PENSAR
Y REFLEXIONAR UN PAÍS
Darío
Ruiz Gómez
Acaba
de morir Santos Juliá uno de los grandes historiadores españoles actuales y
cuya obra sobre la llamada Transición hacia la democracia es ejemplar por la manera con que, sin
caer en parcializaciones políticas , lo que sólo se logra mediante la
reflexión de los hechos, nos va mostrando
lo que supuso desmontar el tinglado levantado por una férrea dictadura e ir introduciendo una idea vital de
democracia en una ciudadanía acostumbrada simplemente a vegetar sin la
necesidad de la crítica ni de la discrepancia política.
Después de la guerra civil los relatos de los triunfadores habían borrado prácticamente la referencia a los grandes logros de la República,
al magisterio de los grandes pensadores sustituidos
en los textos de estudio por mediocres
profesores al servicio del Régimen. La idea dinámica de democracia en la
Transición estaba fundamentada en la idea decisiva de recuperar la vocación
europea como vocación de libertad, como reconocimiento de herencias vivas del
pensamiento occidental, herencia que el franquismo había evitado introducir en
sus pénsums universitarios siguiendo la dañina idea de diferenciar entre ortodoxos
y herejes. ¿Cómo, entonces, construir
una democracia en una España invertebrada? ¿Cómo devolver al ciudadano
abandonado una idea de España que no fuera la de un nacionalismo a ultranza o
la del comunismo? ¿Cómo sobreponerse a
las ataduras de los fatalismos de la
ignorancia y el hambre campos abonados al fanatismo y cómo plantear la emancipación de esa
ignorancia, la recuperación de la cultura, un nuevo proyecto de país? La verdad
siempre es ocasión de disputas entre quienes quieren instaurarla como una
verdad dogmática a su favor y aquellos que saben de antemano que nadie puede lavarse las
manos ante crímenes de uno y otro bando que deben aceptarse para que sea
posible la reconciliación. Recordar las matanzas de la postguerra del ejército
franquista exigía reconocer igualmente las
matanzas de los republicanos, sobre todo de las checas que en jornadas de terror
asesinaron despiadadamente más de once mil civiles, sacerdotes, monjas sólo por
el hecho de ser católicos. Hugh Thomas, ya había intentado dar una objetiva
descripción de lo que supuso este horror pero hoy las verdades siguen aflorando y es necesario
enfrentarlas para que la tolerancia mutua no
desaparezca. ¿No es ésta la verdadera tarea del historiador al
adentrarse en los hechos desde la vivencia de quienes padecieron esos hechos? Volvemos
desde el qué es España hoy al qué es Colombia hoy ya que en Colombia se
ha intensificado la guerra de relatos en el periodismo, en el arte a través de unos idiotas útiles al servicio de estas falsificaciones de manera que el problema de la verdad aparece erróneamente
planteado como una disputa política cuando es un problema humano o sea la historia del sufrimiento,
de la abnegación, del peligro de que aún un proyecto totalitario nos sea impuesto por una minoría mediante las técnicas de la coacción mediática. La memoria colectiva no existe y
esta es la trampa de los radicales para desvirtuar la verdad mientras la
Historia que escribe el verdadero historiador
convierte ese pasado abstracto en un presente
que nos interroga, en una verdad que se desvela: ¿A qué país nos referimos?
“Los colombianos, decía Fernando González, mueren huérfanos de realidad” Pensar
no ha sido una virtud nuestra y quien ha pensado entre nosotros ha tenido que
vivir en el exilio interior o sencillamente marcharse. A esto apunta el hecho
de que no se esté dando la Transición hacia la democracia con unas FARC que
juega al equívoco y la ambigüedad – como lo pone de presente su encuentro en el
Foro de Sao Paulo con Santrich, Romaña,
Márquez y ahora en la Habana con el ELN-
contando con la colaboración estratégica
de idiotas útiles e infiltrados en los medios de comunicación, en el
Congreso, con la absurda negligencia de
la clase política y un Gobierno que no ha logrado entender que
la defensa de la democracia requiere de
la fuerza necesaria para defenderla de aquellos enemigos
que hoy pretenden destruirla a base de soterradas amenazas.
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