PLURALIDAD REGIONAL
Darío Ruiz Gómez
Pedro Sánchez director
del Partido Socialista español con ocasión del problema secesionista catalán ha
comenzado a poner sobre el tapete la necesidad de considerar la pluralidad
regional de España como una medida necesaria para el reconocimiento de las particularidades
culturales, económicas que realmente caracterizan a las distintas regiones de
España, constituidas, además, por
subregiones diferentes. Fue lo que Ortega y Gasset puso de presente en su
extraordinaria reflexión “La España invertebrada” cuando al criticar el
excesivo particularismo de las regiones recuerda que “toda nación es la
expresión de un gran proceso de incorporación” Y lo es para no consumirse en el
aislamiento pernicioso donde la supuesta fatalidad de la ignorancia y la
pobreza conducen al inmovilismo espiritual, a la resignación. “Cuando una
sociedad se consuma víctima del particularismo puede siempre afirmarse que el
primero en mostrarse particularista es el poder central” El extraordinario
desarrollo económico estuvo acompañado de terribles crisis como la de Zapatero
donde millones de españoles debieron buscar otros horizontes para no perecer
víctimas del ofensivo desempleo. Ahí están las modernísimas autopistas, la
extraordinaria red de ferrocarriles, la tecnología agrícola pero el impasible
rostro del hombre ibérico se intuye detrás de este maquillaje de desarrollo
económico, de modernidad. ¿Cuántos pueblos han sido y siguen siendo
abandonados? Extremadura permanece sin
una buena vía ferroviaria. La estoica prosa de Azorín describiendo la pobreza y
el abandono de Castilla no parece tener correspondencia en una nueva
literatura, en un nuevo periodismo ajeno a estas incertidumbres, a los
particularismo de regiones que han permanecido afuera de las ventajas del
llamado progreso, presas de una pobreza más ofensiva. ¿De dónde podrían brotan
entonces las razones que llevarían políticamente a plantear una España plural
para enfrentar el carcoma de los nacionalismos o sea la tendencia a encerrarse
en reivindicacionismos falsos, a negarse
al esfuerzo necesario de aceptar la responsabilidad espiritual ante
Europa? Hace quince años estuve en un
caserío dominado por el grupo terrorista ETA y la mirada antes cordial de
aquellos campesinos había sido cambiada por el odio, un odio que condujo hacia
los peores extremos de barbarie como aquel tenebroso grito de “Mata ETA mata” repetido con la misma saña en la revuelta
catalana.
¿Será necesario decir que
los árboles no dejan ver el bosque? ¿Qué todo no pasará de la retórica del
aparato político? Pues lo que yo veo en los canales informativos, en los
periódicos, en las habituales discusiones no es el rostro y la voz recuperada de
quienes han sido olvidados por el
humanismo y la democracia de base, el horizonte de las geografías dominadas por el nuevo fanatismo, lo que veo
no es la presencia de la pluralidad
reconocida de las distintas regiones catalanas, de esa otra Cataluña de
inmigrantes de otras regiones de España, sino un bosque confuso y profuso de afiches publicitarios de campaña desplegados
ante unos militantes manipulados por los
distintos políticos con fines
inmediatos, curiosamente algunos afiches son iguales a otros como si el contenido
finalmente no importara. Como Ortega lo
describe, “una desapacible atmósfera de hospital” y la ausencia de una minoría
selecta capaz de dar la dimensión histórica necesaria ante lo que ya anuncia
ruina.
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