viernes, 8 de noviembre de 2024

NO SIEMPRE EL PALADAR TIENE BUEN GUSTO: LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO / Fredy Fernández Márquez

 


NO SIEMPRE EL PALADAR TIENE BUEN GUSTO: LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO

Fredy Fernández Márquez[1].

                                                        A mis espacios filosóficos y literarios:

                                                                         Andy y Andrea Fernández. 

   El mundo y su sociedad, se dividen en épocas a través del tiempo. Como es el caso de la postmodernidad. Este Concepto, utilizado por primera vez por jean Françoise Lyotard en su texto: La condición postmoderna (2006), deja plasmado en su obra como, en las sociedades actuales subsiste y advierte su propia existencia ante los avatares bruscos que se viven sin ningún proceso establecido. Valga decir, las cosas aparecen y se dan sin previo aviso, arrasando con las tradiciones en todos sus sentidos.

     Al concepto de modernidad, Lyotard, le antepone el prefijo post, morfema que se sujeta a un emplazamiento, fija en referencia a la base que se adhiere o se junta para deconstruir el concepto postmodernidad. Para discernir la nueva idea, se debe recurrir a la modernidad. Época que se inaugura con el Renacimiento siglo XIV, finalizando a mediados del siglo XX. Época productiva, llena de nuevas visiones e ilusiones, prósperas, opulentas. Situación que generaba toda una esperanza prometedora para la humanidad, más aún el desarrollo científico y tecnológico que avanzó a gran escala. Emergen grandes inventos y proyectos, dejando atrás toda la edad media y su parafernalia. Con la modernidad, se alcanzan grandes propósitos, alcanzando el punto más prominente o alto de la humanidad. A todo esto, es lo que llamará Lyotard grandes relatos, como lo son: el cristianismo, iluminismo, capitalismo y el comunismo. Estos grandes relatos, dan todo un orden a las múltiples prácticas con sus experiencias. Todo esto da un giro en la observación determinante para ver el mundo. Estas mayúsculas narrativas legalizan las instituciones, verbigratia, la iglesia. De ella se emanan los valores en sus variadas tradiciones, panoramas que reinan en sus amplitudes sociales.

     Estos grandes relatos, proponían un nuevo y gran porvenir, como la democracia, libertad, igualdad, el paraíso donde toda humanidad tendría espacio para vivir en los reinos de los reinos. Ofrecieron un futuro más allá de lo humano, para lograr alcanzar el reino de los cielos. Que buen y gran relato, forma de manumitir la ignorancia y la servidumbre. El iluminismo por su parte, abogaba por la igualdad, y la superación del desconocimiento, esto independizaría al ser humano de las viejas tradiciones como el matrimonio, por ejemplo. La desaparición de las clases sociales y la pobreza, gracias a los avances de las ciencias y la tecnología. Mientras que el capitalismo distribuía las necesidades básicas sociales más justas. Estos grandes relatos sólo quedaron en bellas propuestas, promesas u ofertas. La humanidad no avanzó como se esperaba, más bien se replegó. Sostiene Lyotard:  

La condición postmoderna es, sin embargo, tan extraña al desencanto, como a la positividad ciega de la deslegitimación. ¿Dónde puede residir la legitimación después de los metarrelatos? El criterio de operatividad es tecnológico, no es pertinente para juzgar lo verdadero y lo justo. ¿El consenso obtenido por discusión, como piensa Habermas? Violenta la heterogeneidad de los juegos de lenguaje. Y la invención siempre se hace en el disentimiento. El saber postmoderno no es solamente el instrumento de los poderes. Hace más útil nuestra sensibilidad ante las diferencias, y fortalece nuestra capacidad de soportar lo inconmensurable. No encuentra su razón en la homología de los expertos, sino en la paralogía de los inventores (2006. P. 5).

    Los sucesos ocurridos en el XX, dan un fuerte golpe, casi que insuperable: La primera y la segunda guerra mundial, la decadencia de los 30, sin olvidar la guerra fría con su manto nuclear. El comunismo se afianza teniendo como bandera el totalitarismo. Como dice la canción: Sólo promesas, y ¿en dónde quedó el famoso estado de bienestar? Para Lyotard, los grandes relatos incumplieron su promesa.  Con todo lo anterior y otras cosas más, termina la modernidad, para darle paso a la postmodernidad. Afirma Lyotard:  

Nuestra hipótesis es que el saber cambia de estatuto al mismo tiempo que las sociedades entran en la edad llamada postindustrial y las culturas en la edad llamada postmoderna. Este paso ha comenzado cuando menos desde fines de los años 50, que para Europa señalan el fin de su reconstrucción. Es más, o menos rápido según los países, y en los países según los sectores de actividad: de ahí una discronía general que no permite fácilmente la visión de conjunto. Una parte de las descripciones no puede dejar de ser conjetural. Y se sabe que es imprudente otorgar un crédito excesivo a la futurología (2006. P. 6). 

     La decepción frente al incumplimiento de las promesas de la modernidad, produjo su fin. Desencanto que arrojó el renacimiento y emergencia de la postmodernidad. Período que se diferencia por la carga que posee una alta sensibilidad y animadversión, dejado por los metarrelatos, abandonando de lado las promesas hechas de la modernidad y su futuro que nunca llegó. Lo postmoderno es una contestación o réplica a la modernidad. Las prácticas postmodernas van en contravía de la modernidad. Un ejemplo claro, es que muy poco se recurre hoy a la razonabilidad o a la razón.

     Para la sociedad postmoderna, es mucho mejor recurrir al hedonismo ligero: culto al cuerpo, la salud, los placeres, la comida sana, los gimnasios, la hiperconexión, lo cool, el individualismo, entre otras. De acuerdo a Marcuse:

Un hedonismo negativo: su principio es más evitar el dolor que procurar el placer. La verdad, según la cual debe ser medido el placer, consiste en evitar el conflicto con el orden existente: lo socialmente permitido, la forma deseada del placer (1967. P. 104).           

     Marcuse, deja toda una fotografía de la llamada postmodernidad. Lo más liviano es lo que más se consume.

     Al fallecer los grandes relatos o metarrelatos, obras como la de Hegel Fenomenología del espíritu (2009), con un total de 1.182 páginas, o en su defecto Kant con su trabajo Crítica de la razón pura (2017), con 623 páginas, a su vez Thomas Hobbes con Leviatán o la materia, forma y poder de una República eclesiástica y civil (2011) tiene 661 páginas. O una obra más reciente como la de Werner Jaeger: Paideia. Los ideales de la cultura griega (2007) posee 473 páginas. O una de las obras más concurridas en la actualidad para los trabajos investigativos como lo es Verdad y Método de Hans-Georg Gadamer (2007) con un paginar de 702. Relato o metarrelatos que dan cuenta de las interpretaciones de la vida y del mundo, a través de la filosofía o de la educación, como lo narra Jaeger en los griegos. No es la cantidad de las páginas, es lo apelmazado, la forma como se deconstruye el conocimiento, como se gira y se mira el paradigma de la verdad, como se mueve en el espíritu subjetivo. Para llegar a esto, Hegel, busca la forma de demostrar y mostrar esa fenomenología. Una construcción fenomenal que se internó en el desarrollo fenomenológico. Eso requiere de un ejercicio ingente que pase todas las barreras de la física y ubique el conocimiento en lo más profundo de la metafísica, para luego expresarla en los planos de la inmanencia.     

     Hoy asoma el máximo representante de la postmodernidad escritural en los relatos cortos o pequeños relatos. Él es Byung-Chul Han. Se ha especializado en narrativas cortas sustanciosas, en la cual da cuenta, en diversos momentos, lo que ocurre en las sociedades actuales. Lo extraño es que no es un Occidental como debería de esperarse. De nacionalidad coreana, un nuevo aporte de Asia para la literatura y filosofía Occidental y el resto del mundo, como lo es América en su totalidad. Han, estudiado y formado en Alemania. Influenciado por pensadores que aún tienen vigencia y predominio en la filosofía, la política, literatura y en otras áreas del conocimiento. Ha bebido y bebe de todos ellos: Heidegger, Sloterdijk, Agamben, Lévinas y Foucault.

     Todo un naipe de conocimiento que le ha permitido interpretar la postmodernidad, en los giros culturales, en los cuales se han presentado las sociedades actuales. Expone sus ideas de manera puntual y suscinta. No ha necesitado de un gran recorrido en sus obras para decir lo que otros ya dijeron en sus metarrelatos. Su obra más extensa lleva como título: El corazón de Heidegger (2021) con un total de páginas de 327, producto de su tesis doctoral. Sus obras son cortas: Sociedad del cansancio (2012) con 79 páginas, El espíritu de la esperanza (2024) 144 páginas, La tonalidad del pensamiento. Trilogía de las conferencias vol. I (2024) 152 páginas, Vida contemplativa. Elogio de la inactividad (2023), 144 páginas, La crisis de la narración (2023) 112 páginas, No-cosas (2021) 144 páginas, La sociedad paliativa. El dolor de hoy (2021) 96 páginas, La expulsión de lo distinto. Percepción en la sociedad actual (2022) 120 páginas, Psicopolítica (2021) 112 páginas, La desaparición de los rituales. Una topología del presente (2020) 128 páginas, En el enjambre (2024) 112 páginas, Infocracia. La digitalización y las crisis de la democracia (2022) 112 páginas, Loa a la tierra. Un viaje al jardín (2019) 186 páginas, La sociedad de la transparencia (2013) 96 páginas, La agonía del Eros (2023) 88 páginas, La salvación de lo bello (2023) 120 páginas, Capitalismo y pulsión de muerte. Artículos y conversaciones (2022) 160 páginas, El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse (2014) 168 páginas, Hiperculturalidad (2018) 128 páginas, Filosofía del budismo Zen (2015) 184 páginas, Buen entretenimiento. Una deconstrucción de la historia accidental de la Pasión (2018) 168 páginas, Sobre el poder (2016) 144 páginas, Topología de la violencia (2016) 200 páginas, Caras de la muerte. Investigaciones filosóficas sobre la muerte (2020) 280 páginas, Muerte y alteridad (2018) 280 páginas, Hegel y el poder. Un ensayo sobre la amabilidad (2019) 160 páginas, Ausencia. Acerca de la cultura y la filosofía del Lejano Oriente (2019) 136 páginas, Shanzhai. El arte de la falsificación y la deconstrucción en china (2016) 88 páginas.

     Los trabajos de Han, son los nuevos cimientos de la literatura postmoderna, lecturas cortas, bien narradas, provocativas, para leer en cualquiera de los medios de transporte, de una hermeneútica substractiva. Como lo presenta en su trabajo La sociedad del cansancio (2012), con un total de siete apartados. Con un prólogo o entrada que se ocupa de él Prometeo cansado de Kafka. El individuo postmoderno es de un rédito que abusa de sí mismo. Un sujeto dócil, sumiso que se ofrece a darlo todo sin importale su propio beneficio, al contrario, su compromiso es con el otro, en otras palabras, su propia mansedumbre. Han sostiene:          

Así visto, la relación de Prometeo y el águila es una relación consigo mismo, una relación de autoexplotación. El dolor del hígado, que en sí es indoloro, es el cansancio. De esta manera, Prometeo, como sujeto de autoexplotación, se vuelve presa de un cansancio infinito. Es la figura originaria de la sociedad del cansancio (2012. P. 9).

     Deja claro Han, que Prometeo es el representante máximo del sujeto postmoderno en la sociedad del cansancio. Sociedad que ha construido los propios medios para ser su sayón, convirtiéndose en un cariacontecido, fallido, fracasado, toda una porcelana de cristal. Lo más mínimo lo quiebra. No es necesario el gran hermano de Orwell. ¿De cuál cansancio habla Han? De la sobreabundancia, en palabras de Lipovetsky: De la ligereza (2016), presteza que emerge constantemente en la vida cotidiana, frivolidad que marca cada paso a los habitantes de la sociedad del cansancio. Este sujeto postmoderno busca el consumo como su línea de escape, o la caverna de Platón. Línea de refugio como lo puede ser los instrumentos o las herramientas como el smartphone, la Tablet, los juegos electrónicos y otros. Todos estos elementos y más es lo que llama Han la violencia neuronal. Deja claro el pensador coreano, que cada período posee sus propias afecciones:

El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal. Las enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste ocupacional (SDO) definen el panorama patológico de comienzos de este siglo. Estas enfermedades no son infecciones, son infartos ocasionados no por la negatividad de lo otro inmunológico, sino por un exceso de positividad. De este modo, se sustraen de cualquier técnica inmunológica destinada a repeler la negatividad de lo extraño (Han, 2012. P. 11-12).

     Todo pasa entonces por el cerebro, es una disputa consigo mismo. Enfrentarse a sus propios fantasmas, miedos, es un consumo sin límites para poder encarar su propia creación de sileno. Tenerse pánico es enfermarse mentalmente, es su propio síndrome de Procusto. Sin embargo, ya lo advertía Lipovetsky en su obra La era del vacío (1986), mucho antes que Han. Lipovetsky lo llamó proceso de personalización. Para Han el sujeto se autoexplota, para Lipovetsky es el auto-servicio del individuo.

     Para el representante de las nuevas narrativas postmoderna Byung-Chul Han:

La sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad de rendimiento. Tampoco sus habitantes se llaman ya «sujetos de obediencia», sino «sujetos de rendimiento». Estos sujetos son emprendedores de sí mismos. Aquellos muros de las instituciones disciplinarias, que delimitan el espacio entre lo normal y lo anormal, tienen un efecto arcaico. El análisis de Foucault sobre el poder no es capaz de describir los cambios psíquicos y topológicos que han surgido con la transformación de la sociedad disciplinaria en la era del rendimiento. Tampoco el término frecuente «sociedad de control» hace justicia a esa transformación. Aún contiene demasiada negatividad (Han, 2012. P. 25-26).

     Por su lado Lipovetsky deja claro:  

Sociedad posmoderna significa, en este sentido, retracción del tiempo social e individual, al mismo tiempo, que se impone más que nunca la necesidad de prever y organizar el tiempo colectivo, agotamiento del impulso modernista hacia el futuro, desencanto y monotonía de lo nuevo, cansancio de una sociedad que consiguió neutralizar en la apatía aquello en que se funda: el cambio. Los grandes ejes modernos, la revolución, las disciplinas, el laicismo, la vanguardia han sido abandonados a fuerza de personalización hedonista; murió el optimismo tecnológico y científico, al ir acompañados los innumerables descubrimientos por el sobrearmamento de los bloques, la degradación del medio ambiente, el abandono acrecentado de los individuos; ya ninguna ideología política es capaz de entusiasmar a las masas, la sociedad posmoderna no tiene ni ídolo ni tabú, ni tan sólo imagen gloriosa de sí misma, ningún proyecto histórico movilizador, estamos ya regidos por el vacío, un vacío que no comporta, sin embargo, ni tragedia ni apocalipsis (Lipovetsky, 1986. P. 9-10).     

     Otros pensadores también lo manifestaron en sus diferentes trabajos, como lo hizo Zygmunt Bauman en su texto: Modernidad líquida (2003),     

La sociedad que ingresa al siglo XXI no es menos "moderna" que la que ingresó al siglo XX; a lo sumo, se puede decir que es moderna de manera diferente. Lo que la hace tan moderna como la de un siglo atrás es lo que diferencia a la modernidad de cualquier otra forma histórica de cohabitación humana: la compulsiva, obsesiva, continua, irrefrenable y eternamente incompleta modernización; la sobrecogedora, inextirpable e inextinguible sed de creación destructiva (o de creatividad destructiva, según sea el caso: "limpieza del terreno" en nombre de un diseño "nuevo y mejorado"; "desmantelamiento", "eliminación", "discontinuación", "fusión" o "achicamiento", todo en aras de una mayor capacidad de hacer más de lo mismo en el futuro -aumentar la productividad o la competitividad. (P. 33).

     Bauman considera que, la sociedad postmoderna, se convirtió en toda una disipación humana, la cual ha generado una individualidad líquida, ruptura con lo social, sólida, independencia dúctil, resbalosa, huidiza, todo un individuo etéreo. Otro aporte también lo hace Ulrich Beck en su trabajo: La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad (1998), deconstruye una desavenencia en los desarrollos históricos de la modernización y la ubica con el desastre de Chernóbil. Por lo acontecido, el mundo se alteró. Con la postmodernidad los cambios traspasaron el apartamiento de los sujetos, afirma Beck:

Comienza a cambiar la cualidad de la comunidad. Dicho esquemáticamente, en estos dos tipos de sociedades modernas se abren paso sistemas axiológicos completamente distintos. Las sociedades de clases quedan referidas en su dinámica de desarrollo al ideal de la igualdad […] no sucede lo mismo con la sociedad del riesgo. Su contraproyecto normativo, que está en su base y la estimula, es la seguridad. En lugar del sistema axiológico de la sociedad desigual aparece, pues, el sistema axiológico de la sociedad insegura (1998. p. 69).

     Esta atmósfera de incertidumbre progresiva, altera las maneras de crear sus propias restricciones, se convierte en todo un libertario, lo cual genera el principio de la comunidad del terror, temor y del miedo. Por su lado, Michel Maffesoli, en su ejercicio escritural que lleva como título: El conocimiento ordinario (1986), considera que:

Utilizando diferentes instrumentos, no reduciéndose a la crítica y superando el reduccionismo positivista, el método propuesto es más apto para captar la respiración social, jamás idéntica, siempre cambiante según las atmósferas y los ambientes de una época (1986. P. 81).

     Todo un teatro es lo que deja Maffesoli en su texto. Para cada danza, su máscara, Una sociedad cambiante, giratoria, sin naturaleza de las cosas, liviano en sus actos sociales. Pegamento societario entre los individuos, socialidad que reagrupa los conjuntos de sujetos que hacen parte del teatro de la danza social postmoderna. A su vez, Richard Sennett, tercia en el debate postmoderno con su propuesta de trabajo intitular: La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo (2000), plantea el extravío de la naturaleza de lo humano, subrepción que denota la transición del carácter de la falta unitiva para con los otros. Porque:

El carácter se centra en particular en el aspecto duradero, «a largo plazo», de nuestra experiencia emocional. El carácter se expresa por la lealtad y el compromiso mutuo, bien a través de la búsqueda de objetivos a largo plazo, bien por la práctica de postergar la gratificación en función de un objetivo futuro. De la confusión de sentimientos en que todos vivimos en un momento cualquiera, intentamos salvar y sostener algunos; estos sentimientos sostenibles serán los que sirvan a nuestro carácter. El carácter se relaciona con los rasgos personales que valoramos en nosotros mismos y por los que queremos ser valorados (Sennett, 2000. P. 10).

     Axiología a la que debe de estar estrechamente adherida a la persona, en relación a lo que llama Sennett organizaciones. Lamentable que la mayoría de todas ellas estén bajo la rapidez, el tiempo ya no cuenta para que la certidumbre se deconstruya. Lo que prima es la fuerza de los vínculos débiles, esto es lo que se vive en la postmodernidad, la fuerza de cristal. Finalmente, Alain Ehrenberg desde su trabajo sociológico: La fatiga de ser uno mismo. Depresión y sociedad (1998), sostiene que, la fatiga es una particularidad deformada en lo social e individual que genera cansancio, tanto en lo mental y lo físico, en referencia en su deshabitado hábitat. El agotamiento del habitante de hoy, llámese vacío, postmoderno, tardío, corrosión, tribus, riesgo, fatiga, cansancio o líquido u otros, no es más que la particular disposición de la vida actual de la especie humana no animal.                         

     Han, ha reciclado en sus textos, por ejemplo: La sociedad del cansancio (2012), lo que otros dijeron ya a su modo. Como hicieron filósofos, sociólogos y antropólogos. Reduccionista, que ha llevado a la mesa de lectores de manera corta y sucinta sus textos. Se acomodan a las exigencias individualistas de los que habitan las sociedades actuales postmodernas. No logra ser un pesimista ante el mundo, como lo fuera Schopenhauer, recita y repite la ya conocida weltanschauung o visión del mundo, de poca exigencia hermenéutica o deconstrucción lectoral. El nuevo modelo promulgado por Lyotard en su condición postmoderna (2006), tomado por Han, acoge a lectores desprevenidos, que no les gustan los ejercicios de metarrelatos, para los cuales, se necesita masticar, rumiar los paradigmas que se presentan en los temas que construyeron las ideas de hoy. Todo un best seller que genera sospecha, así como lo es Paulo Coelho.

     Si la filosofía de hoy es esa, la que representa Byung-Chul Han, terminará siendo un ejercicio de corto aliento, con posibilidad de ser llevada al cine como un entretenimiento que estará bajo las garras de la Inteligencia Artificial, que todo lo sabe sin hacer ningún ejercicio que duela al alma, como lo es la filosofía. La última obra Jürgen Habermas, titulada: Una historia de la filosofía. T I-II (2023), sólo será leída y estudiada por aquellos que aún ven en la filosofía el érgon. Estas nuevas narrativas se han convertido en todo un agente filosófico que buscan solucionar los problemas que agobian el alma. Cierto afán en indagar las respuestas desde la filosofía estoica que ha atrapado a los individuos y las sociedades de hoy en sus propias fatigas, vacíos, riesgos, liquidez que se viven en las líneas tardías, promesas hechas por la modernidad. Se ha girado la mirada filosófica, y de qué manera: Hemos llamado a nuestra especie Homo sapiens, el «humano sabio». Pero es discutible que hayamos estado a la altura de este nombre(Harari, 2024. P. 11). Ese sapiens, se ubica en la inmediatez, las promesas dejadas por la modernidad han generado el hedonismo ligero que se encuentran en las lecturas cortas como las produce Han.  

     Finalmente, Byung-Chul Han, coloca al alcance del lector común unas ideas que, desde hace mucho rato, otros pensadores ya habían avizorado. Su obra es corta, simple y de fácil acceso.                  

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Referencias Bibliográficas

Bauman, Z. (2003). Modernidad líquida. Colombia. Fondo de Cultura Económica

Beck, U. (1998). La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad. Barcelona. Paidós. 

Ehrenberg, A. (1998). La fatiga de ser uno mismo. Depresión y sociedad. Buenos Aires. Nueva Visión.  

Habermas, J. (2023). Una historia de la filosofía. Madrid. Editorial Trotta.                

Hegel, G. (2009). Fenomenología del espíritu. España. Pre-textos.  

Han, B. (2012). Sociedad del cansancio. España. Herder Editorial.

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_____ (2022). Infocracia. La digitalización y las crisis de la democracia. España. Editorial Taurus. 

_____ (2022). Capitalismo y pulsión de muerte. Artículos y conversaciones. España. Herder Editorial.

_____ (2023). Vida contemplativa. Elogio de la inactividad. España. Editorial Taurus.

_____ (2023). La crisis de la narración. España. Herder Editorial.

_____ (2023). La agonía del Eros. España. Herder Editorial.

_____ (2023). La salvación de lo bello. España. Herder Editorial.

_____ (2024). El espíritu de la esperanza. España. Herder Editorial.

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Lipovetsky, G. (2016). De la ligereza. Barcelona. Editorial Anagrama.

_________ (1986). La era del vacío. Barcelona. Editorial Anagrama.   

Lyotard, J. (2006). La condición postmoderna. Madrid. Cátedra. 

Maffesoli, M. (1986). El conocimiento ordinario. México. Fondo De Cultura Económica. 

Marcuse, H. (1967). A propósito de la crítica del hedonismo, en cultura y sociedad. Buenos Aires.

Sennett, R. (2000). La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Barcelona. Anagrama.  



[1] Fredy Fernández Márquez. Filósofo. Historiador. Especialista en Cultura Política. Mg en filosofía Moral. Ph. D. Doctor. Filosofía contemporánea. Docente universitario-secundaria. Investigador.

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