Poemas
Santiago Serna /
Testamento
Devuelvo mis pertenencias a la nada:
25
gramos de cabellera, 300 huesos menos uno,
12.600
horas de sexo memorable.
Una fe
infinita en el fracaso,
Bohemio,
promiscuo y lenguaraz,
Una
presencia para siempre altiva.
Ni
tampoco humilde, no faltaba más.
Una
cuantiosa inversión en botellas de vino,
Una
deuda rigurosa con los muertos.
Un
atado de cartas de despedida,
Un puñado
de corazones rotos.
Entrego
mis despojos a este mar tempestuoso,
Unas
cuantas uñas mordidas
Un par
de días y mil noches
robadas
a la poesía.
Una
amante inolvidable,
Un
coqueteo incesante con la muerte
La
sonrisa de un amigo que colgó sus sueños
en un
árbol de silencio,
la
amistad de un gato negro.
27 años
derramados, siete meses, doce días y contando.
…
No se engañe nadie no
No se engañe nadie no,
No
tengo nada que ofrecer, soy una carta marcada, un juego de azar.
Pagando
a la soledad el precio caro del amor, me fui arruinando.
Conozco
esta vida ambulatoria de cuartos de hotel.
Desconozco
la felicidad, esa que para muchos es una norma es para mí una excepción, la
abundancia me resulta tan dañina como la necesidad.
Bebo
hasta la embriaguez y hago el amor hasta quedarme dormido. Soy avaro con el
dolor, como debe ser.
Mis
apetitos no tienen otro límite que la fatiga o el aburrimiento.
Soy
ávido, terco y voraz, me fumo en la mañana los cigarrillos de todo el día.
Trabajo en las calles dedicando versos robados a transeúntes que sienten
lástima y me arrojan unas monedas, ¡qué importa! de todas formas, poesía es
prostitución. Duermo en las bancas de las iglesias y así me siento más cerca de
Dios, al fin y al cabo, el camino errado es también un camino, me volveré un
ojo de poeta, una enredadera venérea, recuperando así mi naturaleza invasora
para cubrirlo todo, acecharlo todo, verlo todo y sumirlo todo bajo mi reino de las sombras.
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