viernes, 8 de noviembre de 2024

Azabá de Henry Díaz en El Ateneo / Víctor Bustamante

 

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Azabá de Henry Díaz

Víctor Bustamante

De entrada, Azabá nos atrae en la primera escena por algo sorpresivo, una canción de Niche, Una Aventura, pura salsa, donde se habla del amor cómplice, fugaz, inmenso, en determinado momento, pero olvidable. Entonces desde arriba, desde ese cielo de noche se filtra una luz que baña a los dos, a la pareja, encerrada en su nicho personal, que persiste nada menos que bailando con una complicidad nombrada por un abrazo, luego llega más música digo, pero no es cualquier música sino una canción, mejor, un bolero de Palito Ortega, Lo mismo que usted, en la voz suave, profunda, dulce que de inmediato nos sacude de Tito Rodríguez, acompasada por el bajo que mantiene el ritmo y una flauta que habla desde esa noche en que ha sido bailada en una melodía, un bolero perenne, cauteloso, tácito al bailarlo pero contundente en su composición, para luego de un muro en negro, sí, una disolución, caemos en cuenta que la pareja haya amanecido, después de una rumba contada en dos cuadros, y es entonces cuando al comienzo de este cuadro, de esta escena caemos de una vez al mundo de Henry Díaz con su franqueza, los temores, las violencias interiores, el concepto del mal que se percibe, en saber que hay un toque personal en un mundo que Henry ha ido creando a través de sus obras, y que ahora Henry nos da un instante de felicidad al identificarnos con esa música que atrapa, para luego de iniciados los diálogos revelará el otro mundo, no de ensueño, sino el de la crueldad tácita y feroz donde poco a poco se disuelve Azabá, viuda bella, dominante con los subterfugios femeninos para escapar a las amenazas, a la muerte y para ello emplea los hilos de la seducción para mantenerse a flote y salvarse ella y  a su hijo; así poco a poco se vuelva dura y cruel.

Y es ahí, luego en una ceremonia entre la música y el erotismo que suceden, entre el ingeniero y Azabá, amantes espurios, las confesiones, sus preocupaciones, sus faltonerías, su ambivalencia,  donde aparece un elemento fundamental, contundente, decisivo  en la obra de Henry Díaz, los diálogos tan elaborados, matizados de esa poesía del fracaso y del reclamo, acerados, contundentes, feroces, dulces, con dudas, con acritud, lo cual le da ese poder de verbalización a la obra misma al no ser solo imagen, sino que la palabra viva se hace  carne, reclamo, insulto y necesidad de saber quién mató al marido de la chica, cuál es el rol de cada uno; rol que se verá acentuado cuando cada uno de ellos contará su discurrir por ese vaho de la mañana o por esos lodos cuando llega nada menos el abogado sin su máscara de legitimidad que se revelará como turbio, seguro y dispuesto a lo que sea. Entonces notamos el tono de reclamo, disposición, ferocidad, odio y desamor, cuando la obra va llevada como expresión por los límites de la realidad para expresar no solo a cada uno de los mundos interiores de los actores sino a dar lustre a la obra en general, esa que se desarrolla lenta, pero accidental, insolente, pero precisa frente a los ojos de cada uno de los espectadores.

El ingeniero, ávido y entrador, siempre va a contar su secreto, también podría ser su estrategia, ahora crear confianza, dice: En el closet en el cajón de las camisas hay tres rollos de billetes, saca el rollo más pequeño, después en el cajón de más abajo en el de las medias y los calzoncillos ya un revólver, lo sacas con cuidado porque está cargado, saca papel periódico para que no se vea ni se sepa qué es.

De tal manera hay un aire diferente para un cambio de escena y es que llega así de golpe, un tango clásico cuando canta el Mudo, sí Gardel, con Por una cabeza.  En ese instante cuando Gardel nos acompaña y sitúa otra atmósfera, así el abogado alza las manos desde un comienzo, ya que es el triunfador, en esa maraña de intercesiones y de cabalgatas entre lo público y lo privado, entre los negocios y el puritanismo del espectador que siente rabia, mejor malestar al saber que es quien sabe las leyes las detenta y las redefine a su manera para sus antojos.

Nada más sórdido y oscuro en esa escena en apariencia simple, pero onírica y aun mas compleja en su significación, ya que la mujer se haya acostada sobre el piso, silenciosa, acaso dormida, quizá derrotada, escuchando los diálogos de los jugadores de billar, también puede tratarse de la emasculación o de la humillación hacia esta mujer que está vencida como un testigo esencial mientras estos dos socios por debajo de la mesa revelan sus negocios. Entonces los tacos de billar, las carambolas con su tas tas impredecible son solo aquietadas por el licor, puro aguardiente que calienta la lengua y es que ellos empiezan a relatar sus secretos, es decir su predecible actividad,  cómplices, alrededor de la mesa de billar, es decir la viuda silenciosa, presente, escuchando como ellos comparten sus negocios.

Mientras la viuda muy alegre sigue tirada en el piso llega su hijo que se revelará como jugador de fútbol, casi a punto de vivir la calle con sus avatares y desalojos, mientras ellos, los dos cómplices prosiguen hablando de los contratos y las tumbadas al Estado. Entonces aparece otro tango en esta tierra de negocios alrededor de una mesa de billar imaginaria y desolada. Nada menos que Plata ese otro tango feroz en la voz de Carlos Dante, previsto para esta escena donde el abogado y el ingeniero se la pasan hablando de plata, díscolos y ebrios, ya situados y sitiados en ese mundo insultante de los mayores.

Don Manuel, el subcontratista, pide otra vez el revólver y la plata al chico, le dice que saca el rollo más pequeño. Azabá, regresa ya un poco más escéptica, y añade que nunca quiso tener hijos, y además que a ella le ha tocado muy duro, lo cual entrega algo, cierto escepticismo femenino, y así controla el discurrir de la obra cuando se desgaja a contar su vida por todos los subterfugios personales, por todas las oscuridades y subterráneos que la memoria le devuelve. Así Henry manejando esos hilos de los diálogos y de la actuación de ella, hace que la queramos así de lejos con ese ruido infernal de la noche de su memoria.

Azabá deja vislumbrar el caos alrededor del ingeniero y su papel de contratista, sus enredos con el abogado. Cuando la vi empecé a usurpar, y a explorar el ámbito creado por Henry. No sé, pero pienso que la obra gira en torno a ella, que ella con su carácter fuerte, con su deseo de protección a su hijo, con su esmerado carácter de saber que su cónyuge ha desaparecido, se erige en el centro de la obra, como si, para su carácter hubiera sido escrita. Luego Azabá es asaltada por dos encapuchados y precisamente le roban el revólver que había traído su hijo díscolo, además es la mujer de escenas tortuosas ya que también es asesinado su amante el ingeniero, amor oscuro.

De la viuda, Azabá, se colige las horas de sufrimiento, horas de profunda y solitaria desdicha en medio de la muchedumbre, de su trasegar entre días y horas repletos de temblores y exaltaciones donde los nervios obligan a improvisar el día a día. En esa vida su trascendencia es conmovedora y grandiosa en sí misma con sus relatos, con sus monólogos como si contara ese destino y su crueldad. Y es entonces que, al escuchar los monólogos, los diálogos contumaces, las palabras admitiendo su poderoso significado que lleva a la sorpresa, por la precisión de su autor, donde ella se revelará, a veces serena en medio de la turbación, tocada por el escepticismo, y eso sí nunca en la arbitrariedad hostil de las lágrimas como consuelo o subterfugio para conmover. No, esos diálogos con sus recuerdos son para contar cada uno de los actores su veracidad desde su propio nicho como una manera de ir sometiendo su vida y entretejiendo en esa red de palabras las soluciones y las exigencias de cada uno.

Contradictoria, Azabá, con su hijo salvado de las balas y con sus mochilas se marchan, pero ella baila de nuevo la canción de Niche, Una aventura, lo cual, después de tanta desventura es como si para ella la música fuera ese emético necesario para seguir la vida misma en otros lugares. O sea, parece que claudicara, pero en realidad ella es creativa, dadora de vida.

Sus actores: Gloria, Alejandro, Wilberto y Jaime, actores impecables, han urdido una trama de intereses para mantener el pulso creativo de Henry Diaz.





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