domingo, 28 de octubre de 2018

Horacio Marino Rodríguez en el Claustro de Comfama




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Horacio Marino Rodríguez en el Claustro de Comfama

Víctor Bustamante

En plena noche con el cierzo de octubre, y las lluvias de octubre, un suceso, porque lo es, es más, inusitado, por la sorpresa de ese detalle ya que en lo alto, en uno de los balcones que él mismo diseñó, HMR, detrás de la balaustrada y el tono verde de la luz, de la iluminación que golpea la fachada, si allí en lo alto el tenor Andrés Gómez comienza un concierto, pero no es un concierto cualquiera, es decir, lo que va a suceder, lo tomo como una serenata no solo a la ciudad desde la plazuela de San Ignacio sino a cantarle, al propio Horacio Marino en una ceremonia inusitada, sí, esa de otorgarle ese detalle para saber que él está ahí presente, lejos de esa indolencia de casi haber ocultado su obra en la ciudad que tantas veces desaloja, y no valora a quienes la han construido: sus arquitectos, porque en esta exposición, iba a decir itinerante pero no, ¡qué no!, sino presencial que encarna este evento en cada uno de sus pasos entrega a Horacio Marino Rodríguez en su dimensión, con una inseparable fraternidad, debido a la perseverancia de su talento, y por esa razón estamos aquí cámara en mano, satisfacción en mano en este homenaje, en esta retribución , en esta reivindicación para darle el papel que se merece ahí en medio de ese edificio del claustro que él mismo diseñó en parte y, no solo eso, sino también junto al Paraninfo que el reedificó, sabiendo que en el costado occidental de la Plazuela de San Ignacio él mismo, tuvo su oficina. Noche del 24 de octubre al fervor de un concierto que tiene los visos de ser algo más íntimo: una serenata, al saber que aquí los organizadores y los asistentes le rendimos un homenaje a ese gran artista.



Sí, aquí en la plazuela, HMR estuvo en el diseño para el cambio de lo que era el colegio franciscano hasta convertirlo en el actual Paraninfo de la Universidad de Antioquia, luego estuvo también presente en el diseño del Colegio de San Ignacio, hoy el Claustro de Comfama. En esta tarde la plazuela se nota desbordada de sus habitúes que la caminan; unos van de afán, otros entran al claustro para lo de las consultas de salud y de vivienda; otros, en la iglesia asisten a un acto religioso calmados y serenos. El paraninfo con su fachada iluminada se inscribe en el conjunto arquitectónico eso sí cerrado en su conventualidad.

Antes, en las fotos, se ve esa zona, esta plazuela, en completa serenidad, ya que era básicamente un lugar dedicado a la actividad estudiantil. Dos órdenes religiosas la regentaban: los sacerdotes de la orden de San Francisco, serenos y amantes de la naturaleza, y los de San Ignacio, guerreros y de duro carácter, eso sí muy estudiosos, como son los jesuitas desde su origen. Muchos años más tarde estas sedes educativas abandonaron el centro de la ciudad en una diáspora despaciosa y despiadada. Solo quedó como vestigio el nombre inicial de San Francisco como se conocía la plazuela luego arrebata por los ignacianos.

Esta exposición “El modernismo arquitectónico y la transformación de una ciudad”, es el complemento directo de la que permanece aún abierta en la Estación Central de Medellín, del ferrocarril aclaro. Si allá se exhiben las fotos con las obras aun intactas y las demolidas de HMR, pero allá hizo falta un guía que nos atrajera más, que explicara los detalles, la diversa valoración de las obras debidas al arquitecto. En cambio aquí, en el Claustro de Comfama hay un plus, Luis Fernando González explica y se explaya, como debe ser en un tipo de eventos de esta magnitud, el contexto, los detalles que es la razón para hacer aún más valiosa esta muestra. Si en la Estación Central está la indolencia de las obras demolidas y la perdurabilidad de las obras en servicio de HMR, aquí está el camino hacia la cristalización de su arquitectura, en sus cinco momentos, que definen las obras de un gran arquitecto que tuvo que ver, y mucho, en la conformación del paisaje urbano. Aquí ya hay un Horacio Marino más personal, donde se respira su presencia en una de sus creaciones. Aquí, además, en la plazuela, que es un documento mismo con sus edificios perdurables, reparamos en la fachada del claustro con la idealización  de su proyecto, pero así mismo en poder mirarla y admirarla, palparla. 



Aquí ya HMR reaparece con la expectación de  saber que comienza a madurar sus proyectos de arquitectura, ya se aleja de la fotografía y le da a la ciudad su talento de diseño y constructor. Ya en este paso, nunca una pausa sino en la quinta exposición, nos alejamos momentáneamente de las fotografías de sus edificios, y ya entraremos a una de sus obras, el claustro con su primera parte donde el estilo de HMR es evidente y que contrasta con el otro patio donde Goovaerts, le da su sello, ya que este edifico realizado en parte, en su fachada y primer patio, HMR Rodríguez lo siguió en su acabado Goovaerts. ¿Qué hay detrás de ese cambio radical, el espiritismo de Horacio Marino y la afectación debida al clero dogmático que contrastaba con el fervor religioso de Goovaerts, impidió que él siguiera en la construcción?

Entramos al Claustro, Luis Fernando en el primer patio, en un salón amplio, explica la presencia de HMR en el inicio de esta obra, habla de sus bondades como creador, de la limpieza de su estilo, de la búsqueda de un lenguaje. Luego seguimos ya al patio donde comienza el diseño de Goovaerts y explica los cambios de estilo, y como cada uno de ellos en su diversidad, son valiosos. Más tarde nos dirigimos hacia un lugar nunca visitado en la parte posterior, a una suerte de espacio oculto, pero íntimo, el torreón, donde la exposición continúa con diversos proyectos de HMR. Uno para el pedestal al Monumento de el Salvador, y también descubrimos el realizado para el Cerro Nutibara y los otros fuera de la ciudad impresos en un álbum de fotos donde sus propios familiares Mariluz y Mónica se emocionan al percibir el talante y el talento de HMR. Eso sí, ha sido traído el busto del arquitecto que acompaña con donosura en este tour por la ciudad, pero no es un tour cualquiera, es la reivindicación de su nombre.




Luego ya en el Deck, lugar central de la exposición podemos leer  los textos y observar las fotos y los libros del arquitecto así como la explicación clara, brillante y bondadosa de Luis Fernando donde da prueba de la categoría de la obra y, sobre todo, de los cinco momentos creativos como él ha denominado a la sensibilidad del arquitecto que en este momento de la exposición es cuando completamos la plenitud de su presencia.

Cierto, en cada una de las exposiciones emerge de la oscuridad de los años y del polvo del olvido no solo la imagen de un gran medellinense, como fue Horacio Marino Rodríguez, sino la huella que ha dejado a través de los años, y que nuestros pasos lo buscan en ese amplio trasiego que son las calles, los edificios, las fotografías, los diarios, sus escritos, las revistas, las lápidas donde Horacio Marino ha dejado su señal, la magnitud de su presencia, así como en la memorabilia que guardan con cuidado sus familiares.







 Fotografías de Luisa Vergara





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