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Nietzsche,
Pensamiento y Actualidad de Víctor Raúl
Jaramillo
Víctor
Bustamante
Alta
noche de noviembre, fría y lluviosa, escucho de Federico Nietzsche, Eine Sylvesternacht, para violín y piano
compuesta en 1863. Esa es una faceta del filósofo poco conocida que sorprende,
sobre todo debido a los diversos campos que él, Nietzsche, cultivó durante su
carrera de pensador, poeta y además de músico, hasta escritor de cartas banales
a Lou Andreas Salomé. Fría noche de noviembre escucho cantar a Víctor Raúl
Jaramillo con su voz de tono gutural junto a Reencarnación, su banda, de puro metal,
desafiante, procaz y eso sí con su lirismo impreso en esa guitarra y en ese bajo
y en el compás de la batería que persiguen y alhajan la voz de Víctor Raúl. Armagedón
aún está intacta con su melancolía.
Si
menciono ese instante creativo de Nietzsche es por el paralelismo con Víctor
Raúl que ha escrito un libro sobre el filósofo que además fue compositor de
música, así como Víctor Raúl también es músico, pero con una tendencia al metal
y además es pensador. Lejano en el tiempo el filósofo alemán compuso música, de
la llamada clásica, y Víctor Raúl compone música estridente y de reclamo, crítica
y feroz con letra que exige, además Víctor canta en el escenario, es
desenfadado y Nietzsche solo se ve en una foto tocando piano, fijo en la partitura
con su bigote de morsa. Entre ambas personas y sus músicas hay más de cien años
de diferencia, en cuanto a instrumentos y en cuanto a conceptos de la vida, ya
que ha trascurrido mucho tiempo, además la música de Víctor Raúl es esencialmente
con guitarras y baterías y, por supuesto sonidos diferentes. Pero en algo si se
juntan, ambos son escritores y poetas, y además con toda la especulación
posible pueden ser en el subfondo, anarquistas.
Víctor Raúl
mantiene su acercamiento con el filósofo que sacudió todos los cimientos de Occidente
de una manera romántica, a través de su libro Nietzsche, Pensamiento y Actualidad,
(Anomalía Editorial-1924), donde escudriña las intuiciones del alemán a través
de lo fundamental, los pilares de su filosofía. Víctor empieza didáctico y
lleno de admiración hacia el filósofo al que le debemos unas premisas, hay que
escribir con sangre, con pasión, con veracidad, lo cual lo hace tan humano y cercano,
lejos de todo el lenguaje ideologizado y turbio de muchos filósofos, y de su
red de intérpretes. Así, el autor nos va adentrando en el mundo de ese filósofo,
que aun conmueve y ha sido apropiado desde diversas ópticas, pero este ingresa cuidadoso,
tanteando sus textos, y sale guerrero, y aún continúa fresco y alerta, y es consultado
a través de los años. Las interrogaciones, las premisas, los pensamientos nunca
pierden su ímpetu; su vitalidad está subyugada y es aún más intensa por el error
que causa esa comodidad en el pensar que a veces se enfila por el entusiasmo de
cielos de harina, y resulta que ahí está Nietzsche para de un mazazo y bajar
esa idealización a la realidad que es el asfalto de la calle para la filosofía.
Es decir, la exigencia mínima a que está sometido cada pensador serio es una absoluta
razón con la que está necesariamente en relación con toda una realidad que se
explaya a sus ojos, dejarla de lado es escamotearla. Así, todo lector cercano a
la música, a la poesía, a las investigaciones de Víctor Raúl saben que él
trasmite su vitalidad para que ellos reflexionen, al dictar sus seminarios, que
es una manera de mantener el pulso del pensador alemán, lejos de la sombra de
lo que se podría denominar la fila de pensadores que llegan y destilan su esencia
muchas veces paradójica y llena de vacío y ligereza.
Víctor
nos enseña a desconfiar de esas pueriles efervescencias para así mantener intactos
los principios del filósofo. Así, con este libro manifiesta su tácita constancia
y sus razones más seguras, y es saber cómo a través de este torrente que es Nietzsche,
él se identifica, y así lo hace más cercano al reivindicarlo en sus gestos y
palabras más sublimes.
Víctor siempre
ha mantenido intacto su carácter de ser independiente, lejos del rebaño que
todo lo absorbe sin criterios. Nunca se ha adherido a ningún partido para
asumir de Mesías para proponer un futuro esquivo. Tal vez mi cercanía y admiración con él resida
inicialmente debido a su poesía, para luego explorar las letras de su música y
su desafiante manera de cantar cuando las cuerdas de acero de las guitarras galopan
para seguirlo y las baquetas sean golpeados con la rabia de quien no pueda explicarse
las diatribas de un mundo que nos circunda mientras escuchan el tableteo de las
campanadas de la muerte y de la destrucción.
Sí, lo conocí
debido a su poesía, y a esa decisión significativa, su interés y su superación a
través de la filosofía con sus preguntas fundamentales, apartado de los preceptos
fáciles sobre el devenir del mundo, además fue capaz de alejarse de los dogmatismos
que se cuelan en momentos inesperados o reaparecen
beatíficos con una prolijidad sistemática que tiene respuestas cómodas y sin sinceridad
y convertido en permanente ideología, pero, por otro lado, Víctor Raúl nos recuerda que Nietzsche es a la filosofía
ese manantial que sirve de medida a la superación del pensamiento clausurado,
que evita de una manera crítica y alerta a que se abdique en favor de la molicie
o de las apariencias que es equivalente a la sumisión.
Así, con este libro, así con esta manera de abordarlo se da una exigencia a ser libres que se manifiesta también por una complicidad interior. Lo cual es posible cuando se trata de un hombre que tiene sus preocupaciones intactas y su coherencia, libre de ataduras y sinsabores, así como de ciertas tentaciones autoritarias, pues él, Víctor, se vigila lúcidamente, lo cual, por supuesto lo aparta del dogmatismo de los recién llegados con su testamentos y pequeñas misericordias, con este texto.
Casi condenados
a un mundo forzado por la asepsia mediática, bajo unas condiciones desastrosas
donde realmente existe una clausura del lenguaje y de las ideas. En cierta
medida, el filósofo, debe mantenerse en lisa, en terreno donde sea posible
notar su presencia, así Víctor Raúl, con su texto sobre Nietzsche, lo desclava
de su nicho y lo devuelve fresco y asequible. Por esa razón es un acto de justicia,
de lealtad, es decir de cercanía con el filósofo que ideo puertas y caminos sin
secretos que aún perviven.
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