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Piglia:
Los diarios como
ficción del escritor
Víctor Bustamante
Los diarios de los escritores
son un verdadero tesoro, allí se expresa lo que nunca fueron capaces de narrar,
de contar en su literatura de ficción: sus novelas, o en su poesía, pero bien
sea dicho que por mucha o poca ficción que haya en los diarios siempre subyace un
sustrato que los hace creíbles, la vida de su autor. Es más, en un diario nunca
hay ficción sin la vida expectante que
vive quien escribe.
Quien escribe un diario muchas
veces lo hace debido a que hay momentos, traumas, eventos complejos y sombras personales
que no quiere que se conozcan y se cuelen en sus obras. Es como una catarsis del
escritor antes de comenzar a escribir y dejar de lado algo que lo acosa, ya que
en los diarios se deshace de ese pesado fardo de su existencia y decide; mejor,
revelar su ficción, y olvidarse por un momento de la problemática del yo, que
es tan valioso cuando un escritor ahonda en sí mismo.
Para esto sirve el diario, para
dejar ese yo desgarrado en la oscuridad, y así dejar que salga a flote la literatura
de ficción. La aflicción es mejor esconderla. Claro que hay escritores donde se
diluyen ambas, Un caso Thomas Bernhard.
Hay diarios muy valiosos, el
de Kafka es uno de ellos, así comprendemos, por ejemplo el proceso que lo embargaba,
el temor a casarse y él nos dejó un mensaje sin respuesta aun al manejo de la
justicia. Existen los diarios de Tomas Mann quien ordenó que los publicaran
después de veinte años de su muerte, ya que él no quería lastimar a nadie menos
a su familia y revelar su carácter homosexual.
Los diarios se consideran la
residua del escritor. Ahí se encuentra, cuando se es honesto, toda la
complejidad de una vida inmersa en las sombras, porque la ficción de su prosa
cuenta historias con cierto límite en la vastedad de los meandros personales
donde siempre se huye de lo que no se quiere decir.
Leo los fragmentos de los llamados
diarios de Ricardo Piglia, allí dice que anda de chequeo en una clínica y no
sabemos qué padece, lo que menos le embarga es su enfermedad, le interesa el paciente
alcohólico que llega, el evento de que autores como Bolaños y el gran Cabrera Infante
o Beckett hayan dejado obras luego publicadas de una manera póstuma.
Nunca sabemos nada de Ricardo Piglia
allá en la Universidad
de Princeton, por eso estos diarios sin fecha son pura ficción, diarios de
campus, nunca verdaderos diarios; aquí el escritor es simplemente un observador
no siente, no se expresa desde adentro.
Siempre he creído que los
diarios son tan personales, tan sinceros que el escritor es incapaz de hacerlos
publicar en vida. En cuanto a un diario
personal hay un margen para decirlo todo, para exorcizar todo lo que no se
puede decir ni mostrar a la luz pública, por eso los verdaderos diarios se constituyen
en una verdadera reserva y en la última versión sobre lo que en realidad vivió,
padeció, pensó y sintió un escritor.
Ahora cuando se abren todas
las esclusas en la literatura dependiente del marketing y se pública un diario
en vida, es como hacer un ensayo frágil sobre lo que se ve o contar: pormenores
sobre algún evento inane como al ver los patos extraviados sobre el hielo,
Piglia nos debería decir, -si
va a seguir publicando sus diarios-, qué piensa sobre las mujeres de la Universidad de Princeton,
sobre su estadía en la Estados Unidos
y el conflicto entre dos culturas. Hay tanto de donde conocer a un escritor no
desde los propios diarios como si fueran su propia ficción, y en dejar a su alter ego maquillar
las aflicciones para expresar algunas historias lejanas como la llegada del
anciano alcohólico y dejar el verdadero sustrato escondido.
Hay un poeta que nos ha dado
una lección de decencia literaria. A muchos escritores actuales se les quemarían
las manos al leer los diarios de Cesare Pavese.
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