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Víctor
Bustamante
El primer libro que leí de Eduardo Escobar fue Cuac, entonces ya el nadaísmo en la parte de la amistad parecía que empezaba a crear fisuras entre ellos mismos. Amílcar estaba lejano, Alberto Escobar dedicado a su trabajo, Lemos deliraba drogo las calles de Medellín, no sé dónde andaba Elmo, Jaime Espinal andaba en Medellín en completo silencio o a veces algo publicaba, pero sí, que Gonzalo, Eduardo y Jotamario se habían ido a vivir a Bogotá, dejando acéfalos a sus seguidores en las ciudades por algo valioso, el nadaísmo era el primer movimiento literario en Colombia que se tomaba a la capital del país.
Algo
era cierto no queríamos saber, muchos lectores, nada de la literatura
decorativa del realismo mágico, y cuando en el mencionado libro, Cien años de soledad, comenzaba Remedios a ascender al cielo, nos dimos cuenta
que la astucia de la religión y sus terrores se colaban desde otro punto de
vista, y por eso cuando leí, los manifiestos nadaístas, me dije, este camino
torcido y refractario es el mío, y aun camino por él. Siempre he preferido los
caminos tortuosos de los escritorios que arriesgan y no la comodidad del exilio
o el calmante pasivo del añorado éxito.
Luego
lo escuché una noche del 81, en el Paraninfo de la Universidad de Antioquia
leyendo uno de sus poemas más emblemáticos sobre unas cucarachas escondidas en
un transistor Sanyo y hace poco tiempo, unos dos o tres años en la Ladera, en
la celebración de los 50 años del nadaísmo.
Hoy
sábado 17 de septiembre de nuevo en
Medellín escucho en la presentación de su último libro, Cuando nada concuerda, a Jaime Jaramillo Escobar, y es tanta la
cercanía entre ambos, dos bastiones de ese movimiento, que evitó que la
literatura del país se convirtiera en la comodidad académica, y aun señala a la poesía conservadora que padecemos
ahora, pero que el nadaísmo nos refresca, así como es de perdurable cada que
los leemos como si fueran nuestras escrituras sagradas.
El
nadaísmo es una puerta al laberinto de la creación, la finura de la
independencia personal, y una manera de vida. Hoy ha mencionado a uno de los
nuestros, Thomas Bernhard, y veo y presiento que Eduardo está al tanto de ese
austriaco que hubiera sido nadaísta por su carácter de ir contra todo, incluso
contra él mismo. Vivir a la enemiga
diría Fernando González, incluso contra uno mismo como aseveraría Eduardo Escobar
en su viaje hacia el sur, por caminos solitarios y pueblos detenidos en el
tiempo, y montañas llenas de promesas, así sea la de la muerte tras las huellas
de su maestro Fernando González.
Ahora
Eduardo Escobar, reflexivo, nos entrega sus ensayos, el nadaísmo y sus vivencias,
su manera tan personal de ver el mundo y la literatura con una crítica feroz a
Borges, dios, el infierno, drogas y apertura del mundo como experiencia
personal, escritores prohibidos, Camus. Pero sobre todo nos entrega una reflexión
sobre sus libros amados, lejos de la quimérica quema de libros. No, ahora son
sus lecturas, y esos libros que lo acompañan.
Erudición
y vida, pasión y soledad, pero ante todo nadaísmo, como decir, nuestra más
bella e intensa primavera.
Pobres publicistas con patas de abogadillos, tratando de seducir a incautas gentes de primerísisimas lecturas; pero que dijo Jaime en la presentación, 80% de chiste, y 20 de acercamiento mohoso. Y el Escobar, dándoselas de académico, miserable poeta, que con su cambio extremo, podría ser revelado en algún ataque de sol negro.¿Y estos son los padres del neonadaismo?
ResponderEliminarHueco cerrado de monje loco.
A pesar del señor cascarrabias que saluda de esa manera a Eduardito, debe saber que los nadaistas nos abrieron un camino que aun nos enloquece.
ResponderEliminarPobres tonticos y envidiosos de los nadas.
EDUARDITO LEJOS ESTAS DEL CIELO DE MEDELLIN PERO SI EN MI CORAZON
ResponderEliminarTango de los hampones
ResponderEliminarMuchas veces quise ser bueno
Pero siempre me convencieron
De la movida de la bolsa o la vida
Que es la moda del siglo que corre.
Por eso solo me preocupo
De mantener mi billetera gorda a cualquier precio
Y del bien sacrosanto de mi panza.
Desoigo los consejos de los pobres, y buenos.
Hay que trampear para poder sobrevivir
Tretas y artimañas convienen
Y es ventajoso mantener alguna carta oculta.
Los discursos morales, ya se sabe, conducen a la ruina.
Hay que ir armado también por el buen camino.
El mundo se pone cada vez más difícil.
Pregúntale a mi pistola.
Entre el justo y el pecador
La diferencia está en el muerto.
Y aunque no haya muerto malo
Es preferible seguir vivos.
El vencedor impone la moral.
Las víctimas no cuentan. Se cuentan. Y se olvidan.
Muchas veces quise ser bueno.
Pero, quién alimentaría a mi familia.
Es prevenir que tener que lamentar
Y menos peligroso golpear de primero.
Por hacer el bien sin mirar a quién
Muchos, que ya olvidé, encontraron mal fin.
Es bueno y loable intentar ser honrado.
Pero resulta un sinsentido
En este mundo corrompido.
La virtud es hermosa no cabe duda.
Pero las virtudes del rico son evidentes
Y están bien respaldadas por los bancos.
El que cuenta sus morlacos
Dispone bien las partes del antiguo problema
De lo bueno, y lo malo.
Hay que alejarse de la horrible pobreza.
Hay que ser duros, antes que demasiado puros.
Golpea fuerte, y no lamentes tu suerte.
Si no existieran el bien y el mal
La vida sería como pan con pan.
Unete a mi banda. No te irá mal. Si eres leal.
Y sobre todo, te cuidaremos de la policía.
Es una porquería.
Gratitud Víctor por tener presente al Niño Dios del nadaismo, Eduardito.
ResponderEliminarLa cultura oficial sale a tu encuentro, pero al underground tienes que ir tú.
ResponderEliminarFrank Zappa.