones (de la humanidad)”, porque es la profesión que “concreta los sueños y construye los ingenios
de todo tipo desde la invención de la rueda hasta los cyborgs (del siglo
XXI)”; entendiendo por ingenio “los
artefactos que se fabrican con el entendimiento y que facilitan una labor
humana que de otra manera demandaría grandes esfuerzos”.
La
Antioquia de la conquista fue, ante todo, un Real de Minas que culturalmente
estaba en pañales cuando le fue rendido informe al Virrey en donde a finales
del siglo XVIII (1783) se afirmaba que “Esta
provincia; por su despoblación, miseria, y falta de cultura; sólo es comparable
a las de África”. Aunque en una misiva posterior del oidor Juan Antonio Mon
y Velarde pronosticaba que “aquella
provincia, la más atrasada del reino, llegará a ser algún día la más opulenta”.
Decir que en la mirada dieciochesca pudieran avisorarse riquezas agrícolas
incomparables, o más oro del que se encontraba en otras regiones, es mucho
decir; y mucho menos prever que la industria llegaría a ser importante poco más
de un siglo después. Lo que Mon y Velarde debió ver en esta tierra, que lo hizo
afirmar tal cosa, fue el talante de las gentes con quienes tuvo tratos por
estos lugares. Dice el Dr. Bravo que “Para
muchos historiadores la historia de Antioquia es, fundamentalmente, una
historia económica con el paso de la minería a la agricultura y a la industria
de transformación”. Y luego agrega que “Antioquia
aparece en el panorama nacional como el único departamento que ha recorrido
todas las etapas de la actividad productiva”. Afirma que “Fueron la colonización antioqueña y el
cultivo del café los procesos más importantes del siglo XIX y los de mayor
influencia en el país, lo que posibilitó la formación de un mercado para la
industria”. Esto es entendible, porque en la medida en que mucha gente
obtiene poder adquisitivo la economía se mueve y “las actividades agrícolas del departamento se reflejaron en la
evolución demográfica de la región. Durante la mayor parte del período colonial
la población se duplicó en un lapso de poco más de cien años”. Luego afirma
el Dr. Bravo que el dictador Juan del Corral acertó al traer al ingeniero
Francisco José de Caldas como director de fábricas e ingeniero general de las
Milicias del Estado de Antioquia, con el grado de coronel, para que pusiera en
esta tierra “su enorme talento al
servicio del país”, y cómo la maestranza o armería mecánica puesta por él
en Rionegro “para fabricar fusiles
maquinados, cañones fundidos, cuchillos, lanzas, bayonetas, espadas, escudos,
cartuchos, y otros materiales de guerra” fue fundamental para la lucha
armada por esos días; “pero quizá lo más
notable que hizo Caldas en Antioquia fue fundar la Academia de Ingenieros,
primer instituto docente que existió en el país dedicado a la ingeniería como
profesión”. Cuando para finales de ese siglo llegaron los ingenieros
inmigrantes que permanecieron aquí desarrollando una labor fructífera, entre ellos
el coronel Agustín Codazzi que vino a desarrollar la Comisión Corográfica, “encontraron que mucha parte de su trabajo ya
había sido realizado por aquellos predecesores”. Afirma el Dr. Bravo que la
minería desempeñó durante todo el siglo XIX “un papel fundamental en el crecimiento económico del país”, si bien
Mon y Velarde encontró a finales del siglo XVII que faltaba “una clara y adecuada legislación sobre la materia, ya que las
disposiciones que existían eran las obsoletas ordenanzas de don Gaspar de Rodas
en el año de 1587”. Hasta la década del noventa del siglo XIX, cuando se
empezó a expandir la industria cafetera, “el
oro y la plata constituían los únicos productos de exportación de esta región…
y Antioquia aportó más del 70% de los metales preciosos que se exportaban de
Colombia entre 1869 y 1891… incentivado por el ingreso de capital extranjero y
la vinculación de inversionistas antioqueños a la explotación minera después de
1850… cuando Antioquia se encontraba prácticamente enclaustrada con relación al
resto del país, e incomunicada con el exterior”. Lo que desemboca en una
obra de primordial influencia en el desarrollo como fue “El Ferrocarril de Antioquia que ha sido una de las obras más
importantes de la ingeniería antioqueña”. Como hito se destacó el ingeniero
José María Villa que venía de participar en la construcción del Puente de
Brooklyn en Nueva York y aplicó los conocimientos adquiridos “en las labores de sortear el paso de los
ríos”, con la construcción de los puentes colgantes sobre el río Cauca en
Pescadero, en Puente Iglesias, y en Santa Fe de Antioquia. Ya para el siglo XX
fue la energía eléctrica la que aportó el principal motor de desarrollo pasando
del alumbrado público con sebo obtenido del ganado a la construcción de la
primera planta de energía aprovechando el caudal de la quebrada Santa Elena en
el año de 1898.
2.
El
Dr. Luis Fernando Múnera López, exdecano de la Facultad de Ingeniería de la
Universidad Católica del Oriente y exdirector de Planeación, Control Interno, e
Informática de las Empresas Públicas de Medellín (EPM) fue el siguiente
panelista con el tema “Aportes de la
ingeniería antioqueña en los siglos XX y XXI”. El Dr. Bravo dejó su tema
finalizando el siglo XIX con la llegada de la energía hidroeléctrica a Medellín
con su primera planta aprovechando la bocatoma de la quebrada Santa Elena
situada en el barrio La (boca) Toma. Dice el Dr. Múnera que “En las postrimerías del siglo XIX la
ingeniería se destacó en Antioquia tanto por la formación de maestros artesanos
en la Escuela de Artes y Oficios, y de ingenieros en la Facultad de Ingeniería
de la Universidad de Antioquia y la Escuela de Minas, como por la mejora en las
comunicaciones debido al Ferrocarril de Antioquia y los puentes colgantes sobre
el río Cauca; pero a pesar del intento de tecnificar la minería en el
departamento, aún se continuaban aplicando técnicas muy primitivas. Llega el
siglo XX y el principal aporte de la ingeniería en Antioquia corresponde al
desarrollo industrial y a los aprovechamientos hidroeléctricos”. Agrega que
“A finales del siglo XIX en Antioquia
solamente había manufacturas artesanales, pero a partir de la década de los
setenta de ese siglo algunas de ellas empezaron a transformarse en pequeñas
empresas industriales e influyeron en ello la disponibilidad de capitales
provenientes del oro, la existencia de un mercado local demandante de
productos, y el mandato de la Constitución Política de 1886 de fomentar las
industrias existentes e impulsar la creación de otras nuevas”.
Al
iniciar el siglo XX “Los primeros
emprendimientos consistieron en manufactura de velas y jabones; en fábricas de
molinos para maíz, trigo, cacao y arroz; y de cerveza, tabaco, cigarrillo,
loza, hilados y textiles. Menciona el expositor la Ferrería de Amagá y la
Fundición Robledo, fabricantes de piezas y máquinas, pero aclara que “este desarrollo industrial se inició con muy
poca base científica porque las empresas carecían de metodologías sistemáticas
en el diseño de los procesos, no había control estadístico de la producción, y
las políticas laborales eran erráticas y casuísticas”. En este contexto
tuvo gran importancia la Escuela de Minas “que
empezó en 1911 a formar ingenieros para el nuevo desarrollo empresarial que se
vislumbraba; y capacitó a los ingenieros en los métodos de producción de
Frederick Taylor, el control estadístico de procesos, los principios contables,
y la aplicación de políticas laborales y salariales estructuradas”. Dice el
expositor que vino luego la fusión de pequeñas empresas para conformar otras
mayores (Nacional de Chocolates, Colombiana de Tabaco, Cervecería Unión, etc.)
y “la expansión de la industria
antioqueña hacia otras ciudades colombianas”, y que “no sólo el ferrocarril facilitó las comunicaciones, y el desarrollo
hidroeléctrico proveyó de energía abundante a buen precio, sino que la crisis
financiera mundial causó el cierre de la importación de productos de consumo y
maquinaria, y facilitó la expansión de la industria nacional”. En 1934
Cementos Argos concretó un viejo sueño de producir cemento de buena calidad en
Colombia y “ello se logró debido a la
capacidad y los conocimientos científicos de un grupo de ingenieros egresados
de la Escuela de Minas”. En los años cuarenta la Facultad de Minas,
incorporada a la Universidad Nacional de Colombia como sede de Medellín, creó
la Ingeniería de Geología y Petróleos “con
el propósito de contribuir a la formación del personal necesario para que el
país pudiera recibir la Concesión de Mares cuando se venciera en 1951, lo que
dio origen a Ecopetrol”. Pero vino el declive porque “en las últimas décadas del siglo la industria antioqueña dejó de crecer
y diversificarse, la gran industria se trasladó principalmente hacia la Costa
Atlántica y la Sabana de Bogotá, y el capital local se orientó más a los sectores
financieros y de servicios que a la empresa manufacturera”.
No
lo dice el expositor pero ésta, que podríamos denominar debacle, se debió a que
capitalistas foráneos empezaron a adquirir calladamente pequeños lotes de
acciones de las sociedades anónimas y, una vez adquirido el control, se
llevaron las empresas para otras partes, convertidos en empresarios que no
creaban empresas sino en vampiros que las parasitaban. Cuando algunas empresas
cinematográficas, bancarias, cerveceras, gaseoseras, se habían salido de las
manos; vino la asociación, informal pero firme, de empresarios locales que
formaron un tejido accionario para protegerse y conformaron lo que en principio
se conoció con el apodo de Sindicato Antioqueño y ahora como el poderoso Grupo
Empresarial Antioqueño. De no ser por ese mecanismo de defensa, no sólo la
totalidad de las empresas habrían sido rapadas hacia otras partes del país,
sino que el creciente poderío económico del narcotráfico se habría apoderado
quién sabe de cuántas de ellas. Fue esta una decisión inteligente y de
cooperación que sigue siendo modelo y constituye el único conglomerado de los
denominados grandes cacaos que no pertenece a una sola familia sino que tiene
una participación accionaria atomizada aunque bajo el control de una cabeza
colegiada de dirección conformada por varios y capaces “pares inter pares” controlados por un pacto de “hagámonos pasito” que elimina la
posibilidad de que haya un dictador autócrata con posibilidad de ser inamovible.
Puedo concluir mi comentario afirmando, sin lugar a dudas, que en esta decisión
se aplicó la más eficiente ingeniería empresarial y la reingeniería de
reinventarse para adecuarse al acoso del capitalismo salvaje. Varios de sus
artífices eran egresados de la Facultad de Minas, y otros eran ingenieros
salidos de las demás facultades de ingeniería de la región.
En
agosto de 1955 se crearon las Empresas Públicas de Medellín (EPM) fusionando
empresas separadas que atendían los “servicios
de electricidad, teléfonos, acueducto, y alcantarillado…” desembocando en
una diversificación de intereses cuando “a
través del sistema eléctrico interconectado nacional atendía la demanda de todo
el país y es, en la actualidad, la segunda empresa más grande de Colombia, sólo
superada por Ecopetrol”. Luego agrega que “los desarrollos hidroeléctricos requirieron contratar consultoría
extranjera, con el aporte asociado de la ingeniería colombiana… hicieron su
aparición Integral Ltda., Mejía Villegas Ltda., Sedic Ltda., y Consultores
Técnicos Ltda., que sustituyeron la necesidad de recurrir a consultores
foráneos”. Afirma el expositor que “Antioquia
es el departamento colombiano con mayor potencial y con mayor desarrollo
hidroeléctrico, con casi 5.000 de los casi 14.000 megavatios instalados en el
país; y el sector se ha dinamizado con la recientemente decena de nuevas
empresas, tanto públicas como privadas, que han surgido dedicadas al
aprovechamiento del potencial hidroeléctrico”, a pesar de las erráticas
políticas porque “los planes de gobierno
nacional cubren sólo el período del mandatario respectivo… y la explotación
minera ha sido catastrófica para la agricultura, la ganadería y el ambiente”.
Agrega que aunque “Antioquia es líder en
planeación urbana, ésta no se aplica suficientemente en el desarrollo de los
otros municipios (aparte la capital departamental) que sufren deficiencias en su malla urbana, acueductos y alcantarillado”
“El sistema vial del departamento tiene
carácter radial hacia Medellín, y debe rediseñarse para fortalecer la
comunicación lateral entre las subregiones”. “La ingeniería antioqueña debe ayudar a conectar el departamento, y el
país, con los mercados mundiales para superar la mentalidad mediterránea que
nos ha condicionado… deben construirse puertos en Urabá y el océano Pacífico, y
un canal seco entre los dos océanos mediante ferrocarril eléctrico; y
aprovechar la navegabilidad de los ríos Magdalena, Cauca y Atrato desarrollando
servicios flotantes en estos ríos como hospitales y escuelas para atender las
alejadas poblaciones ribereñas”. Para un adecuado desarrollo debemos “Respaldar y garantizar el proyecto de las
autopistas de la prosperidad, la terminación de la carretera panamericana en su
paso por Antioquia y recuperar los ferrocarriles no sólo al interior
departamental sino en su conexión con la red férrea nacional”. Estos
planteamientos son ideales, si no fuera porque existen las guerrillas y los
paramilitares y la delincuencia común que dan al traste con cualquier plan de
desarrollo que a uno se le pueda ocurrir. El país está esperanzado con los
diálogos de paz de La Habana que harían las paces con uno solo de los actores
del conflicto (y hay que ver lo crudas que están esas negociaciones), pero me
preocupó la solicitud que hizo ayer el comisionado Humberto de la Calle Lombana
a la sociedad civil para “comprometerse
con la reinserción de los exguerrilleros de las FARC” que hablan mucho de
diálogo pero nada de entregar las armas; las verdaderas armas, porque casos se
han visto de guerrilleros que tienen un changón hechizo de garaje y un fusil AK
47 y a la hora de la verdad entregan el changón y ocultan el fusil. Casos se
han visto. Pero, además, no me imagino a Suramericana de Seguros nombrando como
director del departamento de riesgos a Iván Márquez y a Tania, su secretaria;
ni me imagino a Rodrigo Granda como jefe de personal de la Nacional de
Chocolates. Creo que el Dr. Humberto deberá empezar por buscarles puesto en
otro lado.
Finaliza
el expositor planteando que “Los
ingenieros debemos cumplir con rigor nuestro código de ética y proteger los
recursos de la comunidad garantizando la calidad de las obras, sistemas y
procesos, y mantener la confianza de la sociedad hacia la profesión”.
Este
texto fue escrito y preparado por él hace varias semanas, y salió en el peor
momento para la ingeniería paisa con el desprendimiento de tierra en la doble
calzada de las Palmas que pasó por un lado de la parcelación campestre
promovida por el Dr. Álvaro Villegas Moreno, con el desplome de la torre 6 de
la urbanización Space y desalojo de las torres contiguas en la construcción que
gerencia un hijo del Dr. Villegas, con el inminente desalojo de otra de sus
construcciones contigua a este proyecto, con el marginamiento del Dr. Villegas
como directivo de la Sociedad Antioqueña de Ingenieros a la que estos fracasos
han puesto en entredicho, con el desprestigio de Camacol como entidad
reguladora, con el desplome de la confianza en las curadurías, con la negativa
de la Universidad Nacional para asumir la investigación de lo sucedido “porque hay demasiados intereses en conflicto
y fuerzas de presión”, porque no se necesita ser ingeniero para saber que
todos esos villegaproyectos se hicieron desconociendo advertencias sobre
peligro en los terrenos a ocupar, ahorrando en la calidad de los materiales y
en la cantidad; y, en resumidas cuentas, aplicando en su trabajo el más
absoluto mercantilismo y la más absoluta anti ingeniería en perjuicio de los
damnificados y de la confianza pública en una profesión que lleva ciento
cincuenta años cimentando un prestigio que se está viniendo a tierra como un
castillo de naipes. Si la ingeniería y los ingenieros no asumen una posición
valiente de denuncia y de rechazo a estas prácticas, estarán cohonestando por
amiguismo los comportamientos indebidos. Espero que la ingeniería, y Antioquia,
puedan salir airosas del mal momento en el que nos pusieron las chapucerías y
chambonadas de unos pocos.
Xero Space for you
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