5. “Antioquia acrisolada, amalgama de razas”-
ORLANDO RAMÍREZ-CASAS
PÁNEL 1 (EDUCACIÓN)
Hola, jóvenes:
El
Dr. Alberto Martínez Boom fue el primer expositor con el tema “El camino que va del Colegio Seminario a la
Universidad de Antioquia” y se refirió a la importancia de las
celebraciones institucionales porque invitan a la reflexión. Hizo un recuento
de las primeras formas de enseñanza en Antioquia pasando desde el hogar, en
principio, a escuelas primarias como la que estableció don Pedro de Castro
(1680) con acceso solamente para quienes pudieran pagar los costos de
sostenimiento del maestro, o sea los más pudientes. Se pasó luego a las cuatro
escuelas pías que hubo en Santa Fe de Antioquia, Rionegro, Medellín, y
Marinilla (1760). Habló del colegio nacido de la iniciativa del Obispo de
Popayán, Juan Gómez de Frías en Santa Fe de Antioquia y del de los jesuitas
hasta que fueron expulsados en 1767. Habló de los pudientes que podían mandar a
sus hijos a graduarse en los colegios de El Rosario y San Bartolomé en Bogotá, quienes
“a la vuelta de la capital del virreinato
con la borla del doctorado, esos jóvenes afortunados eran astros que brillaban
en el oscuro firmamento de la ignorancia”, al decir del Dr. Mariano Ospina
Rodríguez. Y sigue el Dr. Martínez hablando de la evolución en la educación
pública hasta facilitar su cercanía en el territorio y su acceso a clases cada
vez más populares y menos elitistas que hay al finalizar el siglo XX. Menciona
el proyecto de los padres franciscanos, que llegaron con Fray Rafael de la
Serna en 1803, y en el mismo año abrieron la escuela de primeras letras y
comenzaron la construcción de los edificios del convento y el colegio
presentando en 1808 “un plan de estudios
que habría convertido el colegio en estudios generales donde pudieran enseñarse
teología, cánones y leyes, filosofía, y los cursos básicos de gramática y
retórica… pero nunca fue aprobado y tropezó con la oposición de figuras como el
prócer Camilo Torres, asesor de la Audiencia Real, por encontrar los planes de
estudio defectuosos por su carácter escolástico y su espíritu de partido”.
Dice el Dr. Martínez que “los discursos
que claman por la naturaleza de la universidad, su esencia única, su tradición
milenaria, su fundamento universal, su espíritu invariable, su misión
irrenunciable; o cualquier otro operador racional, estratégico, o metafísico,
omiten las dificultades de los actos humanos… estamos acostumbrados a pensar la
totalidad cuando la novedad de los problemas se caracteriza por su
contingencia… acostumbrados a hacer análisis desde visiones que unifican,
cuando las relaciones cotidianas son mucho más singulares y múltiples”. Y
agrega el Dr. Martínez algo importante: “En
una caracterización arriesgada de la universidad colombiana que hice
recientemente, ubiqué a la Universidad de Antioquia entre aquellas universidades
de cierta tradición que se pueden identificar como productivas en materia de
investigación, con publicaciones reconocidas y revistas indexadas
internacionalmente… que ofrece una profesionalización de alta calidad y en red
con otras universidades del mundo, lo que las hace aparecer en los rankings
internacionales”.
El
segundo panelista fue el Dr. Juan Carlos Zapata Correa, rector de la Normal Superior
de Medellín (antes Escuela Normal de Institutores) con su tema “Cómo aportar desde la formación de maestros
al desarrollo del país”, quien se remite al año de 1870 cuando fue fundada
la Normal con la llegada de formadores de maestros prusianos como Amadeo Weiss,
Christian Siegart, y Gustavo Bothe; y habló de las escuelas o corrientes
pedagógicas de Heinrich Pestalozzi, Jeremy Bentham y María Montessori, y de los
manuales de Wilson y Calkins que en distintos momentos se aplicaron en el país;
y de la llegada del modelo de “Escuela
nueva”, que revolucionó la enseñanza escolar en el país; y de los aportes
de los normalistas con sus trabajos de grado sobre temáticas enfocadas al
mejoramiento de la calidad de vida desde los hogares y entornos extraescolares
hasta que llegó “la crisis de finales del
siglo XX como resultado, entre otros factores, del narcotráfico, la pérdida de
valores, la necesidad de los gobiernos por mostrar crecimiento en los índices
de escolarización pero con poca inversión… un bajo nivel de formación del
ciudadano… tales situaciones llegan en el momento en que la escuela se
encuentra sumergida solo en la instrucción (y no en la educación integral)”.
Concluye el expositor con su visión ideal de lo que debe ser la formación de
los nuevos maestros adaptados a la problemática del siglo XXI con problemas que
tienen que ver con el consumismo en todos los órdenes: alimentario, social,
etc.
El
problema es más complejo, a mi modo de ver, y creo que en las distintas etapas
de la educación en Antioquia se pasó de las técnicas de “la letra con sangre entra” en las que el maestro era un castigador
y torturador férreo y militar de aquellos que la constitución actual y las
leyes prohíben en la actualidad; a las técnicas basadas más en la memorización
que en el análisis reflexivo, que se entendió como una metodología también
equivocada; hasta la actual laxitud y relajación en los niveles de exigencia
curricular en que prima más la cantidad que la calidad y los muchachos pasan de
un nivel a otro sin una suficiente preparación y con una calidad educativa
mediocre. Los mismos maestros no tienen un nivel de excelencia satisfactorio, y
los sindicatos y asociaciones de maestros han alcahueteado los bajos niveles no
permitiendo que a los maestros se les mida también con pruebas de suficiencia
tipo Icfes que permitan detectar si tienen los conocimientos adecuados para
enseñar en el nivel que les corresponde. Esa negativa, ya es un mal comienzo
que sólo hace prolongar en el tiempo innúmera cantidad de maestros que han
llegado a ser calificados hasta de analfabetas en regiones apartadas y en
departamentos como el Chocó que ha dado excelentes maestros que han venido a
estudiar a Medellín pero aquí se han quedado y no han vuelto a su lugar de
origen. Está la problemática de los maestros rurales y las presiones (hasta de
vida o muerte) a que se ven sometidos en los lugares apartados por culpa de la
guerrilla y de los grupos paramilitares. Está la problemática de los maestros
de escuelas de barrios apartados de la ciudad, y a veces centrales, sometidos a
amenazas contra su integridad y matoneos por parte de alumnos que a pesar de su
corta edad ya hacen parte de bandas y son duchos en el manejo de armas
sicariales. Nada de esto se habló, y es una realidad vivida por unos maestros
que encuentran que tras largos años de estudio y sacrificio su profesión no
tiene en la actualidad el reconocimiento público y la remuneración de un
médico, un abogado, un ingeniero, y de ahí el afán y la necesidad de hacer
transición hacia una licenciatura escolar que algo los proyecte en la escala
social de valores. Sólo que en esa necesidad de obtener un título para avanzar
hacia el siguiente peldaño en el escalafón, hay quien se hace a títulos a como
dé lugar, pero sin que sus conocimientos correspondan con el cartón recibido,
tal como lo dice Margarita M. Orozco Arbeláez en el artículo publicado por la
revista Semana el 17 de octubre de 2013 titulado “Normalizar la mediocridad”, en el que hace referencia al afán por
dar prioridad a la cantidad sobre la calidad de graduandos “profesionales cuyo cartón excede sus
capacidades”. No habló de los profesionales de distintas disciplinas que no
encontrando trabajo en lo que estudiaron se dedican a ser maestros pero sin
tener la técnica pedagógica apropiada para transmitir conocimientos a sus
alumnos. Son maestros que saben mucho, pero no saben enseñar.
En
esta exposición, más que en cualquiera otra de las del día, me quedó la
sensación de que fue más lo que no se dijo que lo que se dijo.
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