¿VENCEDORES O VENCIDOS? ¿VÍCTIMAS O VICTIMARIOS CON TOGA?
Darío Ruiz Gómez
Repito un tema tratado antes pero que en el país del olvido inducido es
necesario repetir: el film de Stanley Kramer “¿Vencedores o vencidos?” un
análisis crítico a través de cuyos protagonistas, jueces de la democracia y
asesinos nazis se va poniendo al descubierto lo que supuso esa horrenda maquinaria de muerte que condujo al Holocausto, que nos deja abrumadoramente la evidencia de que
el punto de vista de la justicia democrática
es el único que nos permitirá en el tiempo juzgar
a un tirano más desalmado que Hitler, Stalin o las maquinarias del totalitarismo
donde del jurista cómplice alemán se
pasa al juez “revolucionario” como en Cuba o Venezuela o en Colombia. En el
Tribunal de Nuremberg se juzgó –recuerda
Eduardo Torres Dulce- “no sólo a políticos,
militares o civiles que hubiesen planeado o ejecutado o cooperado a sembrar el
terror durante la vigencia del régimen nacionalsocialista presidido por Adolf
Hitler. En ese banquillo del deshonor y
de la crueldad humana se sentó a la excelencia de los juristas alemanes.
Aquellos que eran depositarios del Derecho y de la justicia, los que deberían
haber asegurado la imparcialidad de los
tribunales, la defensa de los derechos fundamentales, de aseguramiento de los
derechos de todos, de las víctimas de los delitos y de los presuntos
delincuentes” Y desde esta perspectiva
que es moral debe nacer el juicio a quienes por comodidad prefirieron ignorar en
Colombia lo que sucedía, haciéndose cómplices de esta tragedia porque en vez de
servir a la verdad se limitaron a “aplicar las leyes”. Permitiendo que la justicia
perdiera su independencia, despojándola de toda responsabilidad moral, de los
dilemas éticos que un crimen colectivo plantea.
¿En dónde estuvo la justicia
colombiana, la Corte Suprema de Justicia,
la Corte Constitucional, los jueces mientras las FARC asesinaba –lo
reconocieron- a 200.000 colombianos(as)., secuestraban a 32.00 colombianos(as),
reclutaban a 14.000 niños y niñas recurriendo a la infamia del fusilamiento, de
las torturas? Lo que el tribunal de Nuremberg condenó tal como lo recuerda Torres Dulce es la
complicidad de jueces y magistrados, su atroz
negligencia ante el sufrimiento de
una sociedad en la cual, caso de Colombia se han limitado a “aplicar las leyes” a ignorar que en cada caso está de
por medio un ser humano portador de valores. Si no existió una explícita voluntad para condenar esa crueldad, esas torturas causadas por las
Farc continuaremos viendo el indecente espectáculo de que, bajo
claros objetivos políticos, se esté dejando en libertad a infinidad de malhechores con cargos
comprobados de terrorismo, de que cada semana se siga asesinando impunemente a tres
o cuatro policías o soldados. Si no se ha reconocido y escuchado a las verdaderas
víctimas casi siempre reemplazadas por actores previamente preparados para
repetir los mismos clichés “ambientalistas” y el odio a las Fuerzas Armadas; ¿Quién
entonces puede conceder el perdón a los violentos y bajo qué normas morales? La Iglesia Católica colombiana ha
eludido esta respuesta. “El vacío de
conciencia, el olvido y la voluntad de olvidar como golpe final propinado a las
víctimas, a las que se culpa de los crímenes
que se cometieron contra ellas ;
he aquí –recuerda Zygmunt Bauman, el
acto demoníaco de eliminación de la memoria y la sensibilidad humanas” Este
problema moral y ético no puede convertirse en comentario de superficiales
columnas periodísticas que banalizan el perdón pues lo que nunca podremos
olvidar es la catástrofe moral que para nuestra sociedad ha
supuesto esta ofensa a la humanidad
mientras no haya reparación para las víctimas ni nuestra llamada justicia sea capaz de
comprender lo que un delito moral de tales dimensiones supone históricamente. Lo
primero que hizo la izquierda oportunista fue liquidar la presencia del intelectual crítico y reemplazarlo
por un(a) cómplice de sus fechorías. Pero
las víctimas finalmente vencerán.
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