sábado, 21 de junio de 2014

Viajando con los clásicos José Guillermo Ánjel y Reinaldo Spitaletta



Viajando con los clásicos 
de 
José Guillermo Ánjel y Reinaldo Spitaletta

Víctor Bustamante

La idea del viaje en la literatura no deja de ser desconcertante, debido a la promesa de lo que conlleva y trae: el legado de algunos libros que se han escrito, así como la circunstancia en que fueron escritos, el formato en que se leyeron, así como quienes lo leyeron, y cuál fue el motivo para que se escribiera; lo anterior para considerar la historiografía sobre la presencia del libro, ya que el libro nos ha sido enviado desde la profundidad del tiempo y poco ha cambiado en su formato. El libro es un espejo de quien lo ha escrito, y de quién proyectó un mensaje, una historia, una diatriba, una aventura al mar de la noche y de los tiempos, y el cual, el curioso lector tiene en sus manos para leerlo. Cierto, en él existe un mensaje el cual nos da entender que el hombre no solo ha sido un guerrero, muchas veces, en el peor sentido del término sino que ha escrito los poemas más dulces.

Por esa razón cuando leemos una libro como Viajando con los clásicos de José Guillermo Ánjel y Reinaldo Spitaletta, la idea del viaje se hace presente: allí en cada una de esas referencias, en cada una de esas discusiones que dan pie para acceder al conocimiento nos damos cuenta de los diversos edificios teóricos que el hombre ha construido en su devenir y ha perseverado en las utopías más elocuentes.

Guerras, crueldades, dicterios, doctrinas, salmos, pensamientos, extrañas filosofías, manifiestos, devaneos teóricos, geografías, pero también las utopías y los escépticos discursos sobre la felicidad e igualdad del hombre nos trae este libro donde se conjuga el deseo de leer como una manera de salir del estremecimiento y de la pobreza intelectual, para decirnos, sus autores, como la Ilustración se define a partir de las gratas lecturas, de la convivencia con los libros.

Pero también la idea del viaje aparece y reaparece al leer en este libro, no solo en el evento en sí de leer, sino en saber que nos hundimos a través del tiempo, no como una alegoría del pasado sino para aprender y sopesar toda la aventura intelectual que nos han legado en el trascurso del tiempo diversas civilizaciones, así como los vasos comunicantes entre diversas ideas materializadas en especulaciones que la memoria de los libros hace visibles. Esa cercanía haría impensable la evolución del pensamiento.

Nada tan frágil como los libros, el papel es volátil y perecedero, pero también nada tan poderoso para acceder a la cultura de una manera tan gratificante y fácil. Tan letal e imperioso.

Este libro es ante todo el homenaje a la memoria de un legado, a la síntesis de la escritura, el amor a la perdurabilidad de la palabra, y sobre todo el culto secreto a la inteligencia, a la ascesis de la necesidad de leer en estos tiempos de alta tecnología, y alto analfabetismo cultural donde el entretenimiento y la trivialidad parece ser la definición de cultura que yace exacerbada en el culto a lo pasajero, pero que no debe olvidar sus raíces: los libros.


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