Las casas de Fernando Botero
en Medellín
Víctor Bustamante
La ciudad, Medellín, posee su
historia y sus historias. Cuántas veces he pasado, hemos pasado, frente a
tantas fachadas, a tantos lugares y no sabemos nada de ellos. No hay
identificación de la ciudad, que es una de las más caras maneras
de apropiarnos de ella, de quererla, de cuidarla: es nuestro hábitat. Solo las iglesias,
las calles y los parques se constituyen en punto de referencia, pero nunca los
lugares habitados por sus artistas que a fin de cuentas son quienes le dan
lustre a la ciudad. En este sentido no ha habido un proceso de ilustración
a los estudiantes, a los habitantes, a los políticos, a los administradores. Simplemente
la ciudad se deja abandonada a su misma suerte, a los caprichos de algún
vecino, de algún propietario. De esa manera siempre nos referimos a la historia
en general, es decir, al paisaje, a lo que se mira a simple golpe de vista, sin
saber que ahí, precisamente ahí, han ocurrido historias, vivencias gratas y
valiosas que es lo que le da presencia y preminencia a una ciudad.
Por muchas calles que
pavimenten, por muchos edificios que se erijan, por mucha publicidad que se
haga para internacionalizar la ciudad, no se podrá tapar ese sol esplendoroso
de su vida interior, esa vida que se convierte casi en la marginalidad de Medellín.
¿Por qué lo digo?, por una razón de peso, la ciudad tiene su historia rica y
vital. Cuántas veces nos referimos a que un escritor o artista vivió en Medellín
y lo hacemos de una manera fría sin saber sus lugares vitaales. Cada generación
pasa por encima de ellos y los estropea, piensa que la ciudad que cada cual
vive es la ciudad sin historia, simple sin necesidad de preservarla: una ciudad
fugaz que nunca puede pertenecer a quien no la conoce de una manera entrañable.
Con Medellín ocurre lo más fácil y el clásico lugar común: pensar y enseñar el archivo valioso de sus grandes
fotógrafos de una manera descontextualizada.
Por esa razón necesitamos redefinir
el concepto de patrimonio. No hacerlo de una manera insignificante, improvisada
sino que se establezca lo que en realidad le da valor a determinados
lugares. No podemos asumir la ciudad como si fuéramos eternos transeúntes desaprensivos;
pasar de largo por ella sin conocerla, porque conocer a Medellín es valorar sus
lugares, no asumir el ademán del que viaja en taxi; dar una dirección y ya. Medellín
es más que eso. Han destruido tantos lugares valiosos, pero aún quedan muchos que es necesario proteger para que la ciudad
no quede sin puntos de referencia. Hay una mala idea del concepto de progreso;
se asume como si todo lo anterior no sirviera, y lo único cierto es que cada
generación establece de una manera desaprensiva una ciudad sin puntos de
referencia.
En el caso presente es
inaudito como los propietario de la casa donde nació y vivió Botero una buena parte
de su infancia no le hayan prestado atención al pintor cuando pretendió comprarla,
estos escuálidos señores prefirieron convertirla en lo que es hoy: un vano
edifico de tres pisos y dejarle perder todo su poder de seducción como hacen en los países ilustrados de conocer y respirar el ámbito del pintor más grande
que ha dado el país y Latinoamérica. Pero no, la pobreza intelectual de estos
señores se vio reflejada en esa actitud de mercachifles De ahí que Medellín no posea sitios históricos de
peso porque los dejamos perder.
Por mucho Parque de las Esculturas, que es muy visitado, y por mucho museo con obras del pintor, con esa valiosa donación
a la ciudad. Lo cierto es que una parte del hábitat de Botero ha sido destruido. Para los planificadores
de oficina, para los encargados del patrimonio mirando revistas también en su oficina, esto no interesa, pero así como otros países dan la batalla por preservar sus instituciones
recordemos que estos lugares también son nuestra institución.
Aún queda, ya cambiada en
parte su fachada de la otra casa de Botero, la segunda, en Prado. Por estas calles
caminaba el pintor a los cafés del Centro
o a las casas de Lovaina a vivir esa ciudad que se escurre en nuestros dedos y
que la indiferencia oficial y más aún la ciudadana, lo permite. Desde muchos
ámbitos se pide cuidar los bosques, las selvas y eso está muy bien, pero se les olvidó
la ciudad. Muchos piensan que la ciudad se autodestruye cada cierto tiempo, por
esa razón tan endeble Medellín es una ciudad sin historias, sino propensa a la
alegoría de los asesinatos. Hace poco me decía un taxista que un extranjero visitó
a Medellín queriendo conocer el sitio donde fue abatido Pablo Escobar. Ayudado
por el cine sin argumentos tanto internacional como local que piensan que Medellín
es ese tipo de asesinos como su expresión más acabada, nunca el Medellín
hermoso que vivieron y viven sus artistas.
Cada que encontramos estos
lugares abandonados o destruidos, es como saber que la historia y las referencias
parece que no importaran a nadie. La sociedad civil no ha pensado el concepto
de patrimonio de una manera digna.
La historia de Medellín y su
topografía urbana, lo valioso de su patrimonio no puede pertenecer al silencio-
Sobre estas casas de Botero, donde nació el pintor, Santiago Londoño nos dice:
“La fachada de inspiración Art
Deco, que mira hacia el oriente , presentaba una puerta de entrada con dos
alas, una ventana rectangular a la izquierda y una gran ventana circular a la
derecha , al lado derecho estaban las cuatro alcobas y al izquierdo un salón, un pequeño patio, el
comedor y la cocina. Hoy ya no existe
porque fue demolida para dar paso a
un modesto edificio de tres pisos, levantado tiempo después de que el
artista intentara comprarla”.
El mismo Botero la recuerda: “Era
blanca y tenía el zócalo pintado de verde, tenía una fachada angosta y en el
interior la distribución era larga, los espacios y cuartos estaban dispuestos unos tras otros con un patio intermedio. Mi cuarto con
ventana era pequeño y quedaba al fondo”.
La cultura
de una ciudad no solo se enseña en los museos sino que la ciudad misma con la
preservación de sus lugares es en sí una punto de referencia con sus historias
que se han vivido.
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Bibliografía
Bibliografía
Londoño Vélez Santiago. Botero o La invención de una estética. Villegas editores,
Bogotá, |990.
Donde estaran los vigías del patrimonio en Medellin.
ResponderEliminarNo podemos creer que en Medellín pase todo eso
ResponderEliminarExcelente el trabajo que se nos presenta y la dedicación de Víctor para mostrarnos el patrimonio. Lastima que los de universo centro, no citen ni mencionen a Víctor Bustamante en su trabajo, pues están haciendo lo mismo.
ResponderEliminarEDGARITO.Desde la oficina central del Neonadaismo,mañana desde cualquier lugar de nuestra querida ciudad.
ResponderEliminarMedellín no existe.
Sólo quedan las ruinas que dejaron los que la saquearon como los industriales, los paracos, los traquetos, los curas y esa mano de rateros que siguen vendiendo lo poco que queda.
Después, cuando no haya nada más qué vender, venderán a la mamá y a todos los 2.500.000 indigentes que queden en este valle de lágrimas.
Me importa un culo las casa de todos esa godarria asesina y ladrona que aquí mendionan como si fueran la chimba de cristo.
Quiern gobierna en Meellin. Satanas?
ResponderEliminar“¿Quién construyó Tebas, la de las siete puertas? (…) ¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra?” (Bertolt Brecht, 1898-1956).
ResponderEliminarSi no hubiera sido por EPM y sus inmensas transferencias al municipio de Medellín, gran parte de los alcaldes que hemos tenido hubieran pasado a la historia sin pena ni gloria. Un billón de pesos anuales compra un monumento en la avenida La Playa. Los alcaldes han tenido plata hasta para hacer obras innecesarias, como las pirámides de la oriental, construidas por Sergio Fajardo. Obras faraónicas, como el puente de la 4Sur, alcaldía de Alonso Salazar, un puente que necesita otro puente al decir del titular de ‘El Colombiano: ‘Al puente de la 4Sur solo lo desahogará otro puente’ (marzo 8-2013). Muy gracioso. Comprar empresas por más de lo que valen, como Orbitel, Sergio Fajardo. Vender empresas para que la paguen con el flujo de caja, como Tigo compró a Ola, Sergio Fajardo, etc. Ahora, para innovar, UNE debe fusionarse con Millicom, alcaldía de Aníbal Gaviria: son las tendencias del negocio, según afirma un columnista exministro. ¡Unos genios para malgastar plata de la comunidad!
¿Innovadores? Claro que los antioqueños hemos sido innovadores, y no solo en puentes y carreteras, pues la naturaleza nos dio una geografía indómita y difícil. Nos gusta el trabajo, y la libertad. Nuestros campesinos hicieron la colonización cafetera, durante todo el siglo XIX, enfrentando la gran concentración latifundista de la tierra, concesiones de la Corona a algunos apellidos ilustres. Una verdadera reforma agraria, sin gobierno ni políticos, hecha por la misma gente. Tumbaron monte, sembraron fríjol, maíz, plátano, yuca y café, y mientras este último se tomaba su tiempo para entrar en edad productiva, iban levantando la familia, con los frisoles, y el sancocho, a los que acompañaban con marrano, gallina, aguacate y arepa.
El café permitió la industrialización. ¿Por qué tan lejos de la costa se logró montar industrias en donde la geografía no lo recomendaba? Por la democratización de los ingresos cafeteros, y por el desarrollo de la cadena de valor cafetera, de la finca a la ciudad y de la ciudad al puerto. Miles de puestos de trabajo dependían del café. El café y la industria democratizaron un país rural, conservador y clerical. Ser liberal era pecado, en palabras de un obispo paisa: mi papá escuchaba, tímido, misa en el atrio de la iglesia.
Ahora, a comienzos del siglo XXI, para innovar, todo lo que se había construido se dejó derrumbar, por las tendencias mundiales en economía. Las élites aceptaron la terminación del Pacto Cafetero porque ya no se usaba en un mundo globalizado, en donde el mercado determina los precios. Ruina cafetera, como lo denunciaron los cafeteros en sus manifestaciones por dos semanas, mientras el gerente de la Federación de Cafeteros, impotente, balbuceaba incoherencias. Ahora se repite la frase: por las tendencias mundiales en telecomunicaciones hay que fusionar a UNE. El
mismo discurso. Los aranceles fueron rebajados, y la revaluación ha terminado por ofrecer una protección efectiva negativa. Es decir, libre comercio. Pero, todo por la innovación. El TLC, el mismo cuento: si no innovamos, entonces nuestros competidores tendrán un TLC y nosotros no. Nos llevan ventajas. Mercado libre para los medicamento: hoy tenemos precios más altos que en cualquier país de Latinoamérica.
ResponderEliminarPara innovar, en Medellín se vendió todo a los extranjeros: Colombiana de Tabaco, el Éxito, Coltejer, Fabricato casi, en manos de tiburones financieros, desapareció Siderúrgica de Medellín, industrias Apolo, OLA, etc. Sigan haciendo la lista. ¿Con qué hemos reemplazado estas empresas? La cuna está en ruta N, con H. Packard, un tiburón de las TIC, meciendo a nuestros creativos del ‘software’.
En Medellín, la más educada, se contrató el cambio de logo de EPM con un empresa de publicidad de Barcelona, en la alcaldía de Sergio Fajardo. No sé qué dirán los creativos antioqueños, pero no creo que les guste mucho que el trabajo se lo dieran a los catalanes para cambiar la M de EPM por una M que parece un corazón, abierto en un lado, sin cerrar. ¡Qué innovación! Eso sí, no soy ni antifajardista, ni fajardista, todo lo contrario.
¿Y qué ha pasado con tanta innovación? Tenemos en Medellín, la ciudad con el índice Gini –que mide la concentración de ingresos– más inequitativa de Colombia, con 0,61 en el Valle de Aburrá. La informalidad laboral es del 60%; la ciudad se desindustrializó, y los trabajos de servicios y mal pagados reemplazaron los buenos salarios de la manufactura, que en Colombia pasó en dos décadas de 24% del PIB al 13%, mientras el Gini pasó de 0,47 a 0,58. Una maravilla, que muy pocos países pueden mostrar. Igualmente, la revaluación, que destruyó la manufactura, el café, las flores, etc., también hizo a los ricos más ricos, a los bancos más grandes, y que aprovechan para invertir en el exterior a chorros y comprar barato. Muy pronto otros estarán en la revista ‘Forbes’.
Medellín se ganó el título de ciudad más innovadora del mundo, dado por los tiburones financieros de la Gran Manzana: el Citibank, un especulador financiero que cabildeó para que Bill Clinton y Robert Rubin hicieran la reforma financiera a su medida. El ‘Wall Street Journal’, el vocero de los intereses y la desregulación financiera que ha postrado en la miseria a millones de seres humanos, y el Urban Land Institute, un instrumento de los especuladores inmobiliarios planetarios. Mejores patrocinadores no hubiéramos podido conseguir para un premio internacional.
La ciudad innovadora es una narrativa mediática para manipular el imaginario colectivo del ego narcisista regional paisa, y convertir así, mediante la alquimia política, el premio en consenso social, al mismo tiempo que el ingreso se concentra más.
Medellín, de la tacita de plata, complejo de rico, a la ciudad más innovadora, una entelequia tecnocrática, mientras sus grandes problemas, inseguridad, desigualdad, desempleo, etc., permanecen sin resolverse. ¿Si escucharon a Hillary Clinton? Pregunta el alcalde a la periodista inquieta por la inseguridad y el crimen en la ciudad.
ResponderEliminarPropongo la demolición de toda la arquitectura de Medellín del siglo pasado y antepasado.
Propongo que el barrio prado centro sea declarado burdel y sopladero nacional e internacional y que todas las casas que eran de los industriales sean convertidas en letrinas de los indigentes de Metrallo.
propongo que todos los habitantes de la comuna 13 se vayan para prado centro y así extiendan la guerra para que haya más democracia en las muertes.
leidy guty ( 3-b....)
ResponderEliminarLas infraestructuras locales en una determinada zona y por un tiempo indeterminado, crea identidad social de una población, mas la suma de la historia de los que en ellas habitan, se consolidad Patrimonio cultura. Medellín una casa de identidad exuberante y exótica, ha evolucionada en el tiempo, pero con extrañes las nuevas generaciones vienen desconociendo paulatinamente sus antecesores, no es posible que en infraestructuras de tanto peso histórico, se sumen a una más de las casas de un sector barrial; Boston debería ser declarado casi en su totalidad como patrimonio histórico, era unos de las sectores más pudientes y apetecidos por autoridades sociales, culturales, religiosas y políticas. No se debemos desconocer que el hecho de innovar debemos olvidar y dejar las raíces de una cultura que le ha dado tanto a Colombia, no perder el sentido de pertenencia de aquellos héroes de la cultura es decir que creemos en ellos y de igual forma es la plataforma para dar credibilidad a nos venideros… que excelente es saber que aun existe personas preocupadas por lo que en verdad genera identidad local y es la historia!!!!