sábado, 24 de septiembre de 2016

MONÓLOGOS DEL MISÓGINO / Raúl Mejía






MONÓLOGOS DEL MISÓGINO
Raúl  Mejía


              Para Víctor Bustamente.

I

Puede la mujer ser extensión de la belleza,
Pero en mí ha sido
Extensión del absurdo,
Hábito del cansancio,
Bruma que excede toda tarde.

Este sujeto zancajoso,
Mirada caída,
Cabello entre lentos dedos:
Hacia ya el paso,
Hacia allí el ritmo,
Hacia nada la pesadez.
Este amigo no puede consigo mismo
Y menos con su compañera,
Más activa,
Locuaz,
Pertinente,
Oteando pasos zancajosos
Y cabellos flexibles.

Amigo, qué pronto llegaste al vacío
De quien el sexo perdió,
El dinero llevó en ascuas de pasión
-Módulo de santo mal ensamblado-,
Este amigo inspira mis monólogos:

Estar sin hembra tras la repetitiva cópula,
Ausente de feromonas,
De labios,
Del rocío en humedad de dedos, de palmas,
Del seno en ascenso de saliva, de dientes,
Ausente como niñez que zumbaba la piel,
Como el tiempo
En medio de pesadillas y asfixias,
Estar sin mujer
¿Huye o enferma?

Por ahora ato,
Ato la noche,
El ala,
La voz amable, posible de palabras,
La voz de ángel del próximo muerto,
La voz del hijo, la del sicofante,
La voz del padre ido,
La voz del que ríe,
La balada a solas,
La balada de cuando eras joven
Y ser cuerpo sobre otro femenino
Permitían el perfil bello,
La frescura,
La gravidez de adulto
Del amigo zancajoso
Que quisiera asesinar en él a su esposa del hastío.
Ato mi sombra y contemplo.

Podrá la pareja ser consecuente de lo perfecto,
Pero persisten murmullos
Y ecos de hojas secas que se arrastran.
El eco de que lo que pretende permanecer unido
Fracasa
Sin remedio…




II

Irse a dormir a un incómodo sillón,
Sentirte hacer ruido
Unido al ruido de la calle:
Hombres rechinando ruedas, piernas,
Exiliados del sueño
Que gestan cúmulos de hollín y de grasa
Que el tiempo considera vida.
Así no es posible descansar,
Pero el descanso es vedado
Si de por medio interfiere la terquedad de una pareja,
Una mujer,
Otro cuerpo
Que no quiere hablarte, dejarte, lanzarte
Hacia el descanso.
Y sucede el detestable día
Con frecuencia de ofensas,
De cejas mal maquilladas,
Del moco y del pobre aterido.
Y proviene el retórico amanecer
Entre agua tibia, jabón
Y los “¡ah!” y “¡ay!” de la adultez.
¿Has podido dormir?
¿Es otro día
En la farsa del pavimento,
El cuerpo tremer por un delito, un cuchillo
Y la sangre que no volverá a ver al hijo?

Ahora no duermes sobre incómodo sillón,
Ahora estás sobre luctuoso suelo,
Ahora hablas a públicos tontos de sordera,
Ahora desprecias que te desvistan,
Ahora quisieras que todo fuese desnudez,
Desnudez
Plena en la apabullante angustia que habita tu cuerpo,
Que es tu sombra,
Que es el sol de tu penumbra,
Que te despierta en el incómodo sillón,
En el suelo,
En la vida.



III

Fatalidad es verse rodeado
De féminas falsamente beatificadas:

“- ¿Quién nos dejó este hermoso crucifijo?”
“-La próxima vez nombramos comisiones”.
“¡Estás muy bella, no se notan tus sesenta años!”
“- ¿Si te conté de aquella, de sus…?”
“- ¿Quién no ha colaborado para el ramo, el sufragio?”
“-Recuerden el grupo de oración”.
“- ¡Ay! ¿Cómo perder estos kilos?”
“- ¡Oh! ¿Si leyeron los poemas que doña Lucila reseñó?

Qué ironía sentirte casi homogéneo,
Individuo ante semejante contaminación de arrugas.
¿Tendremos –siempre- que respirar
Ósmosis, culpa y orín
De mujeres enojosamente santificadas?
¿Podrá el absurdo forzar su capacidad de camaleón
Y ocultarnos de semejantes cofradías de hastío y mal gusto?

Imitándote, Kafka, deduzco que sostener
La cabeza y la frente con una mano
Es señal, también, de desprecio.


                                             IV


Podría ser perturbador tras pesadillas,
Torpes con armas
O la vociferante retórica del fanático religioso
El que maneje indolencia e improperios
Sobre la figura materna.
Susceptible –merecería- padecer
El insomnio de fantasmas ante repetitivos ocasos;
Olvidar el orden al caminar,
Acumular huellas
Sobre cicatrices y gases que resaltan mi estatura;
Ser el nirvana emocional
De un pseudo-matricida que no reza en mayo
Y desoye peroratas de plañideras.
Y el obvio mandamiento y la obvia metáfora virginal
Se retuercen en mis vísceras como vómito urgente.
Por favor,
Está bien que el comercio y la rutina dominical
Urgen de estatutos de plácemes,
Pero otras lecturas del sentimiento
Surgen como palimpsesto,
Tan evidente como grasa en sexos relajados.

Edipo, siendo honestos, tuvo amores primerizos,
Procreó rápido
Y rápida fue su psicosis de nostalgia y de ceguera.
Menos hábiles con enigmas y con la libido,
Algunos hacemos del reflejo maternal,
Fobias impenitentes en nuestras asperezas y vejeces…


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