sábado, 5 de octubre de 2013

John Jairo Restrepo



John Jairo Restrepo
Víctor Bustamante
No hay nada más ominoso que escribir sobre los amigos que se mueren. Uno piensa que la muerte camina por los sinuosos esteros, parques, autopistas y calles lejanas, en las casas deshabitadas, en los enfermos terminales, en los hospitales, pero no, la muerte siempre anda cerca, camina a nuestro lado y no aceptamos que merodea implacable, y cuando menos se piensa, se lleva a nuestros amigos. En silencio se los lleva. Cuando menos se piensa uno encuentra la noticia acerca de un amigo muerto. Un amigo muerto es una ventana que se cierra, un diálogo interrumpido.
Conocí a John Jairo en los seminarios de cine, y en el Cine-club Ukamau donde se formaron muchos cineastas. Fue uno de los primeros amigos que consiguió una cámara de video, y por ese camino comenzó a idear proyectos; uno de ellos era conseguir una cantidad de televisores para un guion que preparaba, otro de un tipo que sale por un hueco de una calle. Luego se ganó unos premios, se volvió profesor y perduraba en él, ese deseo de filmar y filmar.
También alguna noche me lo encontré en el Parque de Berrío, preparando maletas para irse a estudiar a la Escuela internacional de cine y televisión de San Antonio de los Baños en Cuba. Esa noche a manera de despedida conversamos largo sobre su idea de cine, sobre sus sueños de ser gran director. Por allá se demoró algún tiempo y cargado de experiencias fue cuando comenzó su labor de cineasta total.
Algunas veces aparecía en Versalles en las horas de la tarde, los sábados, donde al calor de algunos tintos contaba sus experiencias. Eso sí pedía para él solo, razón por la cual algunos amigos, al poco rato nos fuimos para La Boa, Raúl González, Rubén López y yo, inventado una estrategia diferente, no el camino indicado de subir por Maracaibo que está cerca sino dar un rodeo, caminar hasta Junín y subir por La Playa. Pero John Jairo ideó otro camino, y no sé como nos encontramos en Sucre con La Playa, perplejos, el algo furioso y nosotros rientes y sonrientes.
Pero esto son trivialidades.  Siempre mantenía una libreta de apuntes en la cual anotaba aventuras, anécdotas y que luego se cristalizó en su primer libro del cual no sabía que estuviera escribiéndolo. Una noche de febrero, creo, apareció en mi casa, él que había dejado de venir para esos encuentros donde conversábamos hasta altas horas de la noche, acompañados de la diosa blanca, acerca de cine de literatura mientras el licor era el combustible más esperanzador. Esa noche también anotó como tenía ideados otros libros sobre cine, y se encontraba exultante con el libro que, como presente me trajo, ideamos una manera de presentarlo. Me dijo que fuera un evento bien realizado, pero todo se fue aplazando. Eso sí, en el programa En defensa de la Palabra me lo encontré el mismo día de esta entrevista y la dejé para realizarle una nota cuando presentáramos su libro,  “Palabras de mecato móvil”.
Pero una tarde, por Barraquilla, cuando me dirigía a la librería En este lugar de la noche, Oscar Mario Estrada, me da la noticia sobre la muerte de John Jairo, “lo enterraron el lunes”. Me quedo sin palabras, porque ella, la señora muerte, la puta muerte merodea insensata y no nos deja ser inmortales.


ELEGÍA AL AMIGO

Raúl González Hernández 

A John Jairo Restrepo, in memorian

                                                         La muerte es menos cruel que la vida,
                                                       ilumina su rostro y después lo apaga
                  para siempre.
                                   Albeiro Flórez Villa



Sin pensarlo el mundo se fue yendo
como indescifrable ventisca
desgarrando tu piel
evaporándola
tus fuerzas desvanecidas
regresaron a la tierra
ahora
solo mudez
tiempos atrás más jóvenes
como potros salvajes
saboreábamos el peligro en los viajes
al Pacífico
al fortuito e irreflexivo viaje al Ecuador
donde anclamos en una isla lejana y perdida en el mapa
y dimos rienda suelta a las fantasías
a Pasto
a la laguna de la Cocha
a San Jerónimo y
hace algunos pocos años
en el alocado viaje a Cartagena
éramos viajeros en el tiempo
nos perdíamos en interminables conversaciones
y te escuchaba aventuras amorosas
parecías tener un motor interior
precipitado
casi sin fin
ideas locas afloraban en tu cabeza
fuiste tabernero de música salsa
un gran local amplio y lleno
de fantasmales bailarines
todo se esfumó como un sueño
el mundo te llevó a Cuba y en San Antonio de los Baños
al cine
aventuras con cubanas
donde te metías como sombra en sus casas
y allí dejabas algo de amor entre las sábanas
hasta reportero gráfico de golf
en el país del norte fuiste
tenías agallas para hacerlo todo
te recuerdo como ávido lector
perdido en bibliotecas públicas
devorabas libros
incansable
pero siempre acelerado
huidizo
casi líquido
dejaste por años
el elíxir
de Bukovski o Malcom Lowry
parecías ya casi un monje
recuerdos lejanos de tus experimentos visuales
televisores sin pantalla cuyas imágenes reinventabas
infinidad de cosas que te surgían
te quedó el video en tus adentros
años después
tus clases
donde cedías tus secretos
apresurado me llamaste cierto día
a decirme que nacía un primer hijo tuyo
un libro que parías y deseabas
que te escribiera algo
fuiste parte de los Octámbulos
nos alegramos con tu ingreso
parecía que leerías tu teatro y
tus microtextos
que hilarías diálogos
fue corto tu tiempo
relámpago huidizo
pájaro negro
en la turbia noche
y nos quedamos esperándote
por siempre
silenciosos
revives en el recuerdo
en las imágenes de vivas fotos
alocadas fotos que siempre querías que te hiciera
como cuando pasamos en Pasto
por una funeraria te metiste en un ataúd
para que te registrara con mi cámara
ese fue tu primer anticipo de la partida
hace poco me pediste esa foto
creo que querías verte en el espejo
encontrarte con la nada
saberte

                                                                                   Raúl González Hernández 15/07

3 comentarios:

  1. Víctor muchas gracias por ese homenaje a un amigo comun

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  2. Por fin escribe el señor Raul Gonzalez un poema a un amigo. Felicitaciones

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  3. Que tristeza la muerte pero esta siempre en nosotros y cada dia nos lleva hacia su sagrado seno.
    John Jairo he rezado por ti varias oraciones.

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