25: Medellín: Deterioro y abandono de su patrimonio histórico: El Castillo de los Botero
El Castillo de los Botero
Víctor Bustamante
Las personas que no desean que Medellín continúe siendo desmantelada en su escaso patrimonio histórico fuimos sorprendidos el domingo 18 de enero, en las redes sociales y en algunos diarios de la ciudad, ante la noticia de la previsible demolición del Castillo de los Botero en Buenos Aires.
En la actualidad dicha construcción ha sido empobrecida en su alrededor al verse cercada por diversos edificios de apartamentos. Incluso por el avance de la clínica misma, la edificación se ve perdida, extraviada ante la osadía de los urbanistas que no valoran absolutamente nada de lo que sea patrimonio sino que sus agallas mercantiles van detrás de la especulación, la rentabilidad y arrasar cualquier tipo de construcción que no obedezca a sus intereses.
Ante la destrucción del patrimonio la historia de nuestro urbanismo es la historia natural de los mercachifles antioqueños, urbanistas constructores de aburridos apartamentos para vivienda donde ellos decidan, sobrepasando cualquier tipo de normatividad con las excusas que ellos prefieran y adecúen.
Hablar de patrimonio con un urbanizador actual es saber de antemano el arte de esconderlo todo en la superficie, es la única verdad que los lleva a justificar sus acciones. De ahí que la ciudad sea cada día, con la anuencia de las autoridades responsable de esta destrucción, un adefesio sin patrimonio sino de lugares construidos con un estuco mezquino que da la apariencia de modernidad.
Hay una coartada de parte de los dueños del Castillo de los Botero: la construcción se ha ladeado, afirman que hay aguas subterráneas, los techos y las tapias se deterioran; todo un cuadro clínico para justificar con su desidia su demolición. No sabemos en que han invertido 600 millones y si cogieron algunos goteras con esa cifra. En El Mundo, 22/enero/2015, se afirma en un pie de foto: “De ser desmontada la Casa Botero, los directivos de la Nueva Clínica Sagrado Corazón tienen pensado “ampliar el parque que tenemos para que los familiares esperen a los pacientes o el parqueadero”. ¡Qué filantropía! ¡Qué deseo de servicio! ¡Qué cuidado con la comunidad! ¡Qué servicio al cliente! Afirmación ridícula de quien la dijo, insensible e insensata además. Tumbar una casa de esta índole para construir un parqueadero.
Luego, en una nota aclaratoria se escudriñan las normas legales que no permitan que tal crimen arquitectónico se realice a la luz del día y con las leyes que los justifique y mentiras de quienes piensan destruirlo como excusa. También es notoria, en este país de leyes, la eterna contradicción que da pie a los abogados para pegarse a lo que sea de una manera legal, lejos del sentido práctico de conservar la ciudad. Les basta una coma mal colocada, la significación de una palabra, la ambigüedad de las mismas disposiciones, algún dato olvidado.
Se añade en la misma nota de El Mundo:
“La Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura confirmó a este medio de comunicación que “la Casa Botero no se encuentra inscrita en la Lista de bienes de interés cultural del ámbito nacional”.
”Según un documento oficial firmado por el líder del programa Unidad Ordenamiento Territorial del Departamento Administrativo de Planeación Municipal, Jaime Humberto Pizarro Arteaga, el 6 de mayo de 2011, “se constató que el inmueble posee valores importantes en su arquitectura, los cuales fueron valorados en el marco de la formulación del Plan especial de protección del patrimonio cultural inmueble de Medellín, pero no han sido declarados como patrimonio inmueble municipal mediante acto administrativo que así lo defina”.
”Sin embargo, el director de Planeación Municipal, Jorge Pérez Jaramillo, explicó que “la reglamentación vigente es el Plan de Ordenamiento Territorial (Acuerdo 48 de 2014)”, y enfatizó que “el documento dice que esta Casa hace parte del Componente del grupo indicativo para procedimientos de declaratoria como Patrimonio”, por lo que su desmonte deberá ser aprobado por las entidades competentes.
”Acerca de los deterioros sustentados por la Nueva Clínica Sagrado Corazón, Pérez Jaramillo concluyó que “cualquier edificación de la ciudad que esté en una condición de riesgo, si el Departamento Administrativo de Gestión del Riesgo de Desastres (Dagrd) determina que debe tener algún tratamiento lo tendrá. Que haya alguna condición de riesgo aplica para los patrimonios y cualquier edificación” y que hasta ahora no ha sido presentado a su entidad soporte alguno de fallas".
Hasta aquí el panorama jurídico a la espera de las agallas y del salvajismo destructor que legalice una posible demolición. Añade Natasha Molina, administradora de la clínica. “No vamos a demoler la casa, la vamos a desmontar, ya que según el análisis técnico de un experto representa un peligro”. Extraña leguleyada entre demoler y desmontar. Y eso que debe ser una profesional en su área, pero una despiadada con el patrimonio de la ciudad. Luego compara el caso con el de Space para cuidar a sus empleados y pacientes. Pero olvida la fatal Natasha que el Space debió su caída a los malos manejos y pésimos cálculos, y a la voracidad de los urbanizadores negociantes, y el Castillo de los Botero lleva en pie más de cien años. Este último una casa patrimonial y el otro un edificio de apartamentos, que en su mismo nombre indica el arribismo paisa. Esperamos que no haya bufets de abogados a la caza de justificaciones, de influencias, de coimas a funcionaros para justificar este absurdo. Lo cual es una costumbre en un país, en una ciudad, donde se ha perdido el concepto de ley como legalidad en sí que debe ser acatada y que se asume como un ornamento, es decir lo que no existe, lo falso, el oropel de la escritura, en códigos que son burlados a plena luz del día con los antifaces de la excusa y de la burla, del vencimiento de los términos, del silencio hasta que los procesos precluyan, dentro de ese concepto de la ley no como ordenamiento sino ornamento.
Recordemos que el poderoso sector de la salud con gabelas oficiales también ha causado estragos arquitectónicos en el barrio Prado, y en el conjunto arquitectónico del Hospital San Vicente de Paúl, bajo el lema beatífico de servir a la comunidad.
Este truco, este engaño, para la destrucción de nuestro patrimonio, se ha manifestado a través de la reciente historia de Medellín para cambiar y para obviar la exigua y débil reglamentación en este sentido. Ya desde principios del siglo pasado conocíamos una de las triquiñuelas preferidas: incendiar las casas para justificar su demolición. Nadie revela cómo se incendió de una manera inexplicable lo que quedaba de la Farmacia Pasteur; cómo se abandonó durante unos cincuenta años la sede del Manicomio de Aranjuez; todos los años de olvido de la casa Barrientos; la destrucción adrede de la Estación Villa -en una sola noche con las técnicas más elaborados de los asesinos- la derribaron; cómo se dejó deteriorar la cárcel de la Ladera; como se cerró el Palacio Nacional para justificar su venta a un mercachifle; cómo se destruyó el Pasaje Sucre burlando las premisas legales dando pie a un premio internacional, el Atila, al alcalde destructor.
Total. Medellín no supo, no sabe qué hacer con su patrimonio histórico. O si sabe, verlo en fotos, y no poseer la posibilidad de vivirlo, de parparlo de saber mostrar con orgullo esa ciudad que pudo haber sido una obra de arte construida por tantos ingenieros, por tantos arquitectos, por tantos maestros de obra, pero que poco a poco es destruida por cada generación que nunca supo de la valiosa historia cotidiana de la ciudad.
Un poco de historia del Castillo de los Botero
Francisco Navech, ingeniero arquitecto y electricista, radicado en Medellín, fue quien diseñó la casa de Ricardo Botero a finales del siglo XIX, donde el nuevo urbanismo había ideado otros rumbos por el Paseo de Buenos Aires (Ayacucho). Por esa calle llena de historia, en las madrugadas se escuchaban los cascos de las recuas de mulas dirigidas por los míticos arrieros que se dirigían de Santa Elena a Rionegro. Los planos para la casa fueron elaborados por Juan Lalinde quien en dos de sus construcciones: la casa de Manuel Uribe Ángel (demolida) y la del fotógrafo Pastor Restrepo, dispuso mansardas sobre el techo de su último piso.
Navech, de nacionalidad italiana para unos; francesa o catalana para otros, pertenecía a la comunidad de los Hermanos Cristianos. Había llegado con ellos al país, a Medellín, en 1897. Luego, en 1902, Navech elaboró los planos y dirigió la construcción del templo en estilo gótico Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Buenos Aires, contiguo al Castillo de los Botero, principiado a construir por el Vicario del Arzobispado, Víctor Escobar Lalinde, pero terminado de construir, entre los años 1902 y 1907, por Horacio Merino Rodríguez.
Navech, al retirarse de la comunidad, se fue a vivir a Fredonia donde construyó, en 1913, el acueducto y ayudó en la instalación de la planta eléctrica y la de Aguadas en 1914. También en 1916 ensambló en Amagá la planta eléctrica. Como si fuera poco también diseñó los planos para la iglesia del Poblado. Su profesión lo había llevado a diseñar el edificio Miguel Vásquez B., Incluso allá tenía su oficina. Esta edificación luego fue demolida para construir el actual edificio del Banco de Colombia, ahí en Colombia con Bolívar. También había diseñado la fachada del colegio de San José en la Avenida Juan del Corral entre Maracaibo y Caracas (demolida) y la casa de Juan Pablo Villa en Palacé (demolida).
Francisco Navech adecuaría su apellido al español y terminaría llamándose Francisco Navache Sabi o Francisco Naveche. Se había casado con Carmen Emilia Escobar Montoya. Francisco Navech murió en Medellín en 1924.
El Castillo de los Botero comenzaría a poseer su halo particular: se convirtió en un punto de referencia para los visitantes. Jean Peyrat en su Guía Ilustrada de Medellín, 1916, recomendaba al turista subir por Buenos Aires hasta la Puerta Inglesa, y al regresar por el mismo camino, que se detuviera en la capilla de Buenos Aires cerca a la casa de Ricardo Botero ya que desde allí obtendría una hermosa vista de la ciudad. Allí, en esa mansión, se llegaron a celebrar secciones de espiritismo y de masonería, costumbre arraigada entre los exportadores para averiguar las cotizaciones del dólar en Nueva York, el alza o baja de los precios del café, ante la lentitud del telégrafo. Esta fama dudosa en la calenturienta Medellín, llevó a que más tarde doña Mercedes Saldarriaga de Botero, y sus hijos, donaran los terrenos para la construcción, contigua a su casa, de la iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón.
En el libro La Ciudad 1675 1925 de Agapito Betancur, dice: “Entre las residencias privadas, en la ciudad y en los campos, son dignas de mencionarse la de don Ricardo Botero en el Paseo de Buenos Aires”. La casa hacía parte de un conjunto más grande conocido como El Castillo de los Botero, integrado a la iglesia.
Ricardo Botero Saldarriaga había nacido en 1869. Estudió en la Universidad de Antioquia y en Europa. Heredó con sus hermanos la fortuna de su padre José Miguel Botero Pardo casado con Mercedes Saldarriaga.
Descendientes de José María Botero Arango, José Miguel y Pedro Luis Botero Pardo, se casaron respectivamente con las hermanas Mercedes y Matilde Saldarriaga, quienes tuvieron negocios personales aparte de los de sus esposos. Luego de la liquidación de la firma Botero Arango e Hijos, las hermanas Mercedes y Matilde Saldarriaga de Botero y sus hijos crean en 1898 Boteros y Cía., siendo Carlos y Ricardo Botero Saldarriaga los administradores de la compañía.
La actividad económica de los Botero consistía en ser agentes de negocios, comerciantes, comisionistas y su correspondencia refiere transacciones con dinero de remesas en el exterior, cuentas de crédito, pedidos, compras y remisiones de café, ganado y otros artículos para uso particular, informes de cuentas y estado de las distintas haciendas.
En su magnífico libro, Buenos Aires Portón de Medellín, Orlando Ramírez Casas, nos informa que a los Botero se le deben cuatro construcciones de postín: su castillo, de corte republicano; la iglesia, de estilo gótico, y los edificios Mercedes y Matilde, de arquitectura colonial. Estos dos últimos situados en el Parque de Berrío que fueron demolidos para erigir la actual sede del Banco de la República.
En el Castillo de los Botero, en 1956, funcionó la Escuela Interamericana de Bibliotecología de la U de A. y desde 1970 hasta la fecha de hoy la Clínica del Sagrado Corazón.
Esperamos que los dueños de la Clínica del Sagrado Corazón sean asistidos no solo por médicos y consejeros sensatos con la ciudad, sino que eleven oraciones, maitines y plegarias al Sagrado Corazón de María para que los vuelva más concienzudos y les dé una luz de esperanza, ya que salvar un edificio de esta índole es como salvar una vida de las cuales ellos seguro son muy meticulosos.
No queremos que Medellín sea la más demoledora
En la actualidad dicha construcción ha sido empobrecida en su alrededor al verse cercada por diversos edificios de apartamentos. Incluso por el avance de la clínica misma, la edificación se ve perdida, extraviada ante la osadía de los urbanistas que no valoran absolutamente nada de lo que sea patrimonio sino que sus agallas mercantiles van detrás de la especulación, la rentabilidad y arrasar cualquier tipo de construcción que no obedezca a sus intereses.
Ante la destrucción del patrimonio la historia de nuestro urbanismo es la historia natural de los mercachifles antioqueños, urbanistas constructores de aburridos apartamentos para vivienda donde ellos decidan, sobrepasando cualquier tipo de normatividad con las excusas que ellos prefieran y adecúen.
Hablar de patrimonio con un urbanizador actual es saber de antemano el arte de esconderlo todo en la superficie, es la única verdad que los lleva a justificar sus acciones. De ahí que la ciudad sea cada día, con la anuencia de las autoridades responsable de esta destrucción, un adefesio sin patrimonio sino de lugares construidos con un estuco mezquino que da la apariencia de modernidad.
Hay una coartada de parte de los dueños del Castillo de los Botero: la construcción se ha ladeado, afirman que hay aguas subterráneas, los techos y las tapias se deterioran; todo un cuadro clínico para justificar con su desidia su demolición. No sabemos en que han invertido 600 millones y si cogieron algunos goteras con esa cifra. En El Mundo, 22/enero/2015, se afirma en un pie de foto: “De ser desmontada la Casa Botero, los directivos de la Nueva Clínica Sagrado Corazón tienen pensado “ampliar el parque que tenemos para que los familiares esperen a los pacientes o el parqueadero”. ¡Qué filantropía! ¡Qué deseo de servicio! ¡Qué cuidado con la comunidad! ¡Qué servicio al cliente! Afirmación ridícula de quien la dijo, insensible e insensata además. Tumbar una casa de esta índole para construir un parqueadero.
Luego, en una nota aclaratoria se escudriñan las normas legales que no permitan que tal crimen arquitectónico se realice a la luz del día y con las leyes que los justifique y mentiras de quienes piensan destruirlo como excusa. También es notoria, en este país de leyes, la eterna contradicción que da pie a los abogados para pegarse a lo que sea de una manera legal, lejos del sentido práctico de conservar la ciudad. Les basta una coma mal colocada, la significación de una palabra, la ambigüedad de las mismas disposiciones, algún dato olvidado.
Se añade en la misma nota de El Mundo:
“La Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura confirmó a este medio de comunicación que “la Casa Botero no se encuentra inscrita en la Lista de bienes de interés cultural del ámbito nacional”.
”Según un documento oficial firmado por el líder del programa Unidad Ordenamiento Territorial del Departamento Administrativo de Planeación Municipal, Jaime Humberto Pizarro Arteaga, el 6 de mayo de 2011, “se constató que el inmueble posee valores importantes en su arquitectura, los cuales fueron valorados en el marco de la formulación del Plan especial de protección del patrimonio cultural inmueble de Medellín, pero no han sido declarados como patrimonio inmueble municipal mediante acto administrativo que así lo defina”.
”Sin embargo, el director de Planeación Municipal, Jorge Pérez Jaramillo, explicó que “la reglamentación vigente es el Plan de Ordenamiento Territorial (Acuerdo 48 de 2014)”, y enfatizó que “el documento dice que esta Casa hace parte del Componente del grupo indicativo para procedimientos de declaratoria como Patrimonio”, por lo que su desmonte deberá ser aprobado por las entidades competentes.
”Acerca de los deterioros sustentados por la Nueva Clínica Sagrado Corazón, Pérez Jaramillo concluyó que “cualquier edificación de la ciudad que esté en una condición de riesgo, si el Departamento Administrativo de Gestión del Riesgo de Desastres (Dagrd) determina que debe tener algún tratamiento lo tendrá. Que haya alguna condición de riesgo aplica para los patrimonios y cualquier edificación” y que hasta ahora no ha sido presentado a su entidad soporte alguno de fallas".
Hasta aquí el panorama jurídico a la espera de las agallas y del salvajismo destructor que legalice una posible demolición. Añade Natasha Molina, administradora de la clínica. “No vamos a demoler la casa, la vamos a desmontar, ya que según el análisis técnico de un experto representa un peligro”. Extraña leguleyada entre demoler y desmontar. Y eso que debe ser una profesional en su área, pero una despiadada con el patrimonio de la ciudad. Luego compara el caso con el de Space para cuidar a sus empleados y pacientes. Pero olvida la fatal Natasha que el Space debió su caída a los malos manejos y pésimos cálculos, y a la voracidad de los urbanizadores negociantes, y el Castillo de los Botero lleva en pie más de cien años. Este último una casa patrimonial y el otro un edificio de apartamentos, que en su mismo nombre indica el arribismo paisa. Esperamos que no haya bufets de abogados a la caza de justificaciones, de influencias, de coimas a funcionaros para justificar este absurdo. Lo cual es una costumbre en un país, en una ciudad, donde se ha perdido el concepto de ley como legalidad en sí que debe ser acatada y que se asume como un ornamento, es decir lo que no existe, lo falso, el oropel de la escritura, en códigos que son burlados a plena luz del día con los antifaces de la excusa y de la burla, del vencimiento de los términos, del silencio hasta que los procesos precluyan, dentro de ese concepto de la ley no como ordenamiento sino ornamento.
Recordemos que el poderoso sector de la salud con gabelas oficiales también ha causado estragos arquitectónicos en el barrio Prado, y en el conjunto arquitectónico del Hospital San Vicente de Paúl, bajo el lema beatífico de servir a la comunidad.
Este truco, este engaño, para la destrucción de nuestro patrimonio, se ha manifestado a través de la reciente historia de Medellín para cambiar y para obviar la exigua y débil reglamentación en este sentido. Ya desde principios del siglo pasado conocíamos una de las triquiñuelas preferidas: incendiar las casas para justificar su demolición. Nadie revela cómo se incendió de una manera inexplicable lo que quedaba de la Farmacia Pasteur; cómo se abandonó durante unos cincuenta años la sede del Manicomio de Aranjuez; todos los años de olvido de la casa Barrientos; la destrucción adrede de la Estación Villa -en una sola noche con las técnicas más elaborados de los asesinos- la derribaron; cómo se dejó deteriorar la cárcel de la Ladera; como se cerró el Palacio Nacional para justificar su venta a un mercachifle; cómo se destruyó el Pasaje Sucre burlando las premisas legales dando pie a un premio internacional, el Atila, al alcalde destructor.
Total. Medellín no supo, no sabe qué hacer con su patrimonio histórico. O si sabe, verlo en fotos, y no poseer la posibilidad de vivirlo, de parparlo de saber mostrar con orgullo esa ciudad que pudo haber sido una obra de arte construida por tantos ingenieros, por tantos arquitectos, por tantos maestros de obra, pero que poco a poco es destruida por cada generación que nunca supo de la valiosa historia cotidiana de la ciudad.
Un poco de historia del Castillo de los Botero
Francisco Navech, ingeniero arquitecto y electricista, radicado en Medellín, fue quien diseñó la casa de Ricardo Botero a finales del siglo XIX, donde el nuevo urbanismo había ideado otros rumbos por el Paseo de Buenos Aires (Ayacucho). Por esa calle llena de historia, en las madrugadas se escuchaban los cascos de las recuas de mulas dirigidas por los míticos arrieros que se dirigían de Santa Elena a Rionegro. Los planos para la casa fueron elaborados por Juan Lalinde quien en dos de sus construcciones: la casa de Manuel Uribe Ángel (demolida) y la del fotógrafo Pastor Restrepo, dispuso mansardas sobre el techo de su último piso.
Navech, de nacionalidad italiana para unos; francesa o catalana para otros, pertenecía a la comunidad de los Hermanos Cristianos. Había llegado con ellos al país, a Medellín, en 1897. Luego, en 1902, Navech elaboró los planos y dirigió la construcción del templo en estilo gótico Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Buenos Aires, contiguo al Castillo de los Botero, principiado a construir por el Vicario del Arzobispado, Víctor Escobar Lalinde, pero terminado de construir, entre los años 1902 y 1907, por Horacio Merino Rodríguez.
Navech, al retirarse de la comunidad, se fue a vivir a Fredonia donde construyó, en 1913, el acueducto y ayudó en la instalación de la planta eléctrica y la de Aguadas en 1914. También en 1916 ensambló en Amagá la planta eléctrica. Como si fuera poco también diseñó los planos para la iglesia del Poblado. Su profesión lo había llevado a diseñar el edificio Miguel Vásquez B., Incluso allá tenía su oficina. Esta edificación luego fue demolida para construir el actual edificio del Banco de Colombia, ahí en Colombia con Bolívar. También había diseñado la fachada del colegio de San José en la Avenida Juan del Corral entre Maracaibo y Caracas (demolida) y la casa de Juan Pablo Villa en Palacé (demolida).
Francisco Navech adecuaría su apellido al español y terminaría llamándose Francisco Navache Sabi o Francisco Naveche. Se había casado con Carmen Emilia Escobar Montoya. Francisco Navech murió en Medellín en 1924.
El Castillo de los Botero comenzaría a poseer su halo particular: se convirtió en un punto de referencia para los visitantes. Jean Peyrat en su Guía Ilustrada de Medellín, 1916, recomendaba al turista subir por Buenos Aires hasta la Puerta Inglesa, y al regresar por el mismo camino, que se detuviera en la capilla de Buenos Aires cerca a la casa de Ricardo Botero ya que desde allí obtendría una hermosa vista de la ciudad. Allí, en esa mansión, se llegaron a celebrar secciones de espiritismo y de masonería, costumbre arraigada entre los exportadores para averiguar las cotizaciones del dólar en Nueva York, el alza o baja de los precios del café, ante la lentitud del telégrafo. Esta fama dudosa en la calenturienta Medellín, llevó a que más tarde doña Mercedes Saldarriaga de Botero, y sus hijos, donaran los terrenos para la construcción, contigua a su casa, de la iglesia de Nuestra Señora del Sagrado Corazón.
En el libro La Ciudad 1675 1925 de Agapito Betancur, dice: “Entre las residencias privadas, en la ciudad y en los campos, son dignas de mencionarse la de don Ricardo Botero en el Paseo de Buenos Aires”. La casa hacía parte de un conjunto más grande conocido como El Castillo de los Botero, integrado a la iglesia.
Ricardo Botero Saldarriaga había nacido en 1869. Estudió en la Universidad de Antioquia y en Europa. Heredó con sus hermanos la fortuna de su padre José Miguel Botero Pardo casado con Mercedes Saldarriaga.
Descendientes de José María Botero Arango, José Miguel y Pedro Luis Botero Pardo, se casaron respectivamente con las hermanas Mercedes y Matilde Saldarriaga, quienes tuvieron negocios personales aparte de los de sus esposos. Luego de la liquidación de la firma Botero Arango e Hijos, las hermanas Mercedes y Matilde Saldarriaga de Botero y sus hijos crean en 1898 Boteros y Cía., siendo Carlos y Ricardo Botero Saldarriaga los administradores de la compañía.
La actividad económica de los Botero consistía en ser agentes de negocios, comerciantes, comisionistas y su correspondencia refiere transacciones con dinero de remesas en el exterior, cuentas de crédito, pedidos, compras y remisiones de café, ganado y otros artículos para uso particular, informes de cuentas y estado de las distintas haciendas.
En su magnífico libro, Buenos Aires Portón de Medellín, Orlando Ramírez Casas, nos informa que a los Botero se le deben cuatro construcciones de postín: su castillo, de corte republicano; la iglesia, de estilo gótico, y los edificios Mercedes y Matilde, de arquitectura colonial. Estos dos últimos situados en el Parque de Berrío que fueron demolidos para erigir la actual sede del Banco de la República.
En el Castillo de los Botero, en 1956, funcionó la Escuela Interamericana de Bibliotecología de la U de A. y desde 1970 hasta la fecha de hoy la Clínica del Sagrado Corazón.
Esperamos que los dueños de la Clínica del Sagrado Corazón sean asistidos no solo por médicos y consejeros sensatos con la ciudad, sino que eleven oraciones, maitines y plegarias al Sagrado Corazón de María para que los vuelva más concienzudos y les dé una luz de esperanza, ya que salvar un edificio de esta índole es como salvar una vida de las cuales ellos seguro son muy meticulosos.
No queremos que Medellín sea la más demoledora
Que lo tumban lo tumban.En el pais
ResponderEliminari de la insensibilidad.
Donde andan las autoridades encargadas del Patrimonio de la Ciudad? o no existen?
ResponderEliminarFadduil. La noticia de la demolición,cruzó la ciudad. Estaremos atentos contra los insensatos y la indiferencia por el patrimonio.
ResponderEliminarEn la era digital a nadie le interesa el patrimonio y menos a los medicos
ResponderEliminarLA DESTRUCCION CONTINUARA POR UNA JUSTIFCACION A LO PAISA. ES NECESARIO SER CAPACES DE SACAR RENTABILIDAD EN TODO
ResponderEliminarEl colmo en otros países cuidando el patrimonio histórico y aquí destruyendolo. Esa mujer no tiene una neurona como no ve el valor que este tipo de edificaciones le dan a una ciudad! Como puede comparar a space con una edificación que lleva 100 años en pie! No podemos permitir que esto pase!
ResponderEliminarHagamos un frente común. Medellin no puede convertirse en u bazar
ResponderEliminarMe gusta tu manera de escribir, muy bien ubicado. y con una informacion que no conocíamos. Será que lo tumban?
ResponderEliminarEs que para ser exactos, lo histórico solo entereza, cuando hay o dinero o votos de por medio, por eso es que estamos tan suprema-mente mal. Y no es solo de Medellin. En Barbosa, dejaron perder la antigua estacion del ferrocarril de antioquia, las empresas Colombiana kimberly y papaelsa, se robaron el antiguo camino real que comunicaba a barbosa antiguamente, los dueños de la hacienda "CHARCO NEGRO" se robaron la antigua carretera que comunicaba a Barbosa, con el nordeste antioqueño. Pero,¿ Eso a quien le importa, si ni da plata, ni da votos? Pero lo mas grave, es que se esta a punto de perder la vieja casona, propiedad del fundador de Barbosa y de doña Pascuala Muñoz, abuelo el y madre ella del heroe Colombiano GENERAL JOSE MARIA CORDOVA.
ResponderEliminarEs que para ser exactos, lo histórico solo entereza, cuando hay o dinero o votos de por medio, por eso es que estamos tan suprema-mente mal. Y no es solo de Medellin. En Barbosa, dejaron perder la antigua estacion del ferrocarril de antioquia, las empresas Colombiana kimberly y papaelsa, se robaron el antiguo camino real que comunicaba a barbosa antiguamente, los dueños de la hacienda "CHARCO NEGRO" se robaron la antigua carretera que comunicaba a Barbosa, con el nordeste antioqueño. Pero,¿ Eso a quien le importa, si ni da plata, ni da votos? Pero lo mas grave, es que se esta a punto de perder la vieja casona, propiedad del fundador de Barbosa y de doña Pascuala Muñoz, abuelo el y madre ella del heroe Colombiano GENERAL JOSE MARIA CORDOVA.
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