sábado, 25 de octubre de 2014

HABLABA Y CALLABA / Pedro Alcántara Herrán


HABLABA Y CALLABA

Pedro Alcántara Herrán

Hablaba
De niño hablaba y gritaba recitando fragmentos de los discursos de Gaitán, aprendidos a mi manera de memoria, como los oía en el inmenso radio del vestíbulo, llamando a las visitas con la campanilla de la mesa del comedor sobre la cual me subía. Yo era el político más jóven del Cali Viejo. Ese paroxismo infantil era mi paz.

Callaba
Con resbalosa estridencia subía las gradas del Conservatorio calzado con mis guayos del partido de la tardes en el Colegio Bolívar y callaba después, pies y boca, en el santuario de los estudiantes de dibujo donde me retaban las líneas rectas. Yo era el único niño, y me encerraba en un clóset cuando había modelo desnuda, donde seguía callado, como muchos después en la escuela militar en los Estados Unidos. Allí se callaba por disciplina o por miedo, pero se estudiaba intensamente y se me abrieron las puertas de la Literatura Inglesa, Norteamericana, y se me cerraron las genéticas del guerrero. Otros de mi clase que avanzaron en su empeño, naufragaron en los arrozales inundados de Vietnam. Esa fue mi decisión de paz.

Hablaba
En la Academia de Bellas Artes en Roma volví a mi vocación de niño; hablaba, gritaba discurriendo sobre el realismo socialista, los fracasos del Proletkult, las similitudes entre el expresionismo y el informalismo, Gutuso, Saura, Gramsci, Pavese, Camus, Kant, Hegel, Marx y, sobre todo Sartre. Pintaba a gritos. A gritos me entendía con los italianos. A gritos aprendí sobre los grandes maestros de la historia del arte de viejos sabios afónicos en aulas de 400 estudiantes. En el Museo de Arte Moderno de Roma conocí los gritos de Obregón sobre la violencia que azotaba a mi patria y él y Sartre me devolvieron a Colombia. No encontré la paz.

Callaba
En el Nadaísmo callé; había demasiadas voces que encantaban. Cuando logramos reclutar otro pintor. Norman Mejía, y con él pretendimos dictar una conferencia pintada, ambos enmudecimos de pánico ante la multitud durante el primer happening de la historia de arte nacional. Entendí más claramente que mi obra hablaba por mi. Puse en práctica mis dotes de disciplinado organizador y con Jotamario y Elmo, turnándonos responsabilidades, pusimos en marcha eventos históricos: los Festivales de Vanguardia. Allí muchos encontramos un intermedio de paz.

Hablaba
Militando en el Partido Comunista hablé otra vez y vociferé en las tribunas. Lo hice con tanta fuerza, tanta dignidad y tal convencimiento que comencé a movilizar en torno al proyecto de la Unión Patriótica una cantidad memorable de gentes de la cultura, tanto que mis camaradas aturdidos y con poca fe me lanzaron a una curul en el Senado donde caí en un “Salto Triple”, en palabras del difunto Marino Rengifo Salcedo. Tampoco allí encontré voluntad de paz.

Callaba
En el Senado donde todos gritaban, fui callado pero diligente y trabajador. Con otras dos almas penitentes, los senadores Pedro José Barreto y Jaime Niño Diez, en un debate a Colcultura comenzamos a sentar las bases de un futuro Ministerio de Cultura, que resultó triunfante tras la Constituyente del 91. Para escándalo de mi movimiento, mi asistente parlamentario era un poeta. El sí hablaba y madrugaba a abrir la oficina que parecía más un confesionario o un consultorio, donde las secretarias ajenas accedían para que Julián les leyera la mano. Ambos sobrevivimos a la masacre porque el “enemigo” pensaba que estábamos locos y tenía razón. Miles de nuestros compañeros de entonces descansan en la paz de sus sepulcros.

Hablaba
Hablé duro durante mi estadía forzada pero salvadora de 2 años en Europa. Renuncié a gritos a mis cargos y a mis responsabilidades políticas mientras el muro de Berlín me caía encima y yo vociferaba contra mí mismo y hablaba con las liebres que habitaban la tierra de nadie entre las dos paredes que constituían el muro. Mi obra me salvó de la confusión y el desgarramiento gritándome desde lo más atávico de mi ser, reconstruyendo mi voz pictórica llena de desaliento y vacío. Mi capacidad creativa me mantuvo en la superficie del grito y su fuerza primordial propició mi restauración. Esa fue mi paz reivindicativa.

Callaba
Hoy callo otra vez y reflexiono al igual que millones de colombianos en torno a la paz y a la necesidad de apoyar decididamente ese proceso en curso para buscar en palabras del gran Santiago García un espacio donde “nuestros espíritus locos, iluminados de osadías, puedan soñar con el imperio de la belleza...”, en una democracia más plena, más transparente y más justa, sin miedo, sin claudicar y en pleno uso de nuestras facultades para enriquecerla con irreverencia y pasión. ¡Transitemos hacia la paz!

  Cali 21-04-2014




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