jueves, 31 de octubre de 2013

6. “Antioquia acrisolada, amalgama de razas”- ORLANDO RAMÍREZ-CASAS


6. “Antioquia acrisolada, amalgama de razas”- 

ORLANDO RAMÍREZ-CASAS

 

PÁNEL 2 (MINERÍA)

Hola, jóvenes:


El Dr. Hernando A. Escobar Isaza, ex profesor de la Cátedra de Derecho Minero en la Universidad de Medellín, fue el siguiente expositor con el tema “El aporte del Código de Minas del Estado Soberano de Antioquia a Colombia” (CMA) y empieza por calificar o, mejor dicho, recoger el calificativo de los historiadores acerca del régimen federal que existió en Colombia entre 1858 y 1886, como una “época de bárbaras naciones” por las frecuentes guerras de los estados soberanos entre sí y con la Nación.

(Que las guerras son un freno al desarrollo y una causa de atraso para cualquier sociedad, no es un secreto).

El 5 de junio de 1886 don Miguel Antonio Caro dijo en su discurso en la sesión del Consejo de Delegatarios que “los representantes de los Estados Soberanos venían al Congreso a repartirse los despojos de la Hacienda Nacional, como alacranes que devoran a su madre”.

(Y donde quiera que estés yo te digo en tu silencio mudo, patriarca Miguel Antonio, que ya estamos en el siglo XXI y las cosas no han cambiado. Siguen igual).

Con base en ese discurso”, dice el expositor, “se desató un proceso que terminó ocasionando que los nacientes departamentos comenzaran a ser despojados primero de las minas y posteriormente a ser víctimas de un devastador centralismo que todavía detenta la Nación”. Sigue diciendo que “Mientras otros estados soberanos y la Nación profundizaron sus conflictos políticos… el Estado Soberano de Antioquia, que entonces era una apartada región, construyó un esquema singular de desarrollo que, además, le permitió comenzar a relacionarse con el resto del mundo, siguiendo un curso diferente”. En el caso de Antioquia, sigue diciendo el panelista, “debido al éxito alcanzado con las explotaciones mineras, fue posible disponer de los recursos financieros para iniciar el proceso de industrialización a comienzos del siglo XX”.

(Esto que dice el Dr. Escobar es importante, agrego yo, porque en una época en que no existía la aviación cualquiera de los estados costeros del Atlántico o del Pacífico hubiera podido tener ventajas competitivas para la generación de desarrollo frente a este inhóspito enclave que se enfrentaba a las casi infranqueables barreras de sus indómitas montañas. No por nada el primer ferrocarril del país se construyó en Cúcuta para acercarla al puerto venezolano de Maracaibo, la primera fábrica textil estuvo en Boyacá, los primeros cultivos de café en el actual departamento de Norte de Santander; lo que me lleva a pensar que no basta con ser pioneros en algo sino que hay que tener un empuje constante en el tiempo para darle soporte a lo iniciado y una voluntad política y participación generalizada de la sociedad para apoyar cualquier empresa porque, de lo contrario, se muere).

El 21 de octubre de 1867 la Asamblea del Estado Soberano de Antioquia expidió el Código de Minas (CMA) contenido en la Ley 127 de 1867 en el que además de reconocer la propiedad de la Nación sobre las minas de esmeraldas y de sal gema”, según lo establecido por la Constitución Federal de 1858 para la Confederación de Estados Soberanos, asumió Antioquia “la propiedad de las minas de oro, plata, platino y cobre” que le permitía la Constitución; dejando a los particulares, según el artículo 1º (dice el Dr. Escobar que “con cierto desconocimiento”), todas las demás minas de cualquier clase que fueran. No se preveía en aquella época la importancia que posteriormente tendrían el carbón, la bauxita, el titanio, y los demás materiales extraídos de la tierra. “Podría excusarse el que el código no se hubiera referido a los hidrocarburos, puesto que estos sólo adquirieron un desarrollo excepcional, entre otros, con la línea de producción de automóviles creada por Henry Ford a partir de 1903; y los minerales radioactivos que únicamente fueron conocidos a partir del descubrimiento del elemento químico Radio (Ra) por los esposos Curie; ambos hechos ocurridos a comienzos del siglo XX”. Pero, de todos modos, dice el Dr. Escobar que “en el CMA existió una enorme claridad acerca de la autonomía de los titulares mineros sin la cual no se hubiera logrado una producción minera como la que se alcanzó. No obstante, para adelantar las explotaciones se establecieron obligaciones específicas con el fin de evitar perjuicios a las obras públicas, las poblaciones, las habitaciones de particulares y, especialmente, a las aguas” (art. 175).

Y dice el expositor que el código CMA fue un “antecedente y un aporte significativo al ordenamiento jurídico colombiano, si se tiene en cuenta que sólo a partir de la Conferencia de Estocolmo en 1972 la atención sobre los recursos renovables y el ambiente, así como la legislación respectiva, comenzaron a hacerse realidad”.

(Significa eso que nuestros legisladores antioqueños ya protegían, cien años antes de que aparecieran los conceptos de ecología y desarrollo sostenible, el impacto ambiental de la explotación minera; conceptos que ya tenemos muy claros pero la gente, como se dice, “se los sigue pasando por la galleta”, lo que me hizo estremecer en 1978 cuando vi las explotaciones de oro a orilla de carretera en el bajo Cauca que convirtieron las tierras arables en eriales y el río en un depósito de sedimentos).

En efecto la ley estatal 38 de 1877 dice en su artículo 5º que “no podrán explotarse aquellas minas cuyo laboreo ensucie las aguas utilizadas por las poblaciones, los establecimientos agrícolas, fabriles e industriales en general, ya sean públicos o de particulares… permitiendo la explotación siempre y cuando el titular minero provea previamente a tales poblaciones establecimientos de aguas suficientes, limpias, y potables…”, y comenta el Dr. Escobar que “En este sentido la adopción de normas ambientales en el CMA no fue el resultado de la casualidad, sino de una profunda convicción”.

(Si en 1877 nuestros legisladores ya tenían eso tan claro, ¿Por qué nuestras industrias siguen convirtiendo el río Medellín en una cloaca teñida a veces de verde, a veces de rojo, a veces de azul? Algo o mucho ha fallado con nuestras administraciones, con nuestro poder de castigo a los culpables, y con la conciencia de prevención de la sociedad a la que pertenecemos que sigue elevando los globos, causantes de incendios; que sigue quemando la pólvora que satura las camillas de urgencias en los hospitales; sigue lavando vehículos en las rejillas de aguas lluvias de los parqueaderos, que no están diseñadas para recoger restos de aceite y combustibles; y sigue vertiendo desechos por los lavaplatos).

Ese código tenía normas como las siguientes:

“Art. 183. La conducción de aguas… por un acueducto que no permita derrames… no se deje estancar el agua ni acumular basuras…

Art.- 208. Los dueños de minas no pueden nunca privar a los demás del agua necesaria para su familia, sus animales, y cualesquiera especie de máquinas que tenga… y el riego de sus sementeras… ni impedir el libre goce de las servidumbres de acueducto que estén establecidas sobre el territorio donde se encuentra la mina, a favor de una población o caserío, o un predio o máquina de un tercero…”.

(Como se ve, el código preveía conflictos intervecinales que se pudieran presentar y establecía normas para evitar esos conflictos)

En un país en el que en la actualidad una empresa es demandada y se paralizan inmediatamente sus operaciones llevándola a la quiebra, en el CMA “existía una elevada concepción… de la importancia que para el Estado tenían las minas y, ante todo, (de la necesidad de garantizar en caso de litigios) la continuidad de las operaciones… la explotación se mantenía a cargo de quien ya tuviere un establecimiento minero en operación y, en caso contrario, se designaba de inmediato un interventor… si bien se comprendía la existencia de conflictos entre los mineros, se anteponía el interés público o social”.

Dice el Dr. Escobar que sin lugar a dudas “Quizás la institución jurídica del CMA que adquirió mayor prestigio fue la Sociedad Ordinaria de Minas (SOM)… logrando que una persona jurídica o sociedad guardara un alto grado de adaptación a las actividades mineras… por cuanto dichas compañías constituyeron una alquimia prodigiosa con la que los ingenieros de minas y geólogos egresados de la Escuela de Minas se convirtieron en socios industriales al lado de propietarios mineros empíricos, de escasa capacidad económica y conocimientos técnicos… una alianza estratégica y de transferencia de tecnología… generando riqueza para ambos socios y para el Estado”.

(Hay aquí un componente asociativo de economía solidaria que beneficia a ambos con equidad, contrapuesto al canibalismo usual en otras empresas donde “el pez grande se come al chico”).

Se extiende el expositor en un articulado visionario que innovó con elementos como la participación accionaria por parte de múltiples inversionistas en una especie de sociedad anónima apalancadora de los gastos de explotación (“capital contingente”) a cambio de beneficios cuando la producción entrara de lleno, incluido un llamado Contrato de Avío que consistía en el suministro de insumos a crédito para cobro con el producido de la mina una vez entrada en explotación; única forma de sostener la alimentación y necesidades de los trabajadores empleados en labores de infraestructura previas a dicha explotación, lo que derivó también en préstamos, anticipos, y pactos financieros de tipo bancario orientados a financiar la explotación minera.

A continuación el Dr. Pablo Liemann Gerlach expuso eltema “Minería en Antioquia y su aporte en la construcción del país”; tema que inicia con el origen de la palabra Antioquia con la que se nombra nuestro departamento, acogiéndose a la tesis de que ese “era el nombre con el cual los indígenas llamaban a la región: Antocha o Antochia, el cual se derivaría de dos vocablos indígenas que significan montaña (an) y oro (ocha), es decir Montaña de oro”.

(Ignoro las fuentes consultadas por el Dr. Liemann para esta tesis, y si estas palabras corresponden a las lenguas que se hablaban en la región a la llegada de los españoles, como decir los emberaes y los caribes; puesto que los chibchas, los incas, los aztecas, los mayas, etc., estaban muy distantes del lugar como para influir en su nombramiento toponímico por parte de los indígenas. La mayoría de los historiadores se inclinan, con mayor verosimilitud, por la tesis de que el Mariscal Jorge Robledo quiso nombrar a la población de la Santa Fe de Antiochia por el nombre del patriarcado sirio de los orígenes del cristianismo donde ejerció su apostolado San Ignacio de Antiochia. Eran los españoles dados a dar nombres bíblicos y de santos a los lugares que descubrían).

Toponimia

La etimología de Antioquia es incierta. Se sabe que Jorge Robledo bautizó con dicho nombre a la ciudad que fundó en el valle de Ebéjico, y que tiempo después lo adquirió toda la provincia. Lo habitual era que los conquistadores y colonos ponían nombres españoles o dejaban los indígenas. Tampoco es cierto que Antioquia en lengua indígena signifique "montaña de oro", puesto que no hay ningún indicio de ello en lo que se ha estudiado con respecto a las lenguas de grupos indígenas establecidos en la región.9
En 1541 según el cronista Sardella, Jorge Robledo fundó la ciudad de Antiochia; en castellano primitivo la ch, como en otros idiomas, se pronuncia como q seguida de u. En 1542 Juan Cabrera la trasladó al valle del Tonusco y a partir de entonces se llamó Santa Fe de Antioquia. La ciudad adquirió gran importancia y se convirtió en el principal centro administrativo y económico de la provincia y el nombre de Antioquia pasó de la ciudad al resto del territorio.
Una hipótesis que se maneja con respecto al origen del término "Antioquia" señala que los conquistadores, siendo de principios religiosos muy arraigados, le dieron este nombre en recuerdo de la ciudad asiática llamada Antioquía, situada a orillas del Orontes, y que sirvió de cuna al cristianismo de los primeros tiempos.
Sin embargo se ha buscado otra interpretación en el latín, así: anti (contra); quies-quietis (quietud o reposo); es decir, un pueblo que está contra la quietud o el estancamiento.10
Ignacio de Antioquía (Ιγνάτιος Αντιοχείας) es uno de los Padres de la Iglesia y, más concretamente, uno de los Padres Apostólicos por su cercanía cronológica con el tiempo de los apóstoles.1 Es autor de siete cartas que redactó en el transcurso de unas pocas semanas, mientras era conducido desde Siria a Roma para ser ejecutado o, como él mismo escribió:
«...para ser trigo de Dios, molido por los dientes de las fieras y convertido en pan puro de Cristo».
Ignacio de Antioquía, Ad Rom. 4, 1.
Su arresto y ejecución se produjeron a comienzos del siglo II. Aparte de eso, sólo se sabe que fue obispo de la ciudad de Antioquía de Siria. El conocimiento sobre Ignacio se centra, por tanto, en el final de su vida, pero ello basta para hacer de él uno de los Padres Apostólicos mejor conocidos. Ignacio es un mártir del cristianismo y uno de lossantos de la Iglesia Católica y de la Iglesia Ortodoxa, que celebran su festividad el 17 de octubre2 y el 20 de diciembre,3 respectivamente.

Considero este dato meramente anecdótico, y el mismo expositor se cura en salud toponímica al afirmar que “cierta o no esta historia, la expresión montaña de oro sí coincide con su origen geológico”; pasando luego a contarnos que “Antioquia está ubicada sobre el anillo o cinturón de fuego del Pacífico”, entrando a explicarnos mediante filminas cómo la colisión de las placas terrestres produjo hace millones de años unas presiones y unas temperaturas que son el origen del mineral de oro en determinadas franjas del territorio, de las cuales Antioquia tiene gran riqueza en comparación con otras regiones, y en la región andina “se conjuga un continuo magmatismo rico en metales, azufre, y otras substancias mineralizadoras”.

Habiendo, pues, mucho oro en la región que atraía el interés de los conquistadores, la minería aportó a la construcción del país y a la economía de los siglos XIX y XX un gran capital, al Código de Minas una orientación que fue replicada en el resto del país; a la infraestructura, industrialización, creación de empresas y desarrollo del sistema bancario una financiación; y a la educación y formación profesionales el aporte de la Escuela de Minas; “en un proceso que llevó a la región a ser precursora de la industrialización colombiana”. Desde finales del siglo XVIII, según el Dr. Gabriel Poveda Ramos, existía en Antioquia una economía importante, que se vio consolidada a partir de 1850 con la revolución conservadora y el gobierno del Dr. Pedro Justo Berrío; así haya “quienes consideran que sólo durante las dos últimas décadas del siglo XX se presentó el verdadero auge económico antioqueño”. Más adelante dice, citando a Meisel, que “en el período de 1872 a 1923 los bancos de Bogotá y Medellín fueron los más importantes en el país… en efecto entre 1872 y 1923 se crearon un total de treinta y tres bancos en la zona antioqueña, uno de ellos directamente por la mina El Zancudo”.

(Me deja pensativo la afirmación relacionada con las últimas dos décadas del siglo XX, pues fue en las primeras dos décadas de dicho siglo cuando se fundaron las principales empresas de la región como Coltejer, Fabricato, Postobón, Compañía Nacional de Chocolates, Compañía Colombiana de Tabacos, Cementos Argos, Cine Colombia, los bancos Comercial Antioqueño e Industrial Colombiano, etc.; coincidiendo las dos últimas décadas del siglo con el traslado de varias empresas a la capital del país y su venta a personas de fuera de la región, y con el auge del narcotráfico pabloescobariano cuyo exitoso desempeño al servicio del mal difícilmente alguien se atrevería a reclamar como paradigmático).

Cita el Dr. Liemann a Javier Mejía Cubillos, quien “realiza un análisis cuantitativo detallado del nivel de actividad económica de Antioquia para el siglo XIX y la primera parte del siglo XX, encontrando que en Antioquia ya a principios del siglo XIX se disfrutaba de ingresos per cápita superiores a los del promedio colombiano… siendo el período de auge económico datado entre 1905 y 1913 el más pronunciado”. Luego afirma el Dr. Liemann que “fueron los productos mineros los de mayor participación en el rubro de exportaciones colombianas igualando al café en la última década y siendo sin duda Antioquia, con su aporte de la mayor producción de productos minerales, la región más significativa para la economía del país en dicho lapso”. Luego agrega que “Ya en la década del 90 Argos es líder en la industria cementera colombiana, con más del 51% de participación en el mercado y convirtiéndose en el mayor transportador de carga terrestre del país”. No me queda claro el por qué de esta afirmación, aunque supongo que se refiere a que el cemento seco en bolsa que se transporta desde las plantas hasta todas las poblaciones del país, y el que se transporta en los carros especializados con mezcla de concreto, suma un tonelaje que permite hacer tal afirmación.

Al retomar Colombia un sistema centralista y desaparecer la federación de estados soberanos, por medio de la ley 38 de 1887 adoptó permanentemente, con carácter nacional, el CMA; código que rigió hasta el año de 1969”.

Habla el Dr. Liemann que en virtud de sus necesidades las empresas mineras tomaron la iniciativa de construir vías terciarias y caminos vecinales para desembotellar su producción y la entrada de insumos, y que “fueron de las primeras en instalar pequeñas centrales hidroeléctricas que fueron modelo para otras en el país”.

A continuación transcribe el expositor tres párrafos del Dr. Gabriel Poveda Ramos en los que se hace un recuento de la importancia de la minería para la economía antioqueña, y del aporte de la economía antioqueña a la economía del país; para luego adentrarse el Dr. Liemann en la mención del aporte de la Escuela de Minas a la educación de las clases dirigentes y afirma que “los egresados de la Escuela de Minas han contribuido en el país al desarrollo de las empresas más emblemáticas del territorio nacional, al impulso de la ingeniería de minas y petróleos, a los proyectos hidroeléctricos, viales, de ferrocarriles, y de infraestructura, ya la introducción de conceptos de administración modernos y de planeación; así como destacados emprendedores y políticos del más alto rango en el ámbito nacional”.

Vuelve y juega. Sobre este tema faltó mucho por decir. Hay que entender que las explotaciones mineras con técnicas y herramientas de última generación son costosas de implementar y de explotar, lo que hace necesaria la inversión extranjera porque el país no tiene los recursos financieros ni los conocimientos para hacerlas. Pero nuestra legislación ha sido débil y laxa, concediendo demasiadas prebendas y ventajas a los inversionistas al punto de que el negocio de la mina de carbón de El Cerrejón fue comparado por Germán Castro Caycedo con un negocio de sánduches de jamón con huevo en el que la multinacional extranjera es la gallina que pone los huevos, y el Estado como socio colombiano es el marrano que pone el jamón. Ahí es más lo que el país pierde que lo que gana. Está de por medio el impacto ambiental de las explotaciones mineras inadecuadamente previsto, mitigado, recompensado y reconstruido. Está lo de las regalías que se van del país con poca o ninguna retribución, y lo de la aplicación de esas regalías al pago de impuestos que es como prestarle plata a un inquilino y que él aplique el pago de los arrendamientos a la deuda. Está lo de las regalías malversadas y malinvertidas en los departamentos. Está lo de la inseguridad de los trabajadores en las explotaciones mineras, y está lo de los grupos guerrilleros de extrema derecha y extrema izquierda extorsionando, vacunando, boleteando, dañando oleoductos e instalaciones, secuestrando funcionarios. Está lo de los sindicatos voraces que quieren convertirse o se convierten en coadministradores irracionales entorpeciendo una gerencia razonable y casi siempre, por no decir siempre, en beneficio de los dirigentes sindicales y a espalda de los afiliados. Está lo de las malas administraciones, y está lo de las huelgas. Está lo de las multinacionales e inversionistas extranjeros que han venido apoderándose de las minas del país, muchas veces con el disfraz de conservar la misma razón social. Fácilmente una mina de carbón que se llame “La trocha” resulta ser propiedad de una sociedad denominada “Palomino y Vergara” convertida en sociedad anónima simple cuyos verdaderos dueños tras de bambalinas son Smith and Wesson de Ontario, Canadá. Está el caso de Paz de Río que en algún momento llegó a ser un negocio a pérdida y de pronto se convierte en exitoso en manos de los brasileños. Está el caso de Mineros Colombianos que es un negocio exitoso manejado por empresarios, pero que a cambio de la carga laboral negoció con los jubilados y trabajadores del Chocó la cesión de las minas de Andagoya para la administración por parte de estos. Ese negocio fracasó porque los políticos intervinieron en la nueva administración y cayeron a saco sobre los producidos. Fracasó porque la comunidad vecina impidió el paso de las dragas cobrando boleteo para dejarlas operar. Fracasó porque máquinas y tierras pueden ser transferidas pero la habilidad gerencial y los conocimientos no. En fin. Es este un tema que tiene mucha tela de donde cortar.

Octubre 29 de 2013

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