... ... ...
La Buerta
/ Víctor Bustamante /
La
Buerta punto de encuentro, punto de llegada, para iniciar la noche, o ya fuera
para terminarla aquí cuando los pasos claudican. Aquí en el café, aquí a la Buerta
conducen todos los pasos después de haber merodeado por el Centro. Había una
posta inicial en La Boa, había otra posta en El Jurídico o en La Huerta, había
otra posta en Acuarela, había otra posta en Faromar. También estaba Diógenes
pero aquí la música era para melómanos consuetudinarios, pura salsa. Y como se
busca conversar había una posta en Katrú pero el punto, podría decir final, era
La Buerta, ya que este lugar había perdurado a la desaparición de algunos de
estos otros cafés. Pero hoy 6 de enero, La Buerta ha decidido guardar sus
trebejos, su música, sus mesas, su lobby que era nada más que el encanto de
sentirse y sentarse en una banca en el murito de afuera. Ya que aquí residía
esa cercanía de habitar el bar pero también en la calle, a medio paso entre la
formalidad, a medio paso de la informalidad. Y algo era, es cierto la calle Córdoba
en la noche siempre ha sido serena, pasan pocos autos, nunca buses, no hay
paraderos, y además está un poco arriba de la influencia de los habitués del Parque
del Periodista. De tal manera La Buerta posee su atracción, es un lugar para
poder conversar.
La
idea inicial era llegar a La Buerta como abrevadero para el encuentro con los
amigos que venían con la idea preconcebida desde Versalles, subir ya fuera por Maracaibo
hasta Córdoba ya fuera por la otra vía de más bullicio como La Playa desde de Junín. Pero esas rectas llevaban enseguida de la esquina de Córdoba
con La Playa. O también era un punto de
encuentro donde muchos de esos amigos recalaban a cualquier hora de la noche
con la certeza de encontrarnos, como si el azar citadino estuviera dispuesto
para una conversación.
Al
llegar no era raro que ya estuviera instalado y acodado en el mostrador de
afuera José Martínez, serio y parsimonioso, chupando un cigarrillo y pendiente
de una cerveza, siempre dispuesto a conversar de literatura. O a lo mejor ya
tarde en la noche llegaba alto y circunspecto José Libardo Porras siempre de
afán. Allí recalábamos Rubén López, Omar Castillo, también Jairo Guzmán se decidía
a merodear por acá. O Carlos Bedoya y Raúl Henao se daban una pasada. O era
plausible que Óscar Castro llegara, o el pintor Jairo Mejía al lado de Natacha.
O ya, muy tarde en la noche llegaba Billy, Fercho Cuartas, Guillermo Álvarez, Juan
Guillermo Aguilar, Luz América, Sabas Mandiga, Alvaro Betancur, Everardo Rendón, Raúl
Jaime Gaviria más triste que nunca. Todo este tipo de encuentros, muchas veces
fortuito como una manera de buscar el solaz y sobre todo, la posibilidad de
juntarnos para conversar sobre literatura, leer algún poema, entregar una
revista para persistir en la labor
creativa de escribir. Pero casi siempre conversar como el propósito de alargar
la noche y de compartir el licor que llega y la noche que muere.
También
llegaría un puñado de escritores que encontrarían su refugio aquí los lunes y
llamarían su evento La Buerta de los Poetas.
Al
frente nos acompañaban las paredes blancas del Palacio de Bellas Artes donde muchas
veces, en la década del 20, llegaba Nel Rodríguez, su creador, a proseguir su trabajo
de andar pendiente para la buena marcha en la construcción de este edificio.
Hasta
1892 funcionó en esa esquina la Casa de Locos, allí a los enajenados se les
proporcionaba sólo alimento y vestido, sin el beneficio del lograr una cura
para su malestar. La Casa de Locos
estaba dentro de cercos y tapias y con una puerta de golpe, la dirigía doña
María de Jesús Upegui, quien con dos ayudantes cuidaba cien perturbados. El más
notorio ya era Epifanio Mejía.
Al
frente de la Casa de locos –hoy la taberna Diógenes- poseía Epifanio un almacén
que era barrido por una de las locas más meritorias del lugar, Dolores, quien
decía: “Todos estamos locos, menos mi amo Pacho Santamaría que es bobo”.
Este
sábado llego, llegamos con Raúl González, con Christian Jaramillo. Ya sabíamos
que sería el último día. La Buerta estaba sola con Camilo, su dueño, pendiente
de la música desde internet, con sus dos ayudantes Yamile y Daniela. Nos saludan
el profesor Guillermo Arias y su esposa, y seguimos al interior. Media de ron inicia
el camino hacia la ligereza del vuelo que da el hecho de beber algo para salir
de este sábado que continúa certero con las noticias y augurios del año.
En
este momento la cámara quiere registrar ese acontecimiento valioso para algunos
que somos sus habitués, por eso dejamos que el Master ejerciera su magisterio
con el saxofón, que todas las músicas lleguen así como nos decidimos a conversar
con algunas personas que han llegado, a ese punto donde el azar nos ha hecho crear
una coincidencia, como si la noche se dispusiera este orden, seres nocturnos que salen al
rebusque como manera de sobrevivir, junto a los otros clientes del bar que de
tanto encontrarse aquí han creado una
cofradía.
Las
cámaras y los celulares estaban dispuestos para fijar en su memoria este momento
que no solo parece un día cualquiera, que no lo era, sino que se trataba de una
noche muy especial, La Buerta terminaba su ciclo debido a que su dueño y
creador Camilo Mejía no quería seguir regentando su negocio.
Toda
la atmósfera del salón estaba en su claroscuro habitual, y no era para menos, ahí,
en esa misma oscuridad, se diluía este lugar con sus historias con sus
personajes, con sus avatares, para pasar a convertirse en esa suerte de lugar mencionado
por quienes asistimos allí.
Cómo
hieren estas personas llegadas de la noche, que deambulan de bar en bar, cómo
hiere esa música que suena, pero ahí nos habita una dulce copa de ron para calmarnos.
Sigo la pista de esos lugares que asilan pensamientos donde se llega en el momento justo, porque la gente esta pidiendo disfrutar y no solo sufrir con la literatura. Fue un desafio que Camilo quizo cumplir por condición y por elección ideologica para ver este otro fenómeno de la literatura.
ResponderEliminarLLEVO AÑOS ASISTIENDO A LA BUERTA, Y POR ANDAR DE VIAJE APENAS ME DI CUENTA DE QUE CAMILO DESEA IRSE A DESCANSAR, EL CENTRO PIERDE UN GRAN SEÑOR Y NOS QUEDAMOS SIN OTRO LUGAR PARA CONVERSAR
ResponderEliminarCamilo deberias reconsiderar tu marcha
ResponderEliminar