LAS ETNIAS Y EL ARTE
Darío Ruiz Gómez
Supongamos que voy por la calle y me encuentro con un afrodescendiente me
detengo y le entrego un saxofón y éste de inmediato empieza a tocar una obra de los grandes músicos del
jazz. Sin haber recibido clases de música, sin conocer las atonalidades del jazz. No es lo mismo la diáfana espiritualidad de John Coltrane que la compleja estructura
musical a través de la cual Miles Davies logra elevar
su condición de paria a las alturas de
la mejor tradición de la música occidental. Hugues Panassié el importante crítico de jazz advierte que el blanco(a) que aspire a
convertirse en músico de jazz debe
previamente “hacerse negro” para alejarse de la rígida academia y estar
preparado para entrar “en situación” y lograr sumergirse en lo inesperado, timbres y
tonalidades que sólo viven en las ocultas memorias del desconocido instinto. Hoy
el populismo y su ofensivo
igualitarismo pretende convencernos de que cualquiera sin necesidad de estudios, de maestros, puede
convertirse en músico(a) con tal de que
a la letra le incorpore protestas contra “las masacres de la policía y el ejército”
contra “el capitalismo que destruye el medio ambiente” Imagínense a los Directivos de Fecode
convertidos de súbito en virtuosos del
violín o del bajo gracias al poder de la ignorancia. En “Cold War” la película de Paulikowski hay un momento que
ilustra lo que trato de aclarar cuando
los dos antropólogos que van recogiendo
en remotas comarcas y sociedades campesinas de Polonia el legado de una tradición
oral deben enfrentar al Jerarca del Partido Comunista que les dice que a estas danzas y canciones
es necesario agregarles las fotografías de Stalin e introducir versos de amor al déspota y ahí
comienza a desfigurarse el folclor, a
sustituirse las verdaderas canciones populares por engendros de supuestas
“canciones revolucionarias” : acuérdense en Cuba de la prohibición de los
grandes compositores negros, de Celia Cruz y la Sonora Matancera y de la
imposición de ese horror que fue la “Nueva Trova” o de esa fábrica de la
canción social que se montó en Argentina y que dejó sordas a muchas
generaciones. Hoy el Colombia esta llamada batalla cultural sigue imponiéndose
por parte de nuestros(as) populistas y bajo el antirracismo imponiendo nuevas
formas de censura, de maccarthysmo de izquierda, tal como se está haciendo contra la “herencia
blanca”.
Teresita Gómez es una gran pianista,
hace muchas décadas yo mismo la vi asomarse a un abismo
en que al parecer se había anulado su vocación de pianista –
situación existencial que tanto conozco - pero también fui testigo de verla salir
adelante recuperando las exigencias que
esta disciplina impone de modo riguroso para seguir respondiendo a los
intangibles que reclama la obra de los grandes maestros de la música, Beethoven,
Mozart, Schubert, etc, o sea el legado de
la gran música occidental que le devolvió la fe en sus capacidades para convertirse tal como lo hizo en una gran intérprete, una mujer que honra
la música respondiendo a su talento. Y para quien está tocando un instrumento como
para quien está danzando o está tallando
o escribiendo, lo importante es esa disciplina que desde una estética le permite sobrepasar cualquier condición de
sexo o de clase social, de color de la piel. La grotesca canción que Francia
Márquez le cantó a Teresita “para
denunciar las matanzas que nos hacen” es la expresión de esta nueva escalada de
barbarie populista que pretende sustituir la cultura por una propaganda totalitaria tratando de
demostrar que el talento individual debe plegarse ante el
colectivismo de las “etnias” y que Teresita Gómez la admirable intérprete
universal del piano debe renunciar a Beethoven, a Schuman, a Mozart, a
Verdi, a Luis A. Calvo, etc, para
disfrazarse de barequera del Cauca. P. D. ¿Protestó Francia Márquez por el reciente asesinato del joven indígena
defensor del medio ambiente? Si en verdad fuera una líder defensora del medio
ambiente hubiera condenado desde sus trece añitos la catástrofe ambiental que las Farc, el ELN y
los distintos Carteles continúan haciendo en el Cauca desde la siembra de coca
hasta la minería ilegal y el envenenamiento de las aguas.
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