LOS ANCIANOS Y LAS
ANCIANAS Y EL EGOÍSMO SOCIAL
Darío Ruiz Gómez
“En un tiempo lejano” así comenzaban los relatos donde palabra, ficción y moral se fundían y que el
desamparado ser humano sacaba de su imaginación respondiendo a la
crueldad de la naturaleza cuando la tribu debía
acudir a los más viejos para
escuchar relatos llenos de sabiduría pues sabían,
sobre todo los más jóvenes, que estas parábolas
habían brotado del fondo de las respuestas a la adversidad mediante las figuras que ante la muerte
elevan las metáforas sagradas de
la oración, metáforas que se convertirán en
herencia viva para quienes inician sus retos de vida. Hay en la senectud de los grandes pensadores
(as) y creadores (as) un punto de
intangible magnanimidad solamente explicable por la visión de quienes
convocando la belleza lograrían hacernos comprender que trascender la condición humana únicamente puede hacerse pidiendo lo imposible, ver el rostro de Dios, a quien – San Juan de la
Cruz- nunca veremos sin embargo. Ya que
como nos recuerda Norbert Elias, sabio maravilloso, inevitablemente tendremos que abocar lo que él llama la soledad de los moribundos. ¿En qué momento entonces los ancianos comienzan a ser excluidos
de las sociedades? En el momento en que dejan de producir económicamente y deben dar
paso a la fuerza productiva que se
supone incorporarán las nuevas generaciones ¿Y el saber y el conocimiento acumulados en la experiencia de los adultos? La palabra
jubilación pragmáticamente indica el aparente reconocimiento del derecho a un descanso después de largos
años de trabajo en una empresa pero la pregunta es inevitable. ¿Se jubila el
talento creador en un hombre o mujer a los cincuenta y cinco años? Baumam acaba de morir a los 91 años. ¿La clase
obrera se limitó a hacer un trabajo
robótico o puede plantear con su experiencia un nuevo campo de trabajo para la
economía de un país agobiado por el mal uso de las tecnologías en manos de
bisoños? ¿De un trabajo alienante no se puede acceder a la libertad positiva de
un trabajo liberador? Un ser humano, hombre o mujer que desapareció en la tarea
mecánica de la burocracia no puede ser reconocido(a) en sus aportes a la jardinería,
a la cocina, a la ingeniería o la
medicina? Claudio Magris a propósito de
Italo Svevo, el autor de “Senilitá” nos recuerda que hoy
los verdaderos rebeldes son los ancianos(as) ya que
al no tener nada que perder pueden desafiar cualquier norma establecida por un
régimen social para el cual es más importante una economía abstracta que sus vidas. De manera que cuando
ante el Coronavirus tanto en España
como Cataluña se ha elegido prioritariamente dar atención médica a quienes aún tienen “esperanza de vida” o sea a los jóvenes,
abiertamente se excluirá a los ancianos y ancianas que mueren -1165 en cinco
días en Madrid- en la soledad de las
Residencias donde sus cadáveres deben permanecer en sus camas a veces durante
varios días. Escoger entre la economía o
la vida es una supuesta aporía al uso de
mediocres opinadores que se valen siempre de frases de moda para posar de profundos: la economía de los
economistas es la de las ganancias y no
las de una nueva racionalidad que logre equilibrar el trabajo con el medio
ambiente porque está la economía necesaria de los empresarios del gran capital pero también están las economías agrícolas
campesinas, la economía manufacturera donde las clasificaciones por edad
no existen.
Un mecánico, un
artesano, una modista, un campesino agricultor o pescador nunca se jubilan tal
como lo estamos comprobando con la pandemia. Clasificar a los mayores de 70
años bajo el estremecedor rótulo de “sobrevivientes” tal como lo acaba de hacer
la Oficina del Coronavirus, a mis 83 años
¿Me ha irritado por su burdeza o me ha llevado
a confesarme a mí mismo que verdaderamente como decía Picasso para ser joven se
necesita de muchos años? ¿Será incluida en el Plan de Desarrollo la necesidad
del ocio para que el pensamiento nos libere? Una cosa es trabajar y otra estar ocupado.
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