LA POLÍTICA Y LOS IGNORANTES
Darío Ruiz Gómez
El 38% de nuestros(as)
congresistas y senadores(as) en sus
cargos no alcanzaron a terminar bachillerato y la sospecha es la de que
muchos(as) ni siquiera lograron terminar la educación Primaria y algunos se inventaron títulos. Y digo “no han
terminado” abrigando la esperanza de que algunos(as) con sus altos sueldos,
viáticos decidan para bien de la Patria ponerse al día en esta privación de
conocimientos indispensables sobre lo que significa estar en la Política,
conocer el funcionamiento del Estado y sobre todo conocer lo que suponen las
responsabilidades que sus cargos les imponen y la ciudadanía les exige teniendo
en cuenta sus altos sueldos, viáticos y poco tiempo que trabajan. Que un(a)
congresista provenga de un remotísimo territorio o de una barriada miserable que les impidió, ante una solitaria lucha por
la sobrevivencia, terminar con sus estudios, es algo que nos conmueve y puede
ser descrito en una de esos folletones para t.v. sobre lo que supone el mérito
personal para escapar de esas barreras y convertirse en alguien de bien pero no
va al caso en lo que se refiere a ser representante ante el Congreso (Cámaras, Senado,
Asambleas, Concejos) de una Nación lo que implica pasar las pruebas de conocimiento en varias disciplinas,
conocimientos económicos, geográficos, sociológicos. Marco Fidel Suárez hijo
natural de una lavandera vivió su niñez
y adolescencia en situación de extrema pobreza y como no podía asistir a la
escuela escuchaba las clases desde fuera del aula tomando notas sobre un papelito, superando así la más ofensiva de las carencias
de un ser humano: la ignorancia hasta
escribir ese portentoso legado de
erudición y conocimiento que son “Los
sueños de Luciano Pulgar” En las
democracias como Colombia las
oportunidades para estudiar son muchísimas y miles de tecnólogos, profesionales
universitarios, han salido adelante honrando al país.
Pero la grave separación entre el país de los politiqueros y el país
real se hace más ofensiva en la medida en que comprobamos la derrota de la
ciencia y de la universidad ante este impresentable lagarterío que no puede
tampoco llamarse pueblo. ¿La representatividad de las comunidades no debe estar
en manos de quienes conocen a fondo y con amor su problemática, pero también sus
logros culturales, su afirmación de la confianza?
En aquel inolvidable texto “Defensa
del analfabetismo” don José Bergamín, diferencia entre el alfabeto -analfabeto que son ahora millones y millones de profesionales,
de especialistas que leen y escriben pero que son completamente analfabetos en
lo que se refiere al verdadero conocimiento que es rigor y es responsabilidad
ética, riqueza lingüística, y, el analfabeto
que es quién desconoce el alfabeto porque pertenece a una cultura donde
experiencia y saberes se transmiten oralmente. ¿Cómo comprender entonces de parte
del analfabeto -alfabeto la complejidad de una sociedad y la misión
civilizadora de la política? La palabra necesita de la libertad, se opone a
aquello que la ignorancia propicia: la tiranía. Hablamos entonces de la
ignorancia y sobre todo del ignorante y de las funestas consecuencias que para
una sociedad implica la prevalencia de la ordinariez y la vulgaridad ostentadas
desafiantemente por los ignorantes(as) para quien es más importante el griterío
que el diálogo. ¿Qué es lo primero que hace el ignorante? Desacreditar
precisamente el esfuerzo de la educación para sacarnos del atraso de la
ignorancia. ¿No ha sido ésta la tarea de nuestro populismo al igualar por lo
bajo el problema del conocimiento es decir al pretender demostrarnos que el ignorante
es más importante que el científico, que el estudioso? “La verdadera ignorancia,
dice Karl Popper autor de “La sociedad libre y sus enemigos”- no es la ausencia
de conocimiento sino el hecho de rehusarse a adquirirlo” .
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