viernes, 24 de diciembre de 2010

Sergio González

Autorretrato 1984


UN HOMENAJE A SERGIO GONZÁLEZ
Rubén López Rodrigué


En el bachillerato me volví amigo del arte a través de Hugo Ochoa y Sergio González. Por entonces yo venía de estudiar los tres primeros años de secundaria en una institución donde no pasaba de ser un buen estudiante. Y en el Instituto Antioqueño de Educación hice parte de un trinomio intelectual y amistoso con Hugo y Sergio, quienes se iniciaban en el arte del dibujo y, paralelo al bachillerato, estudiaban en Bellas Artes.
Ambos me sacaron del academicismo de estudiar solo por una nota, y con su índice generoso me mostraron otros horizontes distintos a las tediosas materias. Adolescentes con inquietudes de alto vuelo, asistíamos a conferencias y visitábamos exposiciones; para mí aquello era una cátedra sobre escuelas de pintura, en la que ellos me presentaron a grandes maestros del arte universal.
Del joven Sergio (y digo “joven” porque no lo conocí ya mayor, pues al terminar el bachillerato nunca más lo volví a ver) recuerdo que era irónico y satírico, burlesco, un irreverente que en su casa le abrió la jaula a un pájaro preso, rebelde con causa pero a la vez tierno como un venado, demasiado comunicativo (por no llamarlo “chismoso”), obsesivo en su arte hasta el punto de que en clases prefería estar haciendo dibujos, como el de la plaza de San Pedro en el Vaticano.
En los descansos nos íbamos a La Ponderosa, en la esquina del Instituto, o al negocio de don Iván Zuluaga, a la vuelta de la esquina, a consumir un café o tomar un refresco, siempre hablando de arte o de otros temas trascendentales. La tienda hoy es La Boa, una taberna donde confluyen escritores y artistas, ya sin Iván Boa que hace pocos días abandonó las esferas de este mundo. Y el muy risueño de Sergio González también se fue, en 1990, de este mundo donde toda funciona y muy poco se vive, se ausentó primero que nosotros aunque se diga que fue por mano ajena.
Ya se sabe, en Medellín funcionamos como islas culturales que desconocen soberbiamente el trabajo del otro, por buena que esa labor sea, y por eso yo ignoraba que Sergio González tuvo logros significativos en el ámbito artístico de la ciudad. Sus desfases en el tiempo y en el espacio se evidencian en sus collages, en los que mezcla la pintura renacentista con el arte contemporáneo; todo ello aunado a un fervor religioso latente porque en sentido manifiesto, si bien creía en Dios, rechazaba las religiones, los curas, los conventos, los monasterios y todo lo que oliera a hostia y a vino de consagrar.
Tenía bien claro que la persona no debe ser un medio para el dinero sino al contrario. No era esclavo de los intereses comunes (supe que mantuvo esa posición hasta el final), no conciliaba con la idea de casarse y tener casa, carro e hijos que repitan la tragedia de los padres. De ahí que gustara más de lo inaudible, de lo invisible, de lo que no parecía real. Supongo que su rebeldía extrema lo condujo a morir desarraigado en medio de la más absurda soledad alucinada. Murió como vivió: matando la ilusión de la libélula e incendiando la mariposa de la vida.
Como no hay plazo que no se cumpla ni mente que no lo solicite (a veinte años de su desaparición, no de su muerte porque sigue vivo en nuestros corazones), ha llegado la hora esperada de saldar la vieja deuda, enorme deuda para mí no solo artística sino también intelectual, con Sergio González..




Carátula “Hasta el sol de hoy”



         Retrospectiva de SG


A Sergio González
Pedro Arturo Estrada

He visto sonreír las caras ebrias de las hechiceras
aquellas noches
cuando las horas altas oprimían los huesos
y el corazón como una luna llorosa,
arrastraba su torpe miseria.
Jóvenes y expertas en un arte de siglos,
febriles, vagamente sensuales,
untaban sus ungüentos prodigiosos,
como quien acaricia un amante dormido,
en sus cuerpos desnudos.
mi corazón bebía compartiendo el secreto,
la mies hermosa, mágica
de una nueva locura.

Junio 14.82





            El camino del abad
 

           Dibujo preparatorio de cuadro


Dibujo de San Sebastián  


         Afiche del Salón Arturo Rabinovich



SERGIO GONZÁLEZ
Sergio González utiliza el collage sobre pintura creando con estos elementos espacios arquitectónicos urbanos que emparentan su obra con De Chirico y reutiliza el material informativo sobre Arte – las representaciones de los libros -, para recrear nuevos ambientes de carácter metafísico.

Alberto Sierra
1er Salón Arturo Rabinovich. 1981.

El Colombiano. 15 de Octubre. 1981. Pág. 19.





2 comentarios:

  1. Ruben gracias por ese hermosos escrito sobre neustro amigo

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  2. Anotacion; tambieb me gusta el poema de Pedro Arturo. No sospechaba que fue surrealista.

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