DIAS DEL LIBRO
.3.
La Librería Palinuro participará en los Días del Libro
Certamen que se efectuará en el barrio Carlos C. Restrepo, Medellín,
los días 20 21 de abril del 2012
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los días 20 21 de abril del 2012
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Luis
Alberto Arango, Sergio Valencia, Elkin Obregón y Héctor Abad.
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Librería
Palinuro
Víctor
Bustamante
Las
librerías anticuarias poseen su encanto: ser testimonio de muchas personas que
fueron dueñas de esos libros. Ahí uno encuentra los libros como debe ser, con
sus páginas ajadas y un poco amarillosas, ya que muchas manos las han pasado
para ser leídas. Seguro esos libros han sido prestados y devueltos. O, como
dice el adagio, no se deben prestar libros, y al devolverlos, han llegado acá a
un puerto seguro y parcial donde luego remontará otro viaje que es su destino: ir
de mano en mano. De ahí que los libros sean casi siempre, evasivos, que se
hayan ido por culpa de otro dueño hacia otras manos. Es decir, los libros se dejan
poseer de quien los reclame, como si fueran una mujer que va de mano en mano.
Su infidelidad es proverbial. Un libro es de su sueño durante un tiempo y
punto. Orgulloso ostenta las dedicatorias, las anotaciones que le han realizado
como un tatuaje perenne y sin remedio.
Y
es cierto, en una librería anticuaria llegan los libros de una manera diversa.
Cuando su dueño quiere deshacerse de ellos, no los destruye sino que los obliga
a cambiar de manos y por eso llegan aquí. También, a lo mejor, quiere comprar
otros libros que le causen más curiosidad de conocimiento o simplemente se aburrió
con ellos al sospechar que desde el estante uno de ellos le reclama: léeme de nuevo,
y por esa razón, está fatigado de que lo acompañe en su cuarto y de que le reclame
que lo abra y lo lea; que lo posea de nuevo. Así peleamos con los libros. Como
diría Benjamín, los libros y las mujeres, poseen su similitud, a una mujer se
le rasca la espalda como a un libro se le acaricia el lomo. O mejor, para leer
un libro hay que abrirlo de la misma manera que se abre a una mujer.
Los
libros llegan de todas las direcciones de la ciudad, recalan en la librería, de
ahí su encarto. Uno de ellos, verlos firmados por su autor con la galantería y
todo su fervor para que la persona a quien ha sido regalado, se deshaga de él
con dedicatoria y todo que es lo que más ofende a su autor, que su libro y su
dedicatoria a un dueño, sea ahora ajena, que no lo hayan conservado y terminen
en una librería a los ojos de todo el mundo, toda una afrenta. Quien se ha
desecho de él sufriría la maldición eterna de su autor que lo mirará con
sospecha y algo de desconfianza.
También
aquí buscamos las palabras escritas por nuestros amigos escritores que han llegado
de un viaje de muchos días. Y cuando topamos uno de esos textos sabemos que es
el azar que nos ha concedido una cita obligada.
He
visto personas llegar con sus libros cuando necesitan dinero para una farra y comienzan
a deshacerse de sus libros menos afectos, luego venderán toda su biblioteca
cuando pelean con su fracaso. También está el crimen hacia el libro y hacia las
bibliotecas personales, aquellas que han sido coleccionadas con todo el fervor
necesario y la pasión del coleccionista, pero que cuando se muere, su viuda o
sus hijos, terminan vendiéndolas como si les estorbara el paraíso en que su
dueño pasó hermosas horas de verdadero deleite. Como nos dirá Quevedo: “leyendo
con sus ojos a los muertos”. Así ha sido el destino de muchas bibliotecas, parar
en manos de extraños, disolverse, volverse extraña en su anterior unidad.
También
aquí se llega a un puerto parcial, ya que si equiparamos a los lectores con los
marineros que se disponen a viajar, porque la lectura es un viaje, aquí se
llega ansioso, antojado, demarcado. con la visita del deseoso, ya que un buen
libro es compañía y necesitamos viajar en él.
Cuando
visito una de estas librerías me siento regocijado al saber que esos libros
antes tuvieron dueño, fueron leídos, muchas veces subrayados y aquí han sufrido
un proceso de limpieza para andar de nuevo. Mejor, para iniciar otro periplo
que es su realidad: cambiar de dueño.
En
una librería, con libros nuevos y empacados, me siento un poco desorientado;
nadie los ha leído y la publicidad te araña para que los lleves. La mala
publicidad habla de bondades que luego son mentiras, pero en la librería anticuaria
encontramos los libros ya acariciados, manoseados, vividos, con la experiencia
de haber sido abiertos. Y cuando encontramos
uno de esos libros buscados es la alegría de creer haber encontrado un tesoro:
nada menos que un incunable que es el hábitat para estos libros. Cuántas veces buscamos,
en varias librerías de la ciudad, un libro soñado y cuando lo hallamos se calma
esa sed de la lectura.
Libros
y lectores, anticuarios y coleccionistas, grandes conversadores y tomadores de
tinto, soñadores y poetas de cualquier estirpe encuentran aquí, en Palinuro, la
memoria y la pasión, el sueño y la vigilia, el deseo de ser milenarios y de traspasar
todas las edades del mundo, de volver a soñar y crear el universo. No en vano,
una librería anticuaria es también el paraíso soñado, el inicio del mundo.
No
sé si durante la noche, en la soledad de la librería, los libros nuevos y antiguos
se trenzan en una pelea como imaginó Swift. Lo cierto del caso es que Luis
Alberto siempre los ha encontrado intactos en sus estantes, sin huellas de
ninguna batalla.
Cierto,
el librero es el albacea de estos libros en su puerto parcial y seguro que
luego continuarán de viaje, así como las aves palpitan cada necesidad de otro verano
para emigrar.
DIAS DEL LIBRO
Coordinan:
María Cecilia Estrada. Víctor Bustamante
Consejo de literatura de Medellín
Amigo Luis Alberto conque tranquilidad e intligenica se refeiro al mundo de los libros. Muy bien
ResponderEliminarQue lugar especial es Palinuro- y Alberto-, ya se trata de un patrimonio cultural de la ciudad. Gracias Víctor por este comentario.
ResponderEliminarCada que viajo a Medellín, también viajo a Palinuro
Óscar Ruiz
Apartadó
Oscar eres un torcido
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