Paul Kuczynski |
PAÍS INEXISTENTE, DIÁLOGO
INEXISTENTE, IMPOSIBLE
Darío Ruiz Gómez
El bello poema de Ungaretti
que termina reclamando: “Busco un país inocente” tiene una invisible relación con
el reclamo de Hanna Arendt cuando nos dice que son dichosos aquellos que no tienen
patria porque aún pueden buscarla. La idea de patria ha respondido desde su aparición a un concepto que se ha movido entre la
demagogia y la ilusión de las gentes de reconocerse
en un
horizonte común, sueño
acompañado de una larga historia de violencia
contra comunidades pacíficas
sobre las cuales se han desplegado persecuciones racistas, desplazamientos, matanzas o sea el dolor del exilio, la comprobación de
que solamente la confianza en Dios permite no desfallecer ante la
inhumanidad de cada nuevo poder. “Darío- me dijo mi papá
antes de morir- en toda mi vida- él
murió a los 90 años- en Colombia no he visto sino matar gente” La idea de
Patria que nos daban los textos de escuela, aquella inolvidable “Alegría de leer”
era la de un cándido patriotismo que como lo comprobé rápidamente carecía de
fundamentación porque quienes debían afirmarla
prontamente se dedicaron
a mantener al país bajo los
desafueros del miedo, lo que permitió que
las gentes modestas fueran convertidas en “carne de guerra” precisamente por el hecho de
ser modestas, que cada rostro familiar desapareciera en la abstracción monstruosa del
centralismo político. Ningún pensador con una mayor clarividencia que Fernando González hizo gala de
su cólera moral para fustigar las lacras de una sociedad hipócrita que recurría
al patriotismo cuando le convenía a sus intereses pero se olvidaba de quienes desde la dificultad, desde la pobreza habían
sido capaces de darle dimensión histórica a ese territorio sin palabras que se va desplazando con nosotros buscando
rescatar a los perdidos, huyendo de la falsedad de políticos y legisladores.
¿Qué hicieron de esta patria, se decía, los mercaderes del templo? La patria,
lo saben millones y millones de desplazados, es un anhelo sin palabras, una luz
que misteriosamente nos guía en la confusión. El problema del Partido
ComunistaFarc fue, debo recordarlo, que
para su concepción leninista la única
patria posible era la “patria proletaria” o sea una entelequia, mientras el país real al cual sometieron bajo su infame violencia
nunca cobró realidad en su lenguaje
como lo compruébala retórica vacía de sus amnistiados comandantes, de los
miembros del PC a quien tendríamos qué preguntarle sobre la Colombia campesina,
la Colombia profunda que nunca vieron ni
intentaron comprender. ¿Para quién luchaban entonces? ¿Sobre qué gentes o qué
regiones escriben los intelectuales de la “extrema izquierda”? ¿Sobre qué bases,
vuelvo y me pregunto, se basa su
discurso sobre la paz y la desigualdad? ¿Qué es hoy, por ejemplo, el Chocó después del Acuerdo de la Habana y porqué ha
desaparecido de los medios de comunicación, de las discusiones parlamentarias? ¿Acaso
Chocó es solamente un problema lejano de orden público? Es necesario recordar
que todo documento que se expone
a la opinión pública, como no es un
dogma intocable, terminará sometido inevitablemente al juicio de la ciudadanía y los
colombianos que asistimos a las sesiones del Congreso sobre la JEP nos vivimos preguntando cuál fue la patria
sobre la cual se fundamentaron esos acuerdos , cuál es, incluso, la patria que
dicen representar los distintos parlamentarios nombrados por Partidos
políticos que hace tiempos perdieron su representatividad ya que no son portavoces de ninguna
comunidad. ¿Por qué la férrea negativa a reconocer las verdaderas
víctimas y a aceptar su presencia activa en estas conversaciones? Si acepto esa retórica de mentiras estoy
muerto como un escritor que busca la libertad de la palabra. Yo puedo hacerme
estos cuestionamientos desde mi libertad intelectual, libertad que me concede
la ejemplaridad de los grandes maestros del pensamiento a través de los cuales aprendí
a preguntarme sobre la necesidad de evitar que un vulgar revolucionarismo arrase con las conquistas de la civilización y
la libertad ¿A
nombre de qué país, entonces, después de cuatro años de charlas, siestas y
wisky se llegó a un acuerdo de Paz entre
Enrique Santiago y Santos? Un poder habla con otro poder que son dos
abstracciones y no las realidades específicas que distinguen a los pueblos. Yo
también “busco un país inocente”.
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