sábado, 1 de febrero de 2020

DISCREPANTES Y TRAIDORES / Darío Ruiz Gómez





DISCREPANTES  Y  TRAIDORES
Darío Ruiz Gómez
Gastón Llamazares fue hasta hace poco el máximo dirigente de la izquierda española cuando aún era viva la presencia del viejo Partido Comunista. Con la consolidación  de Unidas  Podemos  se introdujo  frente  al Partido  de Pablo Carrillo  algo inesperado: el populismo. De Marx se pasó crudamente a la influencia de Chávez el dictador  venezolano ya que los principales dirigentes de Podemos  Iglesias, Monedero, Errejón fueron, con ETA,  asesores directos del dictador  y con él llegaron a ganar mucho dinero, insuflando en el primario  tercermundismo bolivariano  - tal como lo expliqué en algunas ocasiones-  las  ideas de Laclau  y Chantal Mouffe los filósofos del populismo peronista. Y este populismo  que es lo contrario al marxismo genuino negó la transparencia, la responsabilidad ante la democracia. Llamazares  entró a la disidencia  pero ha seguido participando activamente  en el debate de las ideas políticas que hoy agitan, gracias al oportunismo de Sánchez, la  vida  política de España. Acaba de lanzar su libro “La izquierda herida” una  documentada reflexión, entre otros, sobre el oportunismo, la deliberada ambigüedad ética,  o sea aquello  que implica  la inesperada llegada al poder de Unidas Podemos. “La van a pasar canutas. Se han criado en una cultura política en la que quien discrepa es un traidor” ha dicho.  El cerrado fundamentalismo del matrimonio Iglesias-Montero prohíbe la autocrítica y ha impuesto una inamovible  estructura de poder que impide cualquier tipo de disidencia al negar  el pluralismo mediante su propia  versión  de una corrección política al  uso de un dogmatismo ideológico que ya comienza a mostrar sus colmillos.  El traidor es pues una figura que  emerge de la dialéctica revolucionaria en sus purgas  internas  por el poder: Saturno devorando a sus hijos. Recuérdese la paranoica persecución de Stalin contra sus enemigos en especial contra Trotsky hasta lograr asesinarlo. La historia de los llamados traidores asesinados por  las Farc  en Colombia  ha sido larga, metódica y sobre todo silenciosa.  Y quienes  se han atrevido  a indagar  sobre este tema han  tenido que sufrir el estigma y la persecución. ¿Por qué la JEP ha eludido  el caso del asesinato de Jesús Bejarano  el gran historiador  desconociendo las motivaciones  de esta condena  y el nombre de los responsables de esta ejecución? ¿Qué pasará con Timochenko después de haber sido condenado a muerte por las “Disidencias” de las FARC? Recordemos que es el dogma  el que no perdona a quien supuestamente  traicionó  un Código de Honor tan férreo como el de la  Mafia siciliana,  y si han fallado  una vez lo intentarán de nuevo.
 Describo esta situación  respaldándome una vez más en  la  más verificable  de las referencias: la historia de las ideas políticas. Porque si es necesario  reconocer que España ha logrado crear una democracia –hoy en peligro-  basada  en el derecho a la discrepancia ideológica, a las distintas voces de regiones e individuos  donde Carrillo jugó un importante papel  en la democratización del Partido Comunista,  por el contrario en Colombia ni las FARC ni el Partido Comunista han logrado  abrirse a una necesaria autocrítica,  indispensable  ésta  para vencer  el ala de su militancia que se ha negado a aceptar las leyes de la democracia   y ha continuado  en  la barbarie, lo que supone, repito,  el fracaso de un Partido  que al negarse a la democratización de  sus bases, su  estructura interna,  seguirá abocado  a permanecer en los azares  de  este juego diabólico de purgas y desapariciones, de conspiraciones contra el Estado.

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