domingo, 4 de junio de 2017

EN LA CIUDAD DESCONOCIDA / Darío Ruiz Gómez





EN LA CIUDAD DESCONOCIDA

Darío Ruiz Gómez

 Baudelaire  nos recuerda que nada cambia tanto de forma como una ciudad. Y de aquel París de los Pasajes que describió magistralmente y fue tan influyente en Walter Benjamín, al París de hoy, es mucha la especulación inmobiliaria que ha modificado  su forma urbana.  Pero lo  que nos niega cualquier poder lo recupera la imaginación de un creador capaz de leer por anticipado  nuestros paseos por las avenidas y jardines de la ciudad del futuro. Por eso Baudelaire confiaba  en la capacidad del caminante para desvelar los significados de las ciudades que nos habitan.  ¿Qué ha sucedido  para que  no sepamos hoy en qué ciudad estamos? Miro un programa de la t.v española y cuando termina,  olvido que estoy en Medellín  e inconscientemente  salgo a la calle madrileña  de amplias aceras, entre  gentes que caminan  sin temor, buscaré mi bar preferido y me sentaré en la terraza a platicar con los amigos. Es grato sentirse entre la marea de gentes que salen de cine o teatro  y que recorre las calles  o prefiere  los parques buscando  la brisa. ¿Cuántos metros alcanzaría a recorrer  en Medellín sin el temor de ser asaltado?  La seguridad no consiste solamente en algo decisivo, hay que aclararlo para que no queden dudas, como perseguir a las organizaciones criminales  sino  en propiciar  simultáneamente  las formas de vida  alrededor de eventos cívicos necesarios  para el intercambio social. Una ciudad  fragmentada,  carente de proyectos viales en los cuales el papel de las aceras es definitivo para el intercambio entre los diversos sectores que reafirman una pluralidad cultural, ya que,  a una ciudad primero la define el peatón y después su parque vehicular y no al contrario.


Medellín cuenta con  Metro  y Metroplus, tranvía, planteados como una integración del transporte urbano que no funciona para nada, e incontables líneas de buses, miles y miles de taxis y millones de motocicletas enloquecedoras que demuestran el grado de tercerización económica a que ha llegado una sociedad caracterizada por el altísimo número de subsidiados, de invasores,  pero mientras el Concejo se dedica a atomizar esta problemática, la planeación del territorio a partir de la función democratizadora del peatón se continúa  postergando,  olvidando que un Plan de Desarrollo sin un nuevo Pacto social termina en mero contratismo, en “siembra de arbolitos”. Caminar,  libera  y crea  asociaciones mentales y reconoce al ciudadano  que legitima estos espacios, confiere contenidos a la vida ciudadana. El boulevard  de la Diez fue un engaño mayúsculo, la Avenida de El Poblado, las Vegas carecen de un verdadero trabajo paisajístico y de continuidad en las aceras, Ayacucho es una broma, la Ochenta es una ofensa visual, Colombia, la Treinta y Tres no se ha afirmado como un boulevard  a pesar de un intenso flujo peatonal que  a cada tramo debe  enfrentar  nuevos sobresaltos ante un tráfico enloquecido. Y de este modo la segregación espacial se convierte en sinónimo de inequidad social, de guetización, áreas condenadas a vivir en cárceles de muros invisibles, la desaparición de la calle y el barrio. El aislamiento de sectores propicia  que  mendigos, delincuentes se apoderen como lo están haciendo de los espacios de tranquilidad que habían sido una conquista del ciudadano al dar significado a un hábitat, pues la justicia y la Planeación olvidan que la vida en común es el más humano de los derechos. Y desaparece la noche, madre de todas las músicas, mientras cada vivienda cierra puertas y ventanas,  llenas de temor. 

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