miércoles, 25 de mayo de 2016

PEDRO ARTURO ESTRADA: EMPATÍAS Y APRECIACIONES / Raúl Mejía.




            PEDRO ARTURO ESTRADA: EMPATÍAS Y APRECIACIONES



                                         Raúl Mejía


I
De esos inicios…

Al concluir el año escolar 1978, recibí como premio a buenos resultados académicos, la edición de "Poesías Completas”, del poeta José de Espronceda. Si quisiera, podría extenderme en lo que implicó tal libro y poeta en el adolescente que era en ese año. Recuerdo el episodio pues, de las sucesivas lecturas que hice de él, reconozco tardíamente el gusto, la manía y el aprecio por los poemas extensos: Espronceda dejó varios, enormes. Un poco mayor, hacia 1983, adquirí los primeros volúmenes de “Poetas en Abril”. Los número uno y dos, sendos libros sobre poetas colombianos, en orden cronológico. Ya conocía a algunos, pero opté por enfocarme en los próximos a mi edad, los nacidos hacia fines de los años cincuenta y siguiente década. No voy a nombrarlos, pero al leer sus poemas prevalecían la brevedad, ausencia de títulos, extraña puntuación y escasez total de formas clásicas. En ese entonces los sentí flojos, carentes de vigor, simples y mediocres balbuceos líricos. Sólo respetaba lo extenso y un tanto convencional. Los años enseñan. Poco después adquirí “Este Lugar de la Noche”, “Morada al Sur”,Residencia en la Tierra” y la obra completa de Antonio Machado. Tan poderosos libros y poéticas irrumpieron con contundencia. La espléndida brevedad, concisión y precisión de los poemas del maestro José Manuel Arango, ejercieron y ejercen una fascinación constante. La experiencia fue oportuna: ya no estaba tan seguro de mis bases iniciales.
Ignoro –salvo que Pedro Arturo lo haya dicho en alguna entrevista- cuál fue su primer libro, autor o influencia. Al publicar ya adulto “Poemas en Blanco y Negro”, es casi obvio que nada de lo que allí leemos haya sido escrito a los quince o menos años. Por los epígrafes iniciales se pudieran sospechar sus bitácoras como lector: Emily Dickinson, Roberto Juarroz. Brevedad, vocabulario simple. Sin duda hay bastante de José Manuel Arango, sentimos un tono semejante, una velada alabanza a su estilo.
Los inicios nos marcan. Aquellos primeros bautizos gravitan hondamente. Asumirse como absoluto ecléctico es de una hipocresía fácil. Persisten los ecos, no siempre para bien…



II
De lo adicional…

Cuando Pedro Arturo asumió la conducción del taller de escritores de Comfenalco, hacia el 2005, la adultez ya había inscrito sus señales y lenguajes en nuestros cuerpos. Suele decirse que al igual de lo que sucede con los deportes de alta exigencia física, sólo los jóvenes son aptos y competitivos. También se ha expresado que algo similar ocurre con la poesía, que sus puntos más altos acaecen durante la juventud. No lo sé. Es extremadamente difícil separar, sustraernos de aquellas sensaciones juveniles, cuando estábamos literalmente invadidos de musas y de númenes. Todos disfrutamos de lo hermoso y quizá sí tuvimos acceso a un lenguaje que luego pudo sernos difícil de recuperar. Pero el acto de escribir poemas no concluye allí, necesariamente. Tengo la impresión de que Pedro Arturo, por esos días, ha debido sentirse hastiado de la poesía, como quien recibe de mala gana una pensión injusta o los restos de un familiar en un cofre anónimo y frío. Habitar, vivir y resistir el asedio de la poesía, sus esquivas palabras que no se ubican como quisiéramos en el poema, genera angustia, cansancio. Aun así lo rememoro jovial, diplomático, con singular dulzura hacia lectura de textos poco menos que deleznables.
No es fácil sobrevivir al interior y/o exterior de la literatura y sobre todo de la poesía. Amén del oficio de docente, la labor de tallerista es poco apreciada. Pero una vez poeta, siempre poeta. Es caparazón que protege y a la vez aísla,  apabulla. No hay marcha atrás, ya los libros ejercieron su pedagogía, no es posible. Esta dificultad es inagotable, sus heraldos juegan con nosotros. Empero, al adultecernos, la mediocridad deja de ser menos observable o nos visibiliza como mediocres impenitentes. El ahora de Pedro Arturo debe estar habitada de condensaciones, de correcciones: los longevos somos nosotros, la poesía no.

III
Conceptos. Palabras. Vocablos. Signos…

Clásico. Moderno. Ismos. Complejo. Fácil. Ego. Poeta. Poetisa. Política. Trascendencia. Escuela. Epígono. Retórica. Anarquía. Pureza. Heterogéneo. Oscuro. Local. Generación. Suicidio. Minoría. Social. Comprometida. Futurista. Religión. Autóctona. Perdida. Maestro. Envidia. Manierismo. Complejidad. Aspereza. Racismo. Erotismo. Estival. Bucólica. Rima. Revista. Libro. Periódico. Grupo poético. Subjetividad. Universal. Nihilismo. Escepticismo. Locura. Visión. Epifanía. Rigor. Ortodoxo. Prosaico. Megalomanía. Zoofilia. Sicología. Siquiatría. Visual. Sonora. Dios. Muerte. Vida. Amor. Soledad. Deseo. Tristeza. Miedo. Página. Palabra. Semántica. Semiología. Innovación. Originalidad. Hurto. Reiteración. Angustia. Silencio…
Mmm… ¿Quién debe velar? “Alguien debe hacerlo, debe estar atento”, nos concluye Kafka en un breve y maravilloso relato. La poesía está ahíta de conceptos, palabras, vocablos y signos. Adjetivos, fobias y filias en exceso. Desborda la capacidad de una época, ha sobrepasado milenios y habrá de proseguir con su canto de sirena. El modesto propósito de acercarse a un poeta, despierta semejante maremágnum de palabras y te arroja, a solas, ante un vasto territorio de cuanto accidente semántico sea posible o no exista. Lo que en mí es pereza al no ejecutar una profundización vertical en un autor o en uno de los tantos apéndices de la poesía, no es acicate para desgastar años tras la utópica resolución de tantos paradigmas poéticos. La poesía engaña, sus umbrales son fáciles de cruzar, una vez adentro, ella no se hace responsable.

IV
Espacio y Tiempo.

Pedro Arturo, segundo a segundo, ocupa su circunstancial espacio y avanza en el tiempo. Transita el espacio-tiempo en medio de toda clase de descripciones y de vivencias. Ese mismo espacio-tiempo, próximo al poético, es menos flexible y problemático que este último: es apreciable en sus libros. Comenzó, Pedro, como la mayoría, publicando en revistas, periódicos; familiar en tertulias, en corrillos de intelectuales. El yo a solas con la página en blanco, es el mismo yo a solas con el libro. Su espacio-tiempo le concedió empleos, amor, familia. Pertenecer acarrea instantes y opciones. Ser poeta en Colombia, en Antioquia, exige humor, ironía y desazón. “Otro más en el laxo olimpo colombiano”. Otro más. ¿Y?
Ciertamente la publicación de un primer libro genera emoción. ¡Por fin! Luego las consecuencias: ¿gustó, pude expresarme como quería, ya soy alguien, soy poeta? Nuestra Medellín de los años noventa, qué poco has debido apreciar el “boom” de un nuevo vate, siempre asustada por otra clase de explosiones. Creo no equivocarme al pensar que Pedro Arturo no ha debido exigir loas ante su advenimiento, es tan perceptible su paciencia y tranquilidad, que no lo imagino como tantos, sacándole partido vanidosa y grotescamente a su primer libro. No escapamos a la frivolidad, pues somos manieristas y aprendices hasta el final del espacio-tiempo personal.

V
Sondeo de poemas, de versos.

Dime o déjame transitar sobre lo que has escrito, y podré decirte cómo eres, aproximarme a tus viajes, utopías y fracasos.
“Pasajero de las sombras”, bien pudo surgir como aquellas bellas notas “al oído del lector” que leemos en poetas del siglo XIX: Baudelaire, Rimbaud, Silva. Este título del primer poema publicado, ya nos define a su autor. “Pasajero” es un accidente fortuito, del cual no hay escapatoria. “Sombras”, ámbito en el que el poeta sabe moverse, reconocer en cada una de sus acepciones.
“Una ventana abierta a la noche/ es mi alma sobre el abismo de la muerte”. Estos versos, más allá de lo anecdótico en el instante físico de su escritura, reflejan la prolija realidad del hombre solo e indefenso, sensación y caída hacia lo que anula, lo que nos desaparece. Bastaría este primer poema para centrarnos, como aquella advertencia al lector que mencioné, sobre el tono, la esencia de una poética que sabe de esfuerzos y que a su vez, no oculta el miedo, la  impotencia ante los elementos que nos van venciendo.
Aleatoriamente transcribo otros versos:
“La noche era la otra orilla/ de la náusea”.
“Extraviados en medio de una fiesta/ donde no nos conocen/ ni conocemos a nadie”.
“el tiempo excava en ti/ una tumba”.
“A qué ir, a qué irme”.
Incluso el poema breve suele tener líneas que son irrelevantes. Pedro Arturo es buen artífice, no deja cabos sueltos al menos en la forma. Por supuesto que como avezado lector, suele dejar los poemas a medio cerrar, insinuándonos sobre lo que pudiera seguir, dejando que nos arriesguemos. En los anteriores versos al azar, se presentan diversas aristas del universo lírico del poeta. Es inevitable fungir como monotemáticos. La vida lo es, dejamos de respirar o circular la sangre y adiós. En estos versos hay sensación de derrota, de aislamiento, de displicencia total –en cuerpo y alma- ante el devenir. ¿Es ello una feroz crítica, protesta o condena? La alta poesía es selecta y bastante monotemática y, salvo lo tontamente hallado por extravagantes ociosos, son la Vida y la Muerte sus dos máximos referentes para el acto poético. ¿Ha sido, es y será Pedro Arturo un ser atormentado, noctámbulo, extraviado –como cualquier ángel amnésico- en esta multitud de horrores y de avatares? No sería el único, cuenta con antecesores, contemporáneos y sucesores. No hay alternativa: le cantas a la Vida, a la Muerte o a ambos.
La sensatez de Pedro Arturo en asuntos bibliográficos, se aúna a la rica tradición que nos viene desde Aurelio Arturo, Fernando Charry Lara, José Manuel Arango, etc. Ha leído a los mejores ensayistas sobre la poesía y admite que, así publiquemos decenas de libros, cientos de poemas, sólo podemos lograr una mínima cifra que conserven finura, lenguaje atemporal. Como Aurelio Arturo, como Trakl, sabe que una vez hemos ido –como arañas- tejiendo un entramado de vocablos, de alegorías, no escapamos a esa telaraña, construyendo día a día el mismo poema, una y otra vez. Vencer al agudo e incisivo interrogante del” ¿para qué escribo?”, ha permitido el placer de la lectura, de su lectura.
Hay poemas de Pedro Arturo que se leen a prisa. Otros, sin embargo, captan y permanecen. Diría, sin mis usuales circunloquios, que son aquellos que van adquiriendo fisonomía de clásicos o que, simplemente, logran una fuerte ósmosis con la sensibilidad del lector. Algunos:
“CAFÉ TURKESTÁN, 3 P.M” Bello texto, condensa el tiempo en sus dimensiones pretéritas y actuales en un cuadro de vaporosa y lenta horadación que ocurre con un lugar y sujetos a lo largo de los años.
“SAN ROQUE, 1967”. Felizmente auto biográfico, quince versos que hablan de maravillosas experiencias. La infancia, juegos, complicidad y el advenimiento del deseo, la soledad y la poesía.
“FIEBRE SOLAR”. El sólo acto de apreciar la luz, su surgimiento y difuminación, atraen al lector hacia presencias beatíficas que, incluso, nos hacen olvidar del ominoso final de este poema.
Hay más poemas, obviamente. Son constantes los hallazgos y las reiteraciones. Quienes intentamos poesía, somos herederos y expoliadores del primer poeta.

VI
Conclusiones varias…

Conozco apenas un poco a Pedro Arturo Estrada. Sé bien que desde el año 1994 hasta el presente, ha sabido participar en festivales, talleres y cátedras alrededor del quehacer poético. Merecidamente hace parte de antologías y sus poemas han sido traducidos. ¿Justifica escribir sobre él una compleja monografía o ensayos farragosos, perfectos para la academia? No lo sé. La vanidad intelectual es ambigua consejera.
Ha poco, viendo un especial sobre grupos de música y la entronización de varios cantantes y bandas al salón de la fama del Rock and Roll, me encantó oírle al líder de “Kiss”: “fuck with the critics”, al diablo los críticos. ¿Qué dicen nuestros impotables críticos literarios sobre la importancia de Pedro Arturo y su obra en el panorama de las letras colombianas? No me interesa, admito que no será necesario que transcurran eones para tener una idea exacta de su lugar, pero entre tanto él persiste con sus miedos y evocaciones, adormecidos tras el cansancio o vivos en sus poemas.
No es problemático ser buen alumno. Lo execrable es creerse un Maestro, megalómano supérstite de la mejor poesía. Divertida y enojosamente, he tenido múltiples encuentros con Pedro Arturo, a propósito de su férrea defensa de poetisas que me provocan desencantos, accesos de bilis y una paranoia contestataria. No hay dos poetas iguales, ninguna visión es la única en un paisaje pleno de colores. Lo recuerdo riéndose de sí mismo, de la existencia. Una vez poeta, siempre poeta.




2 comentarios:

  1. Que raro que un llamado poeta le haga genuflexiones a otro..

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  2. Este muchacho anda en busca de algo poético y como no lo obtuvo con sus adulaciones, vocifera contra Alejandrita Pizarnik lo que podría ser producto de su ambivalencia y mentira que falta a la verdad. Debe mantener unas rodilleras muy firmes para decir lo que dice con sus babosadas.

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