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Fredy Fernández Márquez |
PIERRE HADOT Y LAS TERAPIAS ESPIRITUALES: UNA PERSPECTIVA FILOSÓFICA
PARA LOS DESAFÍOS CONTEMPORÁNEOS
Fredy Fernández Márquez[1]
A la psicagoga Rocío Cadavid, cuyo
coraje expresado en cada palabra, ha enfrentado el dolor, transformándolo en
una fuente de felicidad para su spirĭtu en referencia a las personas que
ama y están a tu alrededor, porque eres toda una psicagoga experta en leer el alma espiritual.
A las médicas
Marilyn Monsalve, amante de la salud mental y
física. Con su voz melodiosa apacigua las tormentas internas de quienes la
consultan, ofreciendo el descanso y la serenidad para el alma. A través de su
noble y generoso spirĭtu, disipa las borrascas que azotan lo más
profundo de aquellos que la necesitan, dejando tras de sí una luz que va más
allá de la aurora boreal.
Luz Miriam Villegas, cuya voz serena,
refleja en cada momento, una paz interior que irradia hacia los demás. Emana
con naturalidad y frugalidad, pasión y bondad, en el trato con quienes buscan
tu asistencia. Tu noble saber se dirige a lo más profundo del alma, con una
mesura provocadora y gentil que calma los males más profundos.
“La vida examinada es la única que merece ser vivida”
Sócrates.
“Es la razón por sí misma lo que hace la vida feliz
y agradable, al expulsar todas las ideas y opiniones falsas, y evitar así toda
perturbación de la mente”
Epicuro.
“El tiempo de la vida humana no es más que un punto,
y su sustancia un flujo, y sus percepciones torpes, y la composición del cuerpo
corruptible, y el alma un torbellino, y la fortuna inescrutable, y la fama algo
sin sentido […] ¿Qué puede pues guiar a un hombre? Una única cosa, la
filosofía”
Marco Aurelio.
Nacido en París en 1922 - 2010, fue director de École Practique
des Hautes Études (1964-1986), además, docente del Collège de France (1982). La
Universidad de Neuchâtel le otorgó Doctor Honoris Causa. Laureado con el Gran
Premio de Filosofía de la Academia Francesa (1999). Goza de una amplia
publicación filosófica traducido a varios idiomas. Filólogo, historiador y
filósofo. Con un alto influjo ascendente en la Filosofía actual o contemporánea,
sobre todo, en Michel Foucault, historiador y filósofo, quien se interesa por
su trabajo filosófico en su postrero período, en los comienzos de los años 80’s.
La influencia de Hadot en Foucault se ubica en: Historia de la sexualidad
volumen II-III, en el uso de los placeres e inquietud de sí (2024).
Posteriormente publica dos trabajos en referencias a Foucault, que llevan como
título: Diálogo interrumpido con Michel Foucault. Acuerdos y desacuerdos (2000),
luego, Hadot interviene en un Congreso conmemorativo a Foucault, con la
ponencia “Reflexiones alrededor del cuidado de sí”.
Finalmente, en una conversación entre Jeannie Carlier en compañía con Arnold I.
Davidson (2009), Hadot hace alusión a Michel Foucault.
Ambos filósofos sienten una
profunda admiración por la filosofía antigua, se preocupaban por la vida
práctica en función a los ejercicios espirituales, que buscaban, de alguna
manera, aproximarse a la verdad, porque la verdad permite el cambio del
individuo o sujeto. No es posible ocultar, la influencia de Hadot en Foucault.
Entre los dos se presenta toda una riqueza puesta en común para degustarla en
una buena conversación. Las obras filosóficas de Hadot, son paradigmas para
diferentes ciencias, entre ella la medicina o en disciplinas como la
psicología, entre otras. Cuenta con una amplia producción entre las cuales
están: ¿Qué es la filosofía antigua? (1998), Plotino o la simplicidad de la
mirada (2004), Ejercicios espirituales y filosofía antigua (2006), Filosofía
como forma de vida (2009), No te olvides de vivir. Goethe y la tradición de los
ejercicios espirituales (2010), Ciudadela interior (2013), El velo de Isis.
Ensayo sobre la historia de la idea de Naturaleza (2015), Elogio de Sócrates (2024),
entre otros.
Desde los griegos, hasta
nuestros días, han existido doctrinas, formas, sistemas, paradigmas y métodos
filosóficos. Pero se ubican esencialmente en dos orillas. Por un lado, la filosofía
como forma de vida o llevar una vida sabia en armonía con la naturaleza
(filosofía práctica), una de las tantas preocupaciones es: ¿cómo vivir?, ¿qué
hacer con mi vida? En términos socráticos preocupaciones ético-morales. La
tarea es transmutar las pasiones a través de los ejercicios espirituales, en
otras palabras, aprender a vivir. La otra una filosofía intelectual (hacer
academia). Hadot, se inclina por la primera.
La filosofía intelectual o
académica en las aulas, transformó lo práctico en lecturas de estudios
desplegando cantidades de teorías, análisis, virajes, dejando de lado la praxis.
Los discursos se hacen presente, pesados con muy pocos interlocutores, en
exclusividades hermeneúticas traspasando mucho más allá de lo abstracto. Los
espacios como las aulas, ponencias, charlas, exposiciones o congresos se han
convertido en reticencias gélidas, filosofía transliteraría mediatizada en las funciones o actividades
inconmensurables, inclusive, en la actualidad recurren al estoicismo que está
de moda, como una manera de salir de los problemas físicos-mentales, por los
agobios que los asfixia en sus propias angustias, recurriendo al mercado de los
auxilios psíquicos que prometen solucionar todo tipo de problemáticas que
adsorben a la intensa sociedad del consumo.
A su vez, la misma filosofía intelectual,
ha abandonado campos de estudio como el cuerpo, el gusto, la lógica, la
cotidianidad, el afecto, las emociones, las pasiones, la buena vida, la
felicidad, entre otras. Lo que la filosofía ha dejado atrás, otras disciplinas
como la psicología y la psiquiatría las han recogido y se han apropiado de
ellas. Personas inexpertas, han convertido los ejercicios espirituales en bebidas
aromáticas. Gracias a lo retomado por la psicología y la psiquiatría, han dado
respuesta a muchas problemáticas presentes que padecen los sujetos de hoy,
llenos de vacíos, miedos e inseguridades. Sin embargo, muchos profesionales
recurren a respuestas inapropiadas debido a la falta de una mirada filosófica
antigua, lo que incrementa las complejidades emocionales, que caracterizan las
sendas de los calveros solitarios llevándolos a una obcecación absoluta.
En los medios televisivos o
plataformas abundan los gurús espirituales, ofrecen fórmulas mágicas curativas
para aquellos que aún no han resuelto las complejidades de la vida, y que no
serán solucionadas ni siquiera por el más cuerdo. Para calmar los problemas
mentales o del alma, surgen cantidades de medicamentos farmacéuticos con el
objetivo de aumentar más la adicción, verbigratia, el prozac, la fluoxetina o
la lectura del tarot, como lo más inmediato, dejando de lado una de las
primeras medicinas como lo fue la palabra, a través del diálogo. Esto permitía
la elaboración de un cúmulo de conocimientos y técnicas que eran aplicadas como
dispositivo para la prevención de enfermedades del alma. A través del lenguaje
se trataban las deficiencias humanas, ello permitía la rehabilitación de los
individuos o sujetos para que volviesen, otra vez, a la calma interior.
Abundan
los centros de yoga, propuestas como feng shui, la toma de yajé,
práctica antiquísima de nuestros ancestros que ha sido vulgarizada por aquellos
que se hacen llamar parapsicólogos porque regula el cuerpo, la mente y el
espíritu. Sin embargo, olvidan que estas prácticas hacen parte de culturas
indígenas específicas, y que ahora, muchas personas angustiadas, se ven atraídos por ellas, creyendo que podrán conectar con espíritus
interiores y exteriores para mejorar sus vidas, que han convertido en una
marejada de caos y desdicha. En este contexto, emergen también nuevas formas de
‘terapias’ modernas que, lejos de promover una rehabilitación o
transformación genuina del individuo, pueden terminar alimentando adicciones
químicas o generando daños en la salud mental. Entre las sustancias que han
ganado popularidad como soluciones a crisis existenciales, se encuentran la Psychotria
viridis, un componente de la Ayahuasca,
la psilocibina contenida en hongos alucinógenos, o incluso la aplicación
de venenos como el del sapo Bufo alvarius, conocido por sus efectos
alucinógenos o los retiros espirituales, donde buscan una solución con la
dirección de un superior sacerdotal, a través de la palabra sagrada.
El uso de estas sustancias
dista mucho de la auténtica práctica filosófica, que se fundamenta en el
autoexamen, la reflexión y la meditación, buscando el bienestar integral del
individuo a través de un enfoque holístico, mucho más allá de la simple estimulación
química del cerebro o la consecución de metas superficiales. Aunque algunas de
estas prácticas pueden generar experiencias de introspección o momentos de
conexión profunda con uno mismo, no logran ofrecer la sabiduría que la
filosofía antigua proponía como un camino hacia la verdadera libertad interior.
A diferencia de las sustancias externas que generan dependencia, los filósofos
antiguos o las escuelas helenísticas y romanas, como los escépticos,
eclecticismo, cínicos, estoicos y epicúreos, integraban la filosofía en su vida
diaria, mediante ejercicios espirituales que cultivaban la reflexión, el
autoexamen, la palabra, el diálogo y la meditación. A través de estas
prácticas, buscaban transformar la mente y las pasiones, promoviendo una vida
en armonía con la naturaleza y la verdad, sin necesidad de intervenciones
químicas o artificiales. Esta es la diferencia esencial entre las terapias
actuales y la auténtica filosofía práctica, que busca una transformación
profunda desde el interior, sin depender de altibajos externos, ni soluciones
rápidas ofrecidas por los gurús espirituales de la moda o coaching.
Volver a una filosofía práctica es dar un giro de 180 grados. Todo lo que se
mueve, pasa, pero cambia; así, como lo enseñó Heráclito, los flujos de la filosofía
se han transformado. Los individuos también pasan de un estado a otro,
modificándose. Lamentablemente, las terapias o los ejercicios actuales, por más
que se ofrezcan en abundancia, para calmar las angustias de las personas, a
menudo se limitan a ofrecer soluciones superficiales, mientras que ninguna de
ellas les enseña a meditar sobre sí mismos, a pensarse más allá de su propio
ser o de su ego.
Las problemáticas que se han
generado, a partir de la salud mental, más las alteraciones o trastornos que
engullen a los habitantes de las sociedades actuales, como: la depresión,
demencia, toxicomanía, suicidio, la epigenética y la esquizofrenia, develan los
trastornos que se han vuelto habituales en los individuos de hoy, padeciendo
así el rechazo social, el cual aumenta los problemas de salud mental, como lo
manifiesta Thomas Szasz:
[…] La noción de enfermedad mental se emplea
hoy en día sobre todo para confundir y «justificar hábilmente» los problemas
existentes en las relaciones personales y sociales, tal como la noción de
brujería fue utilizada con el mismo fin desde comienzos de la Edad Media hasta
bastante después del renacimiento (1994).
Szasz, sabe claramente que en
la actualidad se vive de una forma ‘terapeutizada’, para
cada afección emerge una terapia o ejercicio cualificado como solución al
declive personal. Se debe reconocer que, una buena intervención, por parte de
un médico, psicólogo o psiquiatra se puede convertir en un buen cimiento
estimable y eficiente para dar respuestas a las inquietudes de los trastornos mentales
de las personas que la solicitan. La pregunta es: ¿a cuál terapia o ejercicio recurrir?
Hadot, a través de sus obras,
deja plasmado la existencia de varias escuelas clásicas griegas y latinas
filosóficas, como cada una de ellas poseían sus propios ejercicios espirituales,
por ejemplo, la escuela estoica, que le apostó a la virtud, tranquilidad y a la
felicidad. Mientras que la epicúrea, apostaba por el placer que es el principio
y fin de la felicidad. Los cínicos, por su parte, apostaban por enfrentar la
vida con sabiduría, entre otras escuelas. Ahora bien, la filosofía, psicología
y la psiquiatría tienen sus propios intereses. Todas ellas van en busca de la
misma disposición: “la felicidad del individuo o sujeto”.
Hadot es todo un fiel
observador de la naturaleza humana. Usa los ejercicios espirituales de la
antigüedad como hilo conductor, para señalar la practicidad que poseen las
terapias o ejercicios a través de la filosofía práctica. La idea hadotiana,
permite acercar, poco a poco, a los individuos a la areté a través de la
paideia como educación racional del alma, para el cuidado de la misma.
Porque a medida que transcurre el tiempo y las prácticas sociales germinan, las
falsedades también van dejando a los sujetos en pleno desvalimiento. Este es el
nuevo milenio en el cual, se vive, lleno de incertidumbres, vacíos, miedos, líquido,
riesgos, cambios climáticos, pandemias, consumo, espectáculos con artistas de
papel celofán, que sólo brillan un instante, de generaciones extraviadas en sus
propias identidades sexuales, trastornos como el TEPT, las herencias
epigenéticas, el ADN no codificante (ADNnc), las influencias de los genes CRF1,
CRF2, el microARN y otras afecciones que estropean el alma, por cierto,
bastante abandonada por los individuos que lo llevan todo a la colectividad o
al montón, la cual gira en su propio ritmo repitiendo el ciclo. En palabras de
Nietzsche: el ‘eterno retorno’. Todo parte, pero se devuelve
perpetuamente a través del redondel. Todo fallece, pero emerge de nuevo, así es
el transcurrir de la humanidad. Ante ese proceso del ‘eterno retorno’,
debería existir una ruptura, la cual es la propuesta de Pierre Hadot. En
palabras de Molina Gómez, Cambiar la mirada (2004): una transformación.
Es decir, un proceso para la trascendencia del alma que irradie el cuerpo.
Según Callaway, Schnitker y Madison (2020) “trascender es, entonces,
atravesar la división entre uno mismo y los otros, o entre uno mismo y el mundo”
(2021. P. 48). Ese manifestarse es el mirar dentro de sí mismo que, de acuerdo
con C, Jung: “Quien mira afuera, sueña; quien mira dentro, despierta”
(2021. Vol. 1). Auscultar desde los cimientos más ocultos y temerosos del yo,
por oscuros que estos sean.
Cambiar la mirada, es
enfrentarse a sus propios temores, aunque esto ocasione pavor, pánico, espanto
o sobresaltos que desajustan al ser en su pobre devenir. El transformarse es la
trascendencia dentro de sí, para ver su otra existencia interna, para luego
reflejarla hacia el exterior o fuera de sí mismo. ‘Eterno retorno’:
dentro-fuera. De acuerdo a Hadot:
La palabra latina conversio corresponde de
hecho a dos términos griegos de diferente sentido, por una parte, a episthrophe
que significa «cambio de orientación» y que implica la idea
de un retorno (retorno al origen, retorno a uno mismo), y por otra a metanoia,
que significa «cambio de pensamiento», «arrepentimiento»,
sugiriendo la idea de mutación y renacimiento. Se produce por lo tanto dentro
del concepto de conversión cierta oposición interna entre la idea de «vuelta
al origen» y de «renacimiento» (2006. P. 177).
La permuta hadotiana, se da
al girar la posición que se tiene por una abjuración que se propague más allá de
los presupuestos cotidianos de la persona. Retornar a la fuente del nacer para
direccionar la vida fuera, de manera pertinente y evitar contaminar los actos
con la sociedad del consumo, no sentirse extranjero dentro de sí. No es
excluirse, es saber mirar el orden establecido por la sociedad postmoderna y no
dejarse arrastrar por la multitud. El principio, nacer u origen de cada persona
es fundamental, porque es allí donde se acredita la mayoría de los cimientos de
la adultez. Dejar de sentirse ajeno consigo mismo. Al respecto, argumenta
Hadot: “la impresión de ser una ola en un océano sin límites, de ser una
parte de una realidad misteriosa e infinita” (2009. P. 28). Al
enfrentarse a sí mismo, se ven sus propias olas, fantasmas, dementores, depresiones,
su propia oscuridad, lo más siniestro de sí, que se encuentran presos de los
miedos producidos por la fe, la educación, la moralina, la familia y los
adultos. Desafortunadamente, cuando no
se busca ayuda profesional adecuada o se realiza una intervención incorrecta,
ya sea médica, psicológica o psiquiátrica, esto puede llevar a engaños,
aumentar las ilusiones distorsionadas, generar confusión y profundizar la
sensación de desesperanza. En algunos casos, estas circunstancias pueden
desencadenar pensamientos oscuros o dañinos, afectando gravemente el bienestar
emocional y la salud mental de la persona. Esto, a su vez, puede llevarla a
tomar decisiones que, no solo impactan su vida, sino también la de sus seres más
cercanos.
Leerse a sí mismo, no es ser
un gran sabio, es ser filósofo. El sabio todo lo sabe, el filósofo busca la
verdad. Y muchas verdades están dentro de la persona. Conocerse implica la
búsqueda de su propia verdad, de su origen (Del latín orīgo -īnis) principio,
el nacimiento, la raíz y la causa de ese algo que se busca como lo es la verdad
de sí, “la ciudadela interior”. Para los griegos de la época, los
ejercicios eran consuetudinarios (Del latín. consuetudinarius), praxis
reglamentadas a consagrarse, lo cual les permitía transformarse o convertir,
particularmente, su vida de manera progresiva, paso a paso para salir de sus
miedos, rencores, egoísmos. Esta lectura interna, se volvía inteligible para
luego hacerse toda una analogía (Del latín. Analogĭa, a su vez del gr. ἀναλογία), de esta manera se buscaba una vida virtuosa “no
te olvides de vivir”. Era dar el paso de un estado a otro. Ruptura entre
el consumo que impone la sociedad como lo son las riquezas, la abundancia,
opulencia, placeres, despilfarro, honores, arrogancia, displicencia, ego, que
implicaban toda una carencia de la ética, la moral y sus valores. Hadot,
propone en sus obras ese giro o cambio de mirada por sabiduría, virtuosidad,
asombro, contemplación, simplicidad, para el reposo y la tranquilidad del alma,
“la filosofía como forma de vida”. En palabras de Hadot:
Estos ejercicios (…) corresponden a un
cambio de visión del mundo y a una metamorfosis de la personalidad. La palabra “espiritual”
permite comprender con mayor facilidad que unos ejercicios como estos son
producto no solo del pensamiento, sino de una totalidad psíquica del individuo
(2006. P. 24).
Lo que propone el pensador
francés con los ejercicios, no es una mera conjetura, es la búsqueda de la
transformación simultánea: Mente-Cuerpo, como sabiduría para la vida, virtud
del saber existir. Liberarse de las culpas y la opulencia, hacer de los
ejercicios un hábito práctico, pleno todo, un giro de su ser-yo, para no caer
en los círculos viciosos impuestos por la sociedad líquida y de consumo. El
ejercicio que propone Hadot es toda una protréptica, la cual no implica por sí
o por sí mismo una denominación, por el contrario, es toda una deconstrucción
de una forma de vida que provoque la mirada simplista plotiniana, verbigratia:
¿Que cómo puedes
ver la clase de belleza que posee un alma buena? Retírate a ti mismo y
mira. Y si no te ves aún bello, entonces, como el escultor de una estatua que
debe salir bella quita aquí, raspa allá, pule esto y lo limpia lo otro
hasta que saca un rostro bello coronando la estatua, así tú también quita todo
lo superfluo, alinea todo lo torcido, limpia y abrillanta todo lo oscuro y no
ceses de «labrar» tu propia estatua hasta que se
encienda en ti el divinal esplendor de la virtud, hasta que veas «a
la morigeración asentada en un santo pedestal» (Plotino, 1992. P. 92).
El trabajo filosófico de
Hadot, es importante y significativo, porque provoca una mirada a las escuelas
helenísticas y latinas como paradigmas para el presente o para las sociedades
actuales. La intención hadotiana, es auscultar su ciudadela interior, con una
mirada apoyada en una simplicidad como educación del alma, a través del velo de
Isis, para que no nos olvidemos de vivir, tener la filosofía como forma de
vida, apoyados en los ejercicios espirituales desde la filosofía antigua. El
ser humano es y debe de ser su propio laboratorio, en el encontrará todos los
materiales necesarios: Vaso de precipitados, probeta, pipeta, microscopio,
medir, calentar, mezclar sus propios líquidos, medir sus volúmenes, transferir
los líquidos pequeños, ampliar su propia visión interna-externa para ver mucho
mejor su mundo interior, para luego proyectarse al mundo de las apariencias sin
extraviar su sentido de vida. Toda una preparación para salirse de la vida
cotidiana, para evitar la prolongación y el retorno de lo mismo, con lo mismo. Aclarando
que en los ejercicios es vital la oralidad. El provocar de la palabra a través
del diálogo, generalmente en los debates. En estas escuelas se utilizaba la
diatriba como una herramienta de choque con el otro u otros. El diálogo como
trebejo, es el medio más adecuado para hacer hermeneútica, análisis e
intelección del mundo, de la vida para la propia reflexión de sí mismo dentro y
fuera de su universo. Lo anterior, permite mirar las quimeras del individuo o
sujeto para interpretar mucho mejor su permanencia en este mundo, para Hadot,
esto sería el verdadero filosofar para hacer de la vida toda una virtuosidad,
la areté (ἀρητή-Bueno, lo mejor).
Recurrir a lo necesario, a su
propia paidología, o si es posible a las ciencias agógicas en referencia a su
propia lectura desde la infancia. Porque se hace tan difícil saber vivir o incluso
sobrevivir. Objetarse a sí mismo, debería de ser el propósito para iniciar los
progresos del alma en alusión al cuerpo. Implicaría ubicarse tanto geográfica como
existencialmente ante el mundo y su universo, a través de su propia
interpretación. Para lograrlo, es más adecuado recurrir a una acción dialógica
interna: una práctica que lleva hacia la Anabasis, evitando en la medida
de lo posible la dromología. A lo anterior, Hadot, recurre a Sócrates: “debe
justificarse a sí mismo y la manera en que vive y ha vivido. Las preguntas
socráticas lo obligan pues a preocuparse por sí mismo y por consiguiente a
cambiar de vida” (1998, p. 195). Ahora bien, ¿por qué debe transformarse
la persona? La vida se enfrenta constantemente a abismos. Quien se transforma
traza su propia línea de fuga, sin ver estos abismos como meras ilusiones, sino
como puntos que deben ser trascendidos y dejar de lado la subjetualidad. Una de
las tantas propuestas hadotiana como la anterior, es apelar a ‘la
filosofía antigua como forma de vida’, “el discurso filosófico se
origina por tanto en una elección de vida y en una opción existencial, y no a
la inversa” (1998, p. 16), es un saber vivir ante el universo y el destino,
que depara un más allá de la cotidianidad. Ante todo, se debe evitar la
posverdad interna-externa, concepto que deviene del inglés post-truth.
Es decir, es una alteración o de malformación de la verdad que modifica la
existencia y su realidad, la cual manosea las emociones, pasiones de la
sociedad o de la persona. Un ejemplo de ello es que, en Colombia, los
periodistas de los medios tradicionales de comunicación, todos los días
convierten sus noticias en posverdad: mentiras, pura información psicomágica.
Los sujetos o individuos, de acuerdo a Hadot, no deben mentirse a sí mismos,
porque deforman su propia realidad tanto dentro como fuera, confundirse a sí mismo,
ello evitaría la transformación de sí. Se debe evitar la posverdad, porque supone
renunciar a su propio conocimiento crítico. ¿A qué llama Hadot ejercicios
espirituales? El autor, explica este concepto así:
Ha sido intensamente discutida. ¿por qué la he
escogido? Me impactó mucho el título de una antología aparecida después de la
guerra. Beethoven, llamaba ejercicios espirituales a los ejercicios de
composición musical que hacía hacer a sus alumnos y que estaban destinados a
alcanzar cierta forma de sabiduría ‘estética’, los famosos ‘ejercicios
espirituales’ de San Ignacio de Loyola habían sido heredados del
pensamiento antiguo por mediación de los monjes que habían empleado la
expresión ‘ejercicios espirituales’ a propósito de su práctica,
según mi opinión el concepto de ‘ejercicios espirituales’ no era
religioso, pues tenía un origen filosófico, busqué todas las alternativas
posibles, ‘ejercicios morales’, ‘ejercicios éticos’,
‘ejercicios intelectuales’. Entonces me resigné a emplear la
expresión ejercicios espirituales que se emplea en todas partes desde hace
tiempo para designar aquellas prácticas voluntarias de las que he hablado
(2009. P. 144-145)[2].
El concepto de “espíritu”
proviene del latín spirĭtus, que hace referencia a un ser inmaterial,
pero dotado de razón, aunque intangible. Los ‘ejercicios espirituales’
son una forma de saber cómo llevar la vida en sociedad y en relación con el
mundo, frente a la incitación, la seducción y las distintas distracciones que
nos rodean. Estos ejercicios buscaban educar el alma para aprender a vivir.
Los vínculos entre las
personas se desarrollan a través del diálogo, la lectura, la palabra, la
reflexión y la escucha atenta. También incluyen saber escoger los alimentos,
consultar cuando es necesario, y dejar de lado el egoísmo, la indiferencia, escapar
de los malos recuerdos, la envidia y el rencor. Implican, además, aprender a
saber morir, leer la vida y el mundo que nos rodea, y crear nuevas formas de
conocimiento, cogito ergo sum (meditar), esquivar la resistencia
al salirse de sí, fuera de su zona de holgura, para ver el fondo de su propio
ser. Asomarse a su propio averno para renunciar a sus propios temores
inculcados antes de su adultez. Evitar que el ego administre nuestras vidas. Salirse
de la ignorancia a través de la meditación como si fuera un ritmo gamma con una
musicalidad beta. En palabras de C. G. Jung: “hasta que el inconsciente
no se haga consciente, el subconsciente dirigirá tu vida, y lo llamarás destino”
(2003) temor a las propias sombras. Porque el inconsciente es el paso o la
transición al espíritu, y esa es la grandeza de Pierre Hadot, porque los
ejercicios espirituales llevan al individuo más allá de su consciencia y de su propia
sombra, para que el ego sea mucho más diáfano.
La ascesis, el autoestudio o la exploración interna son fundamentales, así como el manejo adecuado de nuestros impulsos, reacciones y deberes. También consiste en educar nuestras pasiones y emociones, conmemorar las cosas bellas, caminar, saber beber, observar más allá de la realidad, disfrutar de la música, escribir y amar la naturaleza, dejar el miedo a lo desconocido, entre otros aspectos. Por ello: “no debes apartarte de tus principios ni cuando duermes, ni al despertar, ni cuando comes, bebes o converses con otros hombres” (2006, P. 27-28). A renglón seguido sostiene Hadot: “libérate de las pasiones siempre provocadas por un pasado o un futuro que en absoluto depende de nosotros” (Ídem). Hacer de la meditación parte de nuestras vidas, en palabras de Foucault ‘como si fuera una obra de arte’, aunque no nos dice como hacerlo. A lo anterior, Roca Jusmet afirma:
El arte de vida es algo que vamos construyendo a
partir de nuestra experiencia y la filosofía forma parte de ella, pero no es un
arte de vivir. La filosofía nos hace más lúcido, pero no más felices (2023, P.
124).
Entristece, porque es
enfrentarse a sí mismo, deconstruye lo que nos pasa, cambiar la mirada y dejar
de lado las falsaciones que se han construido, pero que a la postre no han
generado nada valioso al ser humano, solo vaguedad profunda. Una de las tantas
ideas hadotianas es la de redescubrirse, que entristece a sí mismo, un esfuerzo
que apunta mucho más allá de la cotidianidad, ‘la liberación de sí’,
como “cuidado de sí” hacia los demás.
Es hora de volver a lo que
Hadot llamó: “filosofía como forma de vida”, sin antifaz,
evitando los extravíos, sin descuidar el alma como emblema de lo que nos queda
de vida. Evitando a toda costa los libretos de autoayuda, los gurús, coaching,
la farsa, inclusive dejar a un lado la guía de Chayanne en su
canción ‘Cuidarte el alma’. Los engaños abundan como solución a
los problemas del alma:
Pero el problema no reside justamente en el
original sino en la copia, y es esta última la que se ha impuesto en nuestros
días con la fuerza de un vendaval incontenible y con la supuesta evidencia de
ser portadora de beneficios (Giusti, 2015. P. 19).
El facilismo es el amo y
propiedad de las mentes en la actualidad, engañan o alucinan a los transeúntes
desvalidos de su propio ser, prevaliéndose de las palabras que acompañan los
traumas que los sujetos, a través del tiempo han adquirido, es decir, un candor
engañoso. El ideal hadotiano es el alma. En ella ve lo más puro para alcanzar
la fóvea retinal humana, por ejemplo, la phrónesis (φρόνησις),
apostándole a las ciencias del lenguaje, como hilo conductor para apoyarse en ‘los
ejercicios espirituales y la filosofía antigua’, permitiendo así la
verdadera eudaimonía (ευδαιμονία), el quid pro quo ‘algo
ha cambiado de algo’ sería lo mínimo para lograr a conmutar, es o sería
el preludio para una buena etiología para conocer a fondo las causas de las
cosas que atormentan a los sujetos o individuos de hoy. La aporía como
orden inviable racional tendría que ser objetada, porque no permitiría las
prácticas propuestas de Hadot. Es uno de los oponentes que se encuentran
constantemente en las sociedades actuales, como una línea de escape, en la cual,
muchas de las infelicidades están puestas.
El trabajo filosófico de
Pierre Hadot, ha fundamentado una deconstrucción profunda que abre una nueva
perspectiva en la filosofía: “hacer de la vida misma una filosofía”.
Sus obras deberían ser una referencia indispensable para aquellos que inician
su camino filosófico en la actualidad. Les invita a ver en la Sophrosyne
(σωφροσύνη) un ideal sublime de equilibrio mental, donde la formación
del carácter se asemeja a una tesela, pieza fundamental de un todo. Leer a
Hadot es liberarse de las construcciones apofánticas, es un ejercicio de leer
sin prejuicios, perjuicios ni limitaciones filosóficas, ya que su discurso
trasciende las fronteras de los dogmatismos y doctrinas que aún siguen
imperando. A través de sus escritos, busca ejercitar la mente, emprender un
camino para revelar la intencionalidad subyacente en los libros de autoayuda y
los bestsellers que han colonizado nuestra cultura contemporánea. Hadot
invita a “ver con los ojos del alma”, así como “el Búho de
Minerva levanta el vuelo al anochecer”.
Referencias Bibliográficas
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XXI.
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[1].
Filósofo. Historiador. Especialista en Cultura Política. Mg en filosofía Moral.
Ph. D. Doctor. Filosofía contemporánea. Docente universitario-secundaria.
Investigador. Orcid: 0000-0001-8230-8831. frecho13@hotmail.com
[2]
La cita fue modificada por el autor del ensayo, por su extensión.