LA CANCELACIÓN DEL
FUTURO
Darío Ruiz Gómez
“La lenta cancelación del futuro, señaló Mark Fisher, ha sido acompañada por una
deflación de las expectativas” Y de
esta premisa parte Fisher para
enunciarnos, no para tratar de comprobarnos - tarea de dogmáticos de la
política o de la filosofía- que al
volver la mirada hacia el presente que
nos habita, ese desvencijado
paisaje de barrios obreros y de clase
media empobrecida con padres
alcoholizados, madres prematuramente desdichadas e hijos(as) agonizando en vida bajo la dimensión del nuevo tedio urbano, son la prueba fehaciente de que la idea de
futuro insertada en la gramática educativa,
en la publicidad de las empresas comerciales
como conquista a corto plazo de la felicidad, fue un deliberado engaño y todo engaño supone
el desmoronamiento de lo mejor que
habíamos fraguado como ilusión de que en algún momento por fin seríamos
nosotros en otras instancias de ese futuro libre de pánicos económicos, de
nuevas enfermedades mentales. “Comparen el improductivo presente con la fecundidad de períodos
previos y rápidamente serán acusados de “nostálgicos” Nostalgia hacia la llamada Década feliz, la
de los Beatles, los Rolling Stones” los “Jóvenes iracundos” que,
supuestamente, habían sido
capaces de romper con un orden establecido, de crear otras sintaxis de las emociones en la palabra, en la música, para terminar siendo absorbidos por lo poderes que habían combatido. Pero igualmente teniendo que reconocer que lo
particular de esta nostalgia es, al abrir los ojos, darse cuenta de la
miseria del presente, de que lo que habíamos convertido por anticipado en realidad
no era más que el desvanecimiento de lo que todo lo sólido se desvanece en el aire, de ahí el “desierto y el páramo” camino de la
depresión a donde se va sin regreso.
Fisher señala la irrupción de Margaret Thatcher “terminando con los
molestos compromisos del llamado consenso social de postguerra e imponiendo una reestructuración
transnacional de la economía
capitalista” esto acompañado del
Internet y las tecnologías de las
comunicaciones móviles que “alteraron la textura de la experiencia cotidiana
hasta volverla irreconocible” O sea que
la cultura que había tenido la tarea de crear un territorio reconocible para
los precoces huérfanos urbanos es ahora incapaz de asir y sobre todo de articular el
proceloso presente de preguntas sin
respuestas hechas desde las últimas cabinas telefónicas. Pero, y esta
aseveración es de una estremecedora
lucidez, “ ya no existe más un presente susceptible de ser asido o
articulado” Una constatación del abismo que Gramsci había anunciado.” El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen
los monstruos”
O lo que Fisher acudiendo al Derrida de la Hauntología sintomatiza como la obstinación del no irse de un fantasma que por supuesto nada tiene que ver con los fantasmas de la novela gótica y sí con lo que definitivamente desde la deriva del hoy sólo podría describirse como lo que todavía no es y seguramente nunca será. ¿Por qué fracasó el sueño de la clase obrera de una emancipación social, de estar en otra ciudad, de dar paso a las formas de otra música y de otra escritura? ¿Cuántas generaciones de jóvenes deberán ser sacrificadas al horror del desempleo, de la muerte de la camaradería, del anhelo de saberse en algo y por algo? Aquí el desplazamiento social a causa de la agresiva especulación inmobiliaria, del cambio de modelo económico que - recordemos la desaparición del campo, de la minería en Inglaterra- aniquila la transitoria memoria de los barrios, fractura la vivencia de lo que es ahora el estar en un presente fracturado. “Justo cuando pienso que estoy ganando/ cuando había roto cada puerta/ los fantasmas de mi vida/ soplan más salvajes que el viento…” dice la canción “Ghost” del grupo “Japan” ¿Qué vida puede aceptarse en medio del infame bofetón del paro, de la cárcel acechando, del atraso en la cuotas para pagar los muebles? Esta es la condición de sobrevivientes descrita a través de una música que ya no sabe dónde está porque ha perdido la noción de lugar: “Después de algunos murmullos atonales y breatbeats nerviosos, la canción tambalea hasta detenerse súbitamente y en un momento, que, aclara Fisher, todavía me corta la respiración cada vez que la escucho, un breve fragmento de la electrónica enmarañada y abstracta inmediatamente reconocible del disco de “Japan” salta al abismo, antes de ser consumido por una supuración viscosa de bajos y por los chillidos sintéticos que eran las marcas sonoras del darkside jungle” En la bestia que es la ciudad Baudelaire pone de presente el spleen como definición de una nostalgia sin contenido existencial, un anuncio del reino nihilista. Para Fisher en este espléndido y lacerante ensayo “Los fantasmas de mi vida” lo que llama la atención en la música de “Joy División” es su aquiescencia con el fracaso, la imperturbable fijación de su negatividad. “ Ni la tristeza ni la frustración, los estados deprimentes estándar del rock, sino la depresión: la depresión cuya diferencia con la mera tristeza consiste en su declaración de haber descubierto la Verdad (final y sin adornos) sobre la vida y el deseo” O sea la depresión, el helado transcurrirse de sí mismo ya sin ojos, el asumirse como un muerto en vida que “sin importar lo que hagas nunca podrás extinguir los fantasmas y ellos continuarán regresando” Verificado en una conclusión desesperante.”Bajo las condiciones de la memoria digital, es la pérdida misma la que se ha perdido” Las nuevas pistas de la conexión entre la psicología más íntima y la anomia social que subversivamente Fisher explora tal como señala o Pablo Schanton.
De fondo está el problema de la cultura popular, el descubrimiento de que era posible ser popular sin ser populista y a la inversa es posible ser populista sin ser popular. Los Raven los Lad, los Jungle, el Punk, el PostPunk,lo Cool, lo Indie, etc . Y las comparsas fantasmales de “Joy División”, “Japan”, “The Caretaker”, “The Focus Group”, la nomadalgia de “The Junior Boys”.
Pero estas son verdades que nacen de las
teorías de los hermeneutas de esta nueva tristeza como Stuart Hall,
Jameson, Greil Marcus, Simón Reynolds,
Didier Eribon, de la poesía de Ian Curtis.
Fisher se describe a sí mismo bajo las distintas agresiones de las silentes estructuras económicas
contra la vida urbana, al hecho de haber sido joven constatando que los
nuevos fracasos carecen de nombre en los vademecum del psicoanálisis en “una ciudad, Londres, acechada no solo por
el pasado sino por los futuros perdidos”
Y este es el inflamado palimpsesto que los distintos grupos al margen de
la música del establecimiento, la llamada “música de la decencia”, van configurando sentimentalmente como pedazos
de recuerdo de músicas atonales aplastadas: el alcoholismo, las drogas
pesadas y el suicidio.
Mark Fisher cuyas propuestas críticas cuentan hoy con una
amplia acogida, fue crítico cultural, profesor universitario y se suicidó a los 49 años de edad en 2017. Su propuesta de
análisis de la música y la depresión en
el marco de una ciudad inestable nos demuestra la superfluidad de los enfoques sociológicos, políticos donde el obrero,
los(as) castigados por la depresión, el
fantasma, se desconocen por la incapacidad de mirarse en las aguas en las cuales estas
melancolías, estas eliminaciones del
futuro reclaman una lectura donde el
abismo no se asume con una retórica
esperanza pequeño burguesa sino como el
beckettiano “fracasa, fracasa una vez más”. “Quizás sea el momento para que los
nuevos tiempo lleguen si podemos emerger
titilando, de nuestros sótanos, ahora ampliamente conectados, y salir pero al
desierto de un espacio público destituido, a una cultura de masas que fue
reducida por la depredación corporativa a una insulsa homogeneización hedónica.
Sí, es una región hostil, un territorio ocupado. ¿Pero qué tan bien está
defendido? ¿Cuáles son allí nuestras posibilidades? Es decir, ¿qué nos podría
pasar si nos saliéramos del underground?” No busquemos pues señales de
tránsito o mapas que alguna vez reconoció la infancia: lo que sigue no es ni
siquiera lo que alguna vez llamamos incertidumbre.
Libros de Mark
Fisher publicados por “Caja Negra”: “Realismo capitalista”, “Los fantasmas de
mi vida”, “Jacksonismo. Michael Jackson como síntoma”