martes, 10 de abril de 2012

DIAS DEL LIBRO .3. Librería Palinuro

DIAS DEL LIBRO
.3.
La Librería Palinuro participará en los Días del Libro
Certamen que se efectuará en el barrio Carlos C. Restrepo, Medellín,
los días 20 21 de abril del 2012
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Luis Alberto Arango, Sergio Valencia, Elkin Obregón y Héctor Abad.

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Librería Palinuro
Víctor Bustamante
Las librerías anticuarias poseen su encanto: ser testimonio de muchas personas que fueron dueñas de esos libros. Ahí uno encuentra los libros como debe ser, con sus páginas ajadas y un poco amarillosas, ya que muchas manos las han pasado para ser leídas. Seguro esos libros han sido prestados y devueltos. O, como dice el adagio, no se deben prestar libros, y al devolverlos, han llegado acá a un puerto seguro y parcial donde luego remontará otro viaje que es su destino: ir de mano en mano. De ahí que los libros sean casi siempre, evasivos, que se hayan ido por culpa de otro dueño hacia otras manos. Es decir, los libros se dejan poseer de quien los reclame, como si fueran una mujer que va de mano en mano. Su infidelidad es proverbial. Un libro es de su sueño durante un tiempo y punto. Orgulloso ostenta las dedicatorias, las anotaciones que le han realizado como un tatuaje perenne y sin remedio.
Y es cierto, en una librería anticuaria llegan los libros de una manera diversa. Cuando su dueño quiere deshacerse de ellos, no los destruye sino que los obliga a cambiar de manos y por eso llegan aquí. También, a lo mejor, quiere comprar otros libros que le causen más curiosidad de conocimiento o simplemente se aburrió con ellos al sospechar que desde el estante uno de ellos le reclama: léeme de nuevo, y por esa razón, está fatigado de que lo acompañe en su cuarto y de que le reclame que lo abra y lo lea; que lo posea de nuevo. Así peleamos con los libros. Como diría Benjamín, los libros y las mujeres, poseen su similitud, a una mujer se le rasca la espalda como a un libro se le acaricia el lomo. O mejor, para leer un libro hay que abrirlo de la misma manera que se abre a una mujer.
Los libros llegan de todas las direcciones de la ciudad, recalan en la librería, de ahí su encarto. Uno de ellos, verlos firmados por su autor con la galantería y todo su fervor para que la persona a quien ha sido regalado, se deshaga de él con dedicatoria y todo que es lo que más ofende a su autor, que su libro y su dedicatoria a un dueño, sea ahora ajena, que no lo hayan conservado y terminen en una librería a los ojos de todo el mundo, toda una afrenta. Quien se ha desecho de él sufriría la maldición eterna de su autor que lo mirará con sospecha y algo de desconfianza.
También aquí buscamos las palabras escritas por nuestros amigos escritores que han llegado de un viaje de muchos días. Y cuando topamos uno de esos textos sabemos que es el azar que nos ha concedido una cita obligada.
He visto personas llegar con sus libros cuando necesitan dinero para una farra y comienzan a deshacerse de sus libros menos afectos, luego venderán toda su biblioteca cuando pelean con su fracaso. También está el crimen hacia el libro y hacia las bibliotecas personales, aquellas que han sido coleccionadas con todo el fervor necesario y la pasión del coleccionista, pero que cuando se muere, su viuda o sus hijos, terminan vendiéndolas como si les estorbara el paraíso en que su dueño pasó hermosas horas de verdadero deleite. Como nos dirá Quevedo: “leyendo con sus ojos a los muertos”. Así ha sido el destino de muchas bibliotecas, parar en manos de extraños, disolverse, volverse extraña en su anterior unidad.
También aquí se llega a un puerto parcial, ya que si equiparamos a los lectores con los marineros que se disponen a viajar, porque la lectura es un viaje, aquí se llega ansioso, antojado, demarcado. con la visita del deseoso, ya que un buen libro es compañía y necesitamos viajar en él.
Cuando visito una de estas librerías me siento regocijado al saber que esos libros antes tuvieron dueño, fueron leídos, muchas veces subrayados y aquí han sufrido un proceso de limpieza para andar de nuevo. Mejor, para iniciar otro periplo que es su realidad: cambiar de dueño.
En una librería, con libros nuevos y empacados, me siento un poco desorientado; nadie los ha leído y la publicidad te araña para que los lleves. La mala publicidad habla de bondades que luego son mentiras, pero en la librería anticuaria encontramos los libros ya acariciados, manoseados, vividos, con la experiencia de haber sido abiertos.  Y cuando encontramos uno de esos libros buscados es la alegría de creer haber encontrado un tesoro: nada menos que un incunable que es el hábitat para estos libros. Cuántas veces buscamos, en varias librerías de la ciudad, un libro soñado y cuando lo hallamos se calma esa sed de la lectura.
Libros y lectores, anticuarios y coleccionistas, grandes conversadores y tomadores de tinto, soñadores y poetas de cualquier estirpe encuentran aquí, en Palinuro, la memoria y la pasión, el sueño y la vigilia, el deseo de ser milenarios y de traspasar todas las edades del mundo, de volver a soñar y crear el universo. No en vano, una librería anticuaria es también el paraíso soñado, el inicio del mundo.
No sé si durante la noche, en la soledad de la librería, los libros nuevos y antiguos se trenzan en una pelea como imaginó Swift. Lo cierto del caso es que Luis Alberto siempre los ha encontrado intactos en sus estantes, sin huellas de ninguna batalla.
Cierto, el librero es el albacea de estos libros en su puerto parcial y seguro que luego continuarán de viaje, así como las aves palpitan cada necesidad de otro verano para emigrar.

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DIAS DEL LIBRO
Coordinan:
María Cecilia Estrada. Víctor Bustamante
Consejo de literatura de Medellín



3 comentarios:

  1. Amigo Luis Alberto conque tranquilidad e intligenica se refeiro al mundo de los libros. Muy bien

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  2. Que lugar especial es Palinuro- y Alberto-, ya se trata de un patrimonio cultural de la ciudad. Gracias Víctor por este comentario.

    Cada que viajo a Medellín, también viajo a Palinuro

    Óscar Ruiz
    Apartadó

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  3. el hamaquero, librero independientemiércoles, 18 de abril de 2012, 0:14:00 GMT-5

    Oscar eres un torcido

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