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UN ASUNTO INTERNO
EN MEMORIA DE HÉCTOR FAGOT
Por
Álvaro Noreña Jiménez
«Es posible que mañana muera y en la tierra no quedará nadie que me haya comprendido por completo. Unos me considerarán peor y otros mejor de lo que soy. Algunos dirán que era una buena persona ; otros que era un canalla. Pero las dos opiniones serán igualmente equivocadas».
(Ernesto Sábato. En la novela Abaddón el Exterminador.
En boca de Lurevitch Lermontov)
Hoy, es miércoles 23 de junio del año 2021. Época de confinamientos y pandemias. Han pasado dos días de el solsticio de verano, día más largo del año en el hemisferio norte, suele dar inicio al verano y, con él, a la cosecha y el día más corto en el Ecuador en el hemisferio sur.
Yo, que poco sueño, hoy en un entresueño mañanero, sentí la presencia o su visita, los abrazos y la risa estentórea de Héctor Valencia Herrera, más conocido como Porkys o Héctor Fagot. Pensé que había venido a reconciliarse conmigo, porque a veces teníamos nuestros desacuerdos. Tomé su libro «Asuntos Internos», la primera edición de 1000 ejemplares, publicada en diciembre de 2001, edición al cuidado del poeta Omar Castillo para Otras Palabras. La carátula, diseñada por José Fernando González.
Esta primera edición trae en el anverso del libro un comentario del economista, Víctor Bustamante, director de la revista Babel, Codirector del Festival Alternativo de poesía de Medellín. Y cofundador del blog Neonadaísmo:
Extraño, Héctor Fagot, con su apellido tan musical, no ejecuta el fagot con el sonido dulce que suena más alto que el bajo que sigue cualquier melodía; el fagot hace audible lo inaudible, la melodía con su sonido agudo entre tanto bajo y contrabajo. Así Héctor expresa ese poder radiactivo de sus vivencias, recupera la música de los días idos pero sin nostalgia, sino con el aguafuerte de lo que queda de la sentina de esos instantes y, ¿qué es lo que permanece sino lo que ha tocado, pero que irremediable toca a su fin porque es necesaria otra experiencia?
Dije poemas, pero son ante todo poema-relatos donde él enseña cada momento que se ha vuelto incandescente por el hecho de haberlo vivido de sentirlo. Diría que es uno de los últimos poetas bohemios (recordemos los poetas oficinistas); nos describe el amor, sus mujeres, la vida singular que ha vivido. Pero sobre todo sus poemas relatos los sostiene esa música que siempre se cuela y de golpe instala el eros caprichoso y capcioso para mantenernos alerta. Música, vino y mujeres, instancias de la vida y ante ellos el filo de la soledad del escritor que después de haber vestido, vivido y ser masacrado por las sensaciones no le queda más remedio que escribirlas para decirnos yo estuve ahí.
Cierto, la poesía de Fagot tiene su asidero en lo que ha vivido; con él diría como Pavese que para escribir es necesario que esa palabra haya pasado por su cuerpo, es decir, haberla vivido para poder escribirla . Su poesía no tiene paraísos de papel, ni falsas búsquedas de mundos ilusorios o utopías de tercera mano: su poesía es lo palpable, cada hecho sentido. Cada melodía, cada lugar, cada mujer ha dejado su rastro y su rostro en él. Para Héctor el hecho estético no es ante todo la poesía, sino que la poesía es la materia que él ha vivido, los eventos perdurables que lo han obligado a escribir un poema.
Por este texto desfilan los padres, los amores, los lugares, los amigos, los libros y la música. ¿Texto autobiográfico o ajuste de cuentas? Diría que ambos, las palabras son para recuperar la espuma de los días.
Hay un paraíso que perdura inmutable en él: la infancia; único paraíso al que, con retórica o no, siempre se vuelve, y nada mejor con ese lenguaje:las palabras que son la única patria del escritor.
Pero ante todo no solo es una poesía que nos relata el discurrir de Héctor en sus momentos, sino que es la poesía de y para sus amigos, no en vanos muchos de ellos pasan a través de sus dedicatorias.
Hay una calle silenciosa, están las luces ebrias como un faro para el caminante citadino y existe una mesa que espera o, mejor, un lecho cálido donde aguarda una de sus bestias. Leyendo Asuntos Internos sospechamos que también estuvimos ahí.
Víctor Bustamante
«Asuntos Internos», estuvo entre mis manos. En él hay una fotografía pegada en la contraportada de Porkys o Héctor Fagot y Mario González representando la saga de los Aurelianos, de la novela «Cien Años de Soledad» de Gabriel García Márquez, signados por la cruz del miércoles de ceniza en sus frentes y que nunca pudieron borrarse. Registro que forma parte de un homenaje para una exposición fotográfica que realizara Comfenalco, Antioquia, a Gabo y su obra, en el mes de abril, mes del idioma y para celebrar los 20 años de la biblioteca central “Héctor González Mejía” (28 de abril de 1999), una idea del caldeño Marco Antonio Mejía Torres.
Una curiosidad editorial, Héctor Fagot, realizó una segunda edición de 1.000 ejemplares,de «Asuntos Internos», diez años después, en noviembre de 2011, con una carátula o portada totalmente distinta, Es un collage titulado «Pescador de manzanas», del docente y artista Jairo Alberto Mejía. Otra novedad del libro, trae ISBN:978-958-44-9625-6. La corrección de los textos los realizó su hermana Luz Marina Valencia Herrera. El envés de esta edición trae la siguiente nota: «De la experiencia lúdica entre panadería y poesía da cuenta esta anécdota: El alumno recluso se acercó y me dijo «Gracias profe por enseñarme quien es Oliverio Girondo, Alejandra Pizarnik, Juan Gelman, Meira del Mar, Hitmet, Jaime Sabines,; luego dijo: Gracias profe por enseñarme mil maneras de darle forma a la harina, y por último agregó: profe, yo que iba a imaginar que en la poesía y la harina venia escondida la segueta con que limar los barrotes de esta prisión; la poesía me puso alas»
Cuenta Fagot: Por una experiencia como esta y esa combinación perfecta entre pan y poesía, Rei Berroa (PHD profesor de la George Mason University) me dijo en el pasado Festival Internacional de Poesía de Medellín que esa era mi verdadera carta de presentación ante el mundo.
¿Quién es Rei Berroa?
Wikipedia: Rei Berroa (*Santo Domingo 1949 Poeta, catedrático y traductor dominicano residente en los Estados Unidos.
En 1983 se doctoró en la Universidad de Pittsburg. Desde 1984 enseña literatura española y crítica literaria en la Universidad George Mason de Washington. Ha sido consejero de la revista Hispanic Culture Review entre los años 1992-2006, por lo que recibió el premio GMU en el 2002.
Berroa ha sido asesor literario, también, del Teatro de la Luna de Arlington desde su fundación en 1991 y además cada año, coordina y dirige, el Maratón de la Poesía, que consiste en dos días de lecturas poéticas que se efectúan en la biblioteca del Congreso de Washington, en el teatro de la Luna y en otros lugares de la capital estadounidense. En este ciclo anual se reúne a destacados poetas de países de habla hispana.
Desde 2001, Berroa publica una antología de los poetas invitados al festival de Washington.
En este corto día de luz, 23 de junio, llegan las malas noticias y anuncian la muerte del amigo Héctor Valencia Herrera. Escritor y poeta que usaba su seudónimo musical de Héctor Fagot, con el que publicara su poemario «Asuntos Internos», Héctor, inició «Asuntos Internos» con un poema íntimo titulado:
«CARTA DE PRESENTACIÓN»
El gordo triste
con el cartón 8460292 de alguna calle de Fredonia
el hijo del panadero que cantaba
mientras horneaba una hogaza de pan
y de una madre
que hablaba con bifloras
el que de niño
sufrió el primer desencanto
cuando quiso atrapar al arco iris en su reflejo
y de grande conoció el alfabeto de los infortunios
mientras fue desalojado de dos o tres corazones
y de viejo
busca en la baraja del tarot
el vaticinio
de una mejor época
entre los hombres
supo cuánto valía la palabra libertad
cuándo dijo adiós a la factoría
morirá en su ley
quisiera que bajo sus palabras
ardiera la llama de sus obsesiones
y dar fe de lo que queda
del naufragio.
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Fotografía: Héctor Valencia Herrera “Héctor Fagot” en la biblioteca de la onege cultural independiente Club de Música Fredonia. |
La Fredonia urbanita y rural disfrutó de las elaboraciones exquisitas que ofertaba la Panadería La Sultana, propiedad de la familia Valencia Herrera. ¡Qué parva!, cuajadas, un buen café, pasteles calientes, avena, pandequeso, suspiros, tostadas, pan, tortas envinadas, buñuelos, mogollas, rollos, etc.) Y ellos también engalanaron la plaza de Fredonia, con su toldo, cuando los mercados de sábados y domingos se realizaban en éste lugar y en la previa, la plaza adquiría un cielo blanco de fieltro.
La panadería “La Sultana” no le negó nunca la pauta publicitaria al periódico cultural y de opinión, llamado Cactus de Fredonia
Héctor, era un melómano, un recitador de poemas, un memorioso, un enamorado o un seductor, un amante de la literatura y un portador de una risa contagiosa e inmarcesible cómo la calificara otro poeta. Con él compartí un hermoso viaje a las tierras heraclianas de Sevilla en el Valle del Cauca, a mi casa paterna, después del cual quedó sellada nuestra hermandad.
Una anécdota que vale la pena quedar registrada y salvarse del olvido, es la siguiente: en las primeras versiones del Festival Internacional de Poesía ciudad de Medellín. Realizado en el Palacio de Exposiciones, Héctor y yo viajamos desde Fredonia, con un importante stop de periódicos Cactus que circulaba entre sus asiduos lectores mensualmente, que tenía sus páginas dedicadas a la poesía y a la literatura. Adicionamos a esa gran maleta de noticias y poesía unos pendones o heraldos de colores de casi ocho metros de largo, que había elaborado nuestro artista local Mario García “Pilló” para embellecer las programaciones que se realizaban mensualmente en el Teatro Al Aire Libre (T.A.L) y que se izaban en los árboles. Recuerdo el mensaje de un pendón que decía: «Esperanza no es esperar. Esperanza es hacer». Pues bien, con todo ese material llegamos al Palacio de Exposiciones antes de la inauguración del Festival de Poesía y nos quedamos en los exteriores. Enredamos los pendones en unas vallas y otros los ubicamos en el suelo, sobre los cuales distribuimos los periódicos Cactus en sus múltiples colores y empezamos a vocear el trueque o cambio de ellos por chocolatinas, risas, besos, abrazos, poemas y monedas. El resultado fue que agotamos las existencias y regresamos en forma plena y satisfechos, con una maleta llena de billetes y calderilla.
Alguna vez Héctor, buscando nuevos horizontes, se radicó en Amalfi, un municipio del nordeste antioqueño. Allí lo visité y por él conocí ese valle de esperanza y el último tigre de Amalfi (que realmente es un jaguar) en una escultura en cemento que lo representa y que se encuentra ubicada en la plaza principal; conocí el hotel Riachón; parlamos con el poeta amalfitano Alberto Ibarbo y su hermano Rodrigo; escuchamos el himno del pueblo y tratamos a don Efraím Galeano su autor; reímos a mandíbula batiente con la juvenil dama Sonia Zapata Mesa más conocida como Sonia Huellas o sonrisa perlada, también escuchamos tangos en un bar con piel de anciano; y acompañamos cuatro dolientes que cargaban un féretro hacia el cementerio, en silente marcha y que nos conmovió por la soledad de ellos. Nos fuimos detrás del cortejo, porque creíamos que era nuestro propio funeral.
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Ilustración: Álvaro Noreña Jiménez, 27avo Festival Internacional de Poesía ciudad de Medellín 2017.El poeta cubano Eduard Encina (q.e.p.d) |
En la voz de Héctor Fagot, declama en la memoria a sotto voce, un retazo de el poema «Alabanza de los amigos» del poeta cubano José Pérez Olivares: «Con ellos discuto, y envejezco -sin saber qué me espera al final de la noche – qué mano después de esta larga caminata – cerrará mis ojos»
Héctor, siempre que tenía oportunidad declamaba el extraordinario poema dedicado “A Los Amigos” , titulado “Alabanza de los amigos del poeta cubano José Pérez Olivares que nunca he podido obtener en forma física y por el cual he indagado a varios poetas colombianos e incluso a el poeta cubano Eduard Encina que alguna vez tuve oportunidad de tratar en la ciudad de Medellín, en el reconocido 27avo Festival Internacional de poesía, organizado por la Revista Prometeo y que para mi sorpresa me entero, cuando relato este obituario, que escribió lo siguiente cuando regresó a su isla y tierra de origen: «¡Pie a tierra! Vuelvo respirar mi aire, el silencio de la gente atravesando el parque, el vocear de los camioneros que salen para Bayamo, El Titì, La Pimienta. Vuelvo al ritmo del día a día con los amigos del café y los proyectos que alimentan el sueño. ¡Pie a tierra! El abrazo de mis hijos, el beso de mi esposa, toda esa temperatura que es llegar y subir de nuevo al caballo en mi Baire de toda la vida ¡Pie a tierra! Las palmas me reciben, el fuego me recibe y me prueba. Ya estoy con los míos, es decir, en la profundidad de la isla».
Que paradoja, Eduard Encina, fallecería el 8 de septiembre de 2017, a los 44 años de edad.
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Fotografía: Hito orográfico del Cerro Bravo, realizada por Camilo Barrios .2012 |
La siguiente nota la escribió el poeta FredoTamesino Everardo Rendón Colorado por Internet en su constante y perseverante, Viernes Poético No 448: Apreciados lectores: Hoy, el Viernes Poético está en minuto de silencio. El miércoles pasado, nuestro amigo, el poeta Héctor Fagot, partió para siempre hacia el infinito, sin decirnos dónde sería el próximo recital de sus Asuntos Internos, pero tenemos la certeza que la profunda calidez y espontaneidad de sus versos, seguirán brillando en nuestras noches más oscuras...Comparto estos versos que En Vida dediqué al inolvidable Fagot.
POÉTICO PAN
Al poeta Héctor Fagot
Mi querida Artemia:
Desde la nostalgia de tu vientre
y el espejo que guarda
el tiempo de mi padre
sigo haciendo conjuros
ante un cielo indiferente
al que grito mis versos
y busco descifrar en la sangre del poema.
No entiendo los murmullos
de esta noche sorda,
infinita de gestos y monólogos
¿En qué idioma me hablan estas calles?
¿Quién traduce
la vacuidad de sus presencias?
¿Con qué acento se pronuncia esta palabra
de desgastes cotidianos?
¿Qué postigos ocultan las visiones
al paso del ausente?
¿Quién copia mi voz
¿Y en qué factura
se cobran los bostezos
de esta inútil espera?
Everardo Rendón Colorado Del libro «Poemas Escogidos». Publicado por la Universidad Autónoma Latinoamericana
«»
Héctor, era más bueno que las cuajadas que preparaba. En las notas que documentan su poemario Asuntos Internos, dice: (Fredonia, Antioquia, 1961). Perteneció al Taller de Escritores de la Biblioteca Pública Piloto, dirigido por Jaime Jaramillo Escobar (X-504). Perteneció al Taller de Escritores, dirigido por Manuel Mejía Vallejo, en Otraparte (Envigado).
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Fotografía: Héctor Valencia Herrera “Héctor Fagot” en la biblioteca de la onege cultural independiente Club de Música Fredonia. |
En el año 2010 fue invitado al Festival Internacional de Poesía de Medellín. La Revista Latinoamericana de Poesía Prometeo Número 86-87 de julio de 2010, publicó sus poemas: «Náufrago en la noche (dedicado a su amigo Gustavo Sierra); Los años maravillosos (dedicado al escritor colombiano Jairo Aníbal Niño), Viejo Maleta (dedicado a su padre Conrado Valencia), Borges (dedicado al poeta fredonita Álvaro Arenas Echeverri), Como en un sueño, Mujer que destilaba pena; Jattín, Calle de la niñez, Llanto de la tierra. Sonrisa del cielo, y La maga desnuda».
El bautismo poético de Héctor Fagot, se realizó en el Auditorio Fundadores de la Universidad EAFIT, con una lectura de poemas que se realizó el martes 13 de julio a las 11:00 a.m. y en la que participarán los poetas Héctor Fagot, de Colombia; Udo Kawasser, de Austria; Christopher Okemwa, de Kenia; y Teresa Colom de Andorra.
..
La revista Prometeo, amplió tus datos biográficos: Ha trabajado para el Instituto Tecnológico Metropolitano I.T.M como instructor de panadería y repostería en convenios interadministrativos con la Alcaldía de Medellín y con el Banco Interamericano de Desarrollo BID en el programa Jóvenes para el empleo y con el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario INPEC en el programa “Reconstrucción del Tejido Social” en cárceles: Bellavista e Itagüí, aplicando pedagógicamente la enseñanza entre panadería y poesía. Trabajó para el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina, España y Portugal “CERLALC” en el Proyecto Mil Maneras de Leer. En 2008 ganó el primer puesto en el concurso Departamental de Poesía “José Santos Soto” con el poemario “Los años maravillosos”.
«NÁUFRAGO EN LA NOCHE»
Para Gustavo Sierra
Esta historia de ser hombre
se las trae con su pena
hombre solitario que en la espesa noche
lee a los poetas
y tras los escombros del insomnio
descifra el poder de sus desdichas
las fuerzas de sus derrotas
los signos de su desconsuelo.
esta herida de ser hombre
me da sus golpes bajos
el roto abrazo – el desamor
la intemperie- el olvido.
La eterna voz del hombre
desde la tira del tiempo
recordándome que el amor
es una inmensa herida
cerrada en falso.
«»
«LOS AÑOS MARAVILLOSOS»
Para Jairo Aníbal Niño
Devolver la cinta perforada de la memoria
traspasar el umbral
y ver al niño que empieza a asombrarse
mientras abraza el árbol del patio
y cree que ese tronco
es la pata de un elefante
(de ese primer silencio, con el tiempo, nacería a las palabras).
Hoy recuerdo aquellos signos de la infancia
como quien mira un croquis de un país desconocido:
una legión de buques de papel
encallados en el desagüe de mi calle
-atónito- mientras presenciaba cómo crecía
la cabellera de la hierba
o de cuando Dios trituraba alguna nube
y nos llenaba la casa de granizo.
Saber de la felicidad besando unas pecas y una trenza
y no cuando sus pies tocaron cielo jugando a la rayuela
en plena acera, mientras una locomotora anunciaba su parada
en la cocina de mi casa.
la infancia- esa alegría constante- ese amor por los delfines,
la aldabas, y la pandilla de balines que rompían mis bolsillos
(por esos días sabía de esperanzas
- ningún poema me había roto el corazón)
y no sabíamos de ningún Salgari (el mar estaba lejos)
y en cambio jugábamos a los corsarios llenando la poceta
y Mabel con su risa
era el más bello botín submarino;
la infancia – esa complicidad-
pues en los sótanos de las casas donde vivíamos
siempre la mano de una prima
como una lagartija
se deslizaba entre mis piernas
o el júbilo al día siguiente
cuando la tropa descubría que la arañas
remendaban los huecos
en el zarzo.
La revelación sagrada ocurría
mientras veía arder el fuego en el horno de leña
en la noche
donde padre horneaba el pan que vendería en la mañana
para los hospitales, para las guarderías,
para los ancianatos, para los manicomios.
Un poco el paraíso – la infancia-
una igual porción de infierno
pues ante la cita incumplida de aquella muchacha
-devino-
aquél sabor a moscatel barato
que me dejó la primera ausencia.
De la infancia el sonido de los truenos en la noche
la algarabía de los mercaderes
en la tarde del domingo
-la infancia- solo y feliz con el árbol del patio
sin comprender en el momento
que la soledad con el tiempo
ganaría más terreno
se convertiría en un vasto continente.
la infancia: patria única
estancia verdadera.
Hoy que la nostalgia llega hasta mi puerta
con sus huesos quebrados
y se apoya en mí la pena…. Recordé la niñez
recogí los escombros de aquella casa deshabitada
y ante el espejo vi la cicatriz que no se borra
ese rastro que me sigue
esa fiera que me acosa
y lloro.
«»
«VIEJO MALETA»
Para Conrado mi padre (In memoriam)
El perfil adusto
que calca en mi memoria
el esmalte de la noche
es el rostro de mi padre
naúfrago sobreviviente
en las costas del olvido.
Hoy lo recuerdo
regalándome en la tarde dominical
en los años maravillosos de la infancia
una ración solidaria
que luego no me alcanzaría
para la larga semana de la vida.
«»
«BORGES»
Para Álvaro Arenas E.
Un reloj llamado el Sahara
un reloj de arena negra
en desorden las piezas de ajedrez
en el tablero sin fondo
del mediodía
Un sueño quizá
y tu en él sumergido
un viaje imaginario a Ítaca
un par de amores fortuitos
Ulrika quizá
y esa otra mujer ojerosa que llaman la noche.
Una música indescifrable que llaman tango
un dolor lento, rutinario
de sabernos solo sueño
y agradecer los dones
y el misterio circular del tiempo,.
Un agradecimiento –el nuestro-
por dejarnos las palabras
y con ellas encontrar salida al laberinto
un miedo nuevo
al develarnos el secreto rigor
entre cábala y poesía
una tristeza nueva
el que te hayas ido
haciendo ahora eterno
este amor inconfesable.
«»
«COMO EN UN SUEÑO»
Ayer me he soñado
una ciudad distinta
sin la mirada esquiva
de ese hombre rencoroso
que cruza a mi lado.
He soñado una ciudad distinta
sin el ruido a metralla en la noche
sin el hambre en las bocas en la mañana
sin tanto hombre torturado
en la memoria de los diarios.
ayer me he soñado otra calle- otro aire- otra música
un nuevo aliento
y un puñado de manos
encadenadas por el latido del amor.
Ayer la he soñado (a esa ciudad invisible)
y hoy al despertar
comprobar que era solo eso
solo un sueño lejano y luminoso
pues esta mañana el sol sale de nuevo
a secar el rojo sangre en las aceras
el santo y seña del hombre de nuestro tiempo
la huella de la bestia
«»
«MUJER QUE DESTILABA PENA»
Tus palabras no me ayudan
tus vértigos producen miedo
no quisiera entrar en el laberinto
y la demencia de tu noche
¡pero qué¡
si aprendimos a quererte
cantando a coro
la canción y el réquiem del silencio
-ven- te convoco a esta hora
Alejandra la llagada –la loca –la ebria –la ulcerada
descose por fin la telaraña de tus nervios
esa herida que te supura
los asuntos que te callas.
¿A dónde fue a parar el tranvía de tu confusión?
¿En qué estación perdida miras descender la noche
y su pavura?
-ven-
Aunque cuando mires el espejo
no halles tu verdadero rostro
aunque después de este baile de máscaras
solo encontremos la ceniza
y la certeza antigua de saberte la más sola.
Alejandra Pizarnik: tus palabras nos dejaron
su huella indeleble sobre el pecho
nuestra canción y salmo para ir al combate:
que de la vida tendremos
mitad risa
mitad llanto
y alguna inmensa porción de olvido.
«»
«JATTIN»
El disgustado de la estrechez de la vida
Se siente esposado
En una celda grande
Cual el mundo
Fernando Pessoa
Desde los hierros de la celda
miro descender un cielo a goterones
en mi cara aflora la sonrisa
de la desesperación
rueda de la fortuna
que nunca se detiene a contemplarme.
Estos trúhanes con quienes convivo
son lealmente amigos.
Estoy preso –adentro-
afuera
promesas de un paraíso derrumbado.
La casa- prisión con barandas es el mundo
castillo con sombras de todas las condiciones.
Soy un hombre
condenado a pagar el precio
del abominable monstruo
de una estirpe oscura.
Cada noche me acuchilla
el fardo de la soledad
y nada que llega la música.
Sobre mi desolación
miro caer la noche
y sus barrotes.
Toda prisión es una estación desconocida:
el celador del día anuncia una llegada
el celador de la noche anuncia una partida.
Amanece.
sobre los muros mohosos de la prisión
avanza la primera ola de la mañana
ha desertado mi sombra.
«»
«CALLE DE LA NIÑEZ»
Ayer visité el barrio de la infancia
y en la misma cuadra, de pie
el brazo derecho pegado al viejo poste
cerrados los ojos
pronuncié el antiguo
talismán de la alegría
y salí a buscar a los amigos
uno, dos, tres, cuatro, cinco……..
salgo
-por Adelaida –por Jota C. –por Alicia –por Piti.
Solo respondió
un eco de ausentes
una legión de fantasmas
que jamás volvió a salir
del escondidijo.
En ese instante
comprobé
que para siempre los perdí.
«»
«LLANTO DE LA TIERRA, SONRISA DEL CIELO»
Para Iván I Marías
¿A quién lanzar la pregunta
del porqué de mi nacimiento
en esta esquina del planeta?
¿A qué obstinada materia
le debo el agradecimiento
devenir en hombre?
¿y quién levantó el andamio de mis huesos, de mi piel
de mis latidos
y ordenó el alfabeto de mi sangre?
A quién agradecer
el sacramento ritual
del agua en mi garganta
mientras me alimento
con las migajas verbales de los poetas.
A quien elevo una oración interna
por el negro jazz
que me empuja a otras visiones
-a otros reinos.
De dónde proviene la heráldica antigua
de este amor que me obsede?
y dónde dejo mi gratitud
por la casa donde
esta mujer cómplice o curandera
me protege entre sus alas
me sana del abatimiento
vuela sin escoba
y nivela la emoción de mi brújula.
A quién –sobre la epidermis del tiempo-
agradezco
que también soy silencio afuera
una muchedumbre de voces
en el adentro
y otro día
coraza
donde rebotó uno que otro desencanto.
cómo dar gracias
vivir aturdido por el trotar de los astros
por la música insomne que sigue brotando del océano
y el código secreto de las estrellas
en que me descifro fuego o viento.
Con qué pobres lágrimas
agradezco
que sigo cantándole al nuevo día
un por qué
quizá dolido
aún persiste
el rencor entre los hombres
«»
«LA MAGA DESNUDA»
-Ah – jadear sobre ti como corcel espoleado
mientras afuera el flujo y el
reflujo del alba
J.M.Roca
Primero antes del ritual
está volando la música
para que la noche tenga
ese sabor a saxo bailador,
en esas llega tu saliva
y empieza a escalar el muro de mis arterias
después el agua milagrosa con que te envino
antes de soltar
el jaguar del delirio
con que te olfateo.
Mi cuerpo ahora vaticina
la ofrenda de tu entrega.
Con mis ojos de tijera
ya en el lecho
recorto tu silueta
que le robo al mapa de la noche
casi muerdo tu yugular que es un incendio
casi me sumerjo en el balanceo de tus senos
entonces mientras taladro tu quejido
me lanzo al peñasco
de tu vientre
para saborear la humedad de tus líquenes
la pelusa de tu musgo
mientras tu uñas
(esas otras fieras alimañas)
hacen su recorrido por mi espalda.
Sabía que en tu cuerpo
(esa otra concha marina)
me estabas escondiendo esta perla
que ahora brilla entre mis dientes.
Mujer de cera
tu cuerpo es la catedral de mi locura
ahora comprendo con lucidez
que si la densidad ilimitada
del goce que le sigue
fuera perdurable siquiera media tarde
ya sería yo
ese Dios que me he soñado.
Mujer: cuando despierto a tu lado
soy el primer Adán
y tu desnudez
la palabra original
en la memoria del cuarto
después de amarte
la sensación
de haber asistido al paraíso.
«»
Héctor, fue promotor de lectura en cárceles; nos enseñó la poesía de Robinson Quintero Ossa; nos dio a conocer la música del abogado y cantautor Luis Alberto Flórez, más conocido como el Ruben Blades colombiano, en el Primer C.D. Musical «Salsa Sonero y Son». Autor de ¨«Desahogo», «Oh Mama», «Reina de Reinas», «Me Encanta Como Bailas», himnos musicales con hermosa líricas que debían de estar sonando y resonando en las emisoras de amplitud y frecuencia modulada del páis. Su composición «Reina de Reinas» se ha convertido en el himno institucional de la Feria de Las Flores de la ciudad de La Eterna Primavera.
Fagot honra a Luis Alberto Flórez en su libro «Asuntos Internos», con un poema titulado:
«MÚSICA PARA ELEFANTES ÁSPEROS Y BACANES»
Oh Changó –Santa Bárbara-
Santa Cecilia patrona de los musicantes
dioses del ritmo y la cadencia
guarden por favor a los soneros
aquellos que frenéticos
mientras danzan en la punta de una baldosa
persisten, buscando la melodía.
Guarden a los viejos soneros
los de la voz de melaza
(Panchito Riset, Nico Membiela, Tito Gómez,
Vicentico Valdez, Benny Moré)
elevando nuestras oraciones
por esta, la carne y canto que nos precedió
y por la voz huracanada que les continúa
(Barreto, Harlow, Roena, Boby Valentín, Willie Rosario)
universidad de la salsa y de la vida
guagancó de la alegría y la pena.
Hagan que la salsa sea siempre
talismán y conjuro contra la tristeza
aniquilamiento
contra la dictadura implacable del desencanto.
Porque...¿Qué otro nombre le doy
A ese espíritu burlón,
llamado Chocolate Armenteros
destrozándome el tímpano
con su máquina de viento?
¿Qué otra música
me arrebata más el corazón
si no la salsa?
Preguntando por el ¿Oh, que será, qué será?
que llevamos todos en la boca,
en los sentidos
con qué otro dolor cantado
aprenderíamos a golpes de traición
que la soledad es mala consejera
que debo pagar diez lágrimas por cada risa
y que en el largo silencio se aprende
que en el amor también se es incomprendido
mientras apuramos un trago con el amigo
y sentimos el ron
navegando el laberinto de nuestra sangre.
Oh Changó, Santa Bárbara bendita, Santa Cecilia
dioses tutelares del swing y del goce pagano
guarden por favor
a los muchachos soneros que se abrazan y ríen en
los bares
con un timbal
y una conga imaginaria
mientras la luna
cae sobre las palmeras.
En el testimonio de gratitud
por esta música
que igual me enrumba
o me derrumba
que me hace sobrellevar las penas
de una manera
estoica
«»
El Club de Música de Fredonia, siempre tendrá abiertas las puertas para vos. El sábado 25 de febrero de 2017, se realizó el lanzamiento de tu publicación «Cómo echo de menos el paraíso» obra que surge de la experiencia lúdica entre panadería y poesía.
Está anécdota contada por Héctor Fagot, da cuenta de ello:
«El alumno recluso pidió permiso para hablar y tomando el micrófono, dijo: "gracias profe por enseñarme a leer algunos poetas del mundo; gracias por enseñarme mil maneras de darle forma a la harina y mil gracias porque yo no sabía que, escondida entre la harina y la poesía, venía la segueta con qué limar los barrotes de esta prisión»
La publicación «Cómo echo de menos el paraíso», en la portada está ilustrada con un Collage: «Hombre que da una vuelta a su casa o como echo de menos el paraíso» del docente y artista Jairo Alberto Mejía. La corrección la realizó el docente y poeta José Raúl Jaramillo. El tiraje fue de 500 ejemplares. En el envés del libro se encuentra el poema Poético Pan, dedicado al poeta Héctor Fagot, por Everardo Rendón Colorado
En la fecha del 6 de abril de 2017, la Corporación Otraparte de la ciudad de Envigado, realizó la presentación de su segundo poemario, titulado «Cómo echo de menos el paraíso»... La Presentación del autor y su obra la realizó su amigo Gustavo Arcila. Y uno dice del otro: «Toda mi gratitud a Gustavo Arcila, que desempolvó del sótano y les quito las telarañas a mis poemas escritos a mano, y mi más alta estima a quienes con su presencia y buena voluntad consiguen que estos escritos salgan a deambular las calles: Oliverio Bustamante – Luis Carlos Pérez – Olguita Escobar – Arturo Henao.
Exaltados aquí con la perfecta simetría de sus nombres».
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Ilustración: El poeta José Raúl Jaramillo R, en Jardines Montesacro. Honras fúnebres de Héctor Valencia Herrera “Héctor Fagot”. Fotografía realizada por Álvaro Noreña Jiménez. |
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Héctor Fagot perteneció al taller de escritores de la Biblioteca Pública Piloto, dirigido por Jaime Jaramillo Escobar (X-504), así como al taller “Fernando González”, dirigido por Manuel Mejía Vallejo en Otraparte. Poemas suyos se han publicado en diferentes revistas de poesía y suplementos literarios. Ha participado en el Festival Internacional de Poesía realizado por Prometeo. Obtuvo el primer puesto en un concurso departamental de poesía. Desde el taller blanco “Pan y poesía”, en homenaje al poeta Eugenio Montejo, ejercita la enseñanza de la panadería por medio de la apreciación poética y literaria. Publicó su primer libro “Asuntos Internos” en 2001 y su segunda edición ampliada en 2011.
TRES POEMAS
de Héctor Fagot
«BALANCE DE LO QUE QUEDA»
Soy el Guardabosques del mundo
su vigía
y cada día en mis conteos matutinos
mientras contemplo la devastación
y lo que queda del paisaje
me asaltan
las mismas preguntas
¿Por qué cada vez menos arboles?
¿Por qué cada día me faltan más pájaros?
«EL TIEMPO, EL IMPLACABLE, EL QUE PASÓ»
Tengo un amigo relojero
al que le digo cariñosamente
que parece un dios antiguo
ya que en sus manos
posee el prodigio y el don
de retrasar o adelantar el tiempo.
¿Puede usted por favor
poner mi reloj
a las nueve de la tarde
a las doce de la aurora
a las tres y media de ayer al medio día?
¿Podría usted retrasarme el reloj
de la avalancha implacable del desamor?
adelantarlo para el goce y jubilo
del encuentro con mi amada
quitarle la batería
de mi cita en punto con la muerte.
Dele cuerda y más cuerda
al loco segundero
de mi pasión por los libros
marque la hora exacta
de mi cita con la música
Bob Dylan, Leonard Cohen, Julio sosa, Osmar Maderna-
mientras mezclo ron en compañía
de las samaritanas de la noche.
Dígame……relojero
¿sabe usted que hora
marcarán las manecillas
que clima sucederá en el meridiano de Greenwich
en el primer momento
de mi último latido?
«ARMAZÓN DE NERVIOS E IMPACIENCIA»
A Everardo Rendón C. Tejedor de versos.
Urdiendo una a una
letra por letra
la frágil hebra de las palabras
sobre el inmenso telar de la mañana
el poeta borda el tejido
de su angustia solitaria.
En la maraña
sobre la madeja de los sentimientos humanos
alguien ordenó un nudo ciego
en la garganta del poeta.
¿De qué substancia está hecho
el macramé del desencanto
tras sus ojos?
¿El punto y cruz de su silencio?
¿La cadeneta que cual judío errante
arrastra por el mundo
con la herida del desamor
en su costado?
En la tarde (se le vé)
llora mucho
desenreda los hilos del llanto
después de la lectura de Miguel Iriarte
el poeta que insiste
en que somos de la estirpe oscura de Caín
y en nuestra insistencia
de continuar
y no malversar nuestras cenizas
de una vez por todas.
Luego
en la espesa noche
(puede vérsele tras los faroles del parque)
camina con Zeus su perro
por el barrio de su infancia.
A veces lo cura
la música de Baglioni
un tango lo acribilla
un bolero lo desangra
entonces corre al bar
se unta alcohol por dentro
y consigue edulcorar las horas
y olvidar un poco.
El poeta
es marioneta inerme
en esta bufonada abrupta
que llaman vivir.
Con estoicismo
vive las veinticuatro horas del día
en pleno trance.
Su vida pende de un hilo.
Él, más que nadie
sabe que está solo
y que al concluir su repetida actuación
nadie más que él
saldrá lastimado de la comedia.
Fuente: Fagot, Héctor. «Cómo echo de menos el paraíso». Medellín, 2016.
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Fotografía: La pandilla fredonita con Ángel Rodrigo Arenas Betancur |
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El siguiente texto o entrevista es tomado del Blog de Yerly Herrera:
«BITÁCORA DEL POETA PANADERO»
“No se puede ser un gran poeta…
sin inflamación de ánimo y sin una especie
de hálito de locura”.
Cicerón
Héctor Fagot empezó como panadero en la panadería de su padre: La Sultana, en el municipio de Fredonia. Luego del colegio él y sus hermanos ayudaban en la elaboración de los productos del negocio. Héctor, desde pequeño, se destacó también por su destreza y talento para la escritura; ha ganado varios premios de poesía, entre ellos el Premio Departamental de Poesía en el 2008. Además, fue presentador del Festival Internacional de Poesía de Medellín y más tarde fue invitado a participar como lector. Ha escrito dos libros de poemas: Asuntos internos –primera y segunda edición- y Como echo de menos el paraíso.
Alguna vez se le ocurrió combinar panes y poemas, y aquella mezcla se convirtió en un taller que dictó a jóvenes con problemas de drogadicción en la ciudad de Medellín. El Taller pan y poesía fue una experiencia amena y enriquecedora tanto para él como para ‘los muchachos’, como él mismo los llama.
Este poeta panadero es un hombre de expresión desenvuelta y sonrisa fácil, no sufre por falta de temas de conversación; tiene mil anécdotas. Y por si fuera poco es capaz de recitar de memoria todos los poemas que ha escrito.
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¿En qué momento empezó a escribir poesía?
Desde muy chico sentía una inclinación por leer y escribir, pero se afianzó cuando cursaba bachillerato en el Liceo Efe Gómez, en Fredonia. Para ese entonces tenía 12 años y un profesor me prestaba semanalmente textos. Así fue como conocí a Rainer Maria Rilke, James Joyce, Virginia Woolf, Dulce María Loynaz y otros poetas del mundo. Ese fue el nacimiento del destello y la emoción de encontrar una cantidad de palabras que me iban empujando en su corriente y yo decía… qué maravilla esto, era la hermosura del lenguaje, la arquitectura de ese nuevo reino, para mí, encantado.
A partir de ese momento decidí seguir descubriendo escritores, seguir leyendo e irme adentrando cada vez más en el mundo de la literatura.
En bachillerato empecé a ganar concursos de escritura y me di cuenta de que había potencial, lo que hacía falta era madurar algunos conceptos y poder escribir de tal manera que transmitiera emociones respecto a temas como la muerte, la vida, el amor y el mundo.
¿El hábito de la lectura y la escritura ha sido constante en su vida o decidió hacer una pausa en algún momento?
No, ha sido constante. Como dice un tango: “fue una prisión a la que quise entrar y ya no quise volver a salir”, –dice sonriendo–.
¿Qué encuentra en la literatura que no encuentra en nada más?
La pluralidad del pensamiento. Entender por ejemplo el amor desde distintos planteamientos de diferentes autores y poder llegar a comprenderlos e interpretarlos. Entonces viene un autor y me cuenta algo de una manera, luego viene otro y me lo cuenta de otra. Y en últimas todo depende de la disposición que se tenga frente a la lectura. Hay una urdimbre de un vocabulario tan cósmico que se convierte en una corriente por la que te dejas llevar.
¿Para qué la poesía?
Para dar cuenta de un tránsito por la tierra, porque a pesar de las desventuras la escritura está en pie siempre para nombrar las cosas, desde la injusticia hasta el poema más bello escrito a una ninfa. Es decir, saber que la palabra tiene toda la fuerza para mover.
¿Qué hace a un poeta poeta?
En este punto tengo que hablar del momento en que llegó a mis manos un libro que se llama El Taller Blanco de Eugenio Montejo, a quien tuve la oportunidad de conocer en un festival de poesía en Medellín. Ese día me acerqué a él, le había llevado un pan de los que yo sé hacer y mi primer libro. Le dije: maestro, permítame hablar con usted, con mis manos fabrico este pan y estos menesterosos poemas. Le quiero decir que estoy de acuerdo con lo que usted dice en su libro El Taller Blanco: uno no va a un taller de literatura a que le enseñen a escribir, uno va a aprender unas normas del lenguaje, gramática y ortografía, diferenciación entre ensayos y novelas, y eso está bien. Pero el poeta como tal nace y se va haciendo.
Yo aprendí de Manuel Mejía Vallejo en su taller de literatura, a donde íbamos más que nada a conversar, y él por ejemplo decía que los poemas son como unos hijos, hay que soltarlos para que se defiendan en la calle.
¿Cómo fue el proceso de escritura y publicación de su primer libro: Asuntos internos?
Yo me había enterado de que en Medellín estaban haciendo unos talleres de literatura en la Biblioteca Pública Piloto, entonces viajaba semanalmente desde Fredonia. Allá iba con Jaime Jaramillo Escobar y desde entonces sentí una motivación muy grande y empecé a mostrar mi trabajo creativo. Hubo una muy buena receptividad no solo por parte de mis compañeros sino también por parte de Jaime, y él me fue motivando a la corrección de los textos y a pensarlos de tal manera que en algún momento pudieran compilarse en un libro. Después empecé en otro taller en la Casa Museo Fernando González en Envigado donde compartíamos lo que cada uno estaba creando y mis escritos tuvieron buena crítica por parte del maestro Manuel Mejía Vallejo, quien era el director del taller.
Anímicamente esto me empujó a continuar escribiendo. Y a partir de ese proceso conjunto es que uno empieza a ser consciente de esas otras voces y a querer explorar y enriquecer la voz propia.
¿Cómo enseñar a hacer pan y poesía al mismo tiempo?
Esa ha sido una experiencia muy bella que me ha dado la vida, enseñar el arte de la panadería desde una concepción muy artesanal por así decirlo. También el ejercicio de lectura compartida de los escritos de los alumnos que además tenían problemas con las drogas. En cierta ocasión hubo la posibilidad de hacer un convenio con la Alcaldía de Medellín y el ITM para realizar el taller en la cárcel Bellavista. Obviamente el tipo de alumnos es diferente pero la motivación era la misma, el amor por la escritura, el hecho de decirles: escriba algo, lo que quiera, sobre la amistad, el amor, sobre la mujer que usted ama. Luego leíamos entre todos y era muy grato ver el progreso. Porque igual que a la masa al poema hay que meterle la mano.
¿Cuál diría usted que es la receta para escribir un poema?
A ver –dice mientras se acomoda en la silla–, hay que elegir un momento para la creación y hacer una mezcla a partir de los sentidos. La pasión, la agonía, la incertidumbre y plasmar todo eso en la máxima expresión. Ir construyendo el poema como se construye el pan.
¿Cómo es su relación con el universo?
Te respondo con una frase de Octavio Paz: “Soy hombre, duro poco, y es enorme la noche. Pero miro hacia arriba, las estrellas escriben, sin entender, comprendo. También soy escritura, y en este mismo instante, alguien me deletrea”.
Es un agradecimiento del transitar por esta tierra, con todo lo que traiga. Poder nombrar que, a pesar de las desventuras, de las guerras entre caínes y abeles, de la desigualdad y la injusticia hay que continuar y luchar y escribir. Es una búsqueda constante, un excavar en el lenguaje tratando de nombrar lo que debe ser nombrado.
George Steiner dice que lo que no se nombra no existe, ¿usted qué piensa al respecto?
Hay que narrar todo lo que nos produce perplejidad y asombro, dar cuenta -desde el lenguaje-, de la pregunta por el hombre y de su paso por la tierra. Hay que ver la escritura como el poder de nombrar cada cosa.
Tengo claro mujer
que todas las cosas nacen
cuando comienzas a nombrarlas
y si a veces llego
herido de la calle
ángel desolado
con alas rotas
es sólo para pedirte
que vengas en mi auxilio…
Si suponemos que su patrimonio verbal está en un cofre y usted puede sacar una única palabra, ¿cuál elegiría?
Urdimbre
¿Por qué?
Porque todo es un tejido.
Urdiendo una a una
letra por letra
la frágil hebra de las palabras
sobre el inmenso telar de la mañana
el poeta borda el tejido
de su angustia solitaria
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Fotografía: En el lanzamiento del libro «Se nos vino Combia» De el periodista Gabriel Jaime Salazar Henao. Casa de la Cultura, Caldas, Antioquia. |
Salúdame a la querida gente que partió bien temprano a buscar ese polvo de estrellas: Al fredonita José Galeano “Bozo Brocha”, operador de la ventana maravillosa del Teatro Caldas que está en la fotografía anterior contigo, Mario González y Oliverio Bustamante; salúdame a Gustavo Sierra que se nos perdió bien temprano en los atrios de la noche; a el poeta cubano Eduard Encina, a mis padres, a mis familiares, amigas y amigos, a mi hermano Oscar, y a mi hijo Álvaro Andrés, asesinado el 8 de marzo de 2009, y contále vos lo que dijo Fernando González Rubio (Alpinista colombiano): «Todo lo que se cuente sobre la muerte de un hijo se queda corto. Se lo juro, compadre. Es la cosa más hijueputa que le puede pasar a uno en la vida»; dale un abrazo a Darío Henao Torres, al padre Iván Betancur, otro abrazo para el viejo maleta y tu hermano Ricardo; salúdame a Pacho Colorado, a Gustavo Jaramillo “Susto”, a Walter Ramirez, a Alberto Mejía, Pacho Ríos Maldonado, Augusto y Javier Díez, William León Gil, Pilló, al capellán del Club de Música Fredonia, el eterno peregrino padre Mario de Jesús Castaño Pérez; a lo sevillanos Jaime Arredondo, Alberto Ceballos “El Topo” y su hija Tania, a Carlos Alberto Mesa, Hernando Jaramillo, Silvio Parra, Oscar Pelaez Peña, a Gonzalo Arango, Darío Lemos, Rodrigo Arenas Betancur y un largo Etcetéra.
En el Club de Música de Fredonia, en las tabernas Rincón Latino, El Alberto, El Ocaso, La Cueva, Porkys, Dekache, Los Retablos y en la casa de la cultura de Caldas, siempre quedará el eco de tu voz y tus risas estentóreas. En general y en particular, salúdame a quienes aún nos tengan en algún catálogo de la memoria. Por allá algún día te caigo. En tu propia voz “aumentaré la paga: a cien lágrimas mías por cada risa tuya”.
De aquí para abajo, seguirán las despedidas. Viejo, es mi deseo incluir en este asunto Interno tres textos más. Un tango y dos poemas tuyos que revelan tu alta sensibilidad por nuestra republiqueta. ¡Eras un visionario!
«COMO EN UN SUEÑO»
Ayer me he soñado
una ciudad distinta
sin la mirada esquiva de ese hombre rencoroso
que cruza a mi lado.
He soñado una ciudad distinta
sin el ruido a metralla en la noche
sin el hambre en las bocas en la mañana
sin tanto hombre torturado
en la memoria de los diarios.
Ayer me he soñado otra calle-otro aire-otra música
un nuevo aliento
y un puñado de manos
encadenadas por el latido del amor.
Ayer la he soñado a esa ciudad invisible
Y hoy al despertar
comprobar que
era sólo eso
sólo un sueño lejano y luminoso
pues esta mañana el sol sale de nuevo
a secar el rojo sangre en las aceras
eEl santo y seña del hombre de nuestro tiempo
La huella de la bestia.
«SIGNOS»
Tanto penar para
morirse uno.
Miguel Hernández
Sé que un día de estos
tendré uno de esos malos días,
alguna inexplicable mala racha
y la poesía no estará para socorrerme,
sé que en una fecha de este calendario
está escrito mi nombre.
Será la cita inaplazable en que la muerte
detendrá su carroza frente a mi puerta,
un día en que sucumbiré en su trampa
en su extraño sortilegio,
y entonces:
ya no saborearé más el olor del invierno
el eco de tu risa rodando por mi cuadra
ese levitar sobre el lecho de la noche
cuando escucho el negro jazz
De Billy Ocean
insistiendo en que
“siempre habrá canciones tristes que
nos harán llorar”
y por supuesto sólo restará decir
que tuve una memoria y cierta historia entre los
hombres,
que instantes fugaces y memorables
también tuve
que fui un puerto con navíos encallados
acróbata con los ojos cerrados intentando traspasar
el hilo delgado
de las palabras
sentimental-meláncolico-amateur con curso aprobado
aprendiz de despedidas
cuando la amiga dijo adiós
y desbarató el hechizo de un amor
que le pisaba a los linderos a lo sagrado
que tenía los ribetes de lo eterno
que también en el equipaje
guardo jirones de piel
retazos de recuerdos de algún temblor
cuando mis sentidos comprobaron con asombro
que existía el mar
con alcatraces incluidos
que la locomotora de mi corazón a toda prisa
y jubilosa se sintió un dios
por tener a la mano el cosmos-el delfín-el acantilado
algunos versos tristes del siempre triste Pessoa
y la combustión de Whitman
con la via láctea tras su voz.
se que en una fecha de este calendario
está escrito mi nombre
y en la clepsidra se detendrán mis latidos
y para los amigos que me frecuentaron
será una excusa para estar tristes
y veré el agua que se desborda
en el estanque
de sus ojos.
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Fotografía: Disfrutando con Héctor Fagot, los extraordinarios atardeceres de Combia, en Fredonia, Antioquia. |
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En este documento escribí y compilé parte de la tejeduría y urdimbre de palabras, que se ha dicho sobre vos. Es un asunto interno entre nos y pido disculpas a tu familia, a doña Artemia, a tus hermanas y hermanos: María Helena, Luz Marina, Diana, Fernando, Ricardo, Conrado Alberto “Pitillo”, y Luis Carlos “Chaly”, porque me identifico con lo que dijo un cowboy y héroe de mi infancia llamado John Wayne:
«La muerte de un hombre es lo más privado que existe»
Te doy las gracias por tus regalos literarios, en especial en un libro de Van Gogh: “Agradeciendo que conozco de qué color es el viento. Agradeciendo que sé que hay manos amigas abiertas todo el tiempo. Agradeciendo que haya gentes como vos, que nos regalan todo un mundo. Con afecto y con estima. Héctor.
Para vos, va el tango «Adiós Muchachos», escrito en 1927 por César Vedani y la música de Julio César Sanders, versionado por muchas orquesta típicas e intérpretes, en especial la realizada por el maravilloso negro de ébano, más conocido como Louis Armstrong “Satchmo”; y en breve liturgia, acompañado de “la gota de ron en el café”, invento de la taberna Rincón Latino de Fredonia:
Adiós, muchachos, compañeros de mi vida,
barra querida de aquellos tiempos.
Me toca a mí hoy emprender la retirada,
debo alejarme de mi buena muchachada.
Adiós, muchachos. Ya me voy y me resigno...
Contra el destino nadie la talla...
Se terminaron para mí todas las farras,
mi cuerpo enfermo no resiste más...
Acuden a mi mente
recuerdos de otros tiempos,
de los bellos momentos
que antaño disfruté
cerquita de mi madre,
santa viejita,
y de mi noviecita
que tanto idolatré...
¿Se acuerdan que era hermosa,
más bella que una diosa
y que ebrio yo de amor,
le di mi corazón,
mas el Señor, celoso
de sus encantos,
hundiéndome en el llanto
me la llevó?
Es Dios el juez supremo.
No hay quien se le resista.
Ya estoy acostumbrado
su ley a respetar,
pues mi vida deshizo
con sus mandatos
al robarme a mi madre
y a mi novia también.
Dos lágrimas sinceras
derramo en mi partida
por la barra querida
que nunca me olvidó
y al darles, mis amigos,
mi adiós postrero,
les doy con toda mi alma
mi bendición...
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Recibí por correo electrónico el sábado 26 de junio, el siguiente mensaje de nuestro amigo Arturo Henao Torres:
RECORDANDO AL POETA FAGOT
Por Arturo Henao Torres
Héctor Fagot era el nombre poético de Héctor Valencia. En la época de estudiantes le decíamos Porkys. Conocí sus dotes de buen bohemio y catador, conversador empedernido, callejero, chistoso, de gran oído musical, mujeriego, recursivo sobremanera,de risa loca que se escuchaba a la distancia, divertido y a veces malhumorado, y sobre todo sensible y de enorme capacidad poética. Reflejaba sin embargo en el fondo de su corazón una gran melancolía.
Con Héctor viajé hace años a las islas de San Andrés. El avión no pudo despegar ese día de Rionegro, devolvieron a los pasajeros para sus casas, pero a nosotros, luego de consabidas maromas, nos enviaron para el lujoso hotel donde estaba hospedada la selección colombiana de fútbol.
De San Andrés recuerdo una anécdota. Fuimos a cotizar una grabadora donde un turco que en su afán por vender se subió varias veces por una alta escalera, mostrándonos todos los tipos de grabadoras de diferentes marcas y precios. Ya agotado, me dijo: ¿Cuál querer majito? Lo voy a pensar, le dije. El turco se enfureció y replicó: ¡no pensar mucho que doler cabeza y pastillas estar muy caras! Salimos rápidamente del almacén y en la calle a Fagot le dio un ataque de risa y cayó súbitamente al piso, ante las miradas perplejas de la gente que a esa hora de la mañana transitaba por tan concurrido sitio. Desde ese día lo seguí llamando cariñosamente majito.
Cuentan que a su padre un cliente de la panadería le preguntó: ¿Don Conrado, este negocio si es rentable?, y don Conrado le contestó: “Vea mijo, es tan bueno que da para sostener a cinco galanes”, haciendo referencia a las muchachas bonitas del pueblo que sus hijos cortejaban con productos de la panadería.
Héctor iba con alguna frecuencia a mi oficina y allí departíamos y me contaba anécdotas como aquella del maestro Arenas cuando llegaba a la panadería de su padre a las 5 a.m. a pedir aguardiente, música y pandequesos calientes. Frecuentaba también Fagot a Oliverio Bustamante quien en una ocasión le prestó para viajar al Perú, viaje que nunca realizó. Contaba con el apoyo incondicional de Gustavo Arcila, un abogado que lo ayudó a editar sus libros de poesía, al igual que Jairo Alberto Mejía quien le alcahueteaba sus rumbas.
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Ilustración: Arturo Henao Torres y Héctor Valencia Herrera “Héctor Fagot” , en la sede del Club de Música Fredonia. Fotografía realizada por Álvaro Noreña Jiménez |
En mi oficina cuando había tiempo nos tomábamos algún chorro y escuchábamos canciones, aprovechando su exquisito gusto musical. Me pedía que pusiera canciones de los años 70 de Adamo, Claudio Baglioni, José José, José Feliciano, Nino Bravo, Domenico Modugno, Nicola Di Bari, Festival de San Remo, entre otros. Me pedía tangos y que empezara por Pedacito de cielo (Podestá) que le traía recuerdos de su padre; Daniel Santos, Alberto Gómez, y seguía referenciando otros tangos: La vi llegar (Raúl Iriarte), Peleas (Aldemar Dutra), y tantos otros. No le podía faltar La lejanía ((Rolando Laserie), Quimera Fugaz (Celio González y la sonora matancera), A mi madre (Alberto Cortez), A mí me dieron el mar (Piero), Locura y el retrato de mamá (Felipe Pirela), Plantación adentro y vino añejo (Ruben Blades), los boleros de Lucho Gatica. Y ni que decir de la música de Silvio Rodríguez, a quien no solo admiraba como cantante sino como un poeta inmenso. Muchos aprendimos a su lado su gran sentido musical y poético, especialmente a conocer a Silvio Rodríguez desde los años 70.
En una de las últimas visitas a mi oficina le conté que yo estaba muy dedicado a leer a Borges, y me dijo: escuche el poema que le escribí a Borges, y sacó de su mochila entre papeles arrugados el poema, muy bien fundamentado, que me sorprendió por su gran versatilidad. Ese era Fagot. Y el poema se encuentra en la presente Antología.
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Recibí por correo electrónico, el domingo 27 de junio de 2021, el siguiente mensaje de nuestra amiga de siempre, Alba Lucía Henao: Torres:
Querido Álvaro
He escrito una nota de este sentir con la muerte de Héctor.
Si los afanes en que me ponen las responsabilidades familiares me lo permite, lo ampliaría o corregiría, pero por ahora te lo envio asi. Queriendo estar presente.
A Héctor Fagot, amigo poeta, junio 24 del 2021
Me gustaría creer que esta es una de tus sorpresas que termina en risa, Héctor, pero no es así.
Parece que te has ido, aunque eso tampoco es literalmente verdad, tú lo sabes, te quedaste en la semilla del poema que seguirá germinando en el recuerdo nuestro.
Se fue Fagot, dicen voces amigas al otro lado del teléfono. Quedan profundos suspiros de tristeza o una hoja en blanco en frente, como para no perderte, como para tender un puente y decirte algo. O decir algo, decirnos algo. Busco tus libros.
Amigo, me llega tu voz y tu risa, tu ALBATROS para conmigo. Que alegre te vi el día que decidiste llamarme Albatros, y yo no reviré, por el contrario, me convenciste que me parecía a esa poderosa ave de mar que se desliza por el agua con destreza y sobrevuela las montañas de islas apartadas.
Entiendo que tu nombre poético de Fagot, para entonces aun no publicado, ya lo llevabas en la sangre, musicalmente, fagot, “perfecto instrumento de viento”.
Como ave y viento amigo, tuvimos en la adolescencia la dicha de juntarnos armoniosamente para leer escritos de Ciorán o poemas de Pessoa, en una mesita de la panadería. Finalmente, las aves y el viento danzan sin necesidad de palabras, pero si se veían risas y llanto y el preludio de un gran silencio, ese que nos uniría siempre al oficio del escritor, a la lírica.
Y el influjo de la música en nuestra adolescencia, esa que liderabas con tus colecciones y transcripciones que con privilegiada memoria traías a nuestra comunicación, rock, balada, son cubano, y otras que ya tus amigos vamos recordando, como dice Arturo, por ejemplo, ese encuentro tuyo con Silvio Rodríguez,,,, nos condujo con profundo sentir a compartir el lenguaje poético de canciones que acompañaron nuestro propio canto.
No puedo como vocera familiar, rememorar lo que significaba que llegase a mi casa pan, pastel, caliente, sábado o domingo, -parva y poema-de parte tuya. Ponías a veces un papelito generalmente, con alguna recomendación, recorte, frase, o poema, que escribías o anexabas pues ya habías a primera hora, ojeado el magazín. Hablamos de tu taller blanco, antes de leer el de Eugenio Montejo, te pasabas buenos ratos en el blanco de la harina, tatareando feliz alguna estrofa, acorde con tus nuevas adquisiciones, y nosotros disfrutábamos a primera hora de la mañana el pan y yo, el pastel gloria caliente que nunca dejó de ser mi predilecto.
Pronto con tus primeros amores, descubrí que te enamorabas sin límite. Yo no entendía bien tu sentimiento, no había tenido yo mi primer amor y la verdad, no sabía qué decirte. Alicia, Diana, por solo nombrar dos, te ocasionaban fervor y un empeño que casi daba miedo. Te enamorabas de mujeres muy hermosas y a la vez sufrías. El sin límite, pareció ampliarse hacia la bohemia, la poesía, la música, los maestros y los enigmas de la noche.
Yo, tu siempre amiga Albatros, atravesé el océano y fui a vivir a Inglaterra, pero en mis estadías en Colombia, siempre cortas, y especialmente después del 2002, tenía noticias tuyas. Publicabas, o trabajabas en algo creativo, eso por cortos periodos porque la escritura y la bohemia ocupaban la mayor parte de tu tiempo. En tu libro de poemas “Como echo de menos el Paraíso”, traes como epígrafe de Cicerón “No se puede ser un gran poeta…sin inflamación de ánimo y sin una especie de hálito de locura”.
Tu participación en el taller de escritores dirigido por Jaime Jaramillo, afianzó tu pluma y especialmente tu tono. El taller Manuel Mejía, tu lectura y cercanía con los poetas Roca, Everardo , Robinson, y otros, especialmente los participantes en el Festival Internacional de Poesía de Medellín de quienes fuiste maravilloso anfitrión, y de quienes me hablabas sin límite de corazón, siguieron siendo nuestro tema vía telefónica. Me guardabas las memorias del festival. Las guardo.
Tu alma poética y extraordinaria sensibilidad, trajeron remolinos…. ahora bajo un respiro hondo o profundo sueño, atravesaste el puente hacia la muerte, que creo que en el fondo nunca te importó.
La visita a algunas profundidades que solo permite la poesía y la escritura de profundo movimiento interior, son familiares a la muerte. Tu pensamiento, sentimiento e imaginación, siguen hablando de lo revoltoso que fuiste. Un corazón tan grande como el tuyo, y doña Artemia, el ser que más amaste, lo sabe, tampoco eras de este mundo. Pero de veras aquí dejaste huella poética y de alegría en nuestra memoria y tus amigos damos gracias.
Alba Lucia Henao Milne
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Comparto y dejo para la posteridad el esclarecedor texto El Taller Blanco del poeta venezolano Eugenio Montejo, que mucho te explica y aplica. Dijiste de él, en tu poemario Como echo de menos el paraíso: Por una experiencia como esta, de ver realizado el Taller Blanco, doy gracias de mi tránsito por la tierra.
Queda como un legado esta lista musical en Youtube para quienes deseen saber más de tu extraordinario gusto musical: .
EUGENIO MONTEJO
Caracas, Venezuela, 1938
EL TALLER BLANCO
1983
Para Mucha
Quienes en nuestros días se sienten atraídos por el aprendizaje de la escritura poética, pese a tantos impedimentos que procuran disuadirlos, no sabemos si para bien o para mal, pueden al fin y al cabo encaminar su vocación a través de un taller de poesía. El experimento es novedoso entre nosotros, pero cuenta, como en muchas otras partes, con un manifiesto número de defensores y detractores. La tentativa, sin embargo, aunque opera de forma más o menos idéntica, esto es, congregando a un guía y a una seleccionada docenas de participantes, puede proporcionar resultados tan dispares como los mismos grupos que la integran. Depende en mucho de la formación y sensibilidad de los concurrentes, y sobre todo del clima fraterno y cordial que a través de la práctica llegue a establecerse. Lograr desde el inicio que cada uno distinga su voz en el coro, que no perciba en el guía más que a un persuasivo interlocutor, en vez de un conductor hegemónico, constituye sin duda un buen punto de partida. El hábito de la discusión fecunda, los estímulos al trabajo, el respeto mutuo y todo lo que, para usar una expresión de Matthew Arnold, podríamos llamar "la urbanidad literaria", se seguirá naturalmente de ello solo.
No desestimo, por mi parte, la conveniencia de los talleres, aunque me sienta secretamente escéptico respecto de sus alcances. Alimento el prejuicio, algo romántico, es verdad, de que la poesía como todo arte es una pasión solitaria. Una multitud, como advierte sagazmente Simonne Weil, no puede ni siquiera sumar; el hombre precisa abstraerse en soledad para ejecutar esta simple operación. Por esto quizá el título puesto por Schoemberg a sus Memorias se me antoja uno de los más apropiados para reasumir las peripecias de una vida consagrada al arte, a cualquier arte: Cómo volverse solitario. Sólo en la soledad alcanzamos a vislumbrar la parte de nosotros que es intransferible, y acaso ésta sea la única que paradójicamente merece comunicarse a los otros.
Sé que muchos replicarán que en poesía, amén de los dones innatos, cuenta un lado artesanal, propiamente técnico, común también a las demás artes tanto como a las modestas labores de orfebres. Son los llamados secretos del oficio, cuyo dominio es en cierta medida comunicable. No faltará, por otra parte, quien me recuerde el conocido apotegma de Lautréamont: la poesía debe ser hecha por todos.
El acervo del folklore parece confirmar el triunfo de esta contribución múltiple y anónima; según ella, las palabras se van puliendo al rodar entre los hombres, como las piedras de un río, y las que perviven resultan a la postre las más estimadas por el alma colectiva. Todo ello es verdad, con tal que no olvidemos que en cada instante de este proceso ha existido un hombre real, que nunca fueron varios, por innombrado que lo creamos. Sí, la poesía debe ser hecha por todos, pero fatalmente escrita por uno solo.
En cambio, cuanto corresponde a los procedimientos artesanales, a los secretos de hechura, a toda esa vasta zona que consumo ingenio analiza R. G. Collingwood en su libro Los principios del arte, me parece que es éste el campo verdaderamente propicio al cual la gente del taller puede consagrarse. Puesto que escribimos en nuestra lengua, es en ella principalmente, en las creaciones que conforman su tradición, donde averiguaremos el como de su íntimo gobierno; del que y del cuando bien podremos aprender no sólo en la nuestra, sino en cuantas lleguemos a conocer.
La palabra taller tiene, según el Diccionario de la Real Academia, dos acepciones, una concreta y otra figurada. La primera se refiere al lugar en que se trabaja una obra de manos. La segunda habla de la escuela o seminario de ciencias donde concurren muchos a la común enseñanza. El taller de poesía tiene de una y de otra. Lo es en sentido real y figurado a la vez. Hay obra de mano como también participación en el común aprendizaje. Tal como existen hoy por hoy, yo y quienes cuentan más o menos mi edad no los conocimos. No tuvimos la dicha o desdicha de reunirnos para iniciarnos en el mester de poesía. ¿Dónde, pues, fuimos a aprenderlo? Otros responderán de acuerdo con sus personales derivaciones. En cuanto a mí, he dicho que no asistí a ningún lugar donde ganarme la experiencia del oficio. Así, al menos, porque lo creía, lo he repetido. Quiero rectificar ahora este vano aserto pues no había reparado en que, siendo niño, muy niño, asistí intensamente a uno. Estuve mucho tiempo en el taller blanco.
Era éste un taller de verdad, como es verdad el pan nuestro de cada día. Mi padre había aprendido de muchacho el oficio de panadero. Se inició, como cualquier aprendiz, barriendo y cargando canastos, y llegó a ser con los años maestro de cuadra, hasta poseer más tarde su propia panadería, el taller que cobijó buena parte de mi infancia. No sé cómo pude antes olvidar lo que debo para mi arte y para mi vida a aquella cuadra, a aquellos hombres que, noche a noche, ritualmente, se congregaban ante los largos mesones a hacer el pan. Hablo de una vieja panadería, como ya no existen, de una amplia casa lo bastante grande para amontonar leña, almacenar cientos de sacos de harina y disponer los rectos tablones donde la masa toma cuerpo lentamente durante la noche antes del horneo. Son lo seculares procedimientos casi medievales, más lentos y complicados que los actuales, pero más llenos de presencias míticas. El sentido del progreso redujo ese taller a un pequeño cubículo de aparatos eléctricos en que la tarea se simplifica mediante empleos mecanizados. Ya no son necesarias las carretadas de leña con su envolvente fragancia resinosa, ni la harina se apila en numerosos cuartos de almacenaje. ¿Para qué? El horno, en vez de una abovedada cámara de rojizos ladrillos, es ahora un cuadrado metálico de alto voltaje. Me pregunto, ¿podrá un muchacho de hoy aprender algo para su poesía en este enmurado cuchitril? No sé. En el taller blanco tal vez quedó fijado para mí uno de esos ámbitos míticos que Bachelard ha recreado al analizar la poética del espacio. La harina es la sustancia esencial que en mi memoria resguarda aquellos años. Su blancura lo contagiaba todo: las pestañas, las manos, el pelo, pero también las cosas, los gestos, las palabras. Nuestra casa se erguía como un iglú esquimal bajo densas nevadas. Por eso, cuando años más tarde contemplé por vez primera en París la apacible nieve que caía, no mostró el asombro de un hombre de los trópicos. A esa vieja amiga ya la conocía. Sentí apenas una vaga curiosidad por verificar al tacto su suave presencia.
Hablo de un aprendizaje poético real, de técnicas que aún empleo en mis noches de trabajo, pues no deseo metaforizar adrede un simple recuerdo. Esto mismo que digo, mis noches, vienen de allí. Nocturna era la faena de los panaderos como nocturna es la mía, habituado desde siempre a las altas horas sosegadas que nos recompensan del bochorno de la canícula. Como ellos me he acostumbrado a la extrañeza de la afanosa vigilia mientras a nuestro rededor todas las gentes duermen. Y en lo profundo de la noche lo blanco es doblemente blanco. No falta la luna en los muros, sobre la leña, las mesas, las gorras de los operarios. ¡Los doctos y sabios operarios! Hay algo de quirófano, de silencio en las pisadas y de celeridad en los movimientos. Es nada menos que el pan lo que silenciosamente se fabrica, el pan que reclamarán al alba para llevarlo a los hospitales, los colegios, os cuarteles, las casas. ¿Qué labor comparte tanta responsabilidad? ¿No es la misma preocupación de la poesía?
El horno, que todo lo apura, rojea en su fragua espoleando a quienes trabajan. Los panes, una vez amasados, son cubiertos con un lienzo y dispuestos en largos estantes como peces dormidos, hasta que alcanzan el punto en que deben hornearse. ¿Cuántas veces, al guardar el primer borrador de un poema para revisarlo después, no he sentido que lo cubro yo mismo con un lienzo para decidir más tarde su suerte? Y nada he dicho de aquellos jornaleros, serenos y graves, encallecidos, con su mitología de arrabal, de aguardiente pobre. ¿Debo buscar lo sagrado más lejos en mi vida, pintar la humana pureza con otro rostro? Cristo podía convertir las piedras en panes, por eso estuvo más cerca de la carpintería, ese hermoso taller de distinto color. Para esos hombres, que no me hablaron nunca de religión, acaso porque eran demasiado religiosos, Cristo estaba en la humildad de la harina y en la rojez del fuego que a medianoche comenzaba a arder.
Del taller blanco me traje el sentido de devoción a la existencia que tantas veces comprobé en esos maestros de la nocturnidad. La atención responsable a la hechura de las cosas, la fraternidad que contagiaba un destino común, en fin, la búsqueda de una sabiduría cordial que no nos induzca a mentirnos demasiado. ¿Cuántas veces, mirando los libros alineados a mi frente, no he evocado la hilera de tablones llenos de pan? ¿Puede una palabra llegar a la página con mayor cuidado, con más íntima atención que la puesta por ellos en sus productos? Daría cualquier cosa por aproximarme alguna vez a la perfecta ejecutoria de sus faenas nocturnas. Al taller blanco debo estas y muchas otras enseñanzas de que me valgo cuando encaro la escritura de un texto.
El pan y las palabras se juntan en mi imaginación sacralizada por una misma persistencia. De noche, al acordarme ante la página, percibo en mi lámpara un halo de aquella antigua blancura que jamás me abandona. Ya no veo, es verdad, a los panaderos ni oigo de cerca sus pláticas fraternas; en vez de leños ardidos me rodean centelleantes líneas de neón; el canto de los gallos se ha trocado en ululantes sirenas y ruidos de taxis. La furia de la ciudad nueva asentó lejos las cosas y el tiempo del taller blanco. Y sin embargo, en mí pervive el ritual de sus noches. En cada palabra que escribo, compruebo la prolongación del desvelo que congregaba a aquellos humildes artesanos.
Tal vez, de no haber asistido a sus cotidianas veladas, de no inmiscuirme en las hondas ceremonias de sus labores, habría de todos modos buscado cauce a mi afán de poesía. El grito de Merlín me habría tentado siempre a seguir su rastro en el bosque. Sin embargo, no puedo imaginar dónde, si no allí, habría aprendido mi palabra a reconocerse en la devoción sagrada de la vida. Anoto esta última línea y escucho el crepitar de la leña, veo la humareda que se propaga, los icónicos rostros que van y vienen por la cuadra, la harina que minuciosamente recubre la memoria del taller blanco.
THE END
N.B: Hoy 23 de agosto, han pasado dos meses de tu ausencia y llega a mis manos -en un acto generoso-, de parte del poeta Daniel Día, la penúltima, «Revista Puesto de Combate». La revista de la imaginación No 89. Año XLIX. Año 2021. Editada por Milcíades Arévalo, y se cuela en mi mirada de primera un poema titulado «El poeta que murió al amanecer» del vate argentino Raúl González Tuñón. De su libro El violín del diablo: Miércoles de Ceniza
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Ilustración: El poeta Héctor Valencia Herrera. Héctor Fagot, Dic 4 de 2015. Biblioteca del Club de Música Fredonia. Fotografía realizada por A.N.J. |
El Poeta murió al amanecer
Sin un céntimo, solo, tal como vino al mundo,
murió al fin en la plaza, frente a la inquieta feria.
Velaron el cadáver del dulce vagabundo
dos Musas: la esperanza y la miseria.
Fue un poeta completo de su vida y su obra.
Escribió versos casi celestes, casi mágicos,
de invención verdadera,
y como hombre de su tiempo que era,
también ardientes cantos y poemas civiles
de esquina y banderas.
Algunos, los más viejos, lo negaron de entrada.
Algunos, los más jóvenes, lo negaron después.
Hoy irán a su entierro cuatro buenos amigos,
los parroquianos del café,
los artistas del circo ambulante,
unos cuantos obreros,
un antiguo editor,
una hermosa mujer,
y mañana, mañana,
florecerá la tierra que caiga sobre él.
Deja muy pocas cosas, libros, un Heine, un Whitman,
un Quevedo, un Darío, un Rimbaud, un Baudelaire,
un Schiller, un Bertrand, un Bécquer, un Machado,
versos de un ser querido que se fue antes que él,
muchas cuentas impagas, un mapa, una veleta,
y una antigua fragata dentro de una botella.
Los que le vieron dicen que murió como un niño.
Para él fue la muerte como el último asombro.
Tenía una estrella muerta sobre el pecho vencido
y un pájaro en el hombro.
«»
Hoy, 15 de septiembre, encuentro que, en fecha del 27 de junio del presente año, en Internet, en un canal de Youtube denominado «Universidad Nómada», publicó un audiovisual titulado «Poesía de Héctor Fagot (1961-2021). Contiene 50 poemas y varias anécdotas»:
«Descansa en paz, amigo poeta Héctor Fagot (1961-2021) En el 2017, tuve la fortuna de conocer al Maestro Héctor Valencia (conocido en el Mundo de la Poesía como Héctor Fagot). Me impresionó mucho que sabía sus poemas de memoria y que los recitaba de una manera sensacional. Le obsequié un acróstico como forma de hacerle un homenaje en vida, él se quedó con el original y yo con la fotografía adjunta. El 6 de enero de 2018 recitó su poema "la Maga desnuda" en exclusiva para la Universidad Nómada y dejó así una impronta más para la Poesía Nómada. Lamentablemente no pude hallarlo para invitarlo de nuevo a una tertulia. En nuestro Proyecto de Educación Popular le hicimos varios homenajes a su obra*. Él no era un frecuente usuario de las Redes Sociales y perdí su contacto; pero no su legado en libros "Asuntos Internos" (2001 / 2011) y "Cómo echo de menos el Paraíso" (2016). En última instancia, en honor a su vida y a su obra, de hoy en adelante nuestro curso de Poesía Colombiana llevará el nombre de Héctor Fagot, el gran amigo y poeta que nos enseñó cómo combinar el Arte Poético y el Arte de la Panadería. Hasta siempre, amigo de las letras. Con nostalgia»
Wilmer Alberto Zuleta López.
«»
Para el poemario «Como echo de menos el paraíso» (2016), Héctor Fagot, publicó en su inicio el poema « Poética del Pan», autoría del poeta callejero Carlos Ossa, quien teje sus versos en las escalas del edificio de Coltejer, en la histórica calle Junín de la ciudad de la Eterna Primavera, dedicado a Héctor Fagot:
Este rapsoda amasa el cosmos hasta convertirlo en panecillos dorados
en las tardes se despoja de sus pequeños dolores cotidianos
para ascender a la alta tribuna de los alimentos
de un sibaritismo exuberante y refinado
sus rituales de piel hacia las profundidades del erotismo
sólo son comparables con el más aliñado de sus versos
cuando el poeta es habitado por la lluvia
no corre a escamparse como los anodinos mortales
alza los brazos en señal de oración
y se puebla de alborozo
ante esta salutación celeste
al rapsoda lo entusiasma la taumaturgia del lenguaje
se deja seducir por los enroques del adjetivo
y explota de júbilo
frente a la palabra mágica
trashumante citadino
surge como un pequeño dios en destierro
deletéreo de toda trascendencia
se difumina en las conversaciones ramplonas
lo exaspera el oprobioso prosaísmo cotidiano
se aferra al poema
cuando los vientos de la realidad
azotan por los desalojos
cree en pocas cosas
pero ante todo
en el inequívoco destinatario de su cuerpo.
«»
Y Héctor Fagot, le retorna en el mismo poemario, a Carlos Ossa, el poeta de las escalinatas, su poema «Dolor Sin Nombre»:
Nombrar entonces el alborozo del mundo
con la alegría innombrable
con la que tu perro
lame tu cara
y te demuestra afecto.
Algo parecido
al instante de la demencia
del colibrí de mi lengua
empegotándose al néctar
de tu pezón.
Nombrada sea la rosa
la que no tiene dueño
y sólo es la rosa de los vientos
y sea también nombrada
la penumbra de los bares
su licor triste
y el hombre que en silencio
emborracha sus preguntas
con un bandoneón melancólico de fondo
léase Caló-Pugliese-Fresedo-Baffa.
Sea aquí nombrado con su peso exacto
ese hábito común de un hombre
el coraje con que muestra
la deshilachada bandera de su esperanza
mientras recuerda como transeúnte de este tiempo incierto
que es el olvido
ese batallar diario con la memoria.
Nombrado el miedo
como se nombra el escalofrío del poeta
ante la página en blanco
y los restos del naufragio de su insomnio
que arroja hasta sus ojos
untados de tinta y mucha sangre
descifrar el santo y seña
que desde la tira del tiempo
viene tallando un hombre
sobre la piedra no nombrada del alfabeto.
Aquel que desde su enigma sigue preguntándose
desde la alta terraza de la noche
por una señal, un signo, una antigua caligrafía
que dé cuenta de la saga de los antiguos
guerreros de donde viene
de su pobre linaje hecho de agua y arena
del frenesí de sus obsesiones.
Nombrar la sabia virtud de su paciencia
mientras contempla el paso
de la caravana de sus días.
Nombrado a esta altura el poeta
el único que no levanta falsos testimonios de sus visiones
pájaro cantor de la creación
pincelada de la luz y de la sombra.
Nombrar si se acepta o no
el eco de su grito y su lamento
el ritual de su legado
para el invisible a quien le escribe.
Nombrad entonces al poeta
antes que se extinga su progenie.
ese ser alado
que va compartiendo
siempre en su peregrinaje
lo plural de sus afectos
lo singular de su dolor.
«»
Hoy, miercoles 15 de septiembre, el abogado fredonita Arturo Henao Torres, hace envío del siguiente escáner que fue digitalizado por el antropólogo de las palabras, referido a un texto titulado Héctor Fagot: in Memoriam, escrito por el poeta Carlos Ossa:
«Héctor Fagot: In Memoriam»
Cuando muere un poeta se apaga una estrella del cielo dice con el más puro lirismo el rapsoda Ramiro Sepúlveda. La muerte es de las pocas constantes que nos siguen sorprendiendo a pesar de su rutina. La convalida el derecho a sorprender .
el responsable de esta nota, ni sus amigos superaban una partida tan inesperada del poeta Fagot al agujero negro del misterio cósmico.
El poeta es la mayor paradoja viviente. Nadie necesita tanto de la vida como él y nadie como el poeta para jugar tanto al desprecio por ella. Fagot no fue la excepción. Era lo menos parecido al sosiego. Turbulento y fogoso lo fue devorando la desesperación, empezó a sentirse por fuera de la realidad ordinaria.
Siempre me ha inquietado esa dicotomía entre el poeta versal y el poeta cotidiano, ese manejo abismal entre los dos lenguajes. Fagot no fue la excepción.
Su calidad versal contrastaba con su ligereza cotidiana. Quizá su sensibilidad de artista siempre divorciada de la realidad ordinaria, lo fue arrinconando, cada día, se le fue convirtiendo en una repulsa al vivir. Se le fue diseminando su entereza por la lucha. Se le fue perdiendo el horizonte de los entusiasmos. Esa pasión por la ninfa que animó gran parte de su legado poético, se fue instalando en la nostalgia. El presente le fue negando la alegría de respirar y estar en concomitancia con el sol.
Daba la impresión de un divorcio profundo con el asombro, Se fue envejeciendo por dentro. Esa embriaguez que el prosaísmo cotidiano le fue restando, empezó a buscarla en otros paraísos ficticios –si acaso no lo son todos los paraísos y empezó el drama profundo del rapsoda. Se fue minando. Esa ausencia de sueños o siguiera de un gran sueño lo fue comprometiendo con el más miserable, el más desolador, el más asesino de los sueños, el que le promete al cerebro instalarlo en la felicidad, el señuelo de la droga. Y el poeta se fue quedando sin asidero con la realidad. La burbuja mendaz lo fue atrapando, arrebatándonos el alto poeta que nos deslumbraba.
Y se nos fue muriendo de la enfermedad poética por excelencia: la tristeza, en todas sus variables patológicas. Esa tristeza que por días se viste de hastíos que con tanta lucidez definió Moravia como insuficiencia de la realidad.
La euforia ficticia es la peor de las tristezas. Esto que desde lo racional aparece evidente, lo emocional sucumbe ante la necesidad de la fantasía y el drama termina en aporía.
La poesía entra en orfandad con la desaparición del rapsoda Fagot y nos queda su breve pero intenso poemario. Es pertinente notificar ante la memoria del lírico que existe un trío de componentes que no se pueden probar: el cianuro, la droga héroica y el jugo vaginal, los tres son mortales.
Hasta siempre poeta
Firmado Carlos Ossa. Julio del 2021.
«»
Llega este mes, más conocido, como septiembre negro y hallé en la biblioteca comunitaria del Club de Música Fredonia, El Libro de la vida de Juan José Hoyos, con una dedicatoria para vos, que dice: “Para Héctor Fagot, con mi abrazo, este libro ganado con el # 120. Fechado septiembre 2011. Han transcurrido 10 años , y Y en el libro de la vida, he hallado tus señales y subrayados de la obra del escritor y periodista Juan José Hoyos, que más te llegaban al alma, en especial “El Réquiem por mi amigo” en homenaje al poeta José Manuel Arango, Invocando a Manuel, El simple acto de caminar,
Bueno viejo, dicen que el que mucho se despide es que no quiere irse. Te cuento que después de vos se nos fue el otro amigo fredonita con nombre de astronauta Aldrin Freddy Jaramillo Franco. Uno de los fundadores del Club de Música. Lo aquejaba un agresivo cáncer; Don Fernando Díez quién manejo la taberna El Alberto y luego prestó grandes servicios en la papeleria La 50. Y quien te enseño a escribir poemas relatos: Jaime Jaramillo Escobar (X-504).
Héctor, como en la canción del cantante Adamo “En que piedra de río se nos quedó la infancia”, o en la cita del primer número del periódico Cactus de Jean Paul Sartre en su homenaje a San Genet, comediante y mártir: Conoció el paraíso y lo perdió. Era niño y lo expulsaron de su infancia”..
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Fotografía: Conrado Alberto, Fernando, Luis Carlos, Diana, Marina y Luz Helena; hermanos de Héctor Fagot. |
«EN UN ABRIR Y CERRAR DE OJOS»
Es decir que un día
frente al espejo
parpadeas
y te das cuenta
de que te has vuelto viejo.
Sólo te resta recordar
que al doblar
aquella esquina de tu niñez
perdiste para siempre
el mapa de tu infancia.
« »
Héctor, para vos en tus propios versos, ahora tal vez ya no eches de menos el paraíso:
«CALLE DE LA NIÑEZ»
.Ayer visité el barrio de la infancia
Y en la misma cuadra, de pie
El brazo derecho pegado al viejo poste
cerrados los ojos
pronuncié el antiguo
talismán de la alegría
y salí a buscar a los amigos:
uno, dos, tres, cuatro,
cinco, ocho, diez...salgo
.por Adelaida- por Julián, por Alicia, por Piti,
por la flaca Sally
Sólo respondió un eco de ausentes
una legión de fantasmas
que jamás volvió
a salir del escondidijo.
En ese instante
comprobé
que para siempre los perdí
De nuevo por estas páginas obituarias en memoria de Héctor Valencia Herrera, más conocido como el poeta Héctor Fagot. El motivo, pasó un año ya de su partida, y aquí hay una excusa:
«UNA EXCUSA»
Es miércoles 20 de abril, año de los patos (2022). Van dos años de la humanidad padecer una pandemia, llamada Covid19, que asola el planeta tierra. Yo, vivo en Sabaneta, Antioquia, una ciudad de 16 kilómetros cuadrados, connurbada, en la que residimos alrededor de 120.000 personas, y que he denominado el Japón, antioqueño.
En la tarde, 3 p.m., recibo una llamada del escritor Gustavo Arcila, para invitarme a las 5 de la tarde, al lanzamiento de la revista Escritos No 27, de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, en la cual publican un artículo de su autoría en homenaje al amigo poeta panadero ya fallecido Héctor Fagot (Junio 22 de 2021).
El estrago interior de los confinamientos voluntarios y las muertes por el Covid19 en el planeta suman casi cinco millones de personas y en Colombia 120.000, hacen aceptar la invitación de Gustavo y salgo caminando hacia la Statión Mayorca del Metro por la avenida Las Vegas. Colombia y la mayoría de los países del planeta “creen” en una sociedad capitalista degradada y corrupta, donde don Dinero, es Dios.
En un gimnasio municipal al aire libre me causa curiosidad y alarma un grafiti que dice: “Uy, la vida sí es peligrosa”, más adelante otro que dice. “Los niños buenos se acuestan temprano. Los otros los acostamos nosotros”.
Pienso y elucubro: Palabras escritas y leídas por el escritor polaco Leszek Kolakowski en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos el día que le entregaron un premio por su obra. Titulado ¿Para qué sirve el pasado?
Kolakowski contestaba: “El pasado por definición, es un océano de acontecimientos que alguna vez ocurrieron; y esos acontecimientos o bien han quedado en nuestra memoria, es decir, solo existen como una parte de nuestra realidad psicológica, o los hemos reconstruido a partir de nuestra experiencia actual del pasado, es lo real, y no el pasado como tal. En otras palabras, el ámbito todo del pasado existe solo como parte de nuestra conciencia. Pero en nuestra vida diaria lo es todo. Todo nuestro conocimiento del llamado mundo “externo” no es sino una corriente continua, ininterrumpida, de actos a través de la cual lo que era el pasado se convierte en presente. Sí, cabe decir que, lejos de no ser nada, el pasado lo es todo.
Hay que apropiarse de la historia con todos los horrores y sus monstruosidades, y con su belleza y su esplendor, su crueldad y sus persecuciones, y todas las obras magníficas de la mente y la mano humano; es necesario hacerlo para conocer nuestro lugar en el universo, para saber quiénes somos y cómo debemos proceder”.
Salir es exponerse. Y después de soportar una marea de autos y motocicletas, llegó a la Statión San Antonio del Metro, lugar donde se accede a la línea del Metro que conduce hacia Estadio y San Javier. Este lugar es profusamente congestionado a estas horas de culminación de jornadas laborales. Me apresto a subir por las escaleras eléctricas y veo unos ojos que me miran y mis ojos también reconocen, a pesar de los tapabocas. Es Yurani, una niña mujer oriunda del pueblo de la libertad (Fredonia) que conocí hace mucho tiempo, en sus épocas de estudiante. Subo la escalera eléctrica y ella viene más atrás. Llegados a la plataforma, alguien me abraza por la cintura, y es realmente Yurani. La abrazo y la beso. Nos desatrazamos y actualizamos sobre nuestras vidas. Y hemos vuelto a decirnos adiós. Este encuentro fue fugaz como el vuelo de una golondrina cuando toca con una esquina de su ala, el alero del tejado.
Llego a la Biblioteca Pública Piloto de la ciudad de Medellín. Asisto al evento del lanzamiento de la revista Escritos. Gustavo Arcila no llegó. Los panelistas, hablaron breve sobre el amigo poeta panadero ya fallecido Héctor Fagot. Y no tuve el placer de obtener una revista. Pasé revista de nuevo a la ciudad, regreso a casa envuelto en bufanda, lluvia, paraguas y bastón.
Álvaro Noreña Jiménez
Lo interesante de la anterior nota, es que he regresado de nuevo a la Biblioteca Pública Piloto para América Latina de la ciudad de Medellín, para la devolución de un materia bibliográfico e indagar por la Revista Escritos desde la sala No 27 de 2021, teniendo la fortuna de ser atendido por un bibliotecólogo llamado Wilmar Echeverry Jiménez, oriundo de Fredonia, quien muy diligentemente me trae de obsequio la citada revista que tiene un aparte en la página 67...“concebido en calidad de homenaje In Memoriam a ese renovador de la poesía colombiana y del lenguaje en lengua castellana que fue Jaime Jaramillo Escobar, le hacen compañía a una pequeña muestra de sus poemas, algunos de Elkín Obregón... y finalmente a Héctor Fagot, poeta panadero fallecido recientemente, de quien la convincente fuerza y sinceridad de sus imágenes hace patente la superación de su dolorosa marginalidad existencial.
La nota en la Revista Escritos está firmada por Gustavo Arcila y dice que nació en 1980. Se define como Aboganster, Master en desengaños y aprendiz de lector. Ha publicado artículos en la revista literaria La Musa Sonámbula.
«FAGOT, EL LUJURIOSO INSOMNE»
Gustavo Arcila
Volcánico, melómano, bohemio, sensualista, una vida siempre a punto de estallar. Palabras precisas para despedir a un amigo y dos poemas para confirmar lo que era, para que duela aún más su partida.
Héctor Fagot (1961-2021), aquel poeta panadero que amasaba el pan y la palabra con igual ardor, forjó su imaginario poético en los hornos de la panadería de su padre, en los paisajes de la infancia y en los talleres de los escritores Manuel Mejía Vallejo, en Otraparte, y Jaime Jaramillo Escobar (X-504), en la Biblioteca Pública Piloto.
Además de ser un melómano consumado, fue un lector impenitente de poesía y literatura, en general, con una memoria prodigiosa para narrar en su propio vozarrón los poemas que surgían de su desazón y deleitar los oídos y el alma de sus contertulios. Alcanzó a publicar dos libros de poesía antes de morir, Asuntos Internos (2001) y Como echo de menos el paraíso (2016), dos libros cuyos trazos dan cuenta de los avatares íntimos de un poeta volcánico siempre a punto de estallar.
En ellos delineó toda su alma de bohemio sin remedio, expresó con pasión el amor prófugo de las samaritanas de la noche, la alabanza de los pocos buenos amigos, sus fantasmas, el olvido, el horror kafkiano de habitar pensiones inmundas, el chocar de las copas de ron al compás de un tango, la conversación en torno a la fatalidad sublime de la belleza condensada en un perfume de mujer, el homenaje a los hombres que anidaron en sus ojos la visión estética de su corazón tempestuoso, la sinrazón del naufragio y el abrazo fraterno, ese propio enemigo íntimo llamado Fagot que caminó al lado de Héctor, al filo de un cuchillo y terminaría por desquiciarlo.
Es bella y anecdótica la frase de su alumno recluso en la cárcel de Bellavista, quién se acercó y le dijo: “Gracias, profe, por enseñarme quienes son Oliverio Girondo, Alejandra Pizarnik, Juan Gelman, Meira del Mar, Nazum Hikmet, Jaime Sabines. Gracias por enseñarme mil maneras de darle forma a la harina”, y por último agregó: “Profe, yo que iba a imaginar que en la poesía y la harina venía escondida la segueta para limar los barrotes de esta prisión. La poesía me puso alas”. Ahora, por fin, Fagot puede volar libremente, pues con la poesía se liberó de sí mismo y a nosotros, los que lo quisimos, de no volver a ser los mismos.
Toda nueva antología de poesía colombiana deberá tener el pudor de incluir los versos del hijo maldito del Cerro Bravo. Lo demás es bagatela.
«HUELLA DEL NAUFRAGIO»
Hasta la playa de su cuerpo
como sobreviviente náufrago
llegué hasta sus orillas
con el cuerpo amoratado
por el ataque y embestida
de las altas olas del desamor
entonces descubrí
pájaros y música
y el mejor alimento
fue la fruta virgen de su cuerpo
fruta tomada del último árbol
que quedó del paraíso.
Pensé y te dije
que desde tu amor
como el agua
a las piedras del río
pulieras en mí
esculpieras en mí
tallaras en mi
la piedra antigua y dura
de este corazón que te ofrezco
sólo hasta que brille
sólo hasta que respire
sólo hasta que cante
y sólo hasta que resucite otra vez
«CINE MUDO»
Ella dice
que la vida sería mejor
con música de fondo
Yo le pido
que se convierta
en la banda sonora
de esta película triste
que es mi vida.
«»
En éste documento antólogico, quedaran también dos poemas a dos amigos muy entrañables (Manuel Jaramillo “Trofonio” y Alvaro Noreña J) que dejaron huellas en la senda de su camino y que fueron publicados en su poemario Asuntos Internos:
«LA MANZANA STREPTEASE»
A: Manuel Trofonio
Ese hombre frenético que bebe desolado
en la mesa coja
junto al traganíqueles
soy yo
y por dentro estoy en ruinas
como una ciudad devastada
tras un ciclón,
Pienso en el oficio de esta mujer
de tacón en la pared cigarro en la mano
y puñal en el liguero
sudando con su cuerpo
El pan amargo que llevará a sus hijos.
En todos los bares duele pensar
amo los burdeles
porque en ellos me pierdo
soy una sombra más
que se confunde y tropieza con otras sombras.
En la mañana que despierto
en un cuarto que no conozco
percibo el olor
de los abrazos sin amor.
«»
«EPITAFIO PARA UN ANGEL DE LA NOCHE»
Para: Álvaro Noreña
Sólo porque amó –fue condenado-
Sólo por desear el rugido de la velocidad
en el pecho de las muchachas
el vapor vinoso
que exhalan de entre las piernas.
Porque deambuló por los suburbios de las ciudades
mientras contemplaba el striptease multicolor
de los semáforos
y las sombras tambaleantes que salían de los bares.
Sólo porque estuvo todo el tiempo borracho
o quizá porque hizo auto-stop
con cortas temporadas en la locura
-fue llamado hereje-
sólo porque le reventó las bragas al pudor
y a la moral la violó un par de veces
bajo la risa paranoica de la luna
fue perseguido –fue un desterrado-
-un poeta apestoso-
pero viviendo
muy adentro de su infierno
encontró su paraíso.
Ahora está muerto –se llamaba Charles Bukowski
y en algún lugar de la vía lactéa
El último gánster de California
abatido y demente
entona la canción del desdichado
mientras siente en su falo
el agrio abismo
de un polvo eterno
«»
La vida se nos va entre una inspiración y una expiración. Más demoro en escribir estas notas sobre vos, que pasar el tiempo, el implacable, el que no se detiene a esperarnos, para ya estar en un nuevo mes de junio. El año se ha partido. Cuantos solsticios compartimos. Cuánta música. Cuánta literatura. Cuánta poesía. El 14 de junio de 1920 nació en Rosario, Argentina el Guerrillero Heroico de América Latina, fotografiado por Alberto Korda en 1960 y que vos portas en una camiseta que se encuentra en la presente compilación; un 14 de junio de 1954 nació en la Sevilla que vos conociste, este mal amigo que habla mal de vos; un 14 de junio en 1982 termina la guerra de Inglaterra contra Argentina por las islas Las Malvinas; un 14 de junio de 1986, fallece el escritor argentino Jorge Luis Borges; el 24 de junio conmemoramos la muerte del Zorzal Criollo en ese holocausto de alas en el aeropuerto de Medellín; y el 25 de junio de 2017 en éste mes de solsticio, verano y sol. En un acto de prestidigitación, y cumpliendo de forma exacta los 100 años, fallece mi padre Pedro Antonio Noreña Giraldo. Lo nombro porque existe. Y porque fue él quien me enseñó que uno con tango se puede morir.
Héctor querido amigo. Cuánto nos marcó el tango. Hasta el “Viejo Maleta” de tu padre. Han pasado dos años de tu partida y hoy me sorbo un ron, acompañado por el fondo musical de una canción ciudadana llamada Adiós Muchachos, tango de 1927, con música de Julio César Sanders y letra de César Vedani. Versionado en múltiples interpretaciones: Carlos Gardel, Julio Martel, y un extenso Etcétera.
Adiós, muchachos, compañeros de mi vida,
barra querida de aquellos tiempos.
Me toca a mí hoy emprender la retirada,
debo alejarme de mi buena muchachada.
Adiós, muchachos. Ya me voy y me resigno...
Contra el destino nadie la talla...
Se terminaron para mí todas las farras,
mi cuerpo enfermo no resiste más...
Salud y choquemos estas copas.
Álvaro Noreña Jiménez
Junio de 2021
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Héctor, estamos en el año 2024. Desgranamos los días del mes de abril. este Asunto Interno aún no está saldado. Hace poco llegó a la biblioteca comunitaria del Club de Música Fredonia, tu intransferible legado bibliográfico:
Desorden Alfabético de Luis Alberto Arango Puerta. Editado en Medellín 2012 con esta nota del autor para vos: Para Héctor Fagot estas reflexiones en sordina.
Héctor, desgranamos días y día desde tu partida, y he podido comprobar que todas mis pesquisas sobre tu vida no terminan.
Hoy 24 de junio de 2024 cuando conmemoro de nuevo la ausencia de Carlos Gardel, encuentro en la cuenta del FB del docente y poeta Edwin Andrés Rendón , fechado 26 de junio de 2021, estas palabras tuyas: “Hoy que la nostalgia llega hasta mi puerta con sus huesos quebrados y se apoya en mí la pena...Recordé la niñez, recogí los escombros de aquella casa deshabitada y ante el espejo vi la cicatriz que no se borra...”
DERECHOS DE AUTOR O COPYRIGHT
Investigación, digitalización, compilación e ilustración realizada y finalizada por el arqueólogo de las palabras Álvaro Noreña Jiménez, el día 15 del mes de enero del año 2014 con fines educativos, de acopio, rescate de memoria histórica y de difusión cultural sin ánimo de lucro.
Creí que tenía una idea muy original sobre los derechos de autor, hasta que vi y leí las siguientes notas, en el libro de «Mario El Malo» (Padre Mario de Jesús Castaño Pérez «El Eterno Peregrino») y «Eligio El Terrible» (Eligio Arboleda) : «Poemas Cervicales y Berzos de Toño» publicado en 1968, y que fueron pioneros al diseñar su obra con los contenidos de uno al derecho y los del otro al reves. Se adelantaron a la colección Cara y Cruz de la editorial Norma.
Autorizaciones
1º.- Se le pueden conceder toda clase de premios a este libro (menos el Nóbel de Física) siempre y cuando manden la plata por correo recomendado a la siguiente dirección: “EL BICICLETERO-MEDELLIN-COLOMBIA S.A.
2º.- Autorizamos el uso de este libro como regalo de Primera Comunión, cumpleaños y piñata.
3º.- Con este libro se pueden pagar deudas de gratitud, deudas de amor, y si usted amigo lector puede pagar con este libro otra clase de deudas, avísenos inmediatamente.
Censura
Para mayores de edad mental
Prohibición
1º.- Los autores de este libro prohíben terminantemente su traducción total o parcial al sánscrito, latín y griego arcaico.
2º.- Así mismo está prohibido citarlo en discursos políticos (como pastorales, sermones, pláticas, etc.) En propagandas de la Alianza para el Progreso como muestra de inocencia literaria o subdesarrollo lírico.
3º.- Tampoco puede usarse como texto, porque estamos convencidos que la poesía no se aprende ni se enseña y no toleramos ningún “análisis lógico” ni “clasificación moral” puesto que no cabemos en ningún carril ni cajón.
Advertencias
Deben leer este libro: los que lloran en cine, sufren por Benitín y son “hinchas” de Daniel El Travieso. Los limpios de corazón porque ellos se dejaron engañar con este libro sin conocernos ni odiarnos, ni haber siquiera ido a futbol con nosotros.
No deben leerlo:
Los críticos-colocados, los gerentes-escritores, los que recibido premio literario en dinero y en especie, los existencialistas de oficio ni los maestros de castellano ni las niñas feas que buscan poemas bien “pispos” para engañar al novio y decir después inocentemente que los sacaron del “coso” de don Cosiámpiro. Tampoco queremos que lo lean sicólogos, ni los “tiras” para que no se haga mal uso de la sabiduría. (Los autores).
Es de anotar que Eligio Arboleda era hermano de Pedro León Arboleda y que murió un primero de enero de 1978 en la mar Caribe de Barranquilla, siendo engullido por un tiburón.
Refuerzan mis argumentos, los del poeta Nelson Osorio Marín para una de sus publicaciones. Demostrando el humor que le caracterizó y repudiando intereses comerciales de los editores, en el copyrigth de este libro subvierte normas de los derechos de autor al consentir: «Quedan absolutamente permitidas la reproducción total o parcial, las imitaciones, variaciones, tergiversaciones y hasta el plagio burdo o solapado».
Parodiando al cantautor argentino Facundo Cabral: «Soy mi propio editor porque no estoy dispuesto a perder tiempo e independencia con las editoriales».
Y citando a el periodista y escritor barranquillero Alberto Salcedo Ramos: «¡Yo nací para contar historias, no para guardar secretos! »
Esta obra «Biografía de un eterno peregrino. El Padre Mario de Jesús castaño Pérez.», se debe, citando a Gustave Flaubert: «Lo que he llegado a ser se debe a que he puesto el culo en la silla».
Siempre he pensado que la única función de los libros es para que circulen libremente como el dinero. Un libro en un anaquel o en una biblioteca es alimento para el comejen, la humedad, el polvo, las polillas, el Lepisma saccharina o pescadito de plata, las cucarachas, mejor dicho, un osario más en un cementerio.
Leí en el año 2023 «El Secreto de Joe Gould», escrita en 1964 por Joseph Mitchell (1908-1996). Uno de los mejores reporteros americanos, el cronista de una Nueva York. Se especializó en el retrato literario, lo que él llamaba “perfiles”. Cuando alguien le reprochó una vez que escribía sobre “gente ordinaria” él contestó (y la frase se volvió célebre): «La gente ordinaria es tan importante como usted, quienquiera que usted sea»
Joseph Mitchell, escribe en New Yorker, 1942 El profesor Gaviota. Uno de los protagonistas de las crónicas de Mitchell es Joe Gould. Un hombre que todos los pasos que dio fueron cuesta abajo. Cuenta Joseph Mitchell en su libro El Secreto de Joe Gould, «que era engreído, disparatado, inquisitivo, chismoso, burlón, sarcástico, y grosero»
«Joe Gould es un hombrecillo risueño y demacrado que desde hace un cuarto de siglo goza de notoriedad en cafeterías, comedores, bares y tugurios de Greenwich Village. A veces, con cierto sarcasmo, se jacta de ser el último bohemio. «Todos los demás se han quedado en el camino», dice. «Algunos están bajo tierra, otros en el manicomio y otros en la publicidad».
«Gould no vive sin preocupaciones —cuenta Mitchell—; sufre el tormento constante de lo que llama “La Trinidad”: Intemperie, hambre y resacas (…) “Vivo yo más en un día”, dice, “que la gente común en diez».
«Desde aquella mañana fatídica, dijo una vez en un momento de exaltación, la Historia Oral ha sido mi soga y mi patíbulo, mi cama y mi pupitre, mi esposa y mi fulana, mi herida y la sal que en ella se derrama, mi whisky y mi aspirina, mi roca y mi salvación. Es lo único que me importa. Todo lo demás es basura».
La verdad es que Joe Gould no escribió el libro «Historia Oral». Ese fue su secreto. Dice Joseph Mitchell: «Un libro menos para atestar el mundo, un libro menos para ocupar espacio y cubrirse de polvo y viajar sin ser leído de librerías y hogares, y luego a librerías de viejo, a almacenes de ropavejeros, a mercadillos y otros hogares y otras librerías de viejo y otros mercadillos y otros hogares aún y así al infinito».
Bueno, después de todos estos preliminares y prolegómenos lo que quiero decir, es que para mis publicaciones, rechazo toda publicación física de editores y editoriales. Si desean la publicación, autorizo a mis herederos a recibir en forma anticipada y moneda constante y sonante los derechos de publicación. Lo referido a las citas de otros autores, ellos y ellas deben de agradecer al menos que no hayan caído en el olvido, ni en el ostracismo y que habiten el país de los lotófagos.
Esta decisión también es de carácter económica, por lo que en pleno siglo XXI con la ayuda de todas estas herramientas tecnólogicas que ofrece la internet, se democratizó el conocimiento en el planeta y nos ahorraremos los dineros de envío e inversión en este libro, en alimentos, que es la única riqueza que debemos tener en la despensa y en la cocina. ¡Gracias a la tierra y a los campesinos que la cultivan!.
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ALVARO NOREÑA JIMÉNEZ
Natural de Sevilla – Valle del Cauca. Ciudad que forma parte del límite -en la cordillera central- de la famosa epopeya de la colonización antioqueña. Nace un 14 de junio del año 1954, en el hogar conformado por doña Mercedes Jiménez, y Pedro Antonio Noreña. Su ciudad natal fue fundada por el fredonita Heraclio Melitón Uribe Uribe, hermano mayor del General Rafael Uribe, héroe de la Guerra de los Mil Días, y de las batallas de Peralonso, Terán y Gramalote.
Álvaro, nace en plena época de la violencia bipartidista que azotó el país. Llevaba un año, en la Presidencia de la Répública de Colombia (De Facto), el ingeniero militar Gustavo Rojas Pinilla. Durante su mandato se inauguró en Colombia un medio masivo de mucha importancia para las comunicaciones, como es la televisión o la cajita mágica.
La infancia de Álvaro fue de deporte, baloncesto, aventura, y su juventud de literatura. Se levantó entre rezongos de bandoneón, y ritmos argentinos de milonga y tango. Sus primeras lecturas de bachillerato y secundaria refirieron y lo enrutaron hacia la obra del escritor argentino Jorge Luis Borges que nació en Buenos Aires, un 24 de agosto de 1899 y fallecería a los 87 años de edad, en Ginebra, Suiza un 14 de junio de 1986. (Álvaro, conmemoraba su cumpleaños 32).
Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán y que es ahora
todos los hombres, y que no veremos.
Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el término. La caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los triunfos de la muerte, y las endechas.
No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre.
Pienso con esperanza en aquel hombre
que no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo,
esta meditación es un consuelo.
La juventud de Alvaro se caracterizó por ser un connotado y líder deportivo del baloncesto. Su rebeldía fue influenciada por los ideales, la vida y obra del médico argentino Ernesto Che Guevara de La Serna que nació en Rosario un 14 de junio de 1928 y que se convertiría en el Guerrillero Heroico de América Latina.
Un 14 de junio de 1982, las tropas argentinas se rindieron ante Inglaterra por la guerra de Las Malvinas.
Álvaro, incursionó en 1981, motivado por el documentalista y realizador de cine antioqueño Marco Antonio Mejía Torres, en sus producciones, formato de Super8, un formato cinematográfico que utiliza película de 8 mm de ancho. Nació pensado para el mercado doméstico, aunque en manos de aficionados y de modestos cineastas alcanzó un gran nivel. Noreña, fue protagonista de «El Cierra ojos» , basada en un cuento de Hans Cristian Andersen; con el cual obtuvo el Tercer puesto en el Festival Nacional de Cine del Museo de Arte Moderno de Bogotá. Y en 1983, colaboró en la realización del «El Cargador de Hombres» cuyos protagonistas fueron el actor de teatro Rodrigo Saldarriaga Sanín, fundador del Pequeño Teatro de la ciudad de Medellín y el docente Octavio Echeverri. Con este medio metraje representaron a Colombia en el Festival de Cine de Mérida en Venezuela. Obra que se presentó en Québec - Canadá, en la muestra Internacional de Cine Joven Latinoamericano.
Trabajó para la Miniserie documental «La Casa» del director antioqueño Marco Antonio Mejía Torres, realizada con el apoyo del Ministeriode Cultura de Colombia; El Politécnico Jaime Isaza Cadavid de la ciudad de Medellín; y Comfenalco, Antioquia. Año: 1998
Noreña, realizó la Investigación Histórica y Literaria sobre el escritor e ingeniero civil antioqueño Francisco Gómez Escobar “Efe Gómez”.. Soporte base para la realización del Documental «El Ingenio de Don Efe Gómez». De la serie Letra a Letra para Teleantioquia. producido por Nickel Producciones.Del realizador de cine y documentalista antioqueño Oscar Mario Estrada Vásquez. Año 2007.
En el año 2008, Álvaro Noreña Jiménez, realiza la investigación y compilación histórica realizada para el documental «Cartografía de una Odisea: Los Uribe Uribe: Saga de Colonizadores», del realizador de cine y documentalista antioqueño Oscar Mario Estrada Vásquez, con el fin de conmemorar el sesquicentenario del nacimiento de Rafael Uribe Uribe y los doscientos años o bicentenario de la República de Colombia
Alvaro, es escritor, líder deportivo, gestor cultural, actor, narrador oral, miembro numerario del Centro de Historia de Fredonia. Cofundador de la Ong cultural independiente Club de Música Fredonia. Investigador lúdico y no por encargo. Arqueólogo de las palabras. Fundador de la Asociación de Comerciantes de Fredonia “Asocofre”. Fundador del Club de Atletismo Senior Master de Fredonia. Fue contertulio del Maestro Rodrigo Arenas Betancur. Fue director de la casa de la cultura de Fredonia. Se desempeñó, durante ocho años, como coordinador del área de desarrollo cultura local del municipio de Caldas – Antioquia; consejero cultural por el área de literatura en la ciudad de Sabaneta.
Álvaro es un contador de historias. Sus relatos poéticos se apartan de las formas que la cuentería ha venido asumiendo. El suyo es un lenguaje literario alimentado de lo cotidiano, expresión de una búsqueda nueva.
Escucharlo es viajar entre un maremagnum de voces, imágenes e ideas que nos ayudan a aclarar nuestro camino sobre esta tierra. La mayoría de sus escritos son inéditos.
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PUBLICACIONES
v Deyanira. Este relato fue publicado por la Revista Senda Nueva. Organo de expresión de la Corporación Cultural del Suroeste antioqueño. No1. Marzo de 1993.
v Deyanira Texto publicado por la Revista de Cultura Regional Cielo Roto No 33, diciembre de 1996. Dirigida por Juan Carlos Hoyos Guerrero (q.e.p.d).
v «Centon . Diez cuadros y un cuento. En memoria de Francisco Gómez Escobar (Mayo 09 de 1873 - Octubre 25 de 1938)». En la conmemoración del sexágesimo aniversario de la muerte del escritor fredonita. Año 1998
v La Crónica «Aguacero y lluvias en época de cometas». Sobre el suicidio de el psicólogo caldeño Julio César Flórez Colorado. Publicada en la Revista De Interés. Año X. No 72 Diciembre de 2001. Dirigida por Carlos E López Castro.
v «Antología Poética Universal». Ilustrada con obras del artista caldeño Julio César Correa. Caldas, Antioquia. Año 2002. Forma parte de la colección de la biblioteca Francisco José de Caldas, Antioquia.
v Investigación «Histórica y Literaria Francisco Gómez Escobar» “Efe Gómez”. Escritor antioqueño. Soporte base para la realización del Documental Letra a Letra para Teleantioquia. Del realizador de cine y documentalista antioqueño Oscar Mario Estrada Vásquez. Año 2007
v Investigación Histórica «Rafael Uribe Uribe. “El Hombre y su leyenda” 1859-2009. Sesquicentenario de su nacimiento». Soporte base para la realización del Documental «Cartografía de una odisea”.Los Uribe Uribe : Saga de colonizadores». Del realizador de cine y documentalista antioqueño Oscar Mario Estrada Vásquez. Año 2008
v «Cóndores para la muerte. Antología de epitafios». Año 2009
v Sus crónicas sobre los personajes sevillanos: «Helman Román», jinete clásico de la hípica colombiana; «Orlando Arango» “Mango”; la historia del «Loco Horacio», el último herrero de la fragua de Vulcano. Fueron publicadas en el libro «Antología de Cuentos Sevillanos».Editada por Ernesto Pino Londoño. ISBN: 978-958-46-6859-2. Año 2015.
v Investigación y compilación para el «Anécdotario Argemiro Quintero Mesa». Docente de Sevilla,. Año 2013
v La Crónica «Augusto, un loco soñador». Publicada en la Revista Fredonia. Histórica Año XXII. No 60. Octubre de 2012.
v Investigación, y compilación biográfica e histórica, sobre la vida y obra literaria del poeta caldeño «Carlos Edmundo Mejía Ángel», más conocido como Ciro Mendía. Año 2015. Forma parte de la Colección Patrimonial de la biblioteca Francisco José de Caldas, Antioquia.
v Investigación y compilación biográfica e histórica, de un «Eterno Peregrino. Padre Mario de Jesús Castaño Pérez». Año 2014
v Investigación y compilación biográfica e histórica «Mi reino no es de éste mundo». Sobre el escultor e imaginero fredonita Ramón Elías Betancur. Año 2011.
v Investigación y compilación biográfica e histórica «Partículas de Arenas». Texto sobre la vida y obra del escultor fredonita Angél Rodrigo Arenas Betancur. Año 2015.
v Investigación «Dolor y Música». Aproximación a la vida y obra de don Roberto Cristóbal Muñoz Londoño. Autor del Himno al municipio de Caldas, Antioquia, Colombia y de otras composiciones de la música tradicional colombiana. Año 2019. Forma parte de la Colección Patrimonial de la biblioteca Francisco José de Caldas, Antioquia.
v Investigación «Hilando de la vida ausente. Darío Lemos».
v Texto «Pescas Literarias. Antología universal de narraciones literarias. Año 2020.
v Texto «Pescas Literarias II». Antología universal de narraciones literarias. Año 2022.
v Texto «Pescas Literarias III». Antología universal de narraciones literarias. Año 2023.
v La Antología «Chiquilladas», un novedoso compendio de textos y decires literarios, realizados por niñas y niños de la literatura colombiana y universal. Año 2020.
v Investigación «Rosalinda. Tocayo Ceballos».
v Investigación, reseña bibliográfica, y compilación referida al escritor y poeta quindiano «Nelson Osorio Marín». Año 2020.
v Investigación y compilación «La Parranda y la Tragedia». Sobre el músico parrandero amagaseño Leonel Ospina. Año 2020.
v «Una mala noticia. Tía Pepa»..Año 2020
v «Persevera y deja de fumar». Año 2021
v Texto de investigación sobre el grupo de teatro callejero «La Barca de los Locos» de la ciudad de Medellín. Año 2020
v «Ciropedia». Año 2020
v «Un asunto interno. En memoria de Héctor Fagot». Año 2021
v «En estos días. In memoriam a un amigo con nombre de astronauta». Año 2021
v «Uno con tango se puede morir». Cancionero. Por Álvaro Noreña Jiménez Año 2020
v Libro de narraciones orales. «Y...a usted quién se lo contó».
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DEDICATORIAS
· En un retrato de Herman Hesse.1995. Del músico y artista plástico Carlos Viera ¨Para Álvaro esta imagen del Maestro del espíritu humano. Con afecto“
· Del docente y filosofo fredonita Álvaro Restrepo Betancur. En la Revista No 11 Abril 1996 Circulo de Humanidades Unaula. Medellín En el Cuento «Transborde»: “A Álvaro Noreña, ¨El Noguerita¨ del cuento..., con los ojos de la melancolía, agradeciendo su generosa escucha: Exorcizando fantasmas…”
· En el Primer C.D. Musical del Rubén Blades colombiano «Grande para la Salsa: Luis Alberto Flórez». En su trabajo Salsa Sonero y Son. Autor de «Desahogo¨, «Oh Mama»,«Reina de Reinas» «Me Encanta Como Bailas»: Con aprecio y respeto para el “Maguito Noreña“ un hombre comprometido con las causas trascendentes con las realizaciones hechas con buen gusto “.
· Del filósofo Marco Antonio Mejía Torres. Caldas - Antioquia en su obra «Cuerno de Imagen». Editorial Universidad. Pontificia Bolivariana. Medellín. Colombia. 1997. Primer Premio II Concurso de Ensayo Rene Uribe Ferrer 1996 “Para Álvaro Noreña Cómplice de imágenes “.
· De Víctor de Currea Lugo. En su libro «Haiku». Ediciones Hara-Kiri. Bogotá junio 1991 “Para Álvaro esta sed que calmo entre palabras, breves, certeras, mortales. Su Amigo Víctor julio 1992.”
· De Rubén Darío Mesa en su obra «El Polizón». Editorial Litoflex. Medellín Colombia 1997: “Esta historia real la tendrá un amigo de la vida. Con cariño Rubén Darío “
· De Héctor Valencia “Fagot“ en un libro de Van Gogh “Agradeciendo que conozco de que color es el viento. Agradeciendo que sé que hay manos amigas abiertas todo el tiempo. Agradeciendo que haya gentes como vos, que nos regalan todo un mundo. Con afecto y con estima. Héctor. Año 1985
· De Álvaro Restrepo Betancur en el libro «Los Hijos de Cerro Bravo». Ediciones Combia. Agosto 1986: “A vos Noguerita, por hijueputa. El pájaro negro Al pajarraco negro “.
· De Fernando Duque Yepes. Fredonita. Fiscal de Antioquia en el libro «Como una Novela de Daniel Pennac»”: Para Álvaro Noreña, un pequeño gran lector, esculcador de imaginaciones. Fredonia, noviembre 26 de 1994.
· De Tarcisio Valencia P en su libro «Tratado de Los Ángeles». Editorial Universidad Pontificia Bolivariana Medellín Colombia: “Álvaro en la tarde un ángel por entre el río, los caballos y las vacas. Caldas. Tarcisio.
· En «Poesía en la calle». Poemario del filósofo, poeta y escritor sartriano Álvaro Restrepo Betancur. Febrero del 2000: Para Noreña, festejando la poesía.
· Del Periodista de R.C.N. Gabriel Jaime Salazar Henao en su libro «Se Nos Vino Combia» Periodistas Editores. Medellín Colombia junio 2.000” Álvaro Noreña: Admiro su dedicación y compromiso con la escritura, usted es como la ceiba que sembró mi abuelo Arturo Torres en Valparaíso. Hombres como usted, necesita por millones nuestra patria. Agradecimientos por siempre.
· De el periodista Carlos Mario Correa Soto y su amiga María Adelaida, en el libro de «Alejandra Pizarnik Obra Completa». Editorial Árbol de Diana. Medellín septiembre 2.000”: Hay seres demasiado especiales en este mundo. Y uno de esos seres espectaculares eres tú. Con cariño.
· De Marco Antonio Mejía en el libro «Los Disidentes del Campo Santo» Fondo Editorial Universidad Eafit. Colección Cielos de Arena. Medellín octubre 2.000”: Para Alvaro Noreña cómplice del refugio “
· Del periodista Gabriel Jaime Salazar Henao en el libro «Se Nos Vino Combia». Periodistas Editores. Medellín junio 2.000:” Álvaro Noreña Colombia es un compromiso de todos y su inteligencia y amor por transformar la vida son tan meritorias que sobran los discursos. Con mucho aprecio
· En el poemario «La Poesía es un viaje», editado por la Universidad Nacional de Colombia, del escritor antioqueño Robinson Quintero Ossa: La poesía es un viaje y el viaje es poesía. Monta...El viaje va a empezar. Con afecto para Álvaro Noreña. Año 2004.
· En el libro «Historias», publicado por el Fondo Editorial Museo de Antioquia, de la escritora, y promotora de lectura antioqueña Aura López: “Para Álvaro Noreña, ¡niño aventurero! Marzo 31 de 2005.
· En el poemario «Pintura sobre porcelana» del poeta antioqueño Jesús Gaviria Gutiérrez: Álvaro. Mil gracias. 27-05-2005; y en su poemario «Una Corta Danza»: Para Álvaro Noreña, compañero de búsquedas amables. 27-05-2005
· En el poemario «Los Elementos Perdidos» (poemas 1986-1998) del escritor y poeta antioqueño Juan Diego Tamayo: Para Álvaro Noreña, en el sol de la poesía. En la gracia del encuentro. Con afecto. Nocturno Poético. Caldas. 25-VIII-2005.
· En el libro de cuentos «Los Relatos de La Milagrosa», publicado Fondo Editorial de la Universidad de Eafit , Colección Antorcha y Daga, del escritor y docente universitario Luis Fernando Macías Zuluaga: Para Álvaro Noreña , con la alegrías de compartir un nuevo vuelo por las metáforas de Caldas y su Ciro. Un abrazo. Año 2007.
· En el poemario «Las Hijas Del Espino» de la escritora y poeta antioqueña Lucía Estrada. Poemario distinguido con el Premio de Poesía Ciudad de Medellín, siendo jurados los poetas Rómulo Bustos y Omar Ortiz. Año 2007: Para Álvaro Noreña, con toda mi gratitud por su amistad y generosa acogida. Siempre.
· En el libro «Un Viaje Normal» del Cielo Roteño Luis Alberto Zapata Agudelo (Chaveto). Año 2007: Para mi amigo Álvaro Noreña un incansable luchador por las artes y una de las memorias culturales del suroeste.
· En su poemario «Inventario de Silencios», del escritor y poeta siderense Ernesto García Mejía: Para Alvaro Noreña, un amigo de unos kilates personales y estéticos inconmensurables. Con mucho cariño. Año 2008.
· En el poemario «Divinadanza» del poeta, docente e ingeniero civil Andrés Esteban Correa Restrepo. Año 2010.Para Álvaro N: Trinan las palabras en tu cabeza. Vuelan tus pensamientos.
· En el libro «Esas Cosas Pasan. Crónicas de Caldas». del Cielo Roteño Luis Alberto Zapata Agudelo (Chaveto). Año 2010: Para mi amigo Álvaro Noreña, el líder cultural reconocido.
· En el libro «Muestra de Poesía en Medellín 1950.2011», Del escritor y poeta antioqueño Everardo Rendón Colorado: Para Álvaro Noreña, con quien he compartido tantos sueños y tanto camino. Con mi amistad y aprecio. Medellín, septiembre 14 de 2011.
· En el libro «Cuervo» de el filósofo, periodista, docente y poeta Marco Antonio Mejía Torres Ediciones Otraparte. Año 2011.Para Álvaro, nuestro palabrador.
· En el libro «La Hija de Cervantes». Ediciones Pregón. del docente. Periodista, poeta y escritor Marco Antonio Mejía Torres: Para Álvaro, esta historias que en su voz sonarían mejor. Año 2013
· En el poemario «Las Garras de la Libélula», del poeta antioqueño Ernesto García Mejía: Álvaro, siempre la palabra tiene el aroma enervante de la emancipación. Con afecto. Junio de 2011.
· En el libro «Domingo de Sueño Roto» del escritor y poeta antioqueño Everardo Rendón Colorado: Para Alvaro, eterno buscador de sueños de su amigo de siempre. Medellín. Marzo de 2011
· En el libro «Caldas sí tiene quien le escriba» del Cielo Roteño Luis Alberto Zapata Agudelo (Chaveto). Año 2016. Para mi amigo Álvaro N, quien aún tiene mucho que contar.
· En el poemario «Al Rayar Del Alba» del filósofo, escritor y poeta antioqueño, Tarcisio Valencia. Editorial Cuadernos Del Violinista. Editor y Director de la Colección: Juan Manuel Roca. Álvaro, en Fredonia el café y la poesía. Año 2016.
· En el libro «Fidel. En palabras de Fidel». El filósofo, escritor, periodista y poeta Marco Antonio Mejía Torres. Edita Confiar. Año 2017: Para Álvaro. El hijo de Antonio. El exiliado de Sevilla. El guardián de Fredonia. El del verbo de largo aliento como Fidel.
· En el libro «El Pico más Hermoso», de la escritora, poeta y narradora oral Guapireña Mary Grueso Romero: Para Alvaro, con mucho cariño. Un abrazo. Medellín 2019.
· En el libro «Invitados del viento». Poemas reunidos de Robinson Quintero Ossa. Poeta, ensayista, periodista literario. Editorial Universidad de Antioquia. Año 2021: A Álvaro Noreña un amigo más amigo que el mejor amigo.
· En el libro «De Hombres y Amores» del escultor Jorge Vélez Correa: Para el poeta Álvaro Noreña con la toda la posible poesía que tiene la escultura. Con toda mi admiración. 2019
· De la pintora y caricaturista colombiana Consuelo Lagos, creadora del popular personaje La Negra Nieves: «Cada hoja de un árbol tumbado es un granito de arena , para hacer un desierto»: Dedicatoria de la artista Consuelo Lagos para Álvaro Noreña Jiménez
· En el Poemario «Tríptico de mujeres que me habitan» del escritor Everardo Rendón Colorado: Para Álvaro Noreña: Con mi amistad y aprecio. Medellín. Septiembre 2022.
UN ASUNTO INTERNO
EN MEMORIA DEL POETA
HÉCTOR FAGOT
Por Álvaro Noreña Jiménez
Año 2021
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