Doña Isabel Gómez
Efe Gómez
LAS DOS FAMILIAS DE DON EFE GOMEZ
Orlando Ramírez-Casas
Fue la noticia del día en los
noticieros: Pasado mañana renunciará el Papa Benedicto XVI, de 87 años de edad.
Al caer la tarde, llegamos a casa de
doña Isabel Gómez Agudelo vda. de Correa, de la misma edad del renunciante. Esta
hija del maestro Efe Gómez conserva, a su edad, una lucidez, una vitalidad, y
una amabilidad envidiables.
– El Papa
renunció y se retiró a descansar, pero nunca se descansa de la tarea de ser
madre y abuela, que la acompañan a una hasta la muerte –nos dijo doña Isabel.
Nos habló, entonces, de su
matrimonio con un compañero de trabajo en Avianca, donde laboró. Y nos habló de
sus días de soltera, mientras esculcaba una caja con fotografías de las
distintas épocas vividas. De pronto un par de lágrimas rodaron por sus
mejillas:
– ¡Ah!… ver
álbumes de fotos viejas es duro. Se le arruga a una el alma de la tristeza.
Nos mostró las fotografías de sus
tres nietecitas impúberes, por los días en que las visitó en París. “Tan lindas. Están grandes y siguen siendo
bonitas”. Nos mostró fotos de sus hijas. “Son bonitas”, le dijimos. Entonces buscó otras en que aparecen ella
y sus hermanas cuando estaban solteras “También
son bellas”, agregamos. “Es que mi
padre era buen mozo, y mi madre era linda. Nos viene de raza”. Su aspecto
tiene el señorío y la plácida serenidad de una vejez vivida sin angustias, “Aunque vivimos momentos duros en la vida. No
todo fue agua de rosas”, nos dice, pero su voz no va acompañada de
nostalgia sino, paradójicamente, de una risa franca y contagiosa, como quien da
a entender que ya ha pasado la página del dolor.
– Mi madre,
Elena Casas Restrepo, tiene su misma edad, doña Isabel ¿Acaso fueron amigas?
– No la
recuerdo. ¿Dónde estudiaba?
– Hizo
primaria en la escuela de las Hermanas Salesianas de María Madre Mazzarello, al
voltear la esquina de su casa.
– ¡Ah!, es
por eso. Nosotras éramos pobres al morir papá, pero un tío materno se hizo
cargo y nos puso a estudiar en buenos colegios como si fuéramos ricos.
– Tal vez fue
el tío Miguel, autor de la letra de Antioqueñita…
– Noooo. El
tío Miguel pilaba por el afrecho viviendo en casa prestada por mis abuelos.
Su hijo David pasaba en las mañanas
a casa de doña Inés Agudelo Zuluaga vda. de Gómez a bañarse y vestirse para ir
al trabajo. Tuvo una novia a quien quiso, pero ella quería a otro y lo desdeñó,
por lo que él se suicidó disparándose en la cabeza durante una función de cine en
el Teatro Junín.
– Fue velado
en nuestra casa, y allí mi tío le dedicó los siguientes versos, mientras
contemplaba el féretro con estupefacción:
“Me dicen que sus desdenes
te llevaron a la fosa.
Más vale morir de amor
que de cualquier otra cosa”.
Vivieron épocas difíciles, de eso no
hay duda, pero ahora puede verse a doña Isabel viviendo unos años postreros tranquilos
y rodeada del afecto de su descendencia.
Al llegar a casa, le conté a mi madre
sobre esa visita.
– ¿Vos la
conociste, mamá?
– A ella no,
porque era de las que estudiaban en colegios de transporte en bus. Yo era
estudiante de las de a pie. Su hermana Margarita sí fue amiga de mi hermano
Antonio José, que también fue amigo de don Efe Gómez y se consideraban colegas
por poetas y porque los dos trabajaron en las minas del Zancudo. Recuerdo unos
libros que le reclamó don Efe a Antonio, y él le contestó con esta estrofa:
“Don Efe:
La colección de Cyrano,
que prestóme Margarita,
de una manera inaudita
se me voló de la mano.
Un día muy inhumano,
con estilo no gallardo,
al gran coronel Fajardo
de pena se la presté
y no la recuperé.
¡Qué pena he sentido yo!
Perdón de mi ilustre bardo,
pido con todo respeto,
y le ofrezco mil disculpas.
Antonio Casas Restrepo”.
La pena del tío Antonio fue por la
involuntaria pérdida de los libros prestados, y su impotencia para devolverlos puesto
que su situación económica no era boyante por esos días.
– Es que en
otros tiempos la situación económica de la familia fue dura. Gracias a Dios
ahora me está tocando vivir una vida descansada y con comodidades, rodeada del
amor de todos ustedes.
Con el correr de los años, la vida
igualó a estas dos abuelas que pudieron ser amigas de juventud, por la
vecindad; pero no se juntaron, por sus destinos.
ResponderEliminarque godarria de blog