lunes, 15 de septiembre de 2025

Poemas de Key Serna Herrera (2)

 

Key Serna Herrera

No contestes el teléfono

 

Me sobresaltan las naranjas

que caen sobre el techo.

Temo quedarme dormida

dentro de un sueño

del que ya no pueda despertar.

Me asusta cuando mi hermano

sale de casa

y mi madre le da la bendición en el aire,

como si se fuera a la guerra.

Pero solo va al supermercado.

Su uniforme:

un impermeable a prueba de gotas.

Y aún así, tengo miedo.

Porque conozco la muerte:

una vez vino a casa

y se llevó a mi hermana

a beber un trago de licor verde.

Nunca regresó.

Le temo a las malas noticias.

Me asusta el teléfono cuando suena.

Mi cuerpo se pone alerta,

Se anticipa al caos.

Contesto leyendo el tono de voz,

como si leyera el clima del alma:

¿Hay angustia?, ¿hay calma?

A veces, antes de sonar,

ya estoy despierta.

Escucho un zumbido,

como un insecto que no encuentro.

Y entonces suena.

Hoy llamó la funeraria.

Ofrecían:

“Si pagas cinco meses,

te regalamos uno más de vida.”

Duermo con un ojo abierto

y el otro soñando,

un pie en el suelo

y el miedo en el bolsillo,

como una piedra

que aprieto

y sé que sigo viva.

No contestes el teléfono.

..

Diosa de la luna

(A mi hermana)

 

La fase lunar de su vida

se eclipsó para siempre

en aquella tarde fatídica.

El viento no trajo el rumor del bosque,

el mar no anunció con su brisa

el secreto oscuro que tejía la noche.

Fue el tintineo de las copas

el que despertó a la muerte dormida,

invitándola a brindar por la noche eterna

con veneno verde inocente:

néctar del jardín del duende.

Como diosa en un mundo mortal,

cabello de luna creciente,

sostiene en su copa Artemisa,

y bebe su último sorbo de alegría.

Su alma libre deja a su cuerpo inerte,

se adentra en la espesa bruma,

vaga buscando una luz diferente,

una estrella fugaz sin deseo.

De este mundo se desprende.

Ahora su pasión duerme en las rosas,

su sangre retorna al mar.

El rojo de su vestido deja

las copas rebosantes de vino

y su luz en el cielo,

como luna nueva,

Siempre aparece.

….

Partida

El médico era tan alto

que no pude ver su rostro.

Solo su voz

cayó sobre mí:

—Está muerta—

y siguió caminando.

Ni un segundo de silencio,

ni una grieta para mi alma.

Corrí a verla.

Su cuerpo aún tibio.

Tomé su mano,

un objeto pesado,

el alma salía de su cuerpo

y yo no podía sujetarla

Yo quería soplarle vida,

darle mi respiración,

abrirme las venas

y vaciarle dentro

todo lo que me quedaba.

La metieron en una bolsa negra.

Y la llevaron por el pasillo.

La gente se abría como el mar,

miraban sin saber qué hacer

con tanto dolor expuesto.

Salimos a la calle.

Y afuera,

los edificios seguían de pie.

Las personas reían.

Los vendedores ofrecían dulces,

los carros seguían sonando.

No entendía.

¿Por qué reían?

Y entonces,

los edificios comenzaron a caer.

La tierra se abrió en dos.

Se tragó a la gente.

A los puestos.

A la normalidad.

Yo gritaba sin sonido,

yo veía el fin del mundo.

Pero era solo yo.

Una bocina sonó.

Y todo volvió:

los edificios en su sitio,

la gente de pie,

el mundo intacto.

Solo yo

me había partido en dos.

 

Polvo de hada

Las cosas de ella

cargan el polvo del olvido,

como el polvo de un hada muerta.

Su ropa no huele a su perfume de fiesta.

Los bolsillos no guardan el rastro de sus días.

Inmóviles, sin baile,

sus vestidos no giran.

Cuelgan de hombros de plástico

Sin la forma de su cuerpo.

Sus zapatos yacen sin pasos;

algunos, nunca los usó.

El tiempo lo desgasta todo:

los tacones, como los de cenicienta

no le sirven a otras.

Su reloj se detuvo

En el instante en que se fue.

Las perlas de su collar

ruedan por todas partes,

No se detienen

Hasta perderse en una grieta.

Sus cosas ya no tienen alma,

no cumplen su función.

Son recuerdos moldeados,

piezas que no encajan en esta realidad,

donde intentamos conservar:

el molde de sus pies,

el contorno de su cuerpo,

el color de sus labios

en un labial gastado…

para no olvidar

lo que era,

y lo que hizo.


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