domingo, 20 de mayo de 2018

REGIÓN Y TRAGEDIA / Darío Ruiz Gómez

Pawel Kusinski



REGIÓN Y TRAGEDIA

Darío Ruiz Gómez

La película de Elia Kazan “Rio salvaje” describe con  vigorosas imágenes  la historia de un grupo de habitantes del valle del Tennessee, hacia 1930, para entonces una región hundida en la miseria, en la esterilidad  de sus suelos, en el atraso y el analfabetismo, una región sometida crónicamente a las inundaciones del río. Plantear la construcción de una serie de represas no solo respondía  a la tarea  de regular esas aguas  sino a la  de producir la  energía eléctrica necesaria  para el desarrollo industrial del país y rescatar una región hundida en el atraso. A la cabeza de la planificación económica estuvo uno de los más importantes economistas del siglo XX, David Lilienthal  ya que lo que la represa planteaba para el gobierno de Roosevelt era no solo producir energía sino fundamentalmente, repito,  rescatar la región incorporando su economía al ciclo productivo del resto de una nación que buscaba salir, tal como lo hizo, de la gran crisis económica. Esa crisis sirvió para que escritores, directores de cine, documentalistas, músicos descubrieran la llamada “América profunda”  su inmenso legado cultural y naciera  la gran cultura norteamericana moderna. Otras voces, otros ámbitos. En esta historia Chuck  Glover (Montgomery Clifft) es el empleado gubernamental que llega a la región a convencer a sus pobladores  de vender sus tierras que serán inundadas para llevar a cabo una obra de progreso.  Glover es el efecto detonante  de muchas  reacciones como la de quienes no aceptan que  los nuevos trabajadores sean negros y tengan un salario igual al de los blancos. Es la confrontación  entre una idea justa de progreso y los atavismos  que aún imperan en el alma de seres dominados por la ignorancia.  Está  el derecho  de  quienes  hacen  parte de este paisaje de amarguras y necesidades  económicas,  de silenciosas  hazañas  contra una áspera  naturaleza  a que se respete aquello que intangiblemente  los une como una comunidad en el tiempo: la idea de región, una geografía  que bautizaron sus muertos, que han justificado sus dignos retos de vida. Elia Garth ( Jo Van Fleet) es la vieja  cacica  reacia a aceptar este  progreso que irrumpe en sus vidas como un exabrupto, que se opone  a decir adiós a la tierra sobre la cual ha fundado su heredad y a hincado su memoria. Grandioso  personaje cuyas preguntas  brotadas  desde su rostro habitado de recuerdos fundacionales, hilo que sostiene la historia humana de los lugares, es el vínculo de una memoria que no debe desaparecer y que el llamado progreso  material deberá respetar para lograr su justificación.

Una “obra de progreso” lo será en la medida en que sea capaz  de reconocer  ante  nuestros ojos estas vinculaciones entre la tarea del ser humano creando con su esfuerzo una geografía, un horizonte, su patria verdadera y la presencia de una obra tecnológica  como muestra de  capacidad científica que servirá para renovar estos vínculos entre la memoria de la tierra y la memoria de los seres humanos ya que el choque entre derechos y expoliaciones conduce siempre al desarraigo y al exilio. Racionalizar  el impacto de lo imprevisto es prever el impacto del desastre.  Ya en su momento lo señaló el gran F.  D.  Roosevelt: “Siempre hemos sabido que la búsqueda  sin  límites del propio interés es mala moral, ahora sabemos también que es mala economía”   

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