sábado, 21 de diciembre de 2024

ENTRE HACERLO Y NO HACERLO: BARTLEBY EL ESCRIBIENTE Y EL ARTE AL DECIR NO / Fredy Fernández Márquez

 

Fredy Fernández Márquez


ENTRE HACERLO Y NO HACERLO: BARTLEBY EL ESCRIBIENTE

Y EL ARTE AL DECIR NO

 

                                                                                         Fredy Fernández Márquez[1]

A Luna Fernández, un ser maravilloso que jamás me abandonó.

Te amaré hoy y siempre. Papá.

 

Herman Melville, escritor nacido en New York (1819-1891), considerado por la crítica literaria como el autor de una de las obras épicas de la literatura Norteamérica intitulada Moby Dick (2012) también conocida como la ballena blanca, un clásico universal. Melville, por cuestiones económicas se vio obligado a embarcarse en un ballenero. Gracias a ello, produjo dos obras en referencia a su periplo como marinero Typee (1846), luego Omoo (1847). Experiencia marítima que le permitió ficcionar toda una epopeya, una aventura que traspasa las barreras de la imaginación cotidiana. De alguna manera, esta obra intimida a cualquier lector desprevenido. Su narrativa se ubica en un lado oscuro, y en la manera como sobrevivió el narrador (Ismael), en la forma como se enfrenta a Moby Dick, contingencia de todo un suceso o asunto misterioso.        

     Melville, con su pluma trasciende a lo lejos y a lo cerca todas las pretensiones humanas, mezquinas o no. Escudriña en los rincones más lóbregos de la cabeza, sea molondro o no, va más allá de lo inimaginable y no reduce absolutamente nada ante la quimera o la utopía que se genera en el lector. Leer a este autor, es ser todo un cirujano para evitar dejar heridas abiertas con sus personajes, como lo fueron Ismael o Bartleby.

     En sus textos, esconde constantemente la trama, señala pasadizos agoreros. Para digerirlo se necesita una muy buena cantidad de café cargado y amargo como sus personajes. Todo un mago del sinsentido absurdo, el que juega entre el hado y el hades, porque hurga la sensibilidad humana del hacer y el no querer producir. A medida que se avanza en la lectura de Moby Dick, se mira hacia dentro para luego medir la vida hacia fuera, como lo dijo Protágoras El hombre es la medida de todas las cosas, es como se perciben las cosas, si así las comprendió Melville, entonces leyó muy bien a Aristóteles, quien sostuvo:

Protágoras decía que el hombre era la medida de todas las cosas, significado simplemente que lo que cada cual le parece con certeza, también es. De ser esto así, resulta que la misma cosa es y no es, y que es buena y es a la vez, mala, y todo lo que se afirme en enunciados contrarios, ya que con frecuencia una determinada cosa que se afirme en enunciados contrarios, ya que con frecuencia una determinada cosa le parece buena (Kalón) a unos, y lo contrario a otros: la medida es lo que parece a cada uno (1062b 10-15).

     He ahí a Bartleby el escribiente (2011), su quehacer era xerocopiar de la manera más limpia manuscritos ajenos, escribir lo que se le dicta o él mismo lee para volver a reescribir lo que ya está escrito, para hacerles cambios encomendados por otros. Sin embargo, reinaba en él un supuesto desgano que se trasmite sólo para sí: “La ocupación de sí mismo”. Nada entendible para las demás personas que le rodeaban. El clinamen de sí. Esa era su naturaleza, desviación de la repetición social continua, y esa postura individualista, no le permitía ser parte del conglomerado social. Un humano diferente a los demás. Ello ha permitido, ser una de las obras más leídas. Obra que ha llamado la atención a filósofos como a Gilles Deleuze: Bartleby o la fórmula (2011), Giorgio Agamben: Bartleby o de la contingencia (2011), José Luis Pardo: Bartleby o de la humanidad (2011). Para estos pensadores, ¿Qué encierra esta obra literaria? Acaso este relato ¿los lleva a filosofar por la queja dejada por la Modernidad como lo fue el fastidio? O ¿la misma mirada de Bartleby sobre la vida pesimista y existencial producto del espíritu social? El amanuense recurre a su propia filo-literatura a través de una frase atildada: «PREFERIRÍA NO HACERLO», que expone ante el abogado que funge como su mandamás. Frase que la utiliza como medio, tal vez como defensa o protección de autognosis producto de su filaucía o de su amor propio. Con su frase manifiesta su ahíto cansancio por quienes lo rodean.

     Su postura ante su director de trabajo, no presentaba rabia, descontento, impaciencia, resentimiento, irrespeto o impertinencia. Lo contrario, tranquilidad, respeto, pasividad o una abulia teatral, que desconcertaba al abogado. Su condición como individuo y su forma de ser, lo hacían diferente de los demás empleados o compañeros de trabajo. Principalmente fueron tres los que habitaban su lugar de labores. Ellos son: Turkey, Nippers y Ginger Nuts. Cada cual descritos de manera puntual por el narrador (Melville). El primero, Turkey, cachigordo, que padecía de una metamorfosis en el transcurso del día, su rostro azafranado se le encendía como una chimenea llena de brasas, y seguía ardiendo -eso sí, con intensidad menguante (Melville, 2011. P. 13), un ser fuera de lo común, la naturaleza no lo trató nada bien, de carácter fuerte. Luego, Nippers, joven aún, con facciones exageradas en sus patillas, ambarino, que, por su color, no se sabía si era parecido al oro o a la yema de un huevo. Siempre lo consideré víctima de dos poderes malignos: la ambición y la indigestión (Melville, 2011. P. 16). Según Melville, la ambición por ser tan impaciente como escribano y la indigestión, por su hosquedad, era desasosegado y de un desajuste poco envidiable. Por último, Ginger Nuts, un menor de edad, su padre puso en él la esperanza para salir de la pobreza, aspiraba a que, algún día, sería abogado. En su rostro denotaba una persona lista, vivaz, despierta para este muchacho tan espabilado, en fin, toda la noble ciencia del derecho cabía en una cáscara de nuez (Melville, 2011. P. 19). Este era la pequeña comunidad del escribiente.

     Un sublevado en medio de cuatro sujetos, que nunca permitió ser subyugado por el sistema, mucho menos por la fisiología de la imprecación de los otros. Desarraigado del conjunto de normas o de los principios moralistas condenatorios, supuestamente, razonables que se entrelazan entre sí, para justificar todo aquel que, de manera contraria no pensara igual. Ese era Bartleby, un protagonista que altera y agita al lector. Para la crítica literaria el escribiente, encierra en su frase particular unos caracteres paradigmáticos representativos de una cualidad única, mistérica, que filósofos como los anteriores tratan de resolver. Él es su propio éter, temerario por excelencia, hálito poético y heroico de su propia rebeldía. El amanuense por su postura influenció al abogado, él mismo lo acepta: “i esa palabra, Turkey! -dije. i Ésa! - ¿preferirAh, sí. Curiosa palabra. Yo nunca la uso. Pero, señor, como le decía, si él prefiriera…” (Melville, 2011. P. 37). El escribiente leyó el alma de su jefe, de tal manera que lo viera como una mezcla entre gris y oscuro. Esto le produjo cierta pena, caridad, pero también unos niveles de ternura, que se alternaban entre la piedad y el afecto, por los males que padeció y padece:

Con cualquier otro me hubiese entregado sin más a un terrible acceso de cólera y, sin que médiese una palabra más, lo hubiese echado inmediatamente de mi presencia. Pero había algo en Bartleby que no sólo lograba desarmarme, sino que, de un modo extraño, me conmovía y desconcertaba. (Melville, 2011. P. 23).

     Pensar sólo en la existencia y en el pasado, es resbalar por lo más tétrico, melancólico y demasiado triste. Un hombre sin pasado e historia, es tan sólo hijo del tiempo a destiempo. Su propio clinamen se ha girado unos cuantos grados, lo cual se desajustó para la comunidad y la sociedad que lo observaba con los ojos de la cara y no con los ojos del alma de Aristóteles.      

¿Que ve y encuentra la filosofía en esta obra?

Deleuze, se ocupa de esta perturbadora figura literaria creada por Melville, en su opúsculo filosófico-literario Bartleby o la fórmula. El pensador francés recurre a la agramaticalidad como prescripción particular, característica del personaje, a través de la forma como es descrito, en cada una de los conceptos o los morfemas que no encajan en las normas de la gramática. Una ruptura sustancial fuera de las ópticas arquitectónicas consuetudinarias. Para Deleuze, allí se encuentra ajustado este extraño y obscuro personaje, que, a través de la lingüística, le da vida a Bartleby. Con la palabra le da existencia, he ahí al escribiente de Deleuze. Aunque sea un individuo desterritorializado, en su propia inmanencia: Su vida. Deja claro Deleuze:

La búsqueda de este hombre anónimo, regicida y parricida, Ulises de la modernidad (“Mi nombre es Nadie”) atraviesa todo el siglo XIX: el hombre anonadado y mecanizado de las grandes metrópolis, pero de quien se espera que surja, quizá, el Hombre del porvenir o de un mundo nuevo. El Proletario y el americano son las dos caras de un mismo mesianismo. La novela de Musil persigue también esta figura, e inventa una nueva lógica de la cual El hombre sin atributos es al mismo tiempo el pensador y el producto. (Deleuze, 2011. P. 68).

     Pone en clave de juego Deleuze, la obra de Musil: El hombre sin atributos (2010), con la de Melville: Pierre o las ambigüedades (2002), en referencia al escribiente. De esta relación novelística, le surgen a Deleuze dos interrogantes claves: “¿Sería, en el caso de Bartleby, su relación con el abogado una de esas relaciones misteriosas que indican la posibilidad de una transformación, de un hombre nuevo? ¿Llegará Bartleby a conquistar el lugar de sus paseos?”. (Deleuze, 2011. P. 69). Pone en duda el filósofo francés la relación entre el abogado y Bartleby, ¿cuál de los dos es más extraño, en referencia a la relación que se establece entre ambos? Es una insólita línea de fuga, la que hace el amanuense, mucho más sospechoso es todo lo que permite el abogado. ¿Cuál de los dos aplica el dispositivo? O es tan sólo ¿lo molecular-molar? La relación se hace indiscernible, en palabras del Deleuze: es una rivalidad mimética el abogado es el reverso y Bartleby el anverso, ambos son sus contigüidades, porque en el fondo el abogado se hiere a sí mismo cuando se traslada y deja abandonado al escribiente.

     Deleuze, califica las obras de Melville como monomaniacos e hipocondriacos, considera que sus personajes se mueven entre: demonios-ángeles, verdugos-víctimas, los rápidos-lentos, fulminantes-petrificados, impenitentes-irresponsablesnunca serán sus propias Pentesilea.

     El ejercicio escritural de Deleuze, finaliza de una forma desgarradora como si la piel fuera desprendida de un solo jalón o tajo, la cual queda expuesta ante las miradas atónitas de los leyentes, donde la resistencia es tan sólo el gemir de ver caer la cutícula pasiva: De una mutación humana. De vocación esquizofrénica, y hasta catatónica y anoréxica, Bartleby no es un enfermo, sino el médico de una América enferma, el Medicine-man, el nuevo cristo o el hermano de todos (Deleuze, 2011. P. 91-92). El Bartleby de Deleuze no tiene límites en sus adjetivos, porque la propia pena y la de los demás, lo embargan.

     Por el lado de Agamben, en su prospecto: Bartleby o de la contingencia (2011), la lluvia melvilliana tampoco amaina. La adhesión del abogado por Bartleby es como si fuera la indigencia de la vida de la miserabilidad que se tiene del mundo y de su universo. En ese mundo o universo es donde se ubica Bartleby ¿el escribiente o el despojado de la humanidad? El despojado de su propia vida que se desprende de la materialidad y de los diversos sabores que ofrece la vida. Para él nada es importante porque “prefiere no hacerlo” y “el no querer hacer” también contempla el renunciar a las riquezas, a la amistad, al nacer y por supuesto a la vida. ¿qué es importante para Bartleby? “El no hacerlo” “El no querer hacer”. Es la renuncia al desapego de las cosas y de los otros en este mundo. No es el extravío, es la desconfianza de la vida misma. Es liberarse de ese peso con que se nace, la responsabilidad de vivir, del querer, incluso del amar. Bartleby es su propio acto de creación.

     Él es su propia voluntad. Le es indiferente ser y no ser. Es su propio dolor, que él abogado nunca supo descifrar. Se engendra en sí mismo. Aclara Agamben:

Esta es la constelación filosófica a la que pertenece Bartleby, el escribiente. Como escriba ha dejado de escribir es la figura extrema de la nada que procede toda creación y, al mismo tiempo, la más implacable reivindicación de esta nada como potencia pura y absoluta. El escribiente se ha convertido en la tablilla de escribir, ya no es más que la hoja de papel en blanco. (Agamben, 2011. P. 111).   

     El personaje principal de la obra, ve en la vida otra voluntad de vivir, rasga su propio cuerpo, su nacer, aunque sea para no vivir entre los mortales que ven la extinción como un castigo. Mortificación que encierra la voluntad del “No querer hacerlo” la frase también hace parte de su vida, su performance. Para el filósofo italiano, el arte al decir “no”, es un espacio artístico, porque el “no” posee una afinidad representativa que introduce un contraste entre lo expresado por el elemento sobre el que incide y algún otro segmento presente o sobrentendido.

     Al negarse, no se realiza un acto de indisciplina, es para Agamben, un preservarse como esencia de su propia obra. Porque es su creación artística que deja de ser potencia, para convertirse en acto puro, acto de crearse su propio alguien. Se destina a una existencia indistinta, a su identidad por la cual no la conocen y mucho menos no se especifica. Se puede rehusar a una persona o también ideas, algunas formas, como también forma de ser y de actuar, es la imagen de Bartleby la que deja señalado Agamben, es decir, toda una estructura de expresión artística que se ubica en miradas más naturales o más auténticas, ese es era Bartleby, su propio mirarse.

     También se ocupa de esta obra literaria, el filósofo y ensayista español José Luis Pardo. Su trabajo literario se intitula: Bartleby o de la humanidad (2011). Pardo, conjetura acerca de la obra y el autor. Para el ensayista español, Melville es producto de su propia capacidad-inutilidad. Porque en su momento literario y época no gozaba de un reconocimiento, porque lo asaltaba la duda de no crear una obra que satisficiera la crítica, porque sus trabajos eran más bien cortos, como lo es Bartleby el escribiente. Considera Pardo al respecto:  

Billy Budd, Bartleby pertenecen, pues, a ese género menor -la novela corta, el relato breve- que constituye la obstinada y deliberada inmadurez, y es la obra de alguien que se siente, por diversas razones, atormentado por la idea de escribir una novela, y al mismo tiempo incapaz de hacerlo. (Pardo, 2011. P. 141).   

     Sospecha Pardo, que Melville es la imagen de Bartleby. El enunciado “Preferiría no hacerlo” invita a reflexionar sobre el “querer hacer lo que se quiere hacer”. Es una determinación de proceder o inhibirse, desde una axiología consustancial en el proceder cuando se desea hacer ese algo. El deconstruir para la vida, es un acto artístico, porque el ejercicio de sentirse impotente es algo relevante como el crear a partir de un no. Melville y Bartleby son sus propias obras escénicas en el teatro de la vida. Vale la pena preguntarse: ¿Se podría calificar a Bartleby como un desobediente? O ¿un anarquista pacifista? Para Henry David Thoreau, desobedecer, implica impugnar con cancelar los impuestos, no contribuir con las acciones injustas, que la intervención del Estado fuera ínfima, la no-interferencia en las acciones humanas. El no reconocimiento de algo, rechazar su presencia, o lo que se pretende es coaccionar, dejar de conocer el poder que coacciona o no concederlo. ¿A quién desobedece Bartleby? ¿Al Estado, a la sociedad, o a quién ejerce el poder como lo es el abogado? Su postura anómica, se convierte en un cúmulo de no emplazamiento, que nace de las carencias reglas, leyes y normas que se fueron enviciando o degradando. Se desobedece, desobedece una no-acción que implica mostrarse que está en contra del sistema, el cual asume, inclusive, con la misma alimentación. Al negarse, también es no preferirse hacia los demás. Melville, es su creación literaria que se refleja en el espejo de las anomias como lo es la ausencia de normas morales y éticas.

     Al decir “Prefiero no salir”, como habitante del edificio, Bartleby se revela también como un anarquista pacifista. Rechaza la autoridad coercitiva, aunque esta recurra a la violencia. Bartleby no ofrece resistencia activa. En la cárcel, su afirmación de “prefiero no comer” también se interpreta como un rechazo a la noción de no-violencia. Más allá de sus decisiones, Bartleby representa a ese individuo que se niega a someterse, a doblegarse ante su verdugo.

     ¿Es Bartleby un anarquista pacifista? En este contexto, su convicción es tanto anarquista como pacifista. Está firmemente influenciado supuestamente por las ideas de Tolstói y Gandhi, quienes también defendieron la desobediencia pacífica. Para muchos, la noción de un desobediente pacifista puede parecer incompatible. Sin embargo, estas dos posturas coexisten en el mismo Bartleby. A través de él, Melville nos muestra una colisión que refleja la perversión colectiva, pero también el poder del individuo, representado por el abogado.

     Bartleby es un anarquista pacifista porque, con su actitud, fomenta la eliminación de la intervención estatal y de sus normas, que regulan el comportamiento tanto individual como colectivo dentro de las comunidades de una sociedad. A través de la conducta de Bartleby, Melville invita a cambiar la perspectiva de lo individual hacia lo social, para mirar con otros ojos cómo el Estado oprime y domina a la nación. Esa resistencia del escribiente, expresada a través del “no querer hacer”, es un interrogante que muchos críticos literarios se plantean. Verbigratia:

¿Pero cómo interpretar este proceder de Bartleby? Bartleby, es un hombre incomprendido que no haya lugar en el mundo, es el hombre de las desesperanzas, un hombre que se ha negado rotundamente a la acción escribir y de revisar lo que el mismo ha copiado, rehúsa a toda actividad que lo separe del lugar donde está ubicado, donde vive y duerme. En el relato el Abogado-narrador intenta cambiar su funesto destino. (Arenas, 2011, 3).

     Sin embargo, también es una forma de resistir para poder vivir, y no se trata de ir en contra de la sociedad ni del Estado. Es una manera de sobreponerse a las situaciones que ya están predeterminadas por la cultura. Él se convierte en su propia negación de los principios religiosos, políticos, sociales e individuales, lo que refleja su verdadero nihilismo (del latín nihil, nada). Una nada que se sostiene en ideas que no son validadas por aquellas sociedades e individualidades que creen que un sujeto es incapaz de vivir una vida diferente. Sin embargo, el anarquismo pacifista le permite precisamente esa posibilidad al amanuense.  

     Para Pardo:

Esta es la constelación filosófica a la que pertenece Bartleby, el escribiente. Como escriba que ha dejado de escribir es la figura extrema de la nada de la que procede toda creación y, al mismo tiempo, la más implacable reivindicación de esta nada como potencia pura y absoluta. El escribiente se ha convertido en la tablilla de escribir, ya no es nada más que la hoja de papel en blanco. (2011. P. 111).  

     No habrán más Bartlebysel rebelde, anarquista, pacifista, que no ve la muerte como castigo, tampoco como premio, sólo ve lo que su alma le permite y es “PREFERIRÍA NO HACERLO”. Es su disyuntiva, como un clinamen que se mueve en el “querer hacer y no hacerlo” Cuantas veces los humanos se enfrentan a sus propios dilemas y prefieren huir a enfrentarlos. El escriba, se enfrenta a su propia incertidumbre, no le importó su propia decadencia o insolvencia, dejando de lado los ya agotados valores morales, que no dejan de ser actos ficticios. Bartleby es la idea de la denegación como una manera de potencia o arte.   

     En la filosofía nietzscheana, “Dios ha muerto” para Foucault “El hombre ha muerto”, para literatura “Bartleby ha muerto”, para los tiempos actuales sólo muere aquel que no haya leído a Bartleby “PREFERIRÍA LEERLO”.   

 

 

 

Referencias bibliográficas

 

Agamben, G. (2011): Bartleby o de la contingencia. España. Pre-textos. 

Arenas, A. (2011). ¿Quién es Bartleby? A propósito de la novela corta Bartleby, el escribiente, de Herman Melville. Neonadaísmo. Vol. 64. P. 1-3. https://neonadaismo2011.blogspot.com/2021/12/quien-es-bartleby-proposito-de-la.html  

Aristóteles. (2011). Metafísica. Madrid. Gredos.

Melville, H. (2011). Bartleby el escribiente. España. Pre-textos.

_________. (2012). Moby Dick. España. Ediciones Akal.

_________. (2002). Pierre o las ambigüedades. Madrid. Alfaguara.

Deleuze, G. (2011): Bartleby o la fórmula. España. Pre-textos.

Pardo, J. (2011). Bartleby o de la humanidad. España. Pre-textos.

Musil, R. (2010). El hombre sin atributos. Barcelona. Editorial Astral.  

  

 



[1] Fredy Fernández Márquez. Filósofo. Historiador. Especialista en Cultura Política. Mg en filosofía Moral. Ph. D. Doctor. Filosofía contemporánea. Docente universitario-secundaria. Investigador. 

 

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