Félix Ángel en Medellín
Víctor Bustamante
En septiembre dos
eventos en la ciudad, La fiesta del libro y Art Medellín, allí estuvo presente
Félix Ángel, y por esa condición de ser pintor y escritor, nada más a la mano que
mirar esa faceta de artista, ya que es uno de los pocos creadores que en esos
dos campos ha establecido su presencia, pero la presencia de Félix Ángel en la
ciudad no debería ser solo a través de estos eventos sino de una certeza ya que
él es de Medellín pero su presente ciclo vital es en Washington lo que obliga a
hacerse algunas preguntas ya que una estadía tan lejana, y aunque son tantos
años llevan a preguntar qué ha sido de su creatividad respecto a la esencia de
ese paisaje caro a la vida de un artista y de esas vivencias en Medellín.
Lo anterior ya que
uno ve casos diversos. Uno de ellos es Botero que aun prosigue con el paisaje
de Medellín del 50, es decir la nostalgia lo mantiene creativo, aunque se haya
deslizado a pintar la Las torturas de Abu Ghraib como una acto desusado, como
si se apartara de su temática lo cual es propio de cada escritor, tema que parece
un desliz en sus caminos creativos, pero que de todas maneras es un aporte del
pintor, una mirada al mundo, lejos de sus añoranzas que se cristalizó en el Viacrucis
que había pintado y que se exhibió en el hall de la estación del metro en el
Parque de Berrío.
Hay otro caso, y es el
de Fernando Vallejo. Vallejo, tan rebelde en apariencia, no deja de ser un
nostálgico ya que escribe y vuelve y vuelve a añorar a Medellín, la finca de
Sabaneta, a su abuela y a su perra. Incluso
en su cine en dos de sus películas, En la
tormenta y Crónica roja regresa a
ese paisajes que había cristalizado Botero de casas de bahareque y techos
coloniales y la infaltable escalera como medio de trasporte, claro que en
Barrio de campeones se adentra en algo de lo que es México. Pero en su
literatura persiste la presencia de su periplo vital que es Medellín.
O sea, en ambos, sus
materiales creativos expresan, y se apropian de una poetisa y de un decir de
una ciudad con sus temáticas que los arredra en su síntesis creativa.
Félix, quien al igual
que Vallejo se mueve en dos partes creativas, se ha adaptado a esa ciudad en la
que vive. Desde un comienzo, aquí en Medellín, como afirma Darío Ruiz, en su
pintura busca temas concretos, lejos de la forma de dibujar de la academia: ciclistas,
futbolistas, jockeys; que a veces dan la impresión de ser casi bocetos provocadores.
Hay dos medios
creativos en los cuales se desenvuelve
Félix Ángel, la pintura y la escritura. En este libro él ha combinado sus
dos actividades. En cada uno de sus cuentos ha dispuesto grabados de escenas
nunca homo eróticas sino de abrazos y besos, donde los rostros de color negro
debido a la composición de los grabados son resaltados por el rojo del paisaje
que los circunda, creando un marco de simbologías: el caballo, símbolo de virilidad,
ya domado, el caballo alado, Pegaso, caballo de los dioses, los cuadros del japonés
que parece mirar a esos hombres en sus escenas de cercanías: besos y abrazos. Las
estrellas errantes en alguno de sus grabados sobre el cielo rojo como trasunto
de los tipos de los cuentos que en realidad son esos transeúntes en esas calles,
en esos escenarios ahora habitados por su autor. Hombres jóvenes, musculosos y
bellos como si Ángel, los expresará no solo a través de sus grabados sino a través
de su misma escritura. Incluso un policía subyace, pasivo, confundido con los tipos de la calle.
Esa combinación ya la
había realizado en Te quiero mucho poquito
nada, pero con historietas y dibujos, así como en ese libro inicial él
había relatado sus andanzas por los caminos de lo erótico por el Centro de
Medellín, donde había un yo que necesitaba despezar esa ciudad con trabalenguas
morales. Sobre todo en una ciudad donde él se puede haber dado el lujo de haber
golpeado primero que ninguno, incluso en el país de las divisiones y
devociones. Asi mismo en el libro de poesía Todos
ellos.
Todo lo anterior para
comentar ahora, la lectura de Él y el
otro, Homo historias (tragaluz editores, 2016). Aquí el autor se aleja
el yo provocador, de su primer libro e inicia el camino del alejamiento para narrar
desde su seriedad y la serenidad en otros paisajes, la vida en Washington. Y no
es para menos en Medellín la calle lo llamaba era su hábitat sobre todo el
centro, ahora en Washington son las calles, la elegancia de algunos de sus personajes,
el mundillo perverso del narcotráfico, las noticias de los eventos sobre vidas quemadas
con asesinatos posteriores, y sobre todo
Todas ellas con ese
tinte de quien vive en Washington. Ángel, todo un demonio, narra las historia
de los emigrantes, sobre todo colombianos a ese país, donde el espejismo de una
nueva vida llena de triunfos y la ascesis casi mítica de una patria que los
acoge al menos en el slogan de hace unos años, los llevó a crear una suerte de
patria imaginaria.
Casi todos los personajes
de sus cuentos son personas con una familia destrozada, casi todos marcados por la violencia, casi todos con ese
desarraigo al vivir en un país que en apariencia los acoge pero que en última
instancia los obliga a servir de carne de cañón, prostitución, oficios de la
calle. Y sobre todo en un país, con unas calles donde la droga es el camino y el modus
vivendi habitual trasplantada, en este caso desde Colombia y sobre todo del
bello Medellín.
Hay dos relatos
destacables. En "Chaz y Chester", es la historia de amor, con el mundo de la droga
al fondo y así mismo la truculencia del matón
y la venganza precisa, es el triunfo de la justicia privada sobre el matón
que nadie detiene.
En “El regalo”, el
boato y el lujo marcan y definen la vida de una posible historia de amor truncada
por la muerte pero que entregan la herencia, diría mejor, el regalo de una mesa
de colección costosa. En este relato el autor hace gala de su finura y de su
gusto, de su estilo de vida, allá en esa ciudad, de la cual se ha apropiado no
solo en su vida cotidiana sino en otra manera de vivir. Ya no es el Ángel de
las calles de Medellín, provocador e hiriente, sino aquel a quien esa experiencia
lo ha llevado a cambiar de perspectiva. No en vano la vida durante tanto tiempo
allá, como he dicho, le ha creado un acercamiento con esa ciudad, así como en el último
relato Ángel se atreve a escribir algunas partes en inglés, lo que nos aleja un
poco de ese cuento, a quienes no hablamos la lengua de Miller y de Poe.
En los cinco relatos,
Ángel describe historias cotidianas de amor, que para algunos pasarían desapercibidas
pero que él les entrega todo el peso específico de su valía, con la presencia
del otro extremo de la muerte como presencia
y finitud. Trasunto de lo que es la vida, y su otro espejo negro, lo que
termina. A veces violento, a veces así no más, lo que se va. Así en esas historias
su autor no da rienda suelta a la tristeza como la expresión inacabada, nunca suelta
de esos seres que mueren. En este caso casi siempre viviendo una historia de
amor imposible. Así Félix Ángel.