EL ODIO A LOS POBRES
Darío Ruiz Gómez
Una cosa es hablar de los “pobres” en un sentido
abstracto como retórica política tal como lo hizo en Argentina el peronismo utilizándolos
como “descamisados” mientras sus
dirigentes políticos y sindicales se forraban de dinero tal como groseramente
lo terminó de poner en evidencia el kirchnerismo. Los verdaderos pobres como
excluidos tal como los llamó Gabriel Marcel, seres de las barracas desaparecidos en las
alucinantes “Villas Miseria” Bergoglio estuvo de parte de los trabajadores
sindicalizados pero nunca conoció a los pobres que habitan en las Villas
Miseria. El pobre que en el cristianismo de las catacumbas lleva a Jesús
escondido entre su pecho mientras siente la acechanza de la degradante miseria.
Aporofobia es, como llama Adela Cortina,a
esta forma de exclusión, de odio a los
pobres. Acudo una vez más a la cita de Walter Benjamin; “solamente por aquellos
que carecen de esperanza nos es dada la esperanza” León XIV con su voto de
pobreza, ha vivido con discreción entre los pobres en cada ciudad que conoció en
su tarea pastoral, Nedellín, Barranquilla y los cuarenta años acompañando a los
pobres de la parroquia de Chiclayo donde aprendió el Quéchua para hablar desde
ellos mismos y decidió adoptar su nacionalidad, decisión de amor supremo,
negándose a adoptar la violencia como camino hacia la emancipación social. El tristísimo
caso de Camilo Torres ilustra la perversión de quien predicaba la fe católica pero
terminó empuñando un fusil para matar soldados de origen humilde. En el
pensamiento y en la práctica agustiniana “ tanto el trabajo manual como
intelectual está encaminado al bien de la comunidad” el cristianismo nació como
una comunidad y una comunidad solo es
posible desde la fraternidad espiritual;
en la modernidad y en contra de los nefastos
objetivos del leninismo para el cual lo importante es la violencia como praxis
política, la encíclica “Rerum Novarum” fue el reconjocimiento de la Iglesia al obrero
desde un pensamiento liberador como el del catolicismo. León XIV ha hecho suyo el reclamo de los marginados pero también aprendió de la solidaridad de los
pobres, de la alegría que concede el vivir una vida parva. Manipuladas por el
totalitarismo de Sendero Luminoso, del Comandante Marcos, de la Iglesia de
Puebla o de los caricatuzados Mapuches, de los aún más engañados indígenas del
Cric, las etnias indígenas manipuladas
por el populismo nada tienen que ver con las comunidades pobres que con la
afirmación de su fe a través del sufrimiento preservaron la espiritualidad redentora. León XIV ha hecho
un llamado desde la alegría con su sola presencia, ha reclamado la puesta en
libertad de quienes están en la cárcel por su defensa de la libertad de opinión.
El sofisma “progre”de limitar el papel de la Iglesia a una mera “tarea social”
desconoce el papel decisivo de la
Teología frente a los ataques del yihadismo,
del putinismo tal como lo hizo
magistralmente un genio como Ratzinger. Es una idiotez por lo tanto decir que
León XIV supone la continuidad de quien fue a abrazar a Fidel
Castro, a Maduro, a la Kirchner El odio a los pobres de quienes pretenden
hablar a nombre de la clase obrera, de las identidades raizales, mientras se
forran de dinero, es propio de aquello que acompaña al populismo, el odio y la
intolerancia.
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