martes, 22 de octubre de 2024

Punto Seguido / Víctor Bustamante

 

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Oscar Gonzalez y John Sosa


Punto Seguido

Víctor Bustamante

 Las revistas literarias siempre mantienen el pulso de las indagaciones, diversas y sustanciales a partir de sus preguntas y de su independencia, ese factor es lo que hace que perduren en el tiempo, y que al mirarlas nos hablen sobre las inquietudes y el fervor que las mantuvieron como una aproximación de su pulso literario y como fueron contemporáneas, eso sí a través de esa mesura y génesis de cierta insistencia en no dejar que la palabra, sus palabras, no las arrinconara el medio ya que mantuvieron un carácter tan personal y de grupo que han posibilitado que dejaran esa huella y esas señales y esos puntos de no retorno y de quiebre, lejos de cierta escritura que merodea y se circunscribe a la prensa nacional y a los medios que siempre han desdeñado los caminos, las irrupciones de este puñado de personas que han persistido en esa labor, para que la poesía cautive en toda su dimensión más llena de perplejidad.

Por esa razon la literatura de un país, la que vale, hay que buscarla en esas publicaciones donde destellan esos caminos, esas indagaciones, esos atrevimientos que marcan el pulso de haber sido contemporáneos, donde la palabra aun mantiene la frescura y el espíritu creativo intacto lejos de lo que podría venir después, como significa el no ser digerido por ese monstruo de la opinión pública e ideas generales.

A pesar de los conflictos sociales que han ocurrido en estos últimos años que ha arrasado y arrastrado a muchos poetas, ensayistas y novelistas a referirse a ese tema del conflicto como eje de su esencia y de su existencia con una conmiseración religiosa desde un solo lado, a veces ahíta de cierta solidaridad tatuada con cierto halo de falsa fraternidad, la poesía ha mantenido su curso subterráneo, por esas aguas oscuras y profundas y aun más profusas,  de la indiferencia y del desalojo, de ahí que Punto Seguido así como las revistas han mantenido su pulso por una apuesta de peso, la creación sin límites, donde el espíritu libre se expresa con generosidad sin caer en el halo circunstancial de ese conflicto que oscurece el anima vagula, blandula. De ahí que, sin dejar de ser insensibles, Punto Seguido, nunca dejó de creer en la apuesta por la esencia de la poesía, y tampoco, sus creadores, dejaron que persistiera la falsa conciencia de la mala poesía social que asola y azota al país, de poetas sin mundo personal, gramáticos, académicos y de gestores literarios, es decir de esos poetas de festivales estatales y de turismo, y de la circunstancia social como hecho creativo.

Por esa razón ante el paso implacable e impecable del tiempo, la revista Punto Seguido, adquiere más valor, con su constancia, y solo el amor valioso y digno por la poesía, que ha persistido por encima de los suplementos literarios que claudicaron ante el rating oprobioso, y así sus dos directores, Oscar González y John Sosa han permitido que la revista perdure en su dignidad y en su abono  fértil para la literatura que vendrá y eso sí con ese componente esencial de ser una revista que hemos revisitado cada año.

La revista ha permanecido intacta en sus principios desde hace mucho tiempo, y en sus páginas es notoria la confirmación de la creatividad fundamental, a pesar del cambio de época con la llegada de otras voces, otros poetas, otras escrituras, que no podemos aún sopesar, a falta de una perspectiva para lograrlo. Lo cual equivale a decir: en esta crisis cada vez más profunda, provocada por la banalización de la poesía, ya sea en algunos por el turismo como objeto de culto, por quienes hacen versos decorativos o con la poesía masiva de los talleres literarios y sus atados de poemillas de bajo tono, y además por el atropello de las redes sociales avasallando el concepto sagrado de la misma poesía en un alto porcentaje. Un ejemplo de ello, Pessoa se lee no con el peso específico de sus oscuridades sino en los heterónimos como descubrimiento siniestro de última hora, y del histrionismo como causa fundamental, cuando la misma poesía se pierde en el habla misma de quienes piensan que son arúspices recién desempacados que desconocen lo que se escribe en Medellín.

De ahí que Punto Seguido haya permanecido incólume por encima de esos avatares, incluso de la moda, de la falacia y salacidad poética que ha afectado no solo a la poesía sino a la literatura en su circunstancia única de ser la única forma artística en que el hombre mismo no necesita ninguna mediación para expresarse y ser testigo del mundo.

Pero algo es cierto, la poesía sigue su marcha perenne, su presencia equivale a sobrellevar el conflicto y sus escaladas, las tormentas de sangre bajo los misiles que caen como lluvia nocturna en las aguas de las noches, y la sangre que es la sustancia circunscrita y limitado con sus causas, sus peripecias y sus resultados, que no limita el fuego secreto que habita a quien escriba poesía que aun dignifique y cuestione. Así, en esta razón y circunstancia brillan en las páginas de la revista, de Punto Seguido, estos nombres como piedras preciosas en la esfera de la escritura: Paul Eluard, María Benz, Artaud, Beatriz Hausner,  Lucia Estrada, Oscar González, Yenny León, Diego Alejandro Gómez, Penélope Rosemont, Nancy Cunard, Genet, Jaques Prevert y David  Wojnarowiicz.

Diálogo y ruptura, presencia y discernimiento, así la revista sigue el pulso y su marcha en la espesura de cada año. Hemos sido testigos por estas calles y por estos bares, por estos encuentros fortuitos, por esas algarabías en las noches, por estas tormentas y aguaceros, pero también por esos silencios cuando sabemos que ellos preparan con desmedido fervor su revista.

Ella, la revista, es toda una tentación para que la poesía la habite, puesto que la poesía misma nos vigila desde sus hermosas páginas donde se asoma lo inesperado, a veces un endriago, a veces una rosa mística o quizá un collage donde la cordura queda vuelta pedazos y solo quien lo ve, lo rearma de diversas maneras con ese acertijo de sorprenderse y saber cómo se debe estar alerta, y eso sí, no perder el pulso a la palabra que palpita que atraviesa las páginas con el brillo absoluto de su creadores, palabra que desafía, pero que también acoge al lector sediento.




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