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Horacio Marino Rodríguez
en el Claustro de Comfama
Víctor Bustamante
En plena noche con el
cierzo de octubre, y las lluvias de octubre, un suceso, porque lo es, es más,
inusitado, por la sorpresa de ese detalle ya que en lo alto, en uno de los
balcones que él mismo diseñó, HMR, detrás de la balaustrada y el tono verde de la
luz, de la iluminación que golpea la fachada, si allí en lo alto el tenor Andrés
Gómez comienza un concierto, pero no es un concierto cualquiera, es decir, lo
que va a suceder, lo tomo como una serenata no solo a la ciudad desde la
plazuela de San Ignacio sino a cantarle, al propio Horacio Marino en una
ceremonia inusitada, sí, esa de otorgarle ese detalle para saber que él está
ahí presente, lejos de esa indolencia de casi haber ocultado su obra en la ciudad
que tantas veces desaloja, y no valora a quienes la han construido: sus
arquitectos, porque en esta exposición, iba a decir itinerante pero no, ¡qué no!,
sino presencial que encarna este evento en cada uno de sus pasos entrega a Horacio
Marino Rodríguez en su dimensión, con una inseparable fraternidad, debido a la perseverancia
de su talento, y por esa razón estamos aquí cámara en mano, satisfacción en
mano en este homenaje, en esta retribución , en esta reivindicación para darle
el papel que se merece ahí en medio de ese edificio del claustro que él mismo diseñó
en parte y, no solo eso, sino también junto al Paraninfo que el reedificó, sabiendo
que en el costado occidental de la Plazuela de San Ignacio él mismo, tuvo su
oficina. Noche del 24 de octubre al fervor de un concierto que tiene los visos
de ser algo más íntimo: una serenata, al saber que aquí los organizadores y los
asistentes le rendimos un homenaje a ese gran artista.
Sí, aquí en la plazuela,
HMR estuvo en el diseño para el cambio de lo que era el colegio franciscano
hasta convertirlo en el actual Paraninfo de la Universidad de Antioquia, luego
estuvo también presente en el diseño del Colegio de San Ignacio, hoy el Claustro
de Comfama. En esta tarde la plazuela se nota desbordada de sus habitúes que la
caminan; unos van de afán, otros entran al claustro para lo de las consultas de
salud y de vivienda; otros, en la iglesia asisten a un acto religioso calmados
y serenos. El paraninfo con su fachada iluminada se inscribe en el conjunto
arquitectónico eso sí cerrado en su conventualidad.
Antes, en las fotos, se
ve esa zona, esta plazuela, en completa serenidad, ya que era básicamente un
lugar dedicado a la actividad estudiantil. Dos órdenes religiosas la regentaban:
los sacerdotes de la orden de San Francisco, serenos y amantes de la naturaleza,
y los de San Ignacio, guerreros y de duro carácter, eso sí muy estudiosos, como
son los jesuitas desde su origen. Muchos años más tarde estas sedes educativas abandonaron
el centro de la ciudad en una diáspora despaciosa y despiadada. Solo quedó como
vestigio el nombre inicial de San Francisco como se conocía la plazuela luego
arrebata por los ignacianos.
Esta exposición “El
modernismo arquitectónico y la transformación de una ciudad”, es el complemento
directo de la que permanece aún abierta en la Estación Central de Medellín, del
ferrocarril aclaro. Si allá se exhiben las fotos con las obras aun intactas y
las demolidas de HMR, pero allá hizo falta un guía que nos atrajera más, que
explicara los detalles, la diversa valoración de las obras debidas al
arquitecto. En cambio aquí, en el Claustro de Comfama hay un plus, Luis Fernando
González explica y se explaya, como debe ser en un tipo de eventos de esta
magnitud, el contexto, los detalles que es la razón para hacer aún más valiosa
esta muestra. Si en la Estación Central está la indolencia de las obras
demolidas y la perdurabilidad de las obras en servicio de HMR, aquí está el camino
hacia la cristalización de su arquitectura, en sus cinco momentos, que definen
las obras de un gran arquitecto que tuvo que ver, y mucho, en la conformación
del paisaje urbano. Aquí ya hay un Horacio Marino más personal, donde se
respira su presencia en una de sus creaciones. Aquí, además, en la plazuela,
que es un documento mismo con sus edificios perdurables, reparamos en la
fachada del claustro con la idealización de su proyecto, pero así mismo en poder
mirarla y admirarla, palparla.
Aquí ya HMR reaparece con
la expectación de saber que comienza a
madurar sus proyectos de arquitectura, ya se aleja de la fotografía y le da a la
ciudad su talento de diseño y constructor. Ya en este paso, nunca una pausa
sino en la quinta exposición, nos alejamos momentáneamente de las fotografías de
sus edificios, y ya entraremos a una de sus obras, el claustro con su primera parte
donde el estilo de HMR es evidente y que contrasta con el otro patio donde Goovaerts,
le da su sello, ya que este edifico realizado en parte, en su fachada y primer
patio, HMR Rodríguez lo siguió en su acabado Goovaerts. ¿Qué hay detrás de ese
cambio radical, el espiritismo de Horacio Marino y la afectación debida al clero
dogmático que contrastaba con el fervor religioso de Goovaerts, impidió que él
siguiera en la construcción?
Entramos al Claustro,
Luis Fernando en el primer patio, en un salón amplio, explica la presencia de
HMR en el inicio de esta obra, habla de sus bondades como creador, de la
limpieza de su estilo, de la búsqueda de un lenguaje. Luego seguimos ya al
patio donde comienza el diseño de Goovaerts y explica los cambios de estilo, y como
cada uno de ellos en su diversidad, son valiosos. Más tarde nos dirigimos hacia
un lugar nunca visitado en la parte posterior, a una suerte de espacio oculto, pero íntimo, el torreón, donde la exposición continúa con diversos proyectos de HMR. Uno
para el pedestal al Monumento de el Salvador, y también descubrimos el realizado
para el Cerro Nutibara y los otros fuera de la ciudad impresos en un álbum de
fotos donde sus propios familiares Mariluz y Mónica se emocionan al percibir el
talante y el talento de HMR. Eso sí, ha sido traído el busto del arquitecto que
acompaña con donosura en este tour por la ciudad, pero no es un tour cualquiera,
es la reivindicación de su nombre.
Luego ya en el Deck,
lugar central de la exposición podemos leer
los textos y observar las fotos y los libros del arquitecto así como la explicación
clara, brillante y bondadosa de Luis Fernando donde da prueba de la categoría de
la obra y, sobre todo, de los cinco momentos creativos como él ha denominado a
la sensibilidad del arquitecto que en este momento de la exposición es cuando
completamos la plenitud de su presencia.
Cierto, en cada una de
las exposiciones emerge de la oscuridad de los años y del polvo del olvido no
solo la imagen de un gran medellinense, como fue Horacio Marino Rodríguez, sino
la huella que ha dejado a través de los años, y que nuestros pasos lo buscan en
ese amplio trasiego que son las calles, los edificios, las fotografías, los
diarios, sus escritos, las revistas, las lápidas donde Horacio Marino ha dejado
su señal, la magnitud de su presencia, así como en la memorabilia que guardan
con cuidado sus familiares.
Fotografías de Luisa Vergara
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