domingo, 3 de mayo de 2015

Poemas de Salud Ochoa, México



Esperanza rota
Tengo una esperanza rota
Que se consume
en el destino de los desamparados.
Está sentada en un rincón
Mirando como llueve olvido.
No hay modo de recomponerla
De decirle, de convencerla
Que quizá en unas horas,
terminará la ausencia.
Se ha arrancado los ojos
Para que nadie mire
el dolor que llevan dentro
Se cosió la sonrisa
Y cada tarde se corta los deseos
que brotan en su pecho.
A veces llora por las noches
Y sus lamentos vuelan en el tiempo,
Como un par de fantasmas se deslizan
Entre los recovecos de los años de antes.
No quiere irse a ninguna parte
Porque aún espera que el invierno llegue.
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Corazón taciturno
Lluvia encadenada
Ventisca de tus ojos
Nubes que corren de un lado a otro
En las aceras del universo.

Miradas blancas de magnolias
Sangre amarilla de las rosas rebeldes.
Aves que reptan
Ante el yugo de unas alas rotas

Guerra sin cuartel a los desamparados
¡Apocalipsis de ignominia!
Madres que venden a sus hijas
Hijas que odian a sus madres
Gatos que visten de corbata
Vociferando ser “líder de la manada”.

Adolescentes convertidas en verdugos
Y otras más llorando moretones,
Miradas extraviadas, violencia que mata los perdones
Locura que bulle en la mente colectiva
Lunas de sangre, robadas ilusiones.

Corazón taciturno de un mundo secuestrado
¡Hilarante, cruel, desenfreno arrebatado!
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Canto Quechúa

La luna se ha posado sobre el equinoccio
El desierto brilla con la primavera
Los gritos de migrantes se oyen desde la frontera
¡y yo sigo aquí!
Aferrada a la luz de la ilusión primera.

Las horas se desgranan en el horizonte
Igual que las plegarias en mi lengua Quechúa
Sueño las pesadillas en las manos que hurgan
Me consuela el canto lejano del cenzontle.

Mi cuerpo ha sido abierto más de tres veces
Y en mi interior solo siento un vacío
Voces extrañas siembran muerte y hastío
¡Mi sueño de migrante lo he pagado con creces!

¡Quiero gritar desde esta caja oscura!
Quiero que sepan que soy un ser humano
No importa si nací en Belice, en México o en Honduras
¡Quiero la dignidad de regreso a mis manos!

Mi alma está en el limbo de las soledades
Mi cuerpo es desperdicio ahora,
Los “coyotes” se esconden, los policías callan
Los presidentes ríen, las leyes mueren
¡El dinero quema y la justicia llora!

Abuela, escucha el trino de las aves
El ruido las opaca pero están allí
Sabes quien soy ¡sé que lo sabes!
Una estrella, una flor, una ilusión
¡Soy Nohemí!
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Las Mujeres sin alma

Estoy aquí, soñando que aún vivo en el útero de mi madre.
No es así. Estoy perdida en la oscuridad de una jaula sin rejas
Flotando entre el moho de las copas vacías
Y el humo de cigarro viejo.
Me duele el alma
Me duelen los puntapiés que mi dignidad recibe cada noche
Me duelen las entrañas desgarradas y el corazón amoratado.
No sé cuanto tiempo ha pasado desde mi llegada
porque aquí los minutos parecieran horas.
¿Y los días?, no puedo dar cuenta de ellos
Porque no veo el sol
Porque no sé si es de día o de noche
o porque la vida se me ha oscurecido por completo.
Tengo un par de latigazos en la espalda
Como marca indeleble de mi indefensión.
Me los han dado ayer
Por negarme a complacer a un cliente
Intenté no hacer lo que querían
Pero fue imposible
Los que mandan son ellos
Y una aquí, solo es la que obedece.
Todavía tengo el olor a podredumbre de su cuerpo
En mi memoria
Puedo olerlo, tocarlo, sentir sus horribles manos
rozando mi piel de adolescente
¿Qué pasa? me pregunto
¿Por qué no vienen a rescatarme?
¿Se habrán olvidado de que existo?
¿O es que ya a nadie le importa?
Miro a las demás con sus doce años a cuestas,
Y están allí sumidas en el abandono
Igual o peor que yo.
A veces, se toman de las manos y lloran juntas
Y veo sus lágrimas caer
Y me dan ganas de llorar también.
No puedo hacerlo.
Pareciera que el monstruo me ha comido la vida.
No hay nada ya dentro de mí
Solo un vacío enorme, carente de sentido
Que crece y crece, y crece
Mientras yo me hundo en un hoyo profundamente oscuro.
¿Dónde estás?
¿Dónde estás tú?, tú que me conociste,
tú que viviste a un lado de mi casa
Tu que  fuiste conmigo a la escuela,
tú que me diste clase
¿¿Dónde estás tú amiga, amigo, dónde estás?!
Padre, hermano, abuelo, ¿Dónde están todos?
¿Por qué no viene ninguno de ustedes a buscarme?
¿Por qué no me rescatan
De esta terrible pesadilla?
Estoy muriendo de a poquito
Y pareciera que a nadie le importa.
Soy un número más en la estadística violenta de mi patria
Soy un número más en eso que llaman “las desaparecidas”
“las mujeres sin nombre”, “las mujeres sin familia”
Las mujeres sin alma.
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Historia de una lágrima que no pudo rodar

Tiene trece años
Y el dolor amenaza con romperle el cuerpo.
Hace seis meses que le empezó a crecer la panza
Y ella aún no entiende los porqués.
Intenta descifrar la historia
Pero igual que antes
No sabe lo que pasa con su cuerpo.
Lleva tantos años allí adentro
Que apenas muerde
El recuerdo de su madre.
Sus ojos, se han vuelto pantanosos
Y su vista se pierde en el crepúsculo.
Quizá haya sido el ayuno forzado
Las largas horas de trabajo en el burdel
O la mano siniestra
Que le aprisiona el alma.
Tiene una lágrima escondida
En el ojo izquierdo,
Que se niega a salir
Por temor a equivocar el camino.
¿A dónde iría después de todo?
Si no conoce más que los pasillos
Oscuros de esa casa vieja.
Alguien le dijo que tiene un hijo adentro
Pero al igual que el otro,
Lo sacarán a tiempo
Para venderlo en el mercado.
La lágrima rebelde casi cede entonces
Y se sostiene apenas

En la línea suicida de los párpados fijos.

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