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Postales de la casa Flohr Price & Co., sobre Medellín
(1904-1907)
Víctor Bustamante
Desde marzo de 1898, el comerciante hamburgués Albert Aust inició la publicación de postales ilustradas con temática de África, Asia, Norteamérica y Sudamérica, proporcionando solo el nombre del lugar y el paisaje, creando curiosidad de saber algo sobre la región, sus habitantes; así como sobre sus vidas y ocupaciones. Las colonias alemanas gozaban de popularidad entre los coleccionistas gracias al cuidado dispuesto por su editorial Aust'scher Verlag en estas tarjetas. Se trataba de fotografías pasadas por el proceso de la fototipia, que le otorgaban y aun hoy, al observarlas, otorgan el detalle de otra textura, ya que parecen grabados con líneas finas. Esos paisajes ya no existen, han sido destruidos por la mano de quien los ha creado, hombres sin aliento de otra generación, borrachos de postmodernidad, y precisamente de esos paisajes, ya sea panorámicas, edificios o personas solo se preservan en el papel tan frágil y tan presente de estas postales, donde se consignan, en muchos casos, quien las envió con el golpe certero del matasellos que denota la necesidad de quien las remite de enviar un saludo a alguien. También expresa esa memoria que huye, pero que, al desaparecer, es notorio ese instante de comunicación ya perdido.
Esta
idea la retomaron algunos alemanes residentes en Barranquilla al elaborar el
primer registro fotográfico de la ciudad; el fotógrafo y pionero, Erwin Neumann.
Al popularizarse el uso de postales, estas fueron enviadas a manera de saludo
por sus habitantes, nacionales y extranjeros, al exterior, creando esa red de
curiosos no solo por las palabras llegadas, sino por los paisajes que eran
mirados con una minuciosidad extraordinaria.
Dos
empresarios en Barranquilla, el alemán Otto Flohr, y el holandés Henry Price,
conformaron la empresa Flohr Price & Co., que tenía su sede a pocos
kilómetros de la desembocadura del río Magdalena en el mar Caribe. También, representaban
compañías de pesados y lentos vapores; controlaron durante un tiempo el
comercio transoceánico con Alemania; además, importaban cerveza, vinos y
licores, artículos de cuero, tabaco, máquinas de coser, y telas. También
exportaban café. Ellos decidieron explorar el mercado de las postales y
comenzaron a emitirlas entre 1902 y 1907, no sólo de Barranquilla, sino de
diversas ciudades como Bogotá, Cartagena, Medellín, Ocaña y Facatativá.
Estas
postales fueron elaboradas en Alemania por el prestigioso taller de Verl V.
Albert Aust, quien ya había presentado las primeras tarjetas de Barranquilla. Aunque
es posible que, en la primera década del siglo XX, el empresario alemán Otto
Flohr haya establecido una imprenta en Barranquilla.
En
Colombia, dos notorios editores de postales en fototipia fueron no solo Flohr
Price & Co., sino la Librería Colombiana en Bogotá.
La
fototipia es un procedimiento de impresión fotomecánica que utiliza una placa
de vidrio recubierta de gelatina para reproducir imágenes. Se basa en la
exposición de la gelatina a la luz a través de un negativo fotográfico, lo que
provoca cambios en su capacidad de absorción de tinta. De tal manera se obtiene
una reproducción de la imagen con gran riqueza de detalles y tonos, gracias a
la capacidad de la gelatina para reproducir delgadas variaciones tonales.
Nunca
supimos, en un comienzo, quién o quiénes fueron los autores de las placas que
servirían para las postales de Medellín. O si, a lo mejor, fue un solo
fotógrafo que, con su pesada cámara de nogal, placas de vidrio, bastidores y
trípode recorrió el país. Tampoco se sabe si la casa Flor Price & Co., le
exigía, al artista contratado, que buscara determinados habitantes o zonas
determinadas. O, a lo mejor, se trataba de fotógrafos locales que enviaban sus reproducciones
en papel o sus placas de vidrio por correo. Ese secreto o mejor, desidia, ha
permitido que estas fotografías no solo de Medellín, sino de varias ciudades fueran
consideradas anónimas.
Indagando,
concluí, que Melitón Rodríguez fue el fotógrafo de estas tomas, pero no sé si
fueron realizadas con indicaciones de la casa Florh Price & Co., o si fueron solicitadas; lo cierto del caso
es que para ese periodo en que fueron publicadas ya habían sido conocidas algunas
de ellas.
Las
postales sobre Medellín poseen esa premura del encanto de saber que muchas
personas a través de ellas conocieron un lugar remoto, enruanado entre
montañas. Además, estas postales aun viajan de mano en mano ya que a los
coleccionistas les ha dado el decoro de sacarlas de archivos con su aroma y
resorte del recuerdo, como vintages, para que la memoria hable de nuevo, ya que
son memoria en sí.
La postal
(140) es contundente, refleja una panorámica de la Villa; posee esa rara
belleza que entrega la nostalgia, pesada y letal, ya que muestra la locura de
Crosti, arquitecto pretencioso que engañó con una construcción imposible y demorada: la iglesia
Metropolitana, que lució inacabada durante muchos años, rodeada de solares con cercas de tapia y escasas
casonas con tejados y calles destapadas, que ya no solo envolvían la otra
iglesia blanca, la Candelaria, sino que la Villa crecía con sus tentáculos turbios
y serenos hasta desbordarse por el valle en direcciones posibles y caóticas.
Aún rondaba ese poema primoroso y sentido, muy sentido, de Gregorio Gutiérrez
González que habla sobre Medellín muellemente tendida en la llanura. El
coleccionista añade: Tarjeta postal con vista general de Medellín. Firmada y
circulada en 1904. La fotografía data de 1898 aproximadamente. Hay una de estas
postales con saludo en francés enviada a Elsa Bochi en París por Cecilia
Schloss.
Hay tres
postales sobre el Parque de Berrío, (130, 138, 106) lo cual da la idea de que sus planos
fueron escogidos para momentos muy representativos. El aspecto de Medellín se centra en el parque
de Berrío donde cada una de esas tomas son desde esquinas de un segundo piso
para darles una perspectiva, casi en picada, con el parque ornamentado con
árboles y parcelas de grama en el interior; todo para celebrar a aquel
gobernador eminente del partido conservador que le dio no solo la victoria
militar a su partido, sino prosperidad a la región y a una forma de ser del
antioqueño, para que no le toquen la religión ni el bolsillo. Este homenaje a
Pedro Justo Berrío, con su estatua de bronce y muy de civil, nombra al parque,
reemplazando la costumbre y el carácter de celebrar santos y obispos, para
exaltar la civilidad de este héroe citadino con su altar al aire libre. El
parque se ve cerrado con elaboradas rejas de hierro, y al borde de este, más
árboles sembrados en macetas cilíndricas de piedra fijadas al piso. Ya el
parque dejaba de ser plaza de mercado para convertirse en un lugar de solaz, de
ornamento para la ciudad que exhibía arquitectura colonial, pero que empezaba a
cambiarla por edificios en cemento. Pero en realidad el parque con sus
ornamentos de la naturaleza y, además, con su encierro protector, y con Pedro
Justo en la mitad, denotaba el cambio de altares, de la iglesia al parque, o
sea, el célebre gobernador era el primer santo civil de una nueva era de
prosperidad. De ahí que el eje central de estas tres fotografías, no solo era
el orgullo de presentar a su arquitecto Antonio J. Duque, sino de recordar también
la iglesia de la Candelaria; política y religión de la mano rigen los destinos.
En el
Paseo Quebrada Arriba, o sea La Playa, hay tres postales que formulan que, en
ese momento, esa calle adquiría un tono de más prestancia. Esta calle, llamada
paseo, sinónimo de que cuando se sale a la calle es a pasear, a disiparse, se
constituía en el lugar para las personas más celebradas de Medellín.
En la
postal (142), Paseo Quebrada Arriba, principios de 1900. Cruce de la quebrada
(Puente del arzobispo) con la calle de La Unión Fraterna, (un bello nombre
desaparecido). La casa de Los Ospina en primer plano, con arquitectura lograda
aun en lo colonial. Cuatro caballos pastan despreocupados al lado de sus dueños
aún más despreocupados; lo que expresa la tranquilidad, así como el paso lento
del campo al cemento que muerde.
En la
postal (137), Paseo Quebrada Arriba, Medellín 1900, se enseña la fachada de una
casa con un portal significativo y un cercado de arquitectura diferente que
seguro le llamó la atención al fotógrafo, que luego enseñará otras fotos en
este mismo lugar.
En la
postal (105), El Puente de Mejía rompe con la arquitectura que lo circunda como
si el fotógrafo buscara un lugar expresivo, ya no en la calle, sino en el arco
de ese puente tomado casi a ras de la orilla, con un muro de piedra que
canaliza la Santa Elena. Hay una postal ya enviada con estas palabras en
francés: "Je veais savoir ci vous parle l'espagnole ou l'anglais. Votre
amis, T Camacho. Kingstone 10-10-05" . T Camacho, quien la envía, pregunta
a alguien en Jamaica si habla inglés o español.
Luego,
este paisaje cambia de una manera paulatina en la Playa Arriba donde se suceden
las casitas de portones de madera, elaborados, con algunas niñas en la parte
exterior de uno de esos portones y al fondo otras personas en la calle que, al
juntar sus líneas, se convierte en la lejanía; es la Postal (139).
Ya en la
postal (150) se denota la salida a las montañas, hasta la parte alta del barrio
que apenas se conforma y donde la ruralidad está muy presente, indicada en la
casita solitaria con techo de ángulo alto de paja, en medio del camino de
piedra y de la vegetación. En estas cuatro fotografías se demuestra una
Medellín la de la ciudad que despega económicamente, pero aún mantiene, más
arriba, otro paisaje incierto, el de las casitas tranquilas con escasas
personas en los suburbios.
La postal
(144), enseña la Plazuela de los Estudiantes, hoy Plazuela San Ignacio, antes
de San Francisco; es una de las postales más expresivas, más bucólica con lo
que cuesta decir esa palabra, debido a la serenidad de ese lugar que se revela
limpio, quieto, con pocas personas. Y, además, al interrogarla, sabemos que en
ese núcleo de edificios no solo la iglesia está presente, sino la Universidad
de Antioquia. Y, como si fuera poco que, en la calle Ayacucho, al frente,
vivieron cerca Pedro Justo Berrío y el Indio Uribe.
Plaza de
Mercado en Guayaquil (143), revela a varias personas. Hay una mujer que parece
sacar agua de una fuente con una figura elaborada en la mitad de ella. Llama la
atención, nada menos que las personas detrás de la reja de entrada su año 1890.
La postal
(141) nos
lleva a La Alameda. Esta calle comunicaba con La Otrabanda, y al fondo quedaba
el límite de la ciudad, debido al río. Hay
pocas personas como es habitual en estas fotos y, también dos medios de transporte, un
caballo y un carro de bestia. Carrasquilla nos da la dimensión de esta calle en Hace tiempos.
La postal
(107) tiene como título, Las vendedoras de leche, o
Lecheras. esta fotografía es de estudio. Las tres mujeres con chal y descalzas
revelan su actividad. Ellas transportaban el cántaro sobre sus cabezas, lo cual
las llevaba a mantener un gran equilibrio; ninguna de ellas mira a la cámara.
Esta es una de las postales más célebres. A algunas de ellas es posible verlas
en otras fotografías por el Puente de San Juan.
En los
años de su publicación ocurrió lo imprevisto, como se había erigido el puente
suspendido de la América, se comenzó a cobrar un peso a las personas que lo
cruzaban, para cubrir el pago de la financiación realizada por prestamistas
particulares. De tal manera era cruzado por vendedores que traían artículos
para ofrecer en la ciudad, entre ellos, las lecheras o vendedoras de leche que
venían a diario al centro. Ese peso cobrado era muy oneroso para ellas, razón
por la cual se presentaron reclamos a la municipalidad. (La Organización, 1908).
La postal
(113), Indios del Frontino, 1900, es de tonos azulados y con la letra roja que
indica el nombre de la escena, y quien produce y distribuye las postales. Eso
sí por ningún lado se menciona a Melitón Rodríguez como autor de la foto. Digo,
escena, porque si bien no he podido hallar la foto original, sí encontré otra
donde aparecen las mismas mujeres, muy parecidas entre sí, en el mismo orden,
pero de pie, y, en este caso la fotografía posee otro nombre, Indios del Chocó,
que se revelan en la postal (111), con este nombre, Indios del Frontino, con el
mismo motivo. Entonces, surge una pregunta, ¿estas fotografías fueron tomadas
en Medellín, Chocó o en Frontino? La respuesta podría ser la siguiente, Melitón
había viajado a Frontino a retratar a la familia del ingeniero inglés y minero John
Henry White y, a lo mejor, aprovechó para realizar este par de fotos. Las
indígenas son jóvenes, fijas a la cámara y una de ellas en una de las postales
luce una corona de ramas y un cetro en sus manos, a lo mejor era el toque irónico
que Melitón le dio al escogerla.
Estas postales,
para el posible lector, ahora, pueden indicar solo una curiosidad, o quizá una
antigualla, pero, para el lector avezado, trascendente, le indica que no solo
era una manera de enviar saludos con cortos mensajes, sino que, a través de ese
flujo, al ser enviadas por correo, se conocieron algunos lugares de Medellín y
la situaron a nivel internacional.
Son solo catorce
postales, concisas, posibles, únicas que deambularon por el mundo con esa
Medellín que despegaba en muchos sentidos, y que ahora son la avidez de los
coleccionistas. Aquí se recupera la noticia de narraciones de viajes con postales volátiles, que guardan el recuerdo de
una visita, de un saludo en la lejanía, pero también
algo inaudito, la memoria que con el tiempo habla y vuelve y arde de una manera
total, convertida en la saudade pura y terrible.
Bibliografía:
-Rojas Cocoma, Carlos. Las postales
de la casa Flohr, Price & Co. En Colombia: la invención de un lugar a
comienzos del siglo XX. Estudios e investigaciones 13 (2018): [19-39].
- Teixidor Cadenas, Carlos. Postales de América, 1895-1915. La tarjeta postal en Iberoamérica. Historiador
de la fotografía, Madrid y Santiago de Chile.
-Hemeroteca Digital Banco de la República.
-Biblioteca Pública Piloto de Medellín.
-Leonardo de Constantino. Fotos Antiguas de Medellín (FAM).
-Historia fotográfica de Medellín (HFM) Roberto Pérez.
-Fotos antiguas de Barranquilla y Atlántico, la arenosa.
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