domingo, 9 de febrero de 2020

MEDELLÍN: LOS CAMBIOS TERRITORIALES / Darío Ruiz Gómez

La Playa, 2020

MEDELLÍN: LOS CAMBIOS TERRITORIALES
Darío Ruiz Gómez

Glocal es la definición  de  lo local  cuando ha sido permeado por lo global. La inmediata información que sobre el mundo nos brindan  la t.v Youtuber, Instagram, así como nuestra emigración  hacia el exterior a causa de la violencia del narcotráfico  ha permitido la apropiación inmediata de la moda,  a que  el look de nuestros  jóvenes sea  igual al de los jóvenes  norteamericanos  permitiendo  la democratización de la moda  gracias a la impunidad con que se copian  los modelos extranjeros. Hasta el  “Parche” que identifica la amistad  rescatada  de la inhumanidad  en  la  vasta ciudad,  llega también de inmediato la información de los medios  de manera que  ésta no está  supeditada a una exclusividad  sino que se despliega por cualquier  territorio urbano por apartado que sea y bajo nuevos códigos. Por otra parte la población de la diáspora  permite que los territorios partan  ahora de cualquier Comuna y se extiendan hasta Nueva York, Miami, Madrid bajo aquel razonamiento  de  Maffesoli de que el territorio se configura  continua y permanentemente con el desplazado. De manera que el concepto de territorio como un hábitat inamovible  ha derivado hoy al concepto de des-territorialización que  en principio indica pérdida de los lugares y desarraigo llevando al desplazado a crear  instintivamente, tal como lo vemos con algunos grupos chocoanos, un lugar de encuentro en la ciudad, la Gorda de Botero, por ejemplo ya que los imaginarios no mueren. Internamente en Medellín la grave fractura de los territorios urbanos bajo  el terror sigue causando  una desterritorialización profunda y un desarraigo  respecto a la ciudad histórica. Lo mismo que un mayor distanciamiento  entre la clase política  y la ciudadanía como lo pone de  presente  la configuración del Concejo donde la representatividad respecto a los diversos estamentos ciudadanos  se ha negado sistemáticamente, es decir, no existe y al desaparecer la fiscalización y la veeduría ciudadana impera la más rampante corrupción. ¿Cómo es o como se define hacia los otros o hacia el mundo el habitante de una ciudad que  cruza raudamente   por entre calles sin nombre  que no brindan  la posibilidad del encuentro con los otros? Un ser sin anclaje, un ser a la deriva, un ser que no conoce al Otro en espacios sometidos por el temor.
 El Poblado dejó de ser  un barrio histórico de clase alta  al modificarle  su estructura con  la construcción de cientos de torres de vivienda - lo que  ha supuesto   una altísima  densificación-  Una  vulgar  aplicación de la norma  de  uso mixto, la carencia  del adecuado diseño integral de los nuevos espacios  para lograr  el debido equilibrio  ambiental de las áreas de  vivienda frente a las  desaforadas  zonas de “rumba segura”, de respetar el retiro de las quebradas, produjo un desplazamiento de población muy alta, una fracturación  que llevó a la desaparición del barrio, a que la renovación urbana se convirtiera en un desmán oficial lo cual permitió la infiltración del sector por los llamados “dueños de la noche”.
 Con esto simplemente quiero indicar que la fractura del espacio público alcanzó a todos los sectores sociales de la ciudad y que el dominio de los distintos espacios por la criminalidad  organizada ha ido acelerando la crispación, la neurosis, el pánico, la desconfianza, el temor, el aumento de los casos de suicidio lo que nos lleva a considerar que el  proyecto de una ciudad que como Medellín se ha convertido  hoy en una inmensa conurbación, no es solamente un problema  físico, o material sino que  prioritariamente  debe  enfrentar estas patologías   donde todos estamos incluidos , amenazados,  entre el desquiciamiento causado por el colapso vial y la pérdida de la libertad, la desaparición de las esquinas. Clamar entonces por nuestro derecho a la libertad, a la recuperación de los espacios de amistad es reconocernos  en la recuperación de la ciudad de la democracia.


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