sábado, 23 de noviembre de 2013

Piglia: Los diarios como ficción del escritor / Víctor Bustamante

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Piglia: 
Los diarios como ficción del escritor

Víctor Bustamante

Los diarios de los escritores son un verdadero tesoro, allí se expresa lo que nunca fueron capaces de narrar, de contar en su literatura de ficción: sus novelas, o en su poesía, pero bien sea dicho que por mucha o poca ficción que haya en los diarios siempre subyace un sustrato que los hace creíbles, la vida de su autor. Es más, en un diario nunca hay ficción sin la vida expectante  que vive quien escribe.
Quien escribe un diario muchas veces lo hace debido a que hay momentos, traumas, eventos complejos y sombras personales que no quiere que se conozcan y se cuelen en sus obras. Es como una catarsis del escritor antes de comenzar a escribir y dejar de lado algo que lo acosa, ya que en los diarios se deshace de ese pesado fardo de su existencia y decide; mejor, revelar su ficción, y olvidarse por un momento de la problemática del yo, que es tan valioso cuando un escritor ahonda en sí mismo.
Para esto sirve el diario, para dejar ese yo desgarrado en la oscuridad, y así dejar que salga a flote la literatura de ficción. La aflicción es mejor esconderla. Claro que hay escritores donde se diluyen ambas, Un caso Thomas Bernhard.
Hay diarios muy valiosos, el de Kafka es uno de ellos, así comprendemos, por ejemplo el proceso que lo embargaba, el temor a casarse y él nos dejó un mensaje sin respuesta aun al manejo de la justicia. Existen los diarios de Tomas Mann quien ordenó que los publicaran después de veinte años de su muerte, ya que él no quería lastimar a nadie menos a su familia y revelar su carácter homosexual.
Los diarios se consideran la residua del escritor. Ahí se encuentra, cuando se es honesto, toda la complejidad de una vida inmersa en las sombras, porque la ficción de su prosa cuenta historias con cierto límite en la vastedad de los meandros personales donde siempre se huye de lo que no se quiere decir.
Leo los fragmentos de los llamados diarios de Ricardo Piglia, allí dice que anda de chequeo en una clínica y no sabemos qué padece, lo que menos le embarga es su enfermedad, le interesa el paciente alcohólico que llega, el evento de que autores como Bolaños y el gran Cabrera Infante o Beckett hayan dejado obras luego publicadas de una manera póstuma.
Nunca sabemos nada de Ricardo Piglia allá en la Universidad de Princeton, por eso estos diarios sin fecha son pura ficción, diarios de campus, nunca verdaderos diarios; aquí el escritor es simplemente un observador no siente, no se expresa desde adentro.
Siempre he creído que los diarios son tan personales, tan sinceros que el escritor es incapaz de hacerlos publicar en vida. En cuanto  a un diario personal hay un margen para decirlo todo, para exorcizar todo lo que no se puede decir ni mostrar a la luz pública, por eso los verdaderos diarios se constituyen en una verdadera reserva y en la última versión sobre lo que en realidad vivió, padeció, pensó y sintió un escritor.
Ahora cuando se abren todas las esclusas en la literatura dependiente del marketing y se pública un diario en vida, es como hacer un ensayo frágil sobre lo que se ve o contar: pormenores sobre algún evento inane como al ver los patos extraviados sobre el hielo,
Piglia nos debería decir, -si va a seguir publicando sus diarios-, qué piensa sobre las mujeres de la Universidad de Princeton, sobre su estadía en la Estados Unidos y el conflicto entre dos culturas. Hay tanto de donde conocer a un escritor no desde los propios diarios como si fueran  su propia ficción, y en dejar a su alter ego maquillar las aflicciones para expresar algunas historias lejanas como la llegada del anciano alcohólico y dejar el verdadero sustrato escondido.
Hay un poeta que nos ha dado una lección de decencia literaria. A muchos escritores actuales se les quemarían las manos al leer los diarios de Cesare Pavese.



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