LA
NOCHE DE LAS BRUJAS
Darío
Ruiz Gómez
La
noche de Walpurgis es una tradición popular alemana. Es la noche en que sobre el cielo
oscuro todas las brujas y lémures se convocan
en un vértigo de brincos, chillidos detrás de los cuales se esconden las criaturas de las catacumbas, el hedor de los muertos
insepultos, de los huesos desconsolados de quienes sufrieron la brutalidad de
una injusticia. Nada tiene que ver con el doméstico y festivo aliento del
Halloween norteamericano lleno de niños pecosos, de brujas que reparten
caramelos. No hay nada más terrible para la
lucidez que lograr captar detrás de estos desmanes de ultratumba aquello espantoso que las gentes no alcanzan a ver: la
tragedia escondida detrás de quienes beben y folgan sin darse cuenta de la
catástrofe inminente que desatará el horror y el espanto – entonces el nazismo ad puertas- apoderándose
de todos los lugares, de los ojos de los recién nacidos y las palabras, sobre todo las palabras se arrugarán como hojas secas frente a la estampida de las gentes. Karl
Kraus murió en 1936 pero sus reflexiones sobre la crisis de la
sociedad alemana en ese terrible periodo de entreguerras cuando
ésta se va precipitando en la irracionalidad, constituyen la cima de un pensador cuya clarividencia aún nos estremece al constatar que sus
lacerantes reflexiones continúan describiendo nuestras actuales situaciones, la mediocridad que nos impide
calibrar lo que entraña una catástrofe
moral cuando una sociedad pierde sus guías espirituales y cae en manos de oscuros demagogos. “La tercera noche de Walpurgis” fue su último
y estremecedor texto donde avisa a los
negligentes, a las almas tibias sobre
las consecuencias del desastre que él
descifra primeramente en la corrupción de los periódicos, en ese seudolenguaje donde
se degrada la tarea de la palabra
al ser sustituida por la falsedad de la propaganda. Una
prostituta puede ser redimida, decía con su causticidad habitual ¿Pero quién podría redimir a un periodista? No pues el
periodista que es carne de verdad como Camus, indagatoria permanente sobre el
acontecer histórico y el desvalido ser humano como en Ortega y Gasset sino hoy
el fabricante imperturbable de “ Fake News”, de verdades posmodernas lanzadas a destajo y a capricho de lo que pida el poder , aquel que adultera un texto o un
video para distorsionar el
significado de una información, aquel
que fabrica un enemigo de la “paz” pero
desconoce los derechos del opositor a pensar diferente. Kraus no habla de
la corrupción porque al describir con exactitud amarga un estado
de vileza general nos recuerda que lo que pone al descubierto el derrumbe, es la putrefacción : el nepotismo, el tráfico
de influencias, los carteles del robo a la educación, a la salud, los carteles
de abogados para el crimen organizado, la prevaricación, las viviendas mal construidas, el robo del dinero
de los niños y los epilépticos, pero
igualmente la muerte de las ilusiones,
la estafa de la revolución social por parte de burdos narcotraficantes disfrazados de mesías ateos. ¿Cómo ejercer
justicia desde una lengua desacreditada?
No
puede llamarse lengua a un palabrerío
manipulado por ideologías desacreditadas, capaz de decir que no es
verdad lo que los ojos certifican porque como recuerda Gabriel Albiac invocando a los clásicos, “corromper el lenguaje es la raíz de todas las corrupciones”.
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