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Harold Alvarado Tenorio se detuvo en Pereira
Víctor Bustamante
Fue en Pereira donde lo
encontré de nuevo
Más preciso en la Librería
Roma, una casa atestada de libros de todas las naciones, manoseados por tantas
manos, y que recalaban aquí en busca de otro dueño quien los revivirá al abrir
sus páginas.
Pero en esta posta de
la noche, porque ya era la noche en su completa clemencia, qué íbamos a buscar
a una anticuaria si no libros y alguna conversación porque las calles de Pereira
quedaban vacías y la sorpresa total fue verlo ahí enruanado y con un sombrero tanguero
negro de paño, ni que fuera Gardel en Medellín.
No buscaba la Antología
Palatina sino que lo vi inmerso en un vaso de whisky, como corresponde al poeta andariego que no se
ha tragado la montaña ni las costas de Cartagena, sino que estaba ahí mayestático sentado en su trono rodeado de
querubines, serafines, ángeles de alta catadura y de toda la corte celestial, iba a decir corte
demoniaca con Estragón a la cabeza pero preferí la amabilidad.
-Hola poeta -le
dije, pero era tan poderoso el licor que no me reconoció o a lo mejor se encontraba
en el séptimo cielo de los bebedores que es el de no saludar para no compartir el
licor.
Conjurado de la noche y
de la poesía nunca he comprendido por qué razón viaja o huye: Nueva York, Madrid, Cali, Bogotá,
Cartagena, Londres, Dublín, Tuluá, Pereira o a las ciudades de la memoria de
sus maestros, Buenos Aires y Alejandría,
pero nunca la del Gran timonel, Pekín, con su lolitismo octogenario.
-Maestro, ¿seré yo vuestro
sucesor?, podéis escribir una nota, algo
sobre mí, -y, en mi español zalamero de colegio, proseguí- dadme unas de tus
diatribas para tocar la gloria.
No respondió, y por el
contrario apartó todos los libros de la mesa, incluido el Bestiario de Aberdeen, y las églogas hindú-caucanas de Horacio
Benavides, los lamentos amalfitanos de
Piedad o los poemas rocacielistas. Pensé que iría a leer algún poema en honor a
los recién llegados bebedores de la noche, pero no, de inmediato guardó a su lado
ambas botellas de wiski, porque en la Librería Roma siempre hay un trono para él
donde nadie puede sentarse y una botella en la cava a su espera. Es más, cuando
no visita la ciudad, sus seguidores, colocan uno de sus libros en el diván selecto, su intacto vaso preferido, y se la pasan
conversando ante su ausencia, aunque a veces le dan sus llamadas por el celular
donde lo encuentran en la vecina y rival Manizales, su exilio actual, o en la soledad
universal y galáctica del Facebook.
Por fin, luego de
apurar otro trago al escondido y con entonado acento, como en el poema del Brindis del Bohemio, dijo:
-Traidor,
no mereces que de mi boca salga un elogio ni una diatriba.
Pereira agosto 2013
Que tristeza como ha caído de bajo el nadaismo
ResponderEliminarMUY BUENA TU IMAGINACION. YO SI LE DÍ LA MANO, PASARON MAURICIO LAURENS, FELIPE MORENO, GUILLERMO RAMIREZ, ETC.
ResponderEliminarBESANDO EL ANILLO PAPAL.