jueves, 23 de abril de 2020

El mundo del Cine y los cine clubes en Medellín / Orlando Mora


Orlando Mora y Carlos Uribe (Babel)

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El mundo del Cine y los cine clubes en Medellín / Orlando Mora

Víctor Bustamante

Este conversatorio, El mundo del Cine y los cine clubes en Medellín, entre Orlando Mora y Carlos Uribe debería haberse llamado, Cine club de Medellín, ya que en efecto la charla gira en torno a ese tema central que es el origen y el posterior funcionamiento de dicha institución, que es la base inicial para mirar el cine desde otro punto de vista, alejado de esa significación de entretenimiento, cuando esta forma de arte, ya era necesario interrogarlo, pensarlo, preguntarlo y analizarlo, desde otra perspectiva alejada de ese carácter que se le había asociado. El cine se convertía en parte esencial del divertimento de muchas personas. Además, contactaba con directores que daban su punto de vista, abría posibilidades narrativas, así como otro concepto de la vida. Por su distribución y acercamiento fácil daba la posibilidad de un proceso de Ilustración hacia ese público ávido de ver otras geografías, otras costumbres, otras latitudes y así, salir de la monotonía de estos pagos ahíto de política con naderías sin solución y de otro lado con oraciones inútiles.

A un público fervoroso por la ópera y la zarzuela le llega el cine con sus primeros teatros. Y no solo eso, sino una revista de farándula Micro, dirigida por Camilo Correa, donde él da nota de la presencia de las radiodifusoras en Medellín, de los artistas que descollaban a nivelo local, así los que llegaban de otros países. Correa comienza a hablar de cine para referirse a películas extranjeras y, además, un poco soberbio va definiendo esa personalidad contradictoria con el cine nacional ya que le daba con todo a una cinematografía naciente, lo cual contrastó cuando le dio por hacer cine, fundar empresas cinematográficas y al final quedarse solo con la teoría y sus películas inconclusas y pésimas.


Camilo Correa
Correa tenía en Maracaibo con Palacé N. 53-18 la oficina de su revista Micro y, además, distribuía toda clase de revistas y servicio de revelado de fotos. Entre las revistas que distribuía descollaba Vanidades, en lo femenino, así como de radio. En deporte El Gráfico y de diversos temas, unas 84 revistas nacionales e internacionales, que daban muestra de lo que se leía aquí en Medellín. Por supuesto, que las preferidas para Correa eran Cine Mundial editada en Nueva York donde destellan las grandes estrellas de cine en sus tapas: desde Pola Negri, Gloria Swanson hasta Veronika Lake. Cinelandia, editada en Hollywood también con rostros de actrices en sus portadas. Guion, revista de espectáculos española. Ecran, revista de cine chilena y Cine Argentino. Es difícil no pensar que al leer estas revistas Correa no quisiera ser un magnate del cine ya que estas publicaciones le enseñaban ese entorno de mujeres deslumbrantes y eternas fiestas, de esa Babilonia con su mundo oscuro donde nunca anochecía, Hollywood. O sea, el tipo de Ilustración de Correa era nada menos que el mundillo que giraba en torno al cine, pura farándula. Micro es un poco de todo eso, pero además ha dejado una huella de lo que ocurría en Medellín en materia de espectáculo, y, que, además, sirve para mirar la vida en la ciudad en esos años tan llena de vida, de fiesta de y sociabilidad. Correa ya inmiscuido del todo en el cine, buscaba ser realizador, pero más en ser una suerte de tycoon local, sin dinero, con sus avatares y desasosiegos que él llegó a imaginar y luego a crear. Aun en plena crisis con Procinal, Camilo Correa quería hacerlo todo, desde administrar su empresa, hacer el guion, dirigir la película, disponer las luces y el sonido. Lo ciertos es que las películas que el realizó nunca llegaron a ninguna parte. Ya que solo fueron la quimera de verse con un gran director que solo confiaba en él mismo y en esa soberbia que lo llevó a dilapidar ahorros de persona que se le habían acercado para patrocinar el cine nacional con marchas y carteles por las calles de Medellín. Ya los patrocinadores capitalistas sabían de su manera de dilapidar el dinero ajeno y lo abandonaron. En este desorden de actividades a Correa se le ocurrió crear un cineclub, al lado de Darío Valenzuela su secretario en Procinal. Camilo Correa fue un eterno derrotado, el fracaso lo persiguió en todas sus actividades. Sus quimeras quedaban despedazadas en cuanto él se acercaba.

Paradójicamente Camilo Correa, en Micro, escribiría sobre el teatro María Victoria en 1940, que sería muchos años después la sede de su próximo invento: el Cine club de Medellín. Hacía unos años se había caído el techo luego de un incendio en 1935 del María Victoria que se llamaba el Alcázar. Esa noche presentaban Bolero y se mataron varias personas, entre ellas el escritor santandereano Jaime Barrera Parra que salió ileso con su esposa e hija, y al devolverse por su sombrero dejado en una butaca le cayó una viga en la cabeza. Continúo con Camilo Correa. en Critiquilla decía: “El simpático teatro del Circuito Antioquia está ahora en tratamiento de maquillaje. Según hemos entendido, su estilo de iluminación (muy bonito hace años, pero ya anticuado) va a ser cambiado por algo moderno y “efectivamente” luminoso. Muy bien por los empresarios: no era cosa de quedarse “ahí” cuando los teatros competidores se han preocupado por renovarse”.

El Cine club de Medellín fue fundado el 10 de junio de 1951 por Camilo Correa y Darío Valenzuela, otra vez su secretario. El Teatro María Victoria era su centro de exhibición y comenzaron con, La favorita del puerto, que era en realidad, debido la traducción, La Marie du Port de Marcel Carné. También presentaron Incendio en San Francisco que era San Francisco de W.S. Van Dyke. Pero ante la imposibilidad de conseguir películas debido a presiones de la curia, incitados por el padre Fernando Gómez Mejía que dirigía La Hora Católica, fue cerrado el 25 de julio.

 Correa escribía ya en El Colombiano reseñas de cine bajo el seudónimo de Olimac. También poseía el sueño, mejor la utopía de establecer un Hollywood en Itagüí, creó Procinal y hasta dirigió Colombia Linda. Darío Valenzuela su cofundador, crearía en 1952 con Manuel Guillermo del Corral una empresa de cine, Producciones Quimbaya, su obra más atrayente sería, El cigarrillo me habló, un film de largo metraje que estará listo a fines de este año, según una nota de la revista Semana. Por supuesto esta película no sabemos si se filmó.


Alberto Aguirre

René Uribe Ferrer

Hay una entrevista que realiza Héctor Abad Facio Lince en un video dirigido por César Montoya, Karaktere Aguirre, al cual debo las apreciaciones y precisiones de Alberto Aguirre, que añade, como en 1956 durante la celebración del Día de Francia, el 14 de julio, en la sede de la Alianza Francesa dirigida por el escritor Rene Cleman. Allí mientras aclamaban la Toma de la Bastilla, charlaban Alberto Aguirre, Eddy Torres, Rafael Vega Bustamante y René Uribe Ferrer. En esa reunión Aguirre decide ser el secretario general que es el que manda según su criterio como en los países comunistas, y el presidente sería René Uribe Ferrer. Nombraron una comisión para ir donde el arzobispo de Medellín, Joaquín García Benítez, al Palacio arzobispal de la avenida La Playa. Fueron con la pesada goda, Uribe Ferrer y Vega Bustamante director de la Librería Continental. Como García Benítez perdía la memoria, el coadjutor monseñor Buenaventura Jáuregui los atendió. Le explicaron que un cine nada tenía que ver con la pornografía. Aguirre le explicó su lema: “El cine club no es para ver cine sino para aprender a ver cine”. Ya tenían estatutos, declaración de principios, es decir, toda la formalidad para su funcionamiento. Jáuregui para librarse de esa jauría les dio su ventura. Ellos no querían censura sino ver cine. También fueron a la Secretaría de gobierno a solicitar permiso, ya que había una Junta de Censura que podía quitar episodios de la película. La concepción de sus fundadores era que el cineclub era algo privado donde solo entraban a ver cine los socios. De tal manera presentaron, Senso de Luchino Visconti, película prohibida en Colombia durante muchos años. El padre Gómez Mejía que andaba atento a cualquier desviación de la moral pública en eventos que no fueran de índole confesional los pulpitió desde su trinchera, la Hora Católica y, además, convocó a las milicias católicas a que ese lunes en el Teatro Metro Avenida fueran a estropear la proyección de esa película. Para obviar este sabotaje Aguirre, malicioso y oportunista, convocó de nuevo a la parte goda de la Junta Directiva: Uribe Ferrer, a Vega Bustamante y a Rodríguez, y con la junta en pleno, presentaron la película ante las autoridades eclesiásticas para que la analizaran.



Rafael Vega Bustamante


Eddy Torres

Cuando reabren el Cine club de Medellín, presentan sus películas en el Teatro Metro Avenida y sobre todo en el Teatro Colombia. A él estuvieron vinculados intelectuales de prestigio como Bernardo Hoyos que estudiaba derecho en la UPB, y así mismo colaboraba en programas culturales en la emisora de esta universidad, incluso se le sancionó por una referencia al uso de los condones en un programa de la BBC. Jorge Vega Bustamante de la Librería Continental. El Cine club de Medellín también lo dirigió Pablo Tattay, de origen húngaro, que estudiaba ingeniería civil en la Universidad Nacional. Tattay actualmente vive en Popayán y ha estado muy vinculado al CRIC. Eddy Torres que dirigirá Generación de El Colombiano y Semana en Bogotá también perteneció a él, Orlando Mora que estudiaba derecho en la Universidad de Antioquia y Darío Valencia Restrepo, estudiante de ingeniería, que luego sería rector de la Universidad Nacional, sería su director durante los años de 1963 y 1967, También estuvo junto a ellos Alfonso Pineda, Gabriel Jaime Arango, Álvaro Sanín, Jorge Velásquez.

Bernardo Hoyos

Entre los años de 1969 y 1971 asumió la presidencia del Cine club de Medellín Orlando Mora. La programación se realizaba por ciclos, cada proyección la precedía una presentación del film y al finalizar se realizaba un foro. Se proyectaban películas dos veces cada mes. Durante uno de los foros se crearon discusiones exaltadas al ver Morir en Madrid de Frederic Rossif, entre los partidarios de la república española que defendían la propaganda roja que los volvía adictos y sin crítica y los franquistas locales, rezanderos, que llegaron a cantar en el Teatro Bolívar Cara al sol, himno franquista. Una persona encargada de la distribución en Cine Colombia, Fabio Díaz, les ayudaba muchísimo en la consecución de las películas.


Desde 1963 Orlando Mora era su secretario e Iván Amaya oficiaba como Presidente del Cine club de Medellín, cuya sede funcionaba en la elegante Casa Ricordi, especializada en música, situada en la carrera Sucre N. 52-14, donde trabajaba Iván Amaya. Allí se vendían las boletas a los socios.

En 1972 Alberto Aguirre, cinéfilo desde los años 1930 en que asistía al gallinero del Teatro Junín, los sábados para ver series de vaqueros, tomó la Presidencia del Cine club. Aguirre había pertenecido al Cine club de Medellín cuando lo dirigía Camilo Correa, al que tildaba de ignorante, pero valoraba que le gustara el cine y que de ahí no pasaba. Con respecto al cine, Aguirre, tan rotundo como era, decía que el cine no era un modo de expresión. Y no es para menos él, tan radical y analítico y critico feroz, se hallaba más cerca de la literatura y esperando en sus caminadas por Junín, ya mayor, que llegara la revolución y hablando mal del tango.

Darío Valencia Restrepo


Pablo Tattay

Orlando Mora

Iván Amaya

En su presidencia lo acompañaría Orlando Mora, editaron ocho números de la revista Cuadro, en la que escribieron Darío Ruiz, Aura López, Elsa Escobar, Carlos Álvarez, Luis Fernando Calderón y Luis Alberto Álvarez. Alberto Aguirre, aquel que lloró ante la tumba de Marx en Londres, dirigió su revista con mano férrea. También en ella colaboró Álvaro Sanín, abogado, que luego sería el director del Cine club Ukamau. Aguirre muy crítico, y muy procubano, también le puso punto final a su revista en el número 8.  Su sede era ya La librería Aguirre en Maracaibo. El Cine club poseía una biblioteca con revistas especializadas en la materia y con suscripción a Sight and Sound, Cahiers du Cinema, Positif.

 En 1977 murió el Cine club de Medellín debido la politización de los foros. El grupo de colaboradores no se dispersó, sino que Aguirre era imperioso, además los costos de funcionamiento eran altos. Aguirre sin ira añade que simplemente se aburrió ya que a él le tocaba hacerlo todo. Eso sí, olvidaba que como había dicho al comienzo que el secretario general de su ilusoria troika era el que mandaba, también le tocaba hacer de todero. Según el mismo Aguirre, se cansó del cineclub porque le tocaba hacer de todo, repicar y estar en la procesión, escoger la película, hasta revisarla desde la mañana. Una vez llegó de Bucaramanga El tesoro de la Sierra Madre de John Houston y él, junto al operador debieron ordenarla durante tres horas.


Luis Alberto Alvarez

Intelectualmente del Cine club de Medellín, de sus personas cercanas, solo mantiene su pulso creativo con el cine Orlando Mora. Él ha sido profesor de cine de la UPB, aun escribe sobre cine y dirige el Cine club de EPM cada viernes. Ha escrito Que nunca llegue la hora del olvido (1986). También ha sido director de programación del Festival de Cine de Cartagena, ha escrito en El Colombiano, en El Mundo, en Kinescopio, Cine y Cinemateca.  La música que es como la vida, 1989, dedicada a varios cantantes a los cuales ha entrevistado como Álvaro Dalmar, Lucho Bermúdez, Esthercita Forero, Luis Uribe Bueno, Frank Domínguez, José Antonio Méndez, Armando Manzanero, Susana Rinaldi, y Mario Clavell, donde al entrevistarlo ausculta en ellos algo primordial su acercamiento con la música. Y así mismo también se convierten en una referencia para el propio autor que ha escogido a aquellos compositores y cantantes que lo obseden.

Orlando Mora ha recopilado algunos de sus textos de cine en Escrito en el viento (1994). A pesar de su escepticismo ya que dice en el prólogo: “…refleja bien el sentimiento con que se escribe en los periódicos, siempre convencido de que lo dicho estará irremediablemente condenado a la lectura del día y al subsiguiente olvido”. 

Hubiera sido atrayente conocer sus primeros escritos para trazar un perfil de su aspecto creativo. Estas crónicas, las escogidas, permiten dar una mirada a una forma muy personal de ver y analizar y de pensar el cine en un momento muy determinado, con esa pasión por el cine mismo en cuanto obra de arte. No me explico cómo Orlando Mora no se impregnó de esa radicalidad de Aguirre, que en el fondo era un moralista, ya que no afectó su manera de escribir y de ver cine desde un punto tan diferente más lleno de análisis y de amor al cine mismo.

Esta conversación entre Orlando Mora y Carlos Uribe ha traído una memoria sobre la ciudad, y develado en parte lo que fue la significación del Cine club de Medellín, para establecer ese camino que vendría con los otros cineclubes, así como la presencia en esa ciudad que buscamos y que huye, que posee su luminiscencia por esos caminos arduos del cine.

Teatro Colombia, a la derecha, (1971
Teatro Colombia ( Gabriel Carvajal)






2 comentarios:

  1. Hermoso trabajo. Claro que es fácil, pues la nostalgia y la inteligencia juntas, lo logran con facilidad.
    Un abrazo grande, ojalá tuviera el tamaño de mi aprecio.
    Geross

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  2. Edgar Bustamante: Es imperioso el trabajo de decantaciòn del texto.Un proceso elocuente de investigación y seriedad.

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