domingo, 2 de abril de 2023

Dádiva de Daniel Día / Víctor Bustamante

 

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 Dádiva de Daniel Día 

Víctor Bustamante 

Dádiva es una palabra que se utiliza poco en nuestro idioma, se la aprendí a Borges que la usaba con frecuencia para expresar el regocijo del desprendimiento de una persona a otra, sin la necesidad de ningún subterfugio ni a la espera de la desmesura de un agradecimiento.

Al titular su libro de esa manera, con una sola palabra, y sobre todo esa palabra como frontis para su poesía, Daniel Dia, a su manera expresa lo inexpresable en un mundo convulsionado nada menos que por los intereses en diversos órdenes que respaldan, así como de ciertas trampas en lo que concierne a la llamada poesía actual, mucha de ella poblada de versos que como decorado no subvierte una búsqueda personal sino que más bien la pervierten por los deseos de escribir de cualquier manera, solo por ese inicuo afán de aparecer en las tapas de un libro.   Algo es cierto, en la escritura y más en la poesía, la disciplina, el tesón, y la pasión generan un clima, una tensión, así como hallazgos que propenden por la entrada hacia un camino poético.

En su libro Dádiva (Colección Flor de ajo poesía, 2022) Daniel Día da su versión y su definición de lo que significa para él la dádiva:

Es el día de quienes aman

Y no hallan compensación a sus amores

Porque nunca esperan recompensa.

 

Sentirás

la dádiva

De una manera total Daniel después de abrazar paisajes y experiencias, después de hablar del amor y de la falta de recompensa, se siente agradecido, es decir no esperando nada de nadie, lo cual es un acertijo en estos tiempos de la primera línea de los cronners y de las webcams y sus desnudos desalmados. De ahí que la dádiva sea, desde su punto de vista, una suerte de regocijo, un saber que no vislumbra una recompensa más que la de haber donado algo.

Es más, hay un capítulo dedicado a esa palabra que engloba ciertas reflexiones poéticas, Sentirás la dádiva, y determina temas como Poética, El silencio, El azar, La sombra, Enigma,  Envío,  Némesis,  Vallejo y Dádiva, y es a partir de ahí que Daniel explica qué significa la dádiva: pureza de los ojos, música interior, esencia de la vida y de la muerte, el azar en el poema, no veremos la sombra  / no podremos pensarla, tienen  ojos de poeta los condenados / en sus ojos esperan otros ojos, que el camino es un surco,  en tu pecho, en tu rostro, o para tocar las puertas del placer / el orificio de la muerte/ o las puertas del infierno.

Versos que inquietan, que están impresos en este apartado, versos que son los que más acercan y definen la escritura de Daniel Día.

De tal manera podemos pensar que, en esta palabra que nombra un libro, Dádiva, para todo un libro, para toda esa poesía, abarque un principio y un final, y además persevere en cierta espiritualidad para que sus huellas, es decir, sus palabras sean matizadas por cierto en desear que ese estado de cosas que se viven y padecen den el presentimiento de que se pueden mejorar como una fatal quimera.

Daniel Día traza, pues, Dádiva a instancias de la verdad, de esa verdad, que se escapa a cada momento en que escribimos, por una sinrazón, que no acepta ser mancillado por una realidad que define otros paisajes citadinos. De ahí que, desde un comienzo en Rituales de ciudad, no se perciba un atestado inútil, ni una confrontación, sino un sorpresivo paisaje definido en la noche, y a través de la muerte y a través de la precariedad y de los asesinos embozados en sus sombras y que sirve como remembranza a la muerte de Beto, Luis Felipe Vélez, y de Igor Marín. El poeta percibe y define esa ciudad mirada con indiferencia, que muestra otra realidad, es decir, una ciudad sencilla en sus eslóganes, inmóvil en sus decisiones y justicia, eso sí sin un porvenir cercano, y sí con la privación de un presente que se vive con el miedo que pasea a diario por sus calles. Por tal motivo el poeta vive, mira, padece, analiza para escribir la historia de su verdad que es en el fondo la significación de sus temores, de sus utopías que a medida que escribe denota el umbral de esa caída, entonces ya percibimos que su libro de poemas su autor analiza, merodea como si estuviera en vórtice que no le proviene de solo ser un espectador tibio, sino alguien con sensibilidad para escribir el contenido de esa caída, es decir la experiencia que lo conduce a escarbar como premisa la realidad, esa otra  realidad que se despliega apenas se da un paso, apenas se lee una noticia o esos eventos que conducen a un incordio que trasciende en su inutilidad.

De su poesía podríamos decir que está anclada en la desazón presente, ese presente que reflexiona y se agudiza y agobia con sus circunstancias, que se hunde en la infancia, como en el apartado, Alla esperamos encontrarnos, donde la presencia del padre y de la madre e Inés se hace presciencia. Así a través de su escritura se hace patente nada menos que esos apuntes sobre las personas valiosas que lo acercan a cierto don de humanidad con reclamos que a veces parecen murmullos, rezos, gritos, que provienen de esos galpones de la memoria que en muchas ocasiones crean y recrean la totalidad de la infancia, como lo irrecuperable, en esa vastedad del mundo que concierne a los desalojos constantes, es decir lo inaprensible.

El poeta expresa sus sentimientos, sí, dije sentimientos en una época de baja sensibilidad eso sí, no se limita a hablar de él mismo como piedra basal de un mundo que gira alrededor de sí. El, Daniel Da, ausculta el mundo, no solo desde lo social, sino desde la preocupación por el vertedero de basuras que se ha convertido ese suelo sagrado que habitamos y tratamos de una manera cruel sin compasión, visible en Otras aguas, amnio universal, que en sus diversas formas reaparece en este apartado de momentos que celebra sin mancillar su vórtice, sus caudales, sino que la festeja como signo de vida y eclosión de naturaleza, como significado del esplendor apunto de perderse.

Daniel permanece atento a lo que ocurre en el resto del mundo, no puede suprimir esa preocupación por esa llaga del deterioro presente, y ese desasosiego lo torna creativo, no lo    encierra. No se queda encerrado como un prisionero de sus pensamientos y de lo más personal, porque él quiere ser contemporáneo y no dejar que sus preocupaciones queden encerradas de el mismo, No, el las hace brillar al mostrarlas en sus poemas.

Sus poemas son instantes vivos lejos del aislamiento como impostura, como el tratado leve de los áulicos de la moda y del vértigo de la publicidad. Sus poemas por estas razones son como frutos caídos de sus pensamientos e interrogantes, y así uno sabe que poseen ese gusto a tarde y noche, a humedad paladeada íntegramente en su plenitud lejos de las ocultaciones y de los brillos leves de los titulares.

También existen otras indagaciones como puertas giratorias, Por culpa de la luz, que constituyen cierta preocupación alrededor de esa dicotomía, oscuridad- luz, el bien y el mal, amor-olvido, que pertenecen a esa esfera privilegiada del poeta que ausculta su cercanía y la convierte de alguna manera en esas zonas de nadie donde no hay respuesta, o sea, son su enigma portátil.

El poeta en cada uno de sus escritos se descubre, y al realizar su itinerario con sus bifurcaciones y trastornos nos provoca al excavar en esos agujeros negros que no se detienen y que colman la congruencia de los llamados recuerdos que se empozan con su brea lenta y negra y aún más, pasada.

Sus poemas son, en muchos casos, las evocaciones causadas por el desarraigo, los desplazamientos, la muerte inútil que merodea en las calles, es decir el inframundo que subyace en esta ciudad donde a veces se piensa que escribir es lo insólito que describe y fractura las palabras, para ordenarlas en otro discurso, que podía ser el de los poetas edulcorados de concurso o aquellos profesionales del miedo que hilvanan poemitas decorados con el azúcar de sus desvelos tiernos, pero sin la sazón de decir algo.

Sobresalto y poesía, cuando se aproxima a ciertas experiencias cuya cercanía hemos contenido y convertido en piedra, en medio de la oscuridad, pero él en sus poemas se libera, debido a esa ternura y a esa vigilia de sus palabras que aproximan, donde hay vida y reconciliación, donde hay expresividad y temor de seguir así, sin cambiar nada. Así su poesía es ofrenda y sacrificio, perdón y claridad en estos instantes de sombras y de matices donde lo real es más poderoso que la imaginación, donde el pasado regresa a entablar una conversación con las presencias, donde un movimiento continuo perfila su poesía hacia la lucidez.

 


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