sábado, 30 de abril de 2022

¿VENCEDORES O VENCIDOS? ¿VÍCTIMAS O VICTIMARIOS CON TOGA? / Darío Ruiz Gómez


 ¿VENCEDORES O VENCIDOS? ¿VÍCTIMAS O VICTIMARIOS CON TOGA?

Darío Ruiz Gómez

Repito  un tema tratado antes  pero  que en el país del olvido inducido es necesario repetir: el film de Stanley Kramer “¿Vencedores o vencidos?” un análisis crítico a través de cuyos protagonistas, jueces de la democracia y asesinos nazis se va poniendo al descubierto lo que  supuso esa horrenda maquinaria de muerte  que condujo al Holocausto,  que nos deja abrumadoramente la evidencia   de que el punto de vista  de la justicia democrática  es  el único que nos permitirá en el tiempo juzgar a un tirano más desalmado que Hitler, Stalin o las maquinarias del totalitarismo  donde del jurista cómplice alemán se pasa al juez “revolucionario” como en Cuba o Venezuela o en Colombia. En el Tribunal de Nuremberg  se juzgó –recuerda Eduardo Torres Dulce-  “no sólo a políticos, militares o civiles que hubiesen planeado o ejecutado o cooperado a sembrar el terror durante la vigencia del régimen nacionalsocialista presidido por Adolf Hitler. En ese banquillo  del deshonor y de la crueldad humana se sentó a la excelencia de los juristas alemanes. Aquellos que eran depositarios del Derecho y de la justicia, los que deberían haber asegurado la imparcialidad  de los tribunales, la defensa de los derechos fundamentales, de aseguramiento de los derechos de todos, de las víctimas de los delitos y de los presuntos delincuentes” Y  desde esta perspectiva que es moral debe  nacer  el juicio  a quienes por comodidad prefirieron ignorar en Colombia  lo que sucedía, haciéndose  cómplices de esta tragedia porque en vez de servir a la verdad se limitaron a “aplicar  las leyes”. Permitiendo que la justicia perdiera su independencia, despojándola de toda responsabilidad moral, de los dilemas éticos que un crimen colectivo plantea.

¿En dónde estuvo la justicia colombiana, la Corte Suprema de Justicia, la Corte Constitucional, los jueces mientras las FARC asesinaba –lo reconocieron- a 200.000 colombianos(as)., secuestraban a 32.00 colombianos(as), reclutaban a 14.000 niños y niñas recurriendo a la infamia del fusilamiento, de las torturas? Lo que el tribunal de Nuremberg condenó  tal como lo recuerda Torres Dulce es la complicidad de jueces y magistrados, su  atroz  negligencia ante el sufrimiento de una sociedad en  la cual, caso de Colombia  se han limitado  a “aplicar  las leyes” a ignorar que en cada caso está de por medio un ser humano portador de valores. Si no existió una explícita voluntad  para condenar esa crueldad, esas torturas causadas por las Farc continuaremos  viendo el indecente espectáculo de que, bajo claros objetivos políticos,  se esté dejando en libertad a infinidad de malhechores con  cargos comprobados de terrorismo, de que cada semana se siga asesinando impunemente a tres o cuatro policías o soldados. Si no se ha reconocido y escuchado a las verdaderas víctimas casi siempre reemplazadas por actores previamente preparados para repetir los mismos clichés “ambientalistas” y el odio a las Fuerzas Armadas; ¿Quién entonces puede conceder el perdón a los violentos y bajo qué normas  morales? La Iglesia Católica colombiana ha eludido esta respuesta.  “El vacío de conciencia, el olvido y la voluntad de olvidar como golpe final propinado a las víctimas, a las que se culpa de los crímenes  que se cometieron  contra ellas ; he aquí –recuerda Zygmunt  Bauman, el acto demoníaco de eliminación de la memoria y la sensibilidad humanas” Este problema moral y ético no puede convertirse en comentario de superficiales columnas periodísticas que banalizan el perdón pues lo que nunca podremos olvidar  es la catástrofe moral que para  nuestra  sociedad   ha supuesto esta ofensa a la humanidad  mientras no haya reparación para las víctimas  ni nuestra llamada justicia sea capaz de comprender lo que un delito moral de tales dimensiones supone históricamente. Lo primero que hizo la izquierda oportunista fue liquidar  la presencia del intelectual crítico y reemplazarlo por un(a)  cómplice de sus fechorías. Pero las víctimas  finalmente vencerán.

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