viernes, 3 de enero de 2020

LA MÚSICA Y LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN ECONÓMICOS / Darío Ruiz Gómez


Beksisnki

LA MÚSICA Y LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN ECONÓMICOS
Darío Ruiz Gómez

Cuando  me enteré de que había una disputa ntre Petro y Robledo, me imaginé que por fin  Robledo,  antiguo militante del Movimiento Obrero Revolucionario(MOIR), se  había enfrentado al populismo de Petro y luego  intervendrían  en la discusión  Jaime Caycedo  y Timochenco militantes de la más caduca línea del estalinismo soviético de manera que la Izquierda habría salido a enfrentar su verdadero problema, el de su identidad política  y con ese acto de sinceridad la vida colombiana habría ganado mucho con la salida política del clóset de quienes aún se mueven bajo ese  gaseoso calificativo de  “oposición”.  La irrupción sorpresiva de Enrique Santiago  ahora que se lo ve  en las fotos oficiales  de PODEMOS al lado de Pablo Iglesias supondría el golpe final a estas diferencias ideológicas largamente  disimuladas  por motivos electoreros. ¿Cuál será la música de esta izquierda que se niega a la industrialización del campo, que prefiere las reservas agrícolas, que,  nunca participó en un baile popular? Porque   resulta que  la disputa entre Petro y Robledo  se limitaba a un problema de gustos musicales sobre el vallenato y que  Petro remató con una frase-cliché que creí que ya estaba enterrada: ”La cultura está determinada en última instancia por las formas productivas de la sociedad” Lo cual me retrotrajo a las épocas de enconadas y fieros  enfrentamientos ideológicos  de la izquierda  en las aulas universitarias.  En todo caso esta infantiloide  versión del marxismo de militantes   que nunca tuvieron la paciencia de leerse las miles de  páginas  que el autor de “El Capital” escribió;  sólo por el hecho de autodeclararse  marxistas,  se sintieron autorizados  a pontificar   de arte y literatura, de economía y de música: “Esta exposición de pintura es muy mala porque no pone de presente la lucha de clases”   ”Estos poemas desconocen la lucha objetiva de la clase obrera y se mantienen en el subjetivismo burgués”  Memeces que los  duros Comisarios  en pié de lucha  esgrimían para condenar  al arte que se saliera de sus  pautas “revolucionarias”. “Todo arte que se llame político hoy es estalinista” ha dicho José Luis Pardo y es verdad sin aclarar que este arte que nace de consignas políticas y no de experiencias necesariamente personales -¿De dónde más podría venir el arte? - es inevitablemente un adefesio tal como lo demostraron en la historia reciente esos pintores, esos poetas  ilustradores  de consignas  y tal como lo vemos hoy en las trifulcas del “Paro” donde esa poesía, esa pintura y esa  música “ social” son el fiel reflejo  de una farsa  carente de lo importante:  un logro estético que dote de contenido formal a esta supuesta indignación, a esta supuesta furia contra la “opresión” neocapitalista. ¿Se imaginan ustedes a Alejo Durán, a Juancho Polo,  componiendo sus bellísimas canciones de amor, de ausencia bajo las normativas del Foro de Yenán el mayor desafuero que ha existido contra el arte y la tarea del creador? La Sonora Matancera y sus cantantes fueron prohibidos por Castro  y su remplazó fue “la nueva música del pueblo”, ese dolor de estómago que se llama “La nueva trova cubana” Luego llegó la cultura del identatarismo  y ahí fue Troya ya que han puesto  a los  estudiantes  a disfrazarse   no de chalchaleros  sino  de indios, a renegar de los instrumentos de música “burgueses” y recuperar el pífano, la quena, las diademas de plumas, los collares de achiras:  fue este regresismo el que vimos en el monumental concierto de Bogotá con el desfile de conjuntos  musicales  de falsos indios, destemplados intentos de unir el desgarro de un caricaturesco  punk con la tristeza  del yaraví  ecuatoriano,   expresión de los gomelos bogotanos, de Ninis y Millenials  manipulados  en este proceso acelerado de una izquierda cavernícola que ha  venido  a mostrarnos  lo ajena que ha sido a  la complejidad  de las culturas étnicas o campesinas, afrodescendientes,  a las culturas  populares de las ciudades, poniendo en claro  con este divorcio  el hecho de que jamás se untó de pueblo  y ahora  para las  verdaderas  formas musicales urbanas donde se manifiesta  el desgarro existencial  de desplazados, olvidados, segregados,  estas  imposiciones  caricaturescas  de un discurso  político  muerto, no cuentan  para nada.      

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