29.
Medellín: Deterioro y abandono de su Patrimonio Histórico.
La
cárcel del Buen Pastor.
Víctor
Bustamante
Para José Fernando Saldarriaga
Cuando
inauguraron la Biblioteca de San Javier, Presbítero José Luis Arroyave, asistí
como escritor invitado. El nuevo edificio, pero sobre todo la nueva actitud de
la Administración municipal, era
impresionante por algo de peso, se descentralizaban las bibliotecas, y
parecía que la periferia de Medellín podría acceder a otra manera de integrarse
a la ciudad. Se traía la cultura, los parques biblioteca, como una nueva opción
de urbanismo, y sobre todo, de ilustración. Pero fuera de los festejos, del
torrente de personas curiosas de conocer el nuevo ámbito con la presencia del
libro, del festín de la prensa por demostrar la inauguración, me llamó la
atención, al frente, una fachada elaborada, diferente a la arquitectura
circundante, monótona y cercana, pero con las puertas cerradas. Pensé que se
trataba de algo así como una iglesia, o un convento pero era casi lo mismo, y
hasta peor, se trataba de la Cárcel del Buen Pastor. No podía creer que quedaba
fuera de base en esa ciudad, Medellín, que cada día no solo amplía sus
tentáculos a las montañas, arrasa lo que encuentre a su paso, sino que ahí
tenía enfrente un bello edificio, y supe, así mismo, que existen edificios de
patrimonio, no declarado, dispersos en la ciudad, que no cuentan con ningún
aval que los vuelva perdurables. Y no era para menos, las cárceles y los
manicomios, debían ser construidos en
los extramuros: el delito sufría el escarnio de ser alejado del entorno al cual
le causaba daño, pero además era una suerte de castigo ese alejamiento, ese estigma
de la maldad al ocupar terrenos lejanos del Centro. Lo evidencia algo de peso,
en los libros de celebración de la ciudad, en los textos con una endeble guía
turística nunca fueron explícitos estos lugares. De ahí que el manicomio y las
cárceles serían sacadas del Centro, de ahí que en este alejamiento sus reclusas
sufrían el manto de olvido que cubría su
existencia y el rechazo a sus delitos, lo mismo ocurría con su instalaciones:
se les endilga ese estigma de ser sitios de reclusión y por lo tanto se
confinan con esa misma saña con que se refieren a un preso. Las cárceles se
convertían en una suerte de exterminio de los llamados vicios. Cada que se
construían sus sedes lejos del centro de la ciudad, la irrupción de nuevos
barrios obligaban a su desplazamiento a otras zonas más alejadas. Es cierto.
Nadie quiere convivir con el delito, nadie quiere ver a los enajenados. Estorban.
Esta
cárcel del Buen Pastor fue construida con auxilios de la caridad y servicios
públicos concedidos por el Concejo de Medellín en los suburbios de la América,
fracción, le dirían. La América eran unas pocas casas, un núcleo social alrededor de la iglesia Nuestra Señora
de los Dolores y al frente, la Placita con un teatro parroquial y un busto de
Bolívar, que en la ampliación de San Juan se llevaría. Sus veredas eran San
Javier, -donde se situaría la cárcel-, La Puerta, La Loma y El Corazón. Su
comunicación con Medellín era por el puente San Juan y en 1920 el tranvía
llegaría, y luego, cuando este cesó, regresaría un destartalado bus de dos
pisos, el único en la ciudad, y una camioneta como medio de trasporte.
Esta
costumbre de alejar las cárceles del centro urbano venía desde Berrío al
apartar de la ciudad las cárceles y crear penales en las colonias cerca a
Maceo, Patiburrú y Alicante, donde serían llevadas entre otros presos, las
meretrices y parejas concubinarias.
En
Medellín, uno de los motivos para abrir un correccional para reclusas fue la
necesidad de mejorar sus condiciones, ya que en una institución anterior eran
recluidas personas de ambos sexos. La cárcel había sido abierta el 24 de julio
de 1889 con la comunidad del Buen Pastor. Su primera Directora fue la Hermana
María del Sagrado Corazón. El panóptico empezó a funcionar cerca al antiguo
puente de las Pizas, hoy Carabobo con la Avenida De Greiff, con 60
internas y algunas religiosas extranjeras. Este puente era llamado así porque
había una panadería de unas señoras de apellido Piza a un costado. La cárcel del Buen Pastor
funcionó en las instalaciones de lo que sería la Normal Antioqueña, incluso aún
existen celdas en el sótano. A veces las mujeres encarceladas allí se evadían, saltándose
los muros, razón por la cual debían ser buscadas por la policía
En enero en 1903 la cárcel fue trasladada a una casa por Pichincha. Allí se hizo la clasificación de condenadas y sindicadas, más tarde funcionó la Universidad de Antioquia, -allí hoy se levantan las torres de Bomboná, las primeras habitacionales de Medellín y un centro cultural: el Ateneo Porfirio Barba Jacob-. El 24 de septiembre de 1912 se abrió la sección gran clase de voluntarias de niñas, de jóvenes y que necesitaban ayuda en San Javier la América. Este edificio fue construido con lo último en materiales de la época, ladrillo y concreto, y es contemporáneo del edificio de Bellas Artes.
En enero en 1903 la cárcel fue trasladada a una casa por Pichincha. Allí se hizo la clasificación de condenadas y sindicadas, más tarde funcionó la Universidad de Antioquia, -allí hoy se levantan las torres de Bomboná, las primeras habitacionales de Medellín y un centro cultural: el Ateneo Porfirio Barba Jacob-. El 24 de septiembre de 1912 se abrió la sección gran clase de voluntarias de niñas, de jóvenes y que necesitaban ayuda en San Javier la América. Este edificio fue construido con lo último en materiales de la época, ladrillo y concreto, y es contemporáneo del edificio de Bellas Artes.
La
Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor fue fundada en
1829 en Francia, por santa Eufrasia Pelletier, para regenerar presidiarias e
integrarlas a la sociedad. Y, por supuesto, para aprovechar su experiencia así
como ocurrió con la idea de crear la policía, sus ideas para conformarlas
fueron traídas de afuera, así como ahora la ciudad continua buscando ideas
afuera: una de ellas en planear la ciudad, lo que merece un análisis luego.
¿Pereza mental de crear o hay mucho dinero?
Pero
sigamos con las monjas, estas llegaron a Colombia en 1890, durante el gobierno
de Carlos Holguín, ya que algunas damas bogotanas hicieron los contactos con
las religiosas en New York, con el propósito de remediar en parte el mal que
ocasionaba la corrupción de la mujer. Esta congregación tenía una aprobada
tradición en la custodia y tratamiento de niñas y mujeres en situación de
conflicto con la justicia, razón por la que eran las indicadas para
administrar, vigilar y controlar la nueva cárcel de mujeres. Inicialmente
llegaron al país seis monjas de esta comunidad.
En
la Guía Ilustrada de Medellín de German de Hoyos Misas, a esta institución se
le llama con un nombre peculiar: Casa de Mujeres Arrepentidas, 1912, lo cual es
un eufemismo, para esconder algo de peso las mujeres que tanto reclaman sus
derechos también se habían subscrito al territorio vedado de la maldad, bajo un
criterio estrictamente moral en la tierra de las matronas, pero también lejos
del ocultamiento en el recinto amplio de sus casas, la calle y la prostitución.
Además existía el llamado negocio del bajo vientre. Allí eran llevadas las
prostitutas arrepentidas imitación de lo que se realizaba en España desde el
siglo XIV. El promedio de reclusas era de 38. Se buscaba rehabilitar las mujeres presas con diversos: oficios
domésticos, corte, bordado, costura, entre otros.
La
madre Laura, en su Autobiografía, refiere de una mujer ya convencida, pianista
que pensaba también cantar canciones a los indios, que por un descuido suyo no
llegó a ser hermanita del Buen Pastor y terminó trabajando en la cárcel para
ayudar a otras mujeres, por esa razón no fue llevada a una expedición a
evangelizar indígenas a Dabeiba. También, luego de un regreso de sus misiones,
añade: “Al día siguiente, domingo, la Madre San José, se vino a Medellín a
entregar en el Buen Pastor, dos ovejitas descarriadas que había logrado coger
en Antioquia y que habíamos llevado”.
En
este exordio a una Medellín que se deslíe en el tiempo María Tila Uribe nos cuenta: “El golpe con el
que les madrugó la Hegemonía dejó en Consejos de Guerra por Rebelión a más de
cuarenta personas en Bogotá, veinte en Medellín, otras tantas en Cali,
Girardot, Cúcuta y Tunja. En 1929, María
Cano resultó sindicada de culpabilidad en la rebelión; sus hermanas, los niños
y las mujeres que vivían de paso en su casa y hasta los amigos que estaban de
visita quedaron allí mismo retenidos”.
María
Cano, estuvo detenida en varias ocasiones allí, su última prisión fue decretada
por el gobernador Julián Uribe Gaviria de Antioquia, a causa de la huelga de
ferroviarios, 1934. Dos días estuvo en la cárcel del Buen Pastor sindicada de
haber llevado una bandera. A María Cano se le sitió en diversos órdenes de su
vida social y política, incluso por sus mismos compañeros. Se le llegó a
confinar en el Manicomio. La continua difamación sobre ella difundía sandeces:
que envenenaba el agua del acueducto. Las madres reprendían a sus hijas
rebeldes y las alertaban de no convertirse en una imagen de “maríacano”.
Durante
la crisis de Fabricato, liderada por Bebsabé Espinal, uno de los hechos que
hizo estallar la llamada huelga de señoritas en 1920, consistió en solicitar el
cese del acoso sexual. El supervisor Manuel Velásquez, flaco, de baja estatura
y libido desmesurada, padre de cinco hijos, se había convertido en el terror de
las obreras. Cinco de ellas lo acusaron de un posible despido por no acceder a
sus chantajes sexuales, y señalaban que por su mediación una de sus compañeras
fue recluida en la “Casa de las arrepentidas”, también llamada de “recogidas”,
de “perdidas”, o de las “magdalenas”, donde purificaban a las mujeres violadas
y mancilladas.
Este
señalamiento y reclusión contrasta con la actitud de Helena Restrepo la heroína
de Una mujer de cuatro en conducta. Montañera deseada, olorosa a alhucema,
llega a Medellín desde la vereda de Santa Elena. Al poco tiempo trabaja en la
casa de Roque Alfaro. No le valió ser una sirvienta de postín, fue despedida,
al darse cuenta la cuidadosa Susana que Helena, enamorada casera, guardaba, un
retrato de su hijo Rodrigo. Helena trata de conseguir trabajo en otras casas.
Graciela Alfaro, quien se convierte con el tiempo en la Madre San Ildefonso,
trata de auxiliarla con las hermanas Del Buen Pastor, pero a esa muchacha no le
interesaba ser monja ni ser esclava y se escapó. Más tarde Helena, nuestra
bella de día, soportó la degradación de que cambiaran su nombre. Fue María
cuando trabajó en una casa de familia; Carmen Bedoya en el Café del Mediodía;
el confianzudo la “Nena” y el afrancesado Doris de La Fontaine, ya una puta
elegante y soñada, y, ya arrepentida, sor María Magdalena cuando ingresó a la
comunidad de las Magdalenas, como eran conocidas las hermanas del Buen Pastor
en Medellín. Otro de sus nombres: la 13 cuando en la Escuela Tutelar y
418 ya obrera de Coltejer.
Pero
también a este lugar manchado con el nombre de ser un centro de reclusión llegó
una tarde de verano, un domingo, Tartarín Moreira. Este iba en la patrulla
celular a conducir unas mujeres apresadas por escándalo público y púbico en
Guayaquil. Una de ellas afirmaba que un tipo se le había ido sin pagar su
importe efectivo, pero qué el, antes hombre amado, le entregó una plancha
inservible como forma de pago en especie, y ella, desnuda y ofendida, lo
acorraló en el zaguán y le propinó algunos tijeretazos y mordiscos, “quiero es
plata, oíste bien, mi plata, billetes”. Lo que le molestaba era la risa del
borracho. Imperturbable la escuchaba Tartarín que ahora se había fijado en una
monja, conventual objeto de su deseo. Le había causado curiosidad, como en una
epifanía, una monja, que luego se llamaría sor Eumelia del Niño Jesús. No le
importaba el nombre menos el hábito; quería habitarla. Desde ahí
Tartarín vendría los domingos a soñar con la piel blanca de la monja, que nunca
había visitado el sol. Atrevido, no supo que a ella la trasladarían dos meses
después para evitar al detective y grafólogo con sus pesquisas y una serenata
atrevida. Las monjas, que tenían espías en toda parte, le salieron adelante.
Era, es el caso de un detective de personas y una monja de almas. Nunca más la
vio. Por supuesto Tartarín no se hundiría en la bohemia alegre debido a este
fracaso amoroso, él ya estaba hundido en ella desde hacía años.
A
mediados de los años cincuenta en estos terrenos aledaños a la Cárcel del Buen
Pastor, llamado paradójicamente, Campo Alegre, sería construido el Cementerio
de La América. El paisaje era campestre y arborizado que se conoció como Los
Pomos.
Entre
los capellanes de la cárcel del Buen Pastor, 1952, menciono a Isidoro López
Londoño, que había sido Capellán del
Ateneo Colombia, de las Siervas del Santísimo, de las Carmelitas de El Poblado,
y, un entusiasta de la Cruzada Eucarística.
Otro
sería Bernardo Merino Botero. Las reclusas idealizaban con su presencia los
pecados eróticos que le confesaban, muchos de ellos inventados para alborotarle
la libido y ser crucificadas sin desdén, y acercarlo a la ofrenda de su
celibato. Monseñor Valencia Cano, su jefe, lo trasladó a Buenaventura. Mucho
más tarde el bello Bernardo abandonó su comunidad, casándose, y continuó con su
devoción en una comunidad más abierta, se enganchó en las filas de la Iglesia
Anglicana de la que fue su pontífice
hasta jubilarse. Es autor de Yo, pecador, me confieso, donde aborda el pesado
clima sin clímax de la vida religiosa. Cierto, el misticismo es la bohemia de
la religión.
Otro
director también diligente fue, Abad Cesáreo Figueras Palá, español
nacionalizado en 1976. Entre la labor de este monje y apóstol, cabe destacar
que fue Capellán de la Cárcel de Envigado, de los Eremitas Camaldulenses y de
las Hermanas Teresianas también en Envigado.
Corre
la historia de uno de sus subdirectores, Henry, que fue llamado por Pablo
Escobar, recomendado por los Ochoa, como subdirector de la Catedral. Henry
decía que en lugar de cuidar a los presos ellos lo cuidaban a él. Por supuesto,
Henry miedoso de perder su jubilación la adquirió allí, y no solo eso, le
conseguiría un diploma de bachiller a Pablo Escobar por su buen comportamiento
en su cárcel de bolsillo, además el Capo pensaba estudiar periodismo a
distancia.
En
Mujeres de Fuego de Alonso Salazar,
ya la visión y la experiencia de la ciudad corresponden a una época violenta y
de narcotráfico, Sandra y Érika, dos grandes amigas de los bajos mundos, donde
su espejismo es la droga, los traquetos de alta y baja estofa, las
discotecas, los atracos, ha sido
violada, y los excesos definen los rumbos de una vida. Aquí en estos años perdidos,
así las series de la tele insistan, nunca interesó en absoluto el perfil humano
sino el disfrute y la altanería. Erika ha vivido en apartamentos de la ciudad,
uno en la América otro en el barrio Colombia, no le gustan sino los hombres de
carro. Le ha tocado vagar por las calles sin rumbo fijo cuando es echada de los
apartamentos por no pagar arriendo, tiene un hijo al que no ama, ha sido
violada, y no solo, eso conoció la cárcel del Buen Pastor. Eran los tiempos del
oasis de la droga, la muerte y su producto más refinado: los sicarios y las prepago:
“—Érika,
dígale a ese teniente que no me lleve, que yo no tengo nada qué ver.
Lo
agarró el miedo más teso porque ya tenía reseña en la policía. Al fin le ofreció cien mil pesos al teniente
y lo soltaron con casi todo el combo.
Sólo quedamos Boleta, Catío y yo.
Estuve cuatro días en el F2 de Belén, metida en un calabozo con unas
viejas muy banderas, que se les veía la cara de malas. De ahí me llevaron para la cárcel del Buen
Pastor. En la entrada me hicieron
empelotar y me revisaron hasta la vagina.
Eso es horrible. Me reseñaron por
hurto calificado.
Gracias
a Dios me tocó en el mejor patio.
Conocí
mucho; viendo las mujeres de la cárcel no me considero tan mala. Conocí una mujer del campo que picó al marido
y lo enterró. Cuando la familia le
preguntaba por él decía que se había ido, pero un día descubrieron el cadáver
en la finca y se embaló. Quién sabe qué
ofensa le hizo ese man para que ella lo descuartizara, es que los hombres son
unos hijueputas ¿sí o qué? Había tres lesbianas implicadas en un homicidio
pasional; mataron a una pelada en un lote del barrio Manrique porque traicionó
a una de ellas. Estaban pagando trece
años. Otra loca tremenda le clavó un cuchillo
con una piedra en el corazón a la mamá cuando dormía. Alma, la que fue más amiga mía, mató a un
tipo porque quería abusar de ella.
El
lesbianismo se ve mucho pero es prohibido.
A la que pillen se va de calabozo tres días. En "Superación", las lesbianas no
comen de puta mierda. "Venga para
acá mamita" y le chantan un beso.
Vos las ves y son unos machos.
—¿Qué
se siente con otra mujer? —le pregunté a una de ellas.
—Más
comprensión, los hombres son unos traidores.
En
la cárcel aprendí lo de las amistades.
En los tres meses solo fueron unos amigos así como a chismosiar pero
nunca volvieron. La única que no falló
fue mi mamá; a pesar de la situación económica siempre me dejaba algo de
plata. Empecé a valorarla, a darme
cuenta que era lo único que tenía. Yo a
ella la trataba de malparida para arriba.
La cárcel me enseñó a quererla.
Ese fue un semáforo que me puso mi Dios.
A veces me paraba en la ventana a ver las estrellas y a pensar muchas
cosas. En la navidad me dio mucha
nostalgia. El 31 insulté a toda mi
familia, los mandé a comer mierda a todos y me quedé llorando.
Pensaba
que íbamos a pasar varios años encerrados, no teníamos salvación, pero el papá
de Catío le dio un millón de pesos al juez y salimos.
También, en Mujeres de Fuego, Salazar narra la fatal experiencia de doña Fabiola Lalinde
madre de un desparecido, que ella con su tesón, logró develar todo ese misterio,
ahora escarnio:
“El
Buen Pastor es como un internado, simplemente iba a recordar la primaria con
las monjas, pero Bellavista era en ese momento la cárcel más violenta del país.
El
teniente me llevó hasta el Buen Pastor y permitió que me acompañaran Adriana y
Amanda que no me perdían la huella. Yo
les había dicho que los soldados me trataban cortésmente, que se limitaron a
allanar con un libreto prefabricado.
—No
les digan vainas, ellos no son responsables, la cosa viene de muy arriba —le
dije a Amanda.
Entré
a la cárcel a la una de la tarde del martes.
—Está
detenida por el 180, estatuto antiterrorista —me dijeron.
Me
metieron sin almorzar en un calabozo hasta las cinco de la tarde. Preferí instalarme en las celdas colectivas,
unos salones grandes con una fila de catres, donde se podía conversar y ver
televisión. Me robé un colchón para cuadrar
mi cama y la organicé bien para que no se notara. En la noche me pasaron por un noticiero de
televisión como narcoguerrillera con banderas del EPL, con drogas,
armas... Todo lo que recogieron en esos
días me lo pusieron a mí. En el
periódico también apareció la noticia con tremendo despliegue: "Una
operación de las unidades del ejército permitió capturar a Jorge Iván Lalinde y
Fabiola Lalinde, quienes fueron hallados en poder de propaganda, brazaletes y
dos kilos de pasta de coca".
Prosigue:
“En
la cárcel me encontré todo tipo de gente.
Había una niña ingenua que compró una moto robada; otra que estafaba con
tarjetas de crédito; una señora muy humilde de Lovaina que vendía basuco; una
niña empleada de servicio acusada de habérsele robado unos dólares a la
patrona; una maestra que se llevaron los del ejército porque no encontraron al
hermano... Aquí se viola el principio
universal de que todos somos inocentes hasta que no se demuestre lo contrario,
a la gente le toca demostrar que es inocente.
En la cárcel están los ingenuos o los delincuentes menores, los peces
gordos se saben todas las marrullas para evadir la ley.
Nos
levantaban como a las cuatro de la mañana a coger turnos de baño y arreglar el
dormitorio. A las seis y media el
desayuno y el conteo. La dieta del Buen
Pastor la puse la "dieta Barco".
El desayuno, chocolate aguado con pan.
A las diez de la mañana, aguapanela.
De vez en cuando un almuerzo titino, con ensalada y todo, pero
generalmente es regularcito. Como a las
cuatro dan Moresco y por la noche arroz con papa y salchichas. Esa semana me tocó servir en la cocina, hice
unos pequeños hurtos para mejorar mi dieta.
El
juez me interrogó en la cárcel y me ahorré la montada en "la jaula de las
gallinas", el temido furgón donde bajan a las detenidas a los
juzgados. Le exigí al juez que
investigara hasta el final”.
Pero
ya dejemos lo literario, que escribe y describe la vida, y lleguemos a este
2003. Este año el Tribunal de Antioquia ordenó desalojar al Instituto Nacional
Penitenciario y Carcelario (INPEC) las instalaciones del "Buen
Pastor", Carrera 95 # 42 C 02 (San Javier -La América) por tres años de
atraso en el pago de los cánones de arrendamiento que se adeudaban a las
religiosas de la comunidad, 363 millones de pesos.
En
el año 2010 el nivel de reclusión en el Buen Pastor, según datos suministrados
por la página del Inpec, refería 480 internas mujeres bajo la dirección de Orfa
Nelly Henao Giraldo. En julio de ese mismo año el establecimiento cierra sus
puertas e inician los traslados de las internas al nuevo establecimiento, El
Pedregal, ubicado en el corregimiento de San Cristóbal.
Así
lo reseñó el 13 de julio de 2010, El Mundo: “Desde el pasado lunes se inició el
traslado de las 600 reclusas de la cárcel El Buen Pastor a las nuevas y
modernas instalaciones del centro carcelario de San Cristóbal, lo que ha
agitado el diario vivir de los habitantes de sus alrededores, especialmente de
la vereda Pedregal Alto”.
Paralelamente
se da la noticia: “La Alcaldía de Medellín construirá centro universitario en
antigua cárcel.
El
proyecto abarcará cerca 55.000 metros cuadrados de las instalaciones donde
hasta 2010 funcionó la cárcel del Buen Pastor, perteneciente a una comunidad
religiosa.
Con
una inversión cercana a los $120.000 millones y una capacidad para atender a
más de 10.000 estudiantes, la Alcaldía de Medellín en asociación con el Colegio
Mayor, la institución educativa Pascual Bravo y el Fondo Medellín Ciudad para
la Vida, pondrá en funcionamiento la Ciudadela Universitaria Occidente.
Se
trata de un proyecto de educación superior para formar a los jóvenes de la
ciudad en programas de humanidades y artes, haciendo énfasis en poblaciones
vulnerables como los habitantes de la comuna 13”.
El
Mundo, 29 de enero de 2012 daba esta noticia:
Desafectado.
“Con los reclamos, protestas, acusaciones, soponcios, impedimentos y gritos al
cielo el pasado sábado en el Concejo de Medellín, ahora sí quedó desafectado el
proyecto que desafecta el uso de los terrenos de la hoy desocupada cárcel del
Buen Pastor. Y la poca conocida iniciativa, aprobada en su primer debate en
diciembre pasado en sesiones extras, desde ese sábado ya sí alcanzó la
publicidad que merece, mejor dicho ya no está afectada de desconocimiento entre
los habitantes de la Comuna 12, concretamente de los barrios Santa Mónica,
Campo Alegre y hasta San Javier”.
Continuamos
con la noticia:
Un
adiós a la antigua cárcel Buen Pastor, Evelin Negrete Tejada
15
de Mayo de 2014, El Mundo.
En
el primer semestre del 2015 se iniciará, por medio de Sapiencia, a prestar los
servicios educativos de la Ciudadela Universitaria Occidente, que quedará
ubicada en los predios de la antigua cárcel Buen Pastor.
De
54 a 60 religiosas residían en el complejo ubicado al lado de la antigua cárcel
Buen Pastor.
De
internado para niñas con problemas de comportamiento, a centro penitenciario
para mujeres y pronto complejo educativo
para los jóvenes de Medellín, pasó a ser el predio de la antigua Cárcel
del Buen Pastor, de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen
Pastor.
La
Ciudadela estará ubicada en los predios de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, con una extensión de 55.000
metros cuadrados, proporcionando una cobertura de 5.000 estudiantes,
inicialmente. Este proyecto tendrá una inversión de 120.000 millones de pesos,
del Fondo de Medellín para la Vida, nutrido con recursos de la alianza
UNE-Millicom.
“Esta
va a ser una Ciudadela para la paz y la no violencia, y esperamos que tenga
cabida para 10.000 estudiantes al
finalizar las obras en su totalidad. Estamos dando un paso trascendental al
adquirir el terreno pero no podemos asegurar que en el primer semestre del 2015
se iniciarán clases a través de Sapiencia, por parte de las tres instituciones
de educación superior adscritas a la ciudad de Medellín”, aseguró Gaviria
Correa.
La
entrega
Por
su parte, la hermana Superiora Provincial del Buen Pastor, Cecilia Patiño,
resaltó la tranquilidad que siente tanto la congregación como la comunidad,
pues el terreno será parte de un proyecto que prestará servicio directo a la
comunidad de la zona y toda el área metropolitana.
“Nos
vamos tranquilas y satisfechas con lo que hicimos, pues será la comunidad del
entorno, a donde se ha dirigido nuestro trabajo, la que será más beneficiada.
Pero a pesar de que no estaremos más aquí, continuaremos nuestra labor y aunque
estemos en otro sitio, seguiremos acompañando a la misma comunidad con la que
hemos trabajado y a otra”, aseveró Patiño.
Los
encargados:
Sergio
Roldán Gutiérrez, director de Sapiencia, Agencia de Educación Superior de
Medellín, -esta sigla no me cuadra-
aseguró que a partir de la próxima semana se analizarán las estrategias
arquitectónicas y estudios de suelo para definir los futuros procedimientos.
“Cuando
esté en funcionamiento la Ciudadela Universitaria, está definido que se
trabajarán las áreas de Ciencias Humanas y Artes, temas que se impartirán con
más fuerza. Inicialmente empezaremos a
dictar las clases, en las infraestructuras donde vivían las hermanas”,
dijo Roldán Gutiérrez.
Una
pregunta, nadie dijo desde la Administración municipal, menos la hermana
Superiora Provincial del Buen Pastor, Cecilia Patiño, en la “entrega”, ¿cuánto
pagó el municipio por ese lote para un proyecto de 120.000 millones de pesos?
¿O desprendido, lo cedió el Vaticano? De ser cierto, sería un detallazo.
….
Por
supuesto en estas noticias, en estos planes, en estos proyectos, en estos
debates, en esta desafectación, nunca se habló de patrimonio; la palabra
patrimonio es una palabra que espanta en los negocios, en los planes, en los
proyectos, en la vitrina. Los agalludos, y sin control, urbanizadores, la odian.
El sector público la menoscaba. Nadie parece que pronunció esa palabra ni las
monjitas ávidas de pobreza, las magdalenas, en apariencia pero que valoran sus
terrenos, menos los administradores de la Alcaldía y menos los que resguardan
la fe pública: los concejales. ¿Y los periodistas? Ilusos y callados, mudos,
lelos, con tamaña ciudadela piensan que la noticia no tiene origen ni sentido
sino que es la actualidad. Todos estos estamentos, públicos y privados,
olvidaron una pregunta, ¿se puede tumbar un edificio de cien años impunemente?
Una
visita
Hoy
30 de marzo, en la tarde, he ido con algunos amigos de la Mesa de Patrimonio:
Faduil, María Carolina y Gilberto, acompañados por la historiadora Yezenia Vásquez y Luis
Restrepo. Al comienzo se presentaron algunas dificultades: los vigilantes de
Dogman no permitieron entrar. Lo cual debimos
sortear con lo más acucioso: tomar fotografías de la fachada, pero para
sorpresa llegó el director de Sapiencia, Sergio Roldán, y nos permitió el
acceso al interior de la cárcel.
El
edificio por fuera ha sido refaccionado muchas veces, con esa actitud de lo
burdo característica en los antioqueños, y sobre todo, en el talante de la
improvisación, en maltratar los edificios. Y no es para menos, una cárcel sufre
ese estigma de ser un lugar desolado y se cree que no vale la pena mirar su
edificación a nivel de herencia arquitectónica. La parte, su símbolo, de ser un
lugar de castigo no permite que ese lugar sea apreciado de otra manera. ¿Por
qué lo digo?, porque al diseño inicial aunque es palpable percibir la parte
valiosa de la estructura inicial bien definida, se le notan los bloques
apresurados que le fueron agregando, construidos por los diversos contratistas
irresponsables que poco sabían de lo valiosa de esa edificación, a lo mejor
aceptado por una directora de la cárcel aburrida, y con ganas de irse pronto,
perdiendo, en la frontera de su desvarío, la perspectiva de saber que aunque
fuera una cárcel este edificio poseía su estructura inicial construida en adobe
y con pabellones con techo de tejas, un amplio espacio para el solaz, su
lavandería y su capilla. Luego llegarían las diversas agresiones con los
diversos bloques de mal gusto que dejaron la construcción como un batiburrillo
desolado: el hacinamiento no solo de las mujeres sino que le hicieron perder a
esta construcción su diseño inicial.
En
la entrada, por la subida a la calle que la separa con la biblioteca,
hay una imagen del Buen Pastor de color blanco, sobre un pedestal con retiro
de cemento. A la estatua se le nota desnarigada y le falta su mano derecha.
Así, con este inicio de la representatividad, ahora en su abandono, porque a
esta imagen del Buen Pastor, que fue su nombre y el símbolo de una concepción y
poder religioso en 1912, le sigue más tarde la ruina. La estatua descansa sobre
el césped de una rotonda que en sus comienzos seguro fue muy visitada, cuando
la comunidad del Buen Pastor pensaba corregir, a su manera, a sus magdalenas
disolutas. Esa imagen y su decadencia nos da la medida de lo que vendrá después.
Y no está lejos este presagio, ya que detrás del Buen Pastor, nunca restaurado
y sin dolientes, hay una puerta, perdón lo que fue la puerta principal en forma
de arcada, reducida a la mitad con esa continua y tosca reconstrucción que la
dejó en otro oficio, como una ventana de color blanco.
Desde este inicio, su
símbolo desueto, que antes, en su esplendor, daba la bienvenida y el alivio a
las mujeres a su prisión y las nunca consoladoras visitas, y luego a la entrada
gris, con su puerta cancelada en otro
oficio, siguen las diversas pinturas de los grafiteros ocasionales con la
configuración de sus letras mofletudas, donde solo interesa el diseño y no su
significado. En el frontis es notorio el adorno de cemento granuloso para su
entrada que le dio el arquitecto, diseñador. Además se distingue, así como se
distinguirá en la construcción inicial, el revoque en su primera lechada en
cemento, con la textura áspera de los muros, como si esta primera capa dada con
el palustre se superpusiera en los muros originales que también se dispusieron
al lado derecho. Luego, las paredes cariadas nos siguen hablando, un aviso de
una Institución Educativa que funcionó allí. Entre dos muros de un mismo
edificio, la capilla en ladrillo desnudo, separada por otro muro con una puerta
de aluminio, donde funcionó el establecimiento mencionado, creo, y un aviso
donde se añade: Prohibido arrojar basuras. Ahí comienza el desbarajuste: fue
agregada una sección con una muralla alta que termina en la esquina con una
garita en lo más alto como sinónimo de vigilancia y poder.
Luego
estos muros agregados han sido pintados ya por un grafitero, o a lo mejor, un
pintor cercano que le ha dibujado tigres imaginarios, osos y serpientes
voraces. Luego, al doblar la esquina, subimos y encontramos una entrada
cancelada. Hasta aquí hay una suerte de fraccionamiento con la anterior entrada,
con cambio abrupto de arquitectura, más burda aun y, la última entrada real, donde un cartel
indica las prohibiciones: no entrar dinero, equipos de comunicación, bebidas y
drogas, elementos corto punzantes, tarjetas para teléfonos, medias veladas,
gorras, tinturas para el cabello, alimentos crudos, líquidos y frutas, por
supuesto que estaban vedados pero en realidad era, es lo que más entraba a este
recinto de la corrección y el delirio de pensar que en este correccional
saldrían las mujeres más educadas.
Siguen
las altas paredes blancas, también cariadas, otra garita y una calle angosta,
pero me interesa la otra fachada de la misma arquitectura, que remata la calle:
la puerta inicial, casi intacta aunque una losa parece desprenderse. Ahí en la
parte alta sobre un nicho la imagen de su fundadora, santa Eufrasia Pelletier
portando su enseña, y nada menos que dos ovejas en la base. En la parte del
umbral de la puerta un aviso: Hogar San Juan Eudes, con letras amarillas y
fondo negro, y una puerta metálica color crema que altera el conjunto.
Pero
ahora no voy a referirme a este anexo porque Yezenia nos ha llamado y añade,
que ha llegado el director de Sapiencia, Sergio Roldan, que no solo nos permite
la entrada sino que nos acompaña y cuenta los proyectos educativos a esa
comunidad tan marginal y con la chapa de delictiva que sería redimida por esta
ciudadela universitaria. Eso sí nada de patrimonio porque este edificio se va
caer según dictamen de los bomberos. Extraño papel de esta institución en un
oficio arduo de calculistas, eso sí lejos de aquel que por bajar costos causó
un desplome famoso.
A
este estilo abigarrado y sinónimo de la representatividad de una cárcel en agregarle
y agregarle partes corresponde el tema de los delitos que con el tiempo
invadieron el terreno de la mujer, si al comienzo se trataba de evangelizar a
las prostitutas y a las mujeres que salían de la norma, poco a poco estas se
igualaron al hombre; no solo serían excluidas de muchos temas, sino que también
ellas mismas se incluirían en el territorio de la maldad y del desenfreno y de
la vida definida desde esta óptica.
Subimos
por la puerta que se abre mágicamente luego del desvarío y negativas de Jonathan
y seguimos a Sergio por escalas y salones abandonados, derruidos, donde la
pátina del tiempo y lo desolado de esa soledad nos conduce a una terraza donde
nos explica, al aire libre, los proyectos con esta edificación y el sueño de
cambiar la sociedad a través del estudio y de sus oportunidades.
Cuando
se marcha el director de Sapiencia, Jonathan el hombre de Dogman, sin su perro,
aunque siempre armado se convierte en guía al interior de la cárcel, y poco a
poco nos revela algunos secretos: cada lugar y su función.
El
paisaje se revela lúgubre, es la poesía del abandono que aparece por cada salón
derruido, por cada pasillo lleno de escombros, por las celdas que habitaron
tantas mujeres en estado de indefensión social y jurídica, como si las dadoras de amor debieran
imitar la maldad para encontrar a la fuerza, aquí, un espacio propicio para su
reeducación. Algo sé, somos intrusos en un espacio sagrado para el abandono
como sigla principal. Muchas de sus ventanas han sido desencajadas de su
espacio, las puertas se notan desvencijadas, los muros derruidos, amenazan.
Tanta inversión después y durante tanto tiempo para caer luego bajo la desidia,
bajo el abandono, esto solo lo permite el abuso de la riqueza, que denomina de
vetusto este edificio, porque lo es en parte, debido a los arreglos y a las
ampliaciones, desordenadas que terminaron dejando el espacio en algo
indefinible, destartalado: sinónimo de cierto Medellín.
Pero
algo es cierto, aún existe la parte antigua, los zaguanes y cuartos, y los
muros de 1912 cuando se inauguró con todo el boato, las misas, los ejercicios
espirituales y la reconciliación y la perenne idea de sacar adelante a las
mujeres disolutas.
Sobra
advertir que en esta lógica del abandono, la maleza reclama sus terrenos, las
humedades trazan su geografía de la destrucción por las paredes, y los colores
de los techos calibran el deterioro y las ruinas, el polvo baña la penumbra y
los espacios interiores: salones, celdas y cuartos. En las deterioradas canchas
para baloncesto y solaz para broncearse las reclusas ya no perdura el deseo de
ser sex symbol, aun fuera en la imaginación o en las visitas arduas y sentidas
de sus hombres. El orín corroe las rejas y en las cañerías establece su
densidad. La lama invade las paredes persiguiendo con sed las humedades que si
filtran y que poco a poco llevan al desastre final. No hay peor deicidio que el
abandono, con esto se justifica destruir lo que se hizo un lejano día de hace
cien años.
Aquí,
en este recinto, aún es notorio el misterio de los rezos de quienes le pidieron
a Dios una ayuda, y por supuesto, no la dio, porque pedir es hablar a solas. No
sabrían que más tarde, después de algunos años, este mismo lugar no sería
salvado de la destrucción, menos sus auditorios o capillas, por ninguna ficción
de una mano divina, lo terrenal con su pedantería todo lo redefine.
Y
es que recordamos que aquí vivieron desde hace tanto tiempo tantas mujeres,
aquí vegetaron y padecieron el encierro desde la beatifica opción desde el
comienzo del siglo pasado hasta la penuria y la diversidad de delitos cuando
fue cerrada. Ya la mujer no solo salía de su casa donde era expulsada con la
letra escarlata a flor de piel sino hasta asumir el papel del asesino, de los
drogos, del chantaje de la perversidad política y del juego de la corrupción.
Camino,
caminamos por estos pasillos donde el deterioro es el signo, cae a pedazos e
inunda el ámbito. Jonathan, que conoce los secretos del interior, nos señala
los cuartos donde las reclusas esperaron a sus amantes, y para ello, se
arreglaron, se vistieron las mejores prendas, -tocados de la pobreza-, así como
dibujaron con el rouge infernal sus labios para ser saqueadas por sus galanes
de paso. No hay nada más certero en la cárcel que esperar los perfumes baratos
de las visitas extrañas, anheladas: placer y congoja se resumen en las frases
escritas por ellas en las paredes del doble encierro: “Gorda no importa que hoy
sea un día especial, pues a tu lado todos lo son”. TQM 4-11-09.
Seguí,
seguimos como espías e intrusos en este recinto de la desolación: hay un cuarto
pintado de color verde en la semi penumbra, y no es para menos, el verde es el
color de la esperanza; esa otra ficción que nos arredra. Hace un tiempo estuvo
de moda pintar las paredes con algunos colores, ya que supuestamente estos daban
regocijo a quienes los habitaran. Claro que en ese sitio, el verde en lugar de
ser el color de la esperanza es el matiz de la desesperanza. Sí, este cuarto
verde, de un verde casi oscuro, era el recinto para las presas con problemas
psiquiátricos, tal vez la depresión, la soledad, el fracaso, fueron la llaga
precisa que las llevó al desvarío.
Pero
en la cárcel también hay la posibilidad de algún júbilo: el salón donde las
presas que fueron madres, pintaran este lugar con dibujos como si las paredes
dieran esa posibilidad de alegría, este soborno cruel a la cotidianidad. “Un
hijo es como un jardín florecido que necesita agua y abono, esa agua y abono es
mi cariño y ternura”, escribe una de ellas.
Todos
estos salones, todos estos pasillos, todo este espacio vacío al aire de la
tarde, encerró y ha guardado en definitiva sus secretos durante unos cien años.
A nadie le interesó una novela sobre esta cárcel, a nadie le interesó la
arquitectura de la depravación de este lugar, que va camino a la destrucción.
Riqueza
y abandono, proyectos y deseos de cambio, aquí muere una historia de una ciudad
que devora sus espacios, que los abandona con su lógica del silencio, con ese
sabor agrio de la destrucción y ese bajío de una nueva esperanza de la
continuidad de la construcción, en una ciudad que se construye y reconstruye y
acaba con sus lugares sin importar su posibilidad histórica.
A
un lado, en la lejanía, es posible observar la arquitectura del hacinamiento:
las casas construidas sin control, los nuevos edificios, colmenas
habitacionales similares, diseñadas parece por un mismo arquitecto. Estos
edificios son notorios en El Poblado, en el Centro de Medellín, en Bello, en
las comunas. La idea de la ciudad dormitorio se impone sobre su riqueza
patrimonial.
Hay
otra edificación contigua separada solo por una callecita, entre la parte
superior, y una entrada al convento de clausura las Contemplativas del Buen
Pastor. En su libro, Medellín Secreto, Patricia Nieto nos da una versión de una
visita: allí encuentra la madre Nohemí Amaya, amañada junto a un Corazón de
Jesús en llamas, no ve a las 29 monjas de clausura pero sabe que hay 10 mujeres
que aspiran a entrar al convento, pero si en realidad tienen convicción y son
trasparentes y las asedia la fe. Eso sí deben de pasar rigurosos test
psiquiátricos y psicológicos, que
realizan los celosos hermanos cristianos lasallistas.
Paradójicamente
las monjas de clausura son similares a las presas, extraña paradoja de quien
educa cuidando a mujeres del encierro viviendo en el encierro. ¿Masoquismo vivir
en clausura o contemplación? Y así criticamos a las mujeres musulmanas que se
deben esconder bajo la burka. Las edificaciones de este convento, es notorio
que fueron añadidas. Detrás del guía, Jonathan, conocemos no solo sus celdas de
clausura, los patios y los cuartos donde albergaban niños, sino la vida
interior de una gran casa misional, así como el amplio sentido de una gran
huerta, y de la vida entregada a salvar al otro, a las almas y su desasosiego.
Cierto,
quedan las primorosas fotos de Carlos Rodríguez en el interior de la cárcel del
Buen Pastor pero desaparece un mundo, un Medellín lleno de fervor religioso,
catalogado muchas veces como un dispositivo de coerción y reeducación a la
mujer. Carlos Rodríguez, con sus fotografías, fue testigo, en 1946, de ese
lugar lejano al Centro, un suburbio, donde se vivía una vida apacible y los
delitos eran otros.
Con
este lugar, nunca valorado, desaparece otro Medellín, el de la exclusión, el de
las cárceles y el de los psiquiátricos para dar la apariencia en la ciudad de
las apariencias de que aquí nunca existieron ese tipo de edificaciones y menos
esta subcultura de la reclusión. Cierto, se le agregaron desordenadamente
tantos pisos, que terminaron convirtiéndolo en un bloque de diversos
estilos chapuceros; estilos, no, sino la pobreza del afán. Así fuera la
construcción para una cárcel, este edificio corrió el mismo destino de la
cárcel la Ladera, el Manicomio: el ostracismo primero, el abandono luego, y ya
las ruinas con la maleza apoderada del lugar, como justificación para tumbarlo.
Clásico ademan de olvidar que una cosa es su función, como arquitectura, y otra
su misión.
Este
recinto, en las historias e investigaciones sobre Medellín, aparece con algunas
líneas, donde puede más el pesado, y sin gloria, rechazo a esas personas y sus
delitos, que la remendada construcción, aniquilada que ahora visitamos. Pero no
es para menos, así apareciera en la lista de patrimonio de todas maneras sería
destruido.
Un dato: La cárcel del Buen Pastor fue el primer gran proyecto penitenciario en su clase construido en Medellín hace cien años, después vendría la Ladera en 1921. No es una casa simple, es todo un complejo. Definitivamente no conocemos a Medellín.
Un dato: La cárcel del Buen Pastor fue el primer gran proyecto penitenciario en su clase construido en Medellín hace cien años, después vendría la Ladera en 1921. No es una casa simple, es todo un complejo. Definitivamente no conocemos a Medellín.
En
realidad el proyecto que se avizora es un gran proyecto universitario. Lo que
si queda en la superficie, nunca en el fondo, es lo siguiente, ¿se exploró
alguna vez la posibilidad de averiguar si este complejo carcelario y religioso,
conventual y de redención, porque lo es, mereció un análisis desde el punto de
vista histórico?
Víctor nos dejas perplejos porque es todo un documento el que has realizado.
ResponderEliminarAdemas nos das a conocer un lugar al que nunca nadie se asoma.
Feicitaciones!!!!!
Muy buen articulo. Quisiéramos publicarlo en el Nuevo Sol de la América, es posible tener el permiso?
ResponderEliminarelnuevosol12@gmail.com cel 3127751192 Hernan
Victor de nuevo nos sorprenden sus investigaones. Felictacioes
ResponderEliminarTodo un libro completo. Obviamente, precedido de seria y extensa investigación, en varios campos, el histórico el sociológico, el costumbrista, el civil administrativo, el carcelario, el urbanístico, y hasta el literario ! Merece una edición en papel, ojalá por una entidad cultural oficial !
ResponderEliminarYo, que no tengo tiempo ni para abrir correos,
y vivo angustiada por las mil lecturas que mantengo pendientes, me qued pegada !
Buena investigación y bien narrada. Merece que sea impresa en un pequeño folleto o libro. Felicitaciones Victor.
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