ACERCA DEL CRIMEN
POLÏTICO
Darío Ruiz Gómez
“El rostro verdadero
del canalla no se ve hasta que lo usa” exclama un personaje de “Otelo. La lacerante actualidad de Shakespeare radica en la maestría con que logra
descubrir detrás de cada presunto
rey o gran negociante o embaucador su
verdadera identidad de canalla que había ocultado recurriendo a sus poderes, ya que
este poder concede siempre una jerarquía detrás de la cual se disimula lo que con grandiosidad Shakespeare pone al descubierto: la ambición de poder
anula la conciencia moral, los celos desmedidos, la envidia desatada que pueden
conducir a la locura y a la
justificación del crimen político
. La modernidad de Shakespeare radica en
el descubrimiento del sujeto en lucha contra las pasiones oscuras que lo conducirán a la desgracia en la medida en que sus
crímenes serán juzgados no solo por los
jueces sino por su propia conciencia. Es la aclaración
de que lo trágico no sólo se da en el poderoso sino igualmente en el muchacho que mata a su madre, en el amigo que por
ambición política es capaz de apuñalar a quien fue su fiel compañero(a) de
ideas. En un cuento de Borges que tanto he citado un paisano apuñala a otro quien antes de morir repite
el histórico reclamo: “¿Tú también hijo mío?” Con Bruto veinte conspiradores dieron una puñalada cada uno al cuerpo de Julio
César. “Tu quoque, fili mi”
La eliminación física
de un adversario político es tan antigua
como la historia de la humanidad. Pero
en nuestra época la traición a lo fraterno responde en estos momentos a algo escandaloso, “ya no me limito a
eliminar al otro pues lo que busco es eliminar a la humanidad”. Y el crimen político está
adquiriendo en Colombia una intensidad que más que preocuparnos solamente,
debe llamarnos a enfrentarlo de
inmediato. Desestabilizar una sociedad en sus valores tal como lo hizo el peronismo y lo sigue
haciendo Maduro, tal como se hace hoy en México responde, vuelvo a recordarles,
a la
estrategia de degradar a una sociedad
para humillarla borrando la frontera entre la política y la violencia de este nuevo terrorismo. La
falsificación del lenguaje permite que en la comunicación la suspicacia se imponga sobre la confianza,
que los eufemismos sean el recurso para dejar sin peso moral el crimen político
haciéndolo ver como algo, es decir, borrando su connotación moral. Y esto es lo
que las normas para las conversaciones de Paz
han ocultado. La llamada revolución bolchevique fue precedida de la proliferación de bandas criminales dedicados a la matanza en
desafueros que nunca llegaron a ser registrados en su verdadera
dimensión por los periódicos ni tenidos en cuenta por la dirigencia de Occidente. La desconsiderada cifra de líderes sociales
asesinados en sus casas, en sus oficinas, en la calle por el ELN, por las
Disidencias y el Clan del Golfo, la escalada de desplazamientos de campesinos es una demostración de que el crimen político tiene que ser de nuevo enfocado por la justicia
colombiana. El silenciamiento sobre los confinamientos y crímenes de etnias en el Chocó – Sin ir tan lejos Canciller éste es un claro
ejemplo de genocidio- no ha sido roto y
los cómplices continúan ocultando sus rostros. P.D “Hamás” se apoderó
con violencia de la franja de Gaza, cerró la Universidad e impuso su
fanatismo. El gobierno de Petro al
romper relaciones con la Otán nos dejó por fuera de las sociedades democráticas
de Occidente y nos alineó en el círculo del terrorismo de Nicaragua,
Cuba, Venezuela, Irán, “Hamás” y el
fundamentalismo islámico. Hoy al romper
relaciones con Israel legitima la presencia militar
de Irán y de Hamás en Venezuela y en Colombia.
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