miércoles, 2 de julio de 2025

Postales de la casa Flohr Price & Co., sobre Medellín (1904-1907) / Víctor Bustamante

 

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Postales de la casa Flohr Price & Co., sobre Medellín (1904-1907)

Víctor Bustamante

Desde marzo de 1898, el comerciante hamburgués Albert Aust inició la publicación de postales ilustradas con temática de África, Asia, Norteamérica y Sudamérica, proporcionando solo el nombre del lugar y el paisaje, creando curiosidad de saber algo sobre la región, sus habitantes; así como sobre sus vidas y ocupaciones. Las colonias alemanas gozaban de popularidad entre los coleccionistas gracias al cuidado dispuesto por su editorial Aust'scher Verlag en estas tarjetas. Se trataba de fotografías pasadas por el proceso de la fototipia, que le otorgaban y aun hoy, al observarlas, otorgan el detalle de otra textura, ya que parecen grabados con líneas finas. Esos paisajes ya no existen, han sido destruidos por la mano de quien los ha creado, hombres sin aliento de otra generación, borrachos de postmodernidad, y precisamente de esos paisajes, ya sea panorámicas, edificios o personas solo se preservan en el papel tan frágil y tan presente de estas postales, donde se consignan, en muchos casos, quien las envió con el golpe certero del matasellos que denota la necesidad de quien las remite de enviar un saludo a alguien. También expresa esa memoria que huye, pero que, al desaparecer, es notorio ese instante de comunicación ya perdido.

Esta idea la retomaron algunos alemanes residentes en Barranquilla al elaborar el primer registro fotográfico de la ciudad; el fotógrafo y pionero, Erwin Neumann. Al popularizarse el uso de postales, estas fueron enviadas a manera de saludo por sus habitantes, nacionales y extranjeros, al exterior, creando esa red de curiosos no solo por las palabras llegadas, sino por los paisajes que eran mirados con una minuciosidad extraordinaria.

Dos empresarios en Barranquilla, el alemán Otto Flohr, y el holandés Henry Price, conformaron la empresa Flohr Price & Co., que tenía su sede a pocos kilómetros de la desembocadura del río Magdalena en el mar Caribe. También, representaban compañías de pesados y lentos vapores; controlaron durante un tiempo el comercio transoceánico con Alemania; además, importaban cerveza, vinos y licores, artículos de cuero, tabaco, máquinas de coser, y telas. También exportaban café. Ellos decidieron explorar el mercado de las postales y comenzaron a emitirlas entre 1902 y 1907, no sólo de Barranquilla, sino de diversas ciudades como Bogotá, Cartagena, Medellín, Ocaña y Facatativá.

Estas postales fueron elaboradas en Alemania por el prestigioso taller de Verl V. Albert Aust, quien ya había presentado las primeras tarjetas de Barranquilla. Aunque es posible que, en la primera década del siglo XX, el empresario alemán Otto Flohr haya establecido una imprenta en Barranquilla.

En Colombia, dos notorios editores de postales en fototipia fueron no solo Flohr Price & Co., sino la Librería Colombiana en Bogotá.

La fototipia es un procedimiento de impresión fotomecánica que utiliza una placa de vidrio recubierta de gelatina para reproducir imágenes. Se basa en la exposición de la gelatina a la luz a través de un negativo fotográfico, lo que provoca cambios en su capacidad de absorción de tinta. De tal manera se obtiene una reproducción de la imagen con gran riqueza de detalles y tonos, gracias a la capacidad de la gelatina para reproducir delgadas variaciones tonales.

Nunca supimos, en un comienzo, quién o quiénes fueron los autores de las placas que servirían para las postales de Medellín. O si, a lo mejor, fue un solo fotógrafo que, con su pesada cámara de nogal, placas de vidrio, bastidores y trípode recorrió el país. Tampoco se sabe si la casa Flor Price & Co., le exigía, al artista contratado, que buscara determinados habitantes o zonas determinadas. O, a lo mejor, se trataba de fotógrafos locales que enviaban sus reproducciones en papel o sus placas de vidrio por correo. Ese secreto o mejor, desidia, ha permitido que estas fotografías no solo de Medellín, sino de varias ciudades fueran consideradas anónimas.

Indagando, concluí, que Melitón Rodríguez fue el fotógrafo de estas tomas, pero no sé si fueron realizadas con indicaciones de la casa Florh Price & Co., o si fueron solicitadas; lo cierto del caso es que para ese periodo en que fueron publicadas ya habían sido conocidas algunas de ellas.

Las postales sobre Medellín poseen esa premura del encanto de saber que muchas personas a través de ellas conocieron un lugar remoto, enruanado entre montañas. Además, estas postales aun viajan de mano en mano ya que a los coleccionistas les ha dado el decoro de sacarlas de archivos con su aroma y resorte del recuerdo, como vintages, para que la memoria hable de nuevo, ya que son memoria en sí.

La postal (140) es contundente, refleja una panorámica de la Villa; posee esa rara belleza que entrega la nostalgia, pesada y letal, ya que muestra la locura de Crosti, arquitecto pretencioso que engañó con una  construcción imposible y demorada: la iglesia Metropolitana, que lució inacabada durante muchos años, rodeada de solares con cercas de tapia y escasas casonas con tejados y calles destapadas, que ya no solo envolvían la otra iglesia blanca, la Candelaria, sino que la Villa crecía con sus tentáculos turbios y serenos hasta desbordarse por el valle en direcciones posibles y caóticas. Aún rondaba ese poema primoroso y sentido, muy sentido, de Gregorio Gutiérrez González que habla sobre Medellín muellemente tendida en la llanura. El coleccionista añade: Tarjeta postal con vista general de Medellín. Firmada y circulada en 1904. La fotografía data de 1898 aproximadamente. Hay una de estas postales con saludo en francés enviada a Elsa Bochi en París por Cecilia Schloss.

Hay tres postales sobre el Parque de Berrío, (130, 138, 106) lo cual da la idea de que sus planos fueron escogidos para momentos muy representativos.  El aspecto de Medellín se centra en el parque de Berrío donde cada una de esas tomas son desde esquinas de un segundo piso para darles una perspectiva, casi en picada, con el parque ornamentado con árboles y parcelas de grama en el interior; todo para celebrar a aquel gobernador eminente del partido conservador que le dio no solo la victoria militar a su partido, sino prosperidad a la región y a una forma de ser del antioqueño, para que no le toquen la religión ni el bolsillo. Este homenaje a Pedro Justo Berrío, con su estatua de bronce y muy de civil, nombra al parque, reemplazando la costumbre y el carácter de celebrar santos y obispos, para exaltar la civilidad de este héroe citadino con su altar al aire libre. El parque se ve cerrado con elaboradas rejas de hierro, y al borde de este, más árboles sembrados en macetas cilíndricas de piedra fijadas al piso. Ya el parque dejaba de ser plaza de mercado para convertirse en un lugar de solaz, de ornamento para la ciudad que exhibía arquitectura colonial, pero que empezaba a cambiarla por edificios en cemento. Pero en realidad el parque con sus ornamentos de la naturaleza y, además, con su encierro protector, y con Pedro Justo en la mitad, denotaba el cambio de altares, de la iglesia al parque, o sea, el célebre gobernador era el primer santo civil de una nueva era de prosperidad. De ahí que el eje central de estas tres fotografías, no solo era el orgullo de presentar a su arquitecto Antonio J. Duque, sino de recordar también la iglesia de la Candelaria; política y religión de la mano rigen los destinos.

En el Paseo Quebrada Arriba, o sea La Playa, hay tres postales que formulan que, en ese momento, esa calle adquiría un tono de más prestancia. Esta calle, llamada paseo, sinónimo de que cuando se sale a la calle es a pasear, a disiparse, se constituía en el lugar para las personas más celebradas de Medellín.

En la postal (142), Paseo Quebrada Arriba, principios de 1900. Cruce de la quebrada (Puente del arzobispo) con la calle de La Unión Fraterna, (un bello nombre desaparecido). La casa de Los Ospina en primer plano, con arquitectura lograda aun en lo colonial. Cuatro caballos pastan despreocupados al lado de sus dueños aún más despreocupados; lo que expresa la tranquilidad, así como el paso lento del campo al cemento que muerde.

En la postal (137), Paseo Quebrada Arriba, Medellín 1900, se enseña la fachada de una casa con un portal significativo y un cercado de arquitectura diferente que seguro le llamó la atención al fotógrafo, que luego enseñará otras fotos en este mismo lugar.

En la postal (105), El Puente de Mejía rompe con la arquitectura que lo circunda como si el fotógrafo buscara un lugar expresivo, ya no en la calle, sino en el arco de ese puente tomado casi a ras de la orilla, con un muro de piedra que canaliza la Santa Elena. Hay una postal ya enviada con estas palabras en francés: "Je veais savoir ci vous parle l'espagnole ou l'anglais. Votre amis, T Camacho. Kingstone 10-10-05" . T Camacho, quien la envía, pregunta a alguien en Jamaica si habla inglés o español.

Luego, este paisaje cambia de una manera paulatina en la Playa Arriba donde se suceden las casitas de portones de madera, elaborados, con algunas niñas en la parte exterior de uno de esos portones y al fondo otras personas en la calle que, al juntar sus líneas, se convierte en la lejanía; es la Postal (139).

Ya en la postal (150) se denota la salida a las montañas, hasta la parte alta del barrio que apenas se conforma y donde la ruralidad está muy presente, indicada en la casita solitaria con techo de ángulo alto de paja, en medio del camino de piedra y de la vegetación. En estas cuatro fotografías se demuestra una Medellín la de la ciudad que despega económicamente, pero aún mantiene, más arriba, otro paisaje incierto, el de las casitas tranquilas con escasas personas en los suburbios.

La postal (144), enseña la Plazuela de los Estudiantes, hoy Plazuela San Ignacio, antes de San Francisco; es una de las postales más expresivas, más bucólica con lo que cuesta decir esa palabra, debido a la serenidad de ese lugar que se revela limpio, quieto, con pocas personas. Y, además, al interrogarla, sabemos que en ese núcleo de edificios no solo la iglesia está presente, sino la Universidad de Antioquia. Y, como si fuera poco que, en la calle Ayacucho, al frente, vivieron cerca Pedro Justo Berrío y el Indio Uribe.  

Plaza de Mercado en Guayaquil (143), revela a varias personas. Hay una mujer que parece sacar agua de una fuente con una figura elaborada en la mitad de ella. Llama la atención, nada menos que las personas detrás de la reja de entrada su año 1890.

La postal (141) nos lleva a La Alameda. Esta calle comunicaba con La Otrabanda, y al fondo quedaba el límite de la ciudad, debido al río. Hay pocas personas como es habitual en estas fotos y, también dos medios de transporte, un caballo y un carro de bestia. Carrasquilla nos da la dimensión de esta calle en Hace tiempos.

La postal (107) tiene como título, Las vendedoras de leche, o Lecheras. esta fotografía es de estudio. Las tres mujeres con chal y descalzas revelan su actividad. Ellas transportaban el cántaro sobre sus cabezas, lo cual las llevaba a mantener un gran equilibrio; ninguna de ellas mira a la cámara. Esta es una de las postales más célebres. A algunas de ellas es posible verlas en otras fotografías por el Puente de San Juan.

En los años de su publicación ocurrió lo imprevisto, como se había erigido el puente suspendido de la América, se comenzó a cobrar un peso a las personas que lo cruzaban, para cubrir el pago de la financiación realizada por prestamistas particulares. De tal manera era cruzado por vendedores que traían artículos para ofrecer en la ciudad, entre ellos, las lecheras o vendedoras de leche que venían a diario al centro. Ese peso cobrado era muy oneroso para ellas, razón por la cual se presentaron reclamos a la municipalidad. (La Organización, 1908).

La postal (113), Indios del Frontino, 1900, es de tonos azulados y con la letra roja que indica el nombre de la escena, y quien produce y distribuye las postales. Eso sí por ningún lado se menciona a Melitón Rodríguez como autor de la foto. Digo, escena, porque si bien no he podido hallar la foto original, sí encontré otra donde aparecen las mismas mujeres, muy parecidas entre sí, en el mismo orden, pero de pie, y, en este caso la fotografía posee otro nombre, Indios del Chocó, que se revelan en la postal (111), con este nombre, Indios del Frontino, con el mismo motivo. Entonces, surge una pregunta, ¿estas fotografías fueron tomadas en Medellín, Chocó o en Frontino? La respuesta podría ser la siguiente, Melitón había viajado a Frontino a retratar a la familia del ingeniero inglés y minero John Henry White y, a lo mejor, aprovechó para realizar este par de fotos. Las indígenas son jóvenes, fijas a la cámara y una de ellas en una de las postales luce una corona de ramas y un cetro en sus manos, a lo mejor era el toque irónico que Melitón le dio al escogerla.

Estas postales, para el posible lector, ahora, pueden indicar solo una curiosidad, o quizá una antigualla, pero, para el lector avezado, trascendente, le indica que no solo era una manera de enviar saludos con cortos mensajes, sino que, a través de ese flujo, al ser enviadas por correo, se conocieron algunos lugares de Medellín y la situaron a nivel internacional.

Son solo catorce postales, concisas, posibles, únicas que deambularon por el mundo con esa Medellín que despegaba en muchos sentidos, y que ahora son la avidez de los coleccionistas. Aquí se recupera la noticia de narraciones de viajes con postales volátiles, que guardan el recuerdo de una visita, de un saludo en la lejanía, pero también algo inaudito, la memoria que con el tiempo habla y vuelve y arde de una manera total, convertida en la saudade pura y terrible.

Bibliografía:

-Rojas Cocoma, Carlos. Las postales de la casa Flohr, Price & Co. En Colombia: la invención de un lugar a comienzos del siglo XX. Estudios e investigaciones 13 (2018): [19-39].

- Teixidor Cadenas, Carlos. Postales de América, 1895-1915. La tarjeta postal en Iberoamérica. Historiador de la fotografía, Madrid y Santiago de Chile.

-Hemeroteca Digital Banco de la República.

-Biblioteca Pública Piloto de Medellín.

-Leonardo de Constantino. Fotos Antiguas de Medellín (FAM).

-Historia fotográfica de Medellín (HFM) Roberto Pérez.

-Fotos antiguas de Barranquilla y Atlántico, la arenosa.





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